Crónica: Psicoanálisis y lazo social en la era de la Globalización. Lierni Irizar (San Sebastián)

La tarde del 9 de Mayo del 2008 finalizó el ciclo de conferencias titulado: “Una mirada desde el Psicoanálisis sobre temas de actualidad”, organizado por la Biblioteca del C.F.–Sede de San Sebastián de la ELP.

Tras la presentación realizada por Rosa Ruiz, responsable de la Biblioteca del Campo Freudiano, Marie Hèléne Brousse comenzó su exposición planteando que el lazo social es en Lacan formalizado como discurso. Pero antes de hablar sobre ello planteó la necesidad de reflexionar sobre el lugar y la legitimidad del analista para hablar sobre lo social. Hay antecedentes y motivos diversos.

Habría dos razones para justificar un discurso del lazo social desde el psicoanálisis. La primera, sería que Freud lo hizo primero, pero esto no es una justificación muy fuerte. Cuando Lacan lee a Freud dice que no hay posibilidad y legitimidad para practicar el psicoanálisis si el analista no tiene un conocimiento de la subjetividad de su época. No se puede escuchar en la clínica si no se está abierto a la subjetividad, definida en las coordenadas del momento y del lugar en el que se practica.

La segunda, es que el inconsciente no es intemporal, es histórico. Tiene que ver con las historias del individuo y con la Historia: momento que tiene coordenadas económicas, estilos de vida, modos de goce. No es algo que se puede definir como el cerebro, sino algo que tiene una vida histórica porque el inconsciente es un fenómeno de lenguaje y esto tiene que ver con la civilización que se transforma. El inconsciente se ubica en lo político en el sentido más fuerte de la palabra, como lazo social, el único lazo social de los seres hablantes. Cuando cambia el lenguaje cambia el inconsciente.

El psicoanálisis también tiene una realidad histórica. En la conferencia “El triunfo de la religión”, Lacan compara el psicoanálisis con las profesiones imposibles que son gobernar, educar y analizar. Pero el análisis no tiene el mismo tiempo de vida que las otras dos funciones que están desde el origen de las relaciones humanas; es muy reciente. Nacido en el siglo XIX en un contexto muy particular del que Lacan da dos coordenadas, dos condiciones de posibilidad: la ciencia y el cambio profundo que produjo en la ética los derechos humanos, la moral kantiana con su posterior desarrollo. Son las dos condiciones de posibilidad del nacimiento del psicoanálisis, y si nace en un momento dado, se puede pensar también en su desaparición. Hoy estamos en una lucha por la supervivencia del psicoanálisis, lo que explica también la preocupación por lo político, dado el rechazo actual al mismo.

Lacan plantea que el inconsciente es la política y esto se refiere a que el inconsciente como estructura es la política, es un discurso. El discurso organiza la subjetividad. El inconsciente tiene la misma forma que el discurso del amo, es el discurso del amo. Escuchar el discurso de los analizantes es un observatorio insuperable sobre el discurso del amo.

¿Qué es un discurso para Lacan? Es el conjunto infinito de los enunciados producidos por los sujetos en un periodo dado y en un dispositivo particular; es el lazo social que está hecho de la acumulación de los enunciados producidos por todos los sujetos en un momento dado. Es el surco que produce la práctica de la palabra por los seres hablantes; es el lazo social y define las posibilidades de relacionarnos bajo una forma particular. Lo que decimos y pensamos se intercambia en el malentendido generalizado, y esto es una experiencia cotidiana y está relacionado con las interpretaciones cotidianas que realizamos.

En el psicoanálisis, en lugar de desconocer el malentendido, se utiliza de una manera organizada a partir de la dimensión homofónica del significante. En lugar de permanecer en la queja de que el otro no me entiende, se utiliza el malentendido de una manera reglada, disciplinada, para producir efectos que permiten al analizante darse cuenta del malentendido en el cual funciona.

El discurso se organiza a partir de un modo de goce. En términos freudianos, son nuestros modos de satisfacción los que organizan el discurso. El discurso es el manual de instrucciones, es el único modo de empleo que tenemos del goce que se busca y que organiza el lazo social. Lacan formaliza esto y habla de cuatro discursos: el del amo, el universitario, el histérico y el analítico. Produce un matema para formalizar lo que es este discurso o lazo social, modo de empleo del goce. Un matema de cuatro lugares y letras. En el discurso del amo, en posición de organización del discurso pone el S1 que organiza el discurso en un momento dado.

Lacan planteaba en los años '70, que el S1 era el mercado común. ¿Cuál es el S1 hoy? ¿Cuál es nuestro significante amo? Marie Hélène plantea que hoy sería el Mercado Global o Mundial con su reverso los Anti-Globalización, las dos caras del mismo movimiento. Lo mundial es el mercado, la extensión del mercado sin fronteras. J.-A. Miller planteaba que el significante amo hoy ha sido reemplazado por el objeto. Pero esto está relacionado con lo anterior porque el mercado global implica la producción y el intercambio generalizado de objetos, el objeto de consumo como el amo de todos los intercambios humanos. El mercado siempre fue el lugar fundamental de las sociedades, pero hoy es un imperativo. El mercado es el significante amo, ya no es dios, ni la patria, ni la nación, es el mercado generalizado que se declina en derechos al consumo. Esto está relacionado con los modos de goce. Organiza el modo de goce. Lacan presenta el discurso con cuatro lugares: dos lugares superiores y dos inferiores. Estos últimos no aparecen como tales en el discurso y los superiores sí aparecen; se podría decir que los reprimidos son los de abajo y conscientes los de arriba. S1 y S2 están arriba y el sujeto tachado y el objeto a abajo.

S2 son todos los significantes que se pueden juntar en cadena a partir de S1. S2 son muchos significantes que se pueden pensar como saberes que corresponden a ese S1 primero. Hoy los saberes fundamentales tienen una particularidad, son procedimientos, protocolos que se dan en todos los ámbitos: médicos, pilotos de aviación, vendedores, etc. Protocolos que marcan todo lo que hay que hacer y en el orden que hay que hacer y decir. El modo fundamental de saber hoy es el protocolo y esto también en la salud mental con las TCC. Antes el saber era, o científico o el saber hacer tipo artesanal; no era un protocolo sino saberes que se transmitían en la experiencia, aprendizaje, convivencia, etc.

El S1 globalización del mercado, implica un saber tipo protocolo. Detrás de esto, Lacan sitúa la imposibilidad: no hay posibilidad de que el protocolo pueda saturar totalmente el saber. Se pretende dar cuenta totalmente de S1 pero no se da. El protocolo no satura ni puede hacerlo la individualidad del caso por caso.

Abajo, Lacan pone el $ tachado, sujeto dividido que Lacan sitúa bajo S1 ¿qué sujeto hay en la era de la globalización? El sujeto hoy no es tomado en un orden jerárquico, en orden vertical sino uno al lado del otro, en una horizontalidad de red (enredado), sin verticalidad. Es el sujeto de Internet, cada uno con su computadora, hablando en su blog, con el acceso al todo de la información y también consumiéndola. Es un sujeto distinto a las estructuras tradicionales jerarquizadas donde el puesto de cada uno se definía en un conjunto organizado bajo un poder central. Hoy el sujeto es individual pero una individualidad intercambiable, no particular, no el caso por caso del inconsciente, del analizante.

Bajo S2 escribe un pequeño a que es el producto del discurso, el objeto con el que se goza en este funcionamiento general. Lacan lo define en la contemporaneidad de una manera un poco dura por medio de un significante: campo de concentración. Lacan lo utiliza más allá de su contexto histórico para nombrar que en la contemporaneidad los goces se presentan como concentrados en grupos particulares, como un campo de concentración elegido por los sujetos: por ejemplo, la homosexualidad como modo de goce reivindicado por quienes se sienten así y que quieren un reconocimiento como tal, como gay. También la paridad, la adolescencia, las nacionalidades que piden un reconocimiento. Es lo que Lacan llama campo de concentración. Concentración a partir de un rasgo identificatorio que refiere a un modo de goce o lo que en términos no lacanianos sería un estilo de vida. Concentración de un goce, de un estilo y esto es el tipo de satisfacción en la era de la globalización.

M. H. Brousse se detiene en este tema tomando como referencia el texto “Notas sobre el padre” en el que Lacan apunta a una tensión entre dos elementos: universalización y particularización. De un lado hay un empuje a lo global, universal, que tiene que ver con lo económico pero también con el tipo de saber producido por la ciencia que es universal. Cuando se trata de una teoría científica, una vez que ha sido validada, vale para todos, en cualquier lugar, con cualquier persona y condición de la realidad. Es un saber que no se apoya en la realidad cotidiana pero que tiene que ver con lo real. Esto se da desde le siglo XVI. Es universal porque tiene que ver con lo real y no con la realidad que jamás podrá ser universalizada.

El movimiento va en sentido de la universalización a partir de la ciencia y del lado de su aplicación a los objetos de mercado. Coincide también con la universalización de los derechos humanos que tiene como posibilidad el discurso de la ciencia. En la realidad no es verdad que todos tengan los mismos derechos, nadie tiene los mismos derechos. Todos estamos sometidos a regímenes distintos geográfica e históricamente. La idea de los derechos humanos tiene que ver con lo real de la ciencia y no con la realidad, que se relaciona con el goce, en el que no hay para nada igualdad ni uniformidad.

Lacan avisa de que este empuje a lo universal, cuanto más universalización, más fenómenos de frontera, de borde, más multiplicación de lugares distintos, pequeñitos. A más globalización más reivindicación de pueblos múltiples, cada uno por su cuenta, cada uno con su parroquia: gay, feminista, vasca, etc. Más reivindicación y reconocimiento de esa particularidad. Hay una contradicción dialéctica entre un movimiento de empuje a lo global, con la reivindicación de lo particular. Estas pequeñas comunidades tienen relaciones de vecindad y esto implica un movimiento muy fuerte de fronteras que produce conflictos y también intercambios interesantes. Lacan lo relaciona con la fragmentación del Nombre del padre como principio de referencia del sistema simbólico y como fenómeno de unificación: un padre y los hijos hermanos. El problema es que el principio Nombre del Padre, poder centralizado en la familia, en las instituciones humanas, ese poder como tal desaparece, ha dejado de funcionar. Lacan dará cuenta de la desaparición de este significante del padre, de quien manda, y deja lugar al nombre, que es otra cosa. El nombre como poder en sí mismo ya que el hecho de nombrar algo por un significante, da un poder. Se da una fragmentación del nombre del padre en nombres, nombres identificatorios, que pueden producir comunidades. Pero incluso esto ha dejado de funcionar y se encuentra con dificultades.

Lo que hoy funciona y empuja es lo que Jean Claude Milner llama la política de las cosas, de lo real. Si la referencia a comunidades tenía todavía una cierta relación con el padre como nombres, multiplicación de los nombres, hoy lo que está en juego es una escritura por lo real. Produce clases a partir de las letras del discurso de la ciencia, a través de la escritura de un ser real biológico que se desarrollará cada vez más, por ejemplo, en la genética. Es una política muy pragmática en el sentido del avance de lo real tal y como lo produce la ciencia. Un real indialectizable. Dominación de un real cifrado, letrado.

M. H. Brousse plantea ¿cómo se ubica el psicoanálisis ante esto? El psicoanálisis se apoya en el síntoma como respuesta de los sujetos a este movimiento hacia lo múltiple. Todo puede ser de cierta manera cifrado, letrado, en el sentido de la ciencia, menos la sexualidad de los seres hablantes. La sexualidad puede ser teorizada en términos de lo real a nivel biológico y lo es, pero a nivel de los sentimientos, a nivel de la palabra que es la condición fundamental para que pueda tener lugar la sexualidad en los seres humanos, lo que relaciona a los seres humanos sexualmente no es lo biológico únicamente. No es por medio de lo biológico que se posibilita el acto sexual. Es por medio del lenguaje y la palabra y aquí es un estrago, nada funciona. La sexualidad no tiene que ver con la eficacia de la reproducción orgánica, sino que se produce por medio del discurso amoroso, por medio del fantasma y por medio de la perversión, el rasgo fetichista que desencadena el deseo por medio de la palabra. Lacan dice que no hay relación sexual que se pueda escribir por medio de letras aunque la ciencia lo intente. Esto implica la apertura de un campo en el que ni los nombres del padre ni lo real funcionan realmente. Es el campo del síntoma en el que el psicoanálisis tiene su condición de posibilidad y eficacia.

M. H. Brousse considera que se puede afirmar que, como que no hay real sexual, hay lazo social. El lazo social tiene que ver con la falta de relación sexual biológica. Si la hubiera, como en los animales, no habría lazo social, ya que éste toma su lugar de la falta de relación sexual.
Si hay lazo social, hay síntoma sexual y aquí reencontramos el lado real del psicoanálisis en tanto el síntoma siempre repite. El psicoanálisis trata el síntoma por el lenguaje, reutiliza algo en el lenguaje para tratar el estrago producido por el lenguaje.

Lacan considera en los años ‘70 que frente al empuje de lo universal se van a introducir dos movimientos. El movimiento religioso, la fuerza de la religión, que no funciona a partir de lo real, que no se preocupa para nada de lo real, que trata lo real por el sentido, por la interpretación generalizada y el sentido dado a todo. Siempre hay una razón para todo. Lacan prevé así los movimientos integristas y políticos producidos en muchos países a partir de movimientos religiosos.

El movimiento del psicoanálisis es muy distinto. Se orienta por el sinsentido y lo cómico del sinsentido. Frente al sentido único de la religión que se sitúa del lado de la uniformización, el psicoanálisis se sitúa del lado del no todo: no todo sentido, no todo lazo, no todo goce. El movimiento del sinsentido lleva a una ética de la dimensión profundamente cómica del ser humano (tragicómica). No es un escepticismo. Lo que permite pensar el síntoma es el deseo. El psicoanálisis tiene un valor que es el del deseo, lo que nos mueve y conmueve siempre tiene que ver con el objeto en juego en el deseo.

Tras un debate sobre el papel de la ciencia y la utilización que el discurso del amo realiza del saber científico, y sobre el papel del psicoanálisis en la actualidad, se dio por finalizada la serie de conferencias convocando a que el próximo año se posibilite un nuevo encuentro que continúe el lazo establecido entre el psicoanálisis y los ciudadanos de Donostia.