Principios Rectores del Acto Analítico. Segundo Principio. Isabel Soro (Valencia)

Preámbulo
“Durante el Congreso de la AMP en Comandatuba, en el 2004, la Delegada General presentó una “Declaración de principios” ante la Asamblea General. Luego, esta “Declaración” fue leída atentamente en las diferentes Escuelas. Los Consejos hicieron llegar los resultados de sus lecturas, de sus observaciones y señalamientos. Después de ese trabajo, presentamos ahora, ante la Asamblea, esta “Carta Magna para el psicoanálisis” que les pedimos que adopten.” Eric Laurent. Delegado General de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Roma 2006

Al leer este segundo principio, lo primero que vi fue que en la sesión analítica se trata de un encuentro entre el analizante y el analista. Así pues me pareció interesante ver qué ocurre en ese encuentro, cómo se pone en marcha el dispositivo analítico. Para ello he pensado tomar como eje del trabajo dos conceptos: psicoterapia y psicoanálisis (ver puntos en común y diferencias), para a partir de ahí ir respondiendo en la medida de lo posible algunas preguntas que me han surgido al leer el principio.

A saber:
¿Qué es una identificación?
¿Qué entendemos por lugar del analista?
¿A qué nos referimos cuando hablamos del deseo del analista?

¿Qué es una identificación?
Las identificaciones están formadas por determinados rasgos que el analizante ha tomado de personas relevantes en su historia (los padres, por ejemplo); así como de decires (dichos) expresados por personas importantes para el analizante.

Las identificaciones permiten al sujeto advenir al campo del Otro simbólico. En psicoanálisis cuando nos referimos al Otro simbólico, lo representamos con un matema, una A mayúscula. Este matema da cuenta del Otro social, del lenguaje. Por ejemplo, todo lo que se ha dicho de un bebé antes de nacer, las expectativas que tienen los padres con él, si ha sido deseado o no, si los padres preferían que fuera un chico...

¿Cómo adviene el sujeto a este campo simbólico?
Nos dice Gracia Viscasillas en su “Comentario acerca del estadio del espejo y del modelo óptico” de “El cuerpo en psicoanálisis”, un seminario de investigación madrileño. “El estadio del espejo (elaboración de J. Lacan en 1949), da cuenta del momento en que el niño reconoce su imagen como propia. Hasta ese momento el niño no tiene una percepción de sí mismo como unidad, son más sensaciones propioceptivas, internas, de diversas partes del cuerpo. No sabe de su forma. Sí conoce a la persona que lo cuida: la ve, la toca, la huele, la oye, conoce su mirada... Y llega un momento en que, en la cotidianeidad mil veces repetida de situar al niño frente al espejo, algo distinto sucede, Hay un interjuego de miradas en el que el niño reconoce la imagen que tiene frente a sí como propia.

El niño mira al espejo y queda fascinado por lo que ve. Frente a su sensación corporal de inconexión, aparece el júbilo por lo que ve: una figura humana completa, y es él. Pero en la instantaneidad de ese momento es preciso un intervalo: el niño se vuelve hacia aquel que lo sostiene como para solicitar su asentimiento. Reconoce esa mirada que le era dirigida a él, la reconoce en el espejo dirigida a esa imagen que tiene frente a sí, y por ahí se instala el reconocimiento de su imagen”.

Es el Otro (la madre por ejemplo), quién con su respuesta, una mirada, una sonrisa..., le da un lugar en el mundo. Es imprescindible para la constitución del sujeto el reconocimiento de este Otro simbólico.

“Ahora bien, ese Otro que lo sostiene no es otro neutro; está cargado de expectativas, de frustraciones, de deseos... Podemos decir que su mirada está cargada de algo más que también se trasmite” Si el sujeto no dispone de este Otro simbólico, estaríamos en el campo de la psicosis.

¿Qué función tienen las identificaciones?
Sostienen al individuo en este mundo, le dan un lugar, un ser, una identidad.

Las identificaciones más estables, son aquellas a las que el sujeto está fijado, fijado quiere decir que forman parte de su ser. Según J. Lacan, la identificación conlleva una teoría de la causalidad.”Nos identificamos con los demás porque deseamos ser reconocidos por ellos, y esto lo hacemos porque de este modo creemos que nuestro ser es consistente. Proporcionando una respuesta de reconocimiento en el nivel de la voz y de la mirada, el Otro permite a los seres hablantes escapar de una confrontación con el vacío, que engendra agresividad o duelo”.

¿Qué ocurre en el psicoanálisis con las identificaciones?
En el psicoanálisis las identificaciones no desaparecen totalmente, digamos que se aligeran. En el análisis el sujeto se queda con la parte más acorde con su deseo. Aquí estaríamos hablando de rectificación subjetiva.

Sesión analítica.
En la sesión analítica se produce un encuentro entre el analizante y el analista. El analizante llega con sus quejas, malestares..., y es el dispositivo analítico el que permite que el analizante subjetive su malestar. Entendemos por subjetivación que el sujeto que está en análisis se da cuenta de su implicación en esa queja; es decir, que él tiene ahí una responsabilidad, algo que decir.

¿Cómo funciona el dispositivo analítico?
Sabemos que la regla básica es la “Asociación libre”: “Dígame todo lo que se le ocurra que puede querer decir”, decía Freud. Para ver como funciona el dispositivo, veremos, aunque muy brevemente, qué tienen en común y qué diferencia a las psicoterapias del psicoanálisis. Lo que tienen en común es que los dos se basan en la palabra y que ambos admiten la existencia de una realidad psíquica. La diferencia sería la incidencia de la palabra del Otro. Veamos qué quiere decir esto.

Jacques-Alain Miller en “Psicoterapia y psicoanálisis” señala que: “Todo significante del Otro, toda palabra del Otro, en la medida que se le haya reconocido a este Otro la posición de Gran Otro, tiene un efecto de identificación. A este nivel, el psicoanálisis es psicoterapia.

Pero el psicoanálisis va más allá. Para nosotros, psicoanalistas de orientación lacaniana, la posibilidad de la operación analítica, se basa únicamente en el rechazo por parte del analista de utilizar los poderes de la identificación. El analista, en tanto ocupa el lugar del Gran Otro, de ese Otro al que se encomienda el analizante en su sufrimiento, rechaza ser el amo. ¿Qué quiere decir esto? Pues por ejemplo, que no da consejos, no le dice al analizante lo que tiene qué hacer. Muy al contrario el analista lo que hace, como hemos leído en el principio, es “sostener el cuestionamiento, la abertura, el enigma, en el sujeto que viene a su encuentro. Por ello hablamos de la ética del psicoanálisis y del deseo del analista, como un deseo que es más fuerte que el de ser el amo”

Y todo esto, ¿para qué?: Para que el sujeto pueda preguntarse por su deseo más allá de la identificación.

El lugar del analista
Para tratar este concepto, hablaré de “la neutralidad analítica”.

¿Qué supone?
Supone la neutralización de lo imaginario. La neutralidad se relaciona negativamente con el término sugestión, ya que la sugestión implica la decisión voluntaria del terapeuta de influir sobre el paciente. Por tanto, es un concepto fundamental en la constitución del dispositivo analítico, y Freud sólo encontró el camino de la invención del psicoanálisis al abandonar la sugestión.

En 1912, Freud escribía en “Consejos al médico en el tratamiento analítico”: Si del lado del analizante tenemos la imposición de la regla de la asociación libre, al analista se le impone la atención flotante. Esta neutralidad en la escucha, cumple un objetivo: no censurar el discurso del analizante.

Decía Freud: “Toda confesión por parte del analista de sus sentimientos, aumenta las resistencias del analizante, subvierte el dispositivo y provoca en el analizante una curiosidad insaciable que le inclina a invertir los términos de la situación y a encontrar el análisis del analista más interesante que el suyo propio”. “El médico debe permanecer impenetrable para el paciente, y no mostrar, como en un espejo, más que aquello que le es mostrado”.

Lacan en “Variantes de la cura tipo” (1953): “La neutralidad se articula a la respuesta que el analista dé al analizante, no limitándose a la exigencia de que el analista ocupe un lugar invisible para el sujeto. Es en la respuesta donde se juega la responsabilidad del analista, el término responsabilidad indica una exigencia ética, pues de esa respuesta depende la existencia o la abolición del inconsciente”.

Lacan, en “La dirección de la cura y los principios de su poder”: “Lo que es seguro, es que los sentimientos del analista, sólo tienen un lugar posible en este juego, el del muerto; y que si se le reanima, el juego prosigue sin que se sepa quién lo conduce”. La neutralidad analítica, es para Freud, el medio de superar la sugestión, e implica no sólo la neutralización de los sentimientos, sino también de los ideales, es decir, la prohibición al analista de arrogarse el papel de profeta, salvador o redentor. Esto no quiere decir que en un momento de urgencia subjetiva, o cuando el analista lo considere conveniente, teniendo en cuenta la dirección de la cura, el analista no intervenga de una forma decidida.

El deseo del analista
En 1958, aparece el concepto y articula la clínica con la ética.
“No hay clínica sin ética” y decir esto implica situar en el centro de gravedad de toda estructura y tipos clínicos, el problema de la elección, elección siempre forzada respecto de la ley y el deseo.

El deseo del analista es lo que permitiría sostener la carencia de ser, que necesariamente se pone en juego en la cura, y de forma específica al final. El analista, en la operación en relación con el registro de la demanda, no debe responder, precisamente porque debe soportar la demanda para llevarla hasta los límites del ser. El neurótico está dispuesto a sufrir por ser: pasión de ser y demanda de ser van unidas. Si el deseo es deseo del Otro, entenderemos que no hay surgimiento del deseo del sujeto sin una operación del analista.

El deseo del analista, le permite ocupar el lugar antes mencionado y consigue que el analizante en su recorrido pueda ir más allá de sus identificaciones, como ya hemos comentado. Así pues, el analista es aquel que no es asignable a ningún lugar que no sea el de la pregunta por el deseo.

Devenir analista es algo que podemos encontrar (teniendo en cuenta todo lo anterior) en el análisis y tiene que ver con un cambio de posición: Querer escuchar en lugar de ser escuchado, leer en lugar de ser leído.

Bibliografía
Sigmun Freud. Biblioteca nueva.1973
“Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico”. Tomo II.
Revista de la Escuela Europea de psicoanálisis de Catalunya.
Freudiana nº 7. “Neutralidad y deseo del psicoanalista”. Daniel Cena.
Freudiana nº 10. “Psicoanálisis y psicoterapia”. Jacques-Alain Miller.
“Freud y el deseo del psicoanalista”. Serge Cottet. Ed. Manantial.
“El cuerpo en psicoanálisis”.Seminario de investigación madrileño coordinado por Mª H. Brousse. Comentario acerca del estadio del espejo de Gracia Viscasillas.