Reseña del libro "El misterio del cuerpo hablante" de Araceli Fuentes | Carmen Cruz

Libro de Araceli fuentes01De parlêtre a parlêtre

Quiero agradecer la invitación que la Biblioteca del Campo Freudiano en Bilbao me ha hecho para presentar este libro. Es un honor. Cuando Mónica Marín me lo propuso me alegré mucho y le dije que sí ya que el título del libro, que aún no había sido publicado, me hablaba de algo prometedor. Además, soy alguien que sigue atentamente las producciones de Araceli Fuentes, pues me gusta su estilo de transmisión, su capacidad de aunar teoría y experiencia, el calor, la musicalidad y la cadencia de su escritura. Y, ¡Sí! sus textos se pueden mirar, leer y hasta escuchar, al menos para mí. Creo que esto se debe a que “el relieve de su voz” los acompaña, al igual que sucede con la tabla de surf para un buen surfista.

El libro se publicó y rápidamente pedí dos ejemplares, uno para mí y otro para regalar a una amiga y colega que comparte conmigo el gusto por estos textos. En cuanto llegó, me aislé con él y ya no pude dejarlo. He de decir que leer este libro ha sido para mí un Gusto, palabra que escribo con mayúscula porque en ese Gusto de leer hay muchas cosas: el gusto de la espera de algo prometedor, el gusto del aislamiento, yo con el objeto libro, el del descubrimiento, el del desciframiento y hasta el gusto, por momentos, de la intensidad y la dificultad… Como no podía ser de otra manera, leerlo, tocarlo, subrayarlo, trabajarlo, escucharlo ha supuesto para mí un asunto de experiencia.

Porque el libro de Araceli Fuentes, “El misterio del cuerpo hablante”, me ha hecho percibir que es un libro lleno de “carne”, en el sentido de “Leib” o cuerpo viviente. Mientras lo leía, lo trabajaba, tenía la sensación de tener entre mis manos un texto tan vivo que parecía que podría tomar cuerpo. La autora dice en el Prefacio una frase introductoria: “La razón por la que he podido escribir este libro es porque mi cuerpo está incluido en él”. Pues bien, a mi modo de ver, eso está presente todo el tiempo en el libro, en cada uno de los capítulos y temas que se tratan.  No solo por lo testimonial, sino porque en la viveza y el estilo de decir de Araceli se puede percibir mucho de ella, de esa su voz…

Por otra parte, debo decir que, al hilo de mi trabajo, llegó un momento en que se me significó algo: Sentía que, desde el otro lado del libro, leerlo solo era posible con mi cuerpo, y que en esta pequeña presentación también hay algo de eso.

Ahora, hablemos del “misterio” – Hemos tenido la suerte de que el libro de Araceli Fuentes saliera publicado poco antes del Congreso de Rio de Janeiro sobre el cuerpo hablante. En la conferencia introductoria de J.A. Miller “El Inconsciente y el Cuerpo Hablante”, el autor hace un recorrido sobre este significante “misterio” en la filosofía y en el psicoanálisis. Miller nos dice que para Descartes lo que suponía un misterio era la unión del alma y el cuerpo, pero no albergaba duda alguna al respecto. Que Husserl lo llama “carne”, a ese Leib o cuerpo viviente y que, para él, ese es el misterio. Que, a través de Merleau Ponty, Lacan se interesa en este vocablo,  “carne”, cuando lleva la huella del signo… Miller, refiriéndose a la última enseñanza de Lacan, dirá: “Para nosotros, lo que constituye un misterio pero permanece indudable, es lo que resulta del dominio de lo simbólico sobre el cuerpo. Para decirlo en términos cartesianos, el misterio es más bien el de la palabra y el cuerpo. De este hecho de experiencia se puede decir que es del registro de lo real”.

En este punto, nos presenta el parlêtre que va a reemplazar al Inconsciente freudiano. Es decir, que lo que hasta entonces era Síntoma como metáfora a descifrar y estaba relacionado al Inconsciente, ahora es Sinthome, como acontecimiento del cuerpo, que conlleva una emergencia de goce y es relativo a un parlêtre.

Y este libro de Araceli, justamente, se titula “El misterio del cuerpo hablante”. El texto se compone de una recopilación de capítulos, catorce en total y a cada cual más interesante, que contienen  elaboraciones de su análisis, de su pase, de sus testimonios de pase y de su incansable investigación y que ella llama “Variaciones sobre un mismo tema: “Un real escrito en el cuerpo”. Encuentro que este libro y sus capítulos, han conseguido conformar algo que llamaré “Otro Cuerpo”, un cuerpo vivo hecho de la teoría psicoanalítica, hasta la más avanzada, la última teoría lacaniana, y la Experiencia de un análisis llevada hasta su final. En estos capítulos, se va plasmando todo un recorrido analítico, explícito y claro, que se escribe paso a paso propiciando que la experiencia ilumine la teoría de la que se acompaña para que se esclarezca, se entienda mejor. Trataré de pasearme por este “Otro cuerpo” y les invito a acompañarme. Me gustaría hacerlo de puntillas y en susurros, como en una danza pero no sé si lo lograré, ya que su viveza me reclama y azuza produciendo un movimiento furioso y lleno de vida.

Paso a dos

Les ofreceré, entonces, pequeños pasos de baile, figuras extraídas de este libro, que espero nos sirvan para causar el deseo de asistir a la representación completa.

El misterio del amor, del deseo y del goce

En el capítulo 7, que la autora llama “El cuerpo y la escritura”, se dice que el amor suple la relación sexual que no se puede escribir pero que al amor se le puede poner a prueba de lo real.

Nos enseña que el amor y la muerte son dos nombres comunes para hablar del deseo abisal de una mujer, de su fascinación por el abismo. La autora lo dice con claridad y belleza: Algo puede empujar para querer adentrarse en esa zona en la que el sentimiento de existir se confunde con la intensidad experimentada en un estado del cuerpo. El encuentro con un hombre puede despertar ese goce que ningún significante mortifica. Buscar en el amor un amor absoluto, sin límite, y entregarse a la voluntad de goce del Otro y entonces el amor se puede convertir en un estrago. Aclara que el estrago y el goce femenino son dos modalidades de goce en la mujer que ponen de relieve que para ella la relación con la castración no es lo esencial, lo que quiere decir que una mujer puede estar articulada a la castración y eso no le impide tener una relación que sea para ella un estrago. En ese tiempo la angustia y el sufrimiento se pueden hacer insoportables… Pasados los lindes está el límite, dice Lacan en Televisión: el límite es el acto sexual, que no identifica sexualmente a una mujer. El límite es el fracaso de la relación sexual, pues el acto no logra establecer una relación entre el goce perverso de un lado y el goce Otro, del otro lado. En el enfrentamiento a este impasse, es como se pone a prueba el amor, dice Lacan.

Recordaba el ejemplo de amor estragante que nos dabas en tu conferencia, hace unos meses en San Sebastián, y que era el de la cantante Amy Winehause que, por el amor a un hombre, Blake Fielder, probó las drogas duras, que acabaron con su muerte. Por supuesto que hay estragos menos heavys.

Igualmente misteriosos son los ejemplos de la página 194 del libro, cuando nos hablas del goce-Otro en relación al éxtasis de los místicos. O cuando te refieres a la novela,  “Partage de midi”, de Paul Claudel, que habla sobre lo imposible del amor…

Encuentro muy poéticas las palabras con las que concluye este capítulo siete, cuando Araceli nos dice que se puede aceptar un amor que es fruto de la contingencia de los encuentros, que guarda su misterio y no necesita buscar continuamente su sentido porque se sabe de la opacidad del goce, un amor en el que reconocer cierta afinidad con el partenaire, en la huella que para cada uno ha dejado su exilio de la relación sexual y la soledad que conlleva.

Estas palabras nos muestran que, exiliados como somos de la relación sexual que no hay, el amor sería el sendero que nos puede llevar al encuentro con el deseo y el goce. Que eso es a inventar en cada caso y que nos vemos avocados a reinventarlo permanentemente.

El misterio de la posición femenina

Un par de páginas después, la autora comenta que uno de los últimos sueños de su análisis da cuenta del pasaje de la posición histérica a la posición femenina. El sueño la sitúa en una serie de mujeres, una serie abierta, sin excepción, sin ley, a la que Lacan se refiere en el Seminario XXIII.

Esto me ha recordado algo que me vengo cuestionando al hilo de algunos testimonios de AE, también de hombres, que se refiere a lo femenino como posición. A mi entender, decir posición es referirse a algo fijo, no sé qué pensarán ustedes. Por eso me preguntaba ¿Qué entendemos por posición femenina? ¿Hablamos del goce, del goce Otro? ¿Del no-todo? ¿O hay más cosas? Entiendo el pasaje de querer tener un lugar de excepción a ser una mujer entre varias, ahí se puede ver una salida de la posición histérica.

Por otra parte, si hablamos de la mujer no-toda fálica y del goce Otro al que Lacan llama goce femenino ¿podríamos pensar en una posición? Como bien dice Araceli (pag 194): Las manifestaciones de este goce Otro (goce femenino) al que una mujer tiene acceso son esporádicas, pues no tiene la constancia del goce fálico. Lacan dice que se presenta como un suplemento del goce fálico.

Entonces me preguntaba: ¿Lo femenino puede ser algo fijo?  ¿Podríamos decir: Il-y-a du féminin al igual que decimos Il-y-a de l'analiste?  Es decir, en el sentido en que el “du” francés es un partitivo… Por tanto a veces hay de lo femenino, a veces no? Lanzo estas preguntas para luego.

El misterio del sintoma y su paso al sinthome

Después de algunos giros y vueltas, relevés y pliés, he elegido comentar este tema del capítulo 12 del libro y que Araceli titula “El cuerpo al final del análisis, síntoma y sinthome”. Lo elijo por lo inspirador y claro y, sobre todo, porque su lectura ha producido en mí un efecto de revelación o de  “aha erlebnis”, como lo llamaba Freud.

Empezaré con el epígrafe que es un extracto del seminario Piezas Sueltas de Miller:

“La invitación de Lacan, en su seminario Le Sinthome, es la de que hay que dejar un relieve, que un relieve siempre queda en la medida en que cada uno es sin parecido y que su diferencia reside en la opacidad que siempre permanece. Ese resto no es el fracaso del psicoanálisis, sino hablando con propiedad, lo que le da su valor, por poco que usted pueda transformarlo en una obra”.

A continuación, extraeré el hilo conductor del paso de este síntoma al sinthome.

Sabemos por capítulos anteriores que la autora pidió un análisis en un momento de basta. Después sabremos que su análisis consistió en la escritura de un duelo. De un duelo no realizado, el de la muerte de su madre, ocurrida cuando ella tenía tan solo 8 meses. Que ella lo supo a partir de la muerte de su padre, siendo ya adulta y  nos cuenta que no se puede hacer un duelo cuando queda por hacer otro anterior. Y todo esto mediatizado por una jaculatoria, “¡Aysisumadrelaviera!”, que repetían las mujeres del pueblo y que tocó su cuerpo como lo hace “lalengua”. Jaculatoria que resultó ser una holofrase y por eso se escribe todo junto, sin intervalos entre las palabras. Que esta jaculatoria invocaba la mirada de una muerta, percutía en su cuerpo y le producía un gran malestar. Asistía muda a esta escena una y otra vez. Araceli nos cuenta que esta coyuntura produjo, unos meses después de la muerte de su padre, una enfermedad que puso su vida en peligro. Nos aclara que la memoria de goce fijada por la holofrase ¡Aysisumadrelaviera! se activó cuando se vio confrontada a tener que hacer otro duelo. La enfermedad era su manifestación.

Considero que lo expuesto hasta ahora en este apartado corrobora lo dicho por Miller en su conferencia citada más arriba, ya que ejemplifica el dominio de la palabra sobre el cuerpo y su misterio.

Es sumamente interesante la diferenciación que hace Araceli entre el síntoma que invita a descifrar algo que fue cifrado con anterioridad y por el que el sujeto se siente concernido, y el Fenómeno Psicosomático que nada dice y por el que el sujeto no se siente representado. Además, encuentro muy aclaratorio el tema de la escritura: Mientras en el síntoma algo se escribe, el goce queda cifrado y se puede descifrar, en el Fenómeno Psicosomático el goce se escribe directamente en el cuerpo lesionándolo. En el síntoma, el inconsciente, el goce y el cuerpo se anudan y su  escritura es letra del inconsciente. En el FPS no ocurre así ya que el goce es real, hace intrusión en el cuerpo imaginario y lo lesiona, sin pasar por la dimensión simbólica. En consecuencia, el FPS es mudo y su goce es real, por eso su escritura es del orden del número.

La autora nos cuenta con mucha claridad como en un análisis se puede cambiar de escritura, cuando la invención del inconsciente logra cifrar ese goce que no pudo ser cifrado con anterioridad y así poder pasar de una escritura real en el cuerpo y que es del orden del número a la escritura del síntoma como letra del inconsciente. Fue gracias a un acting de la analizante y a la escucha de su analista y su interpretación magistral que el FPS se pudo cifrar y se obró el milagro del cambio de escritura. El efecto de la interpretación fue separar la mirada de la muerte. Eso permitió hacer el duelo y, en consecuencia, la enfermedad se desactivó, se apaciguó y la mejoría fue notable.

Hemos recorrido hasta ahora algunas cuestiones del cuerpo, en el libro hay muchas más. Pasemos  al capítulo 12, que se llama: “El cuerpo al final del análisis, síntoma y sinthome”.

Como decía más arriba, en el epígrafe Miller dice que Lacan nos invita a dejar un relieve que es lo que nos diferencia de los otros, lo más propio y singular. En el caso de Araceli se trata del “relieve de la voz”. Si la síntesis de su síntoma, encontrado un año después de ser nombrada Analista de la Escuela, es “Un empuje a decir irrefrenable” su sinthome es este “Relieve de la voz”.

Para entender como cambia la relación al goce al final de un análisis y, en consecuencia, como cambia el cuerpo, transcribiré lo que la autora nos explica: “Un año después de ser nombrada AE, pude situar mi síntoma en “un empuje a decir irrefrenable”, que se me impone atravesando mi cuerpo cada tanto. Lo había experimentado en el análisis y en mi vida, pero no fue sencillo subjetivarlo como tal por tratarse de un real que no se presta a la subjetivación, la opacidad del goce autista del síntoma obstaculiza su subjetivación. Este síntoma es un acontecimiento del cuerpo. No hay sujeto de ese goce opaco al que llamo “empuje a decir”, pues se goza sólo, lo único que puedo decir al respecto es que lo experimento cada tanto. Es una especie de fuerza, una energía corporal que me empuja a decir, no tiene ningún contenido, ningún sentido, solo es una fuerza que atraviesa mi cuerpo.

Una pregunta se me impone: ¿No se trataría aquí de algo de lo femenino en eso que empuja, en  esa energía sin sujeto, sin contenido, sin sentido alguno, en esa fuerza que atraviesa tu cuerpo? Porque, si lo he entendido bien, tú te prestas a ello plasmando su relieve en lo que escribes.

Y la autora continua: Este síntoma que puedo reconocer como mío, se puso de relieve al mismo tiempo que me di cuenta de cual era mi sinthome…”

Este sinthome fue escupido, como dice Araceli, por un sueño de fin de análisis y que les leo: “El sueño en cuestión pone en escena la consulta de la analista. Al llegar, la encuentro limpiando los restos, las huellas del lugar donde su marido había muerto. Ella me habla y me dice: “Voy a hacerle una fiesta y un homenaje a mi marido”, y yo le respondo: “Voy a presentarme al pase”, a lo que ella contesta con una pregunta: “¿Qué hay del relieve de la voz?”

Araceli lo dice así: “Hay el relieve de la voz” y nos explica que la última enseñanza de Lacan se ordena alrededor de lo que Hay: “Hay de lo Uno… hay lo Uno y nada más…”, y de lo que no hay: “No hay la relación sexual”. Entonces, “Hay lo Uno, hay el relieve de la voz”.

Deduzco que este “relieve de la voz” tendrá también sus variaciones y se expresará de diferentes maneras.

El relieve es lo que queda de un análisis, ese resto de goce opaco que lo hace a uno diferente de todos los demás y que es lo que da valor a un análisis siempre que uno sea capaz de hacer algo con eso. Se trata entonces no sólo de haber localizado el síntoma sino de poner a prueba si uno es capaz de hacer algo con él, de hacer de su síntoma un sinthome.

Me ha resultado muy gráfico y clarificador lo que Araceli escribe sobre el resto sintomático: “El resto de un análisis no es un resto inerte, se trata de un goce del cuerpo vivo que no ha sido mortificado por el significante al que escapa, y por tanto no es susceptible de ser reducido ni interpretado… es un nuevo modo de goce producido en el análisis, un nuevo goce que es a la vez cuerpo y vacío, no más cuerpo que vacío”.

¿Podrías hablarnos un poco de ese vacío?

Con sumo gusto finalizaré esta mi lectura constatando el cambio producido en el goce del síntoma que, siendo para cada sujeto un “goce autista”, ha pasado a convertirse, por medio del “relieve de la voz”, en algo que, además de producir satisfacción,  es un goce creador que ha hecho posible, entre otras cosas,  la escritura de esta Obra que hace, al mismo tiempo, lazo con nuestra Escuela y con el Psicoanálisis. El saber de la experiencia, el de la teoría, así como un saber clínico y un saber decirlo con satisfacción y viveza, que hace que lo escrito pase y toque otros cuerpos, conforman esta Obra de Araceli Fuentes. Una obra igualmente poética que expresa algo de su ser cuando dice: … soy la escriba de mi síntoma.

¿No te parece que esto es de lo más femenino?

Gracias, Araceli, por tu trabajo.