Pensar en Europa, un reverso de la biopolítica, contra el fascismo | Andrés Borderías

MLP2017Discuto estos días con amigos de Podemos, entre ellos, antiguos militantes de Izquierda Unida. Algunos entienden la necesidad de voto por Macron en la segunda vuelta del domingo, finalmente votarían con la nariz tapada a Macron si pudieran. Pero no se han movilizado para exigir a los responsables de Podemos un pronunciamiento público. Pablo Iglesias y Echenique han expresado estos días su posición comprensiva y compartida con la de Mélenchon. En el fondo, sostienen que el neofascismo de MLP no es sino la consecuencia del neoliberalismo, ese sí, el gran enemigo a derrotar. Surgen las ecuaciones, las relaciones causales. La discontinuidad entre neoliberalismo y fascismo finalmente se diluye. La batalla es otra para ellos, o está mal planteada, y recuerda las lecturas de algunos sectores de los partidos comunistas que en los años posteriores a la segunda guerra explicaron el fascismo y el nazismo como el brazo armado de un capitalismo en apuros.

Otros van aún más lejos, comparten la posición abstencionista, o el voto en blanco. Les parece no sólo que ambas opciones son lo mismo, sino que además MLP no tiene ninguna opción de ganar porque Macron es “el candidato de las finanzas”, y él sí, el señor Macron y sus padres ocultos son el verdadero cáncer, la causa de la aparición de la extrema derecha. Incluso sostienen que la victoria de MLP terminaría por revelar “la verdadera cara” del neoliberalismo. Les veo entonces tentados de votar a MLP si pudieran, para acelerar ese “momento de la verdad” y precipitar “las contradicciones del sistema”.

Lo que me impresiona de estas posiciones aparentemente diversas, pero en el fondo coincidentes, es la certeza fantasmática en la que se sostienen, un fantasma compartido, con una enunciación común, que es capaz de sostener el repudio a la memoria del fascismo.

Como bien señala Eric Laurent en un texto lúcido y anticipatorio de la situación de estos días, El parlêtre político: “La oposición entre el vínculo social fundado en una identificación con un rasgo unario, o con un bigotito, y aquel fundado en el fantasma como respuesta ante la angustia original nos permite leer de otro modo […] la serie de respuestas a la crisis, que se han formulado en movimientos espontáneos, sin una consigna unificadora, en la Europa latina bajo el significante “indignados”, en los EEUU y los países anglófonos bajo el de “Occupy”…se trata de un grito dirigido al capitalismo financiero que expulsa a cada uno de su lugar […]. En respuesta a esta expulsión, el grito es una pura enunciación, el lugar donde los sujetos se recuperan en su pérdida. Los partidos políticos tienen de hecho muchas dificultades para dar a estos movimientos la forma clásica de un programa común de reivindicaciones.” (1)

En el trasfondo pues, la división estructural de La verdad en la democracia, la multiplicación de agujeros en lo simbólico, la evaporación del Nombre del Padre, y la constitución de un Otro feroz, que toma carta de naturaleza a finales de los años 70, y que deja sin lugar al sujeto contemporáneo.

Si seguimos a Tony Judt, en el lúcido ensayo Pensar el siglo XX, éste señala la sorprendente longevidad del pacto socialdemócrata tras el final de la segunda guerra mundial. Casi tres décadas de crecimiento sostenido con un pacto social articulado a los ideales republicanos, instituciones sólidas, mecanismos de control en la separación de poderes y garantías de compartimentación entre la banca financiera especulativa y la productiva. Lo verdaderamente relevante que se desprende de su tesis es que este pacto se sostuvo en la necesaria memoria de aquellos que vivieron en su cuerpo los conflictos previos y la guerra, es decir, un sentimiento ético compartido como un acontecimiento del cuerpo transindividual.

La voladura de este sistema político-económico fue desencadenada por Ronald Reagan y Margaret Tatcher, sostenidos por la Escuela de Chicago y los Friedman Boys, y la avidez desencadenada en las finanzas especulativas que da inicio al ciclo actual de la crisis y desarrollo del neoliberalismo, esta es una historia conocida y que ha desembocado en la impotencia de los programas socialdemócratas y el sistema de partidos, porque ha desarrollado a fondo la forclusión de la castración en el discurso, tal y como indica Lacan como característica fundamental del discurso capitalista. Pero si esta voladura fue posible es porque ese pacto ético compartido se había disuelto, evaporado, como el Nombre del Padre.

Queda por ver –añade Eric Laurent- a dónde se dirige esta “marcha” de los indignados, los insumisos. ¿Se encamina hacia un nuevo Dios…hacia una ley definitiva o un régimen de excepción permanente que suturarían la llamada que se ha abierto? ¿Es una llamada a un nuevo Leviathan que garantice la pluralidad de creencias del multiculturalismo con su mano de hierro? ¿Es, por el contrario, la posibilidad de una manifestación en la que el silencio trabaje a la inversa que la pulsión de muerte, en un malentendido viviente que nos aleje de la transacción fatal entre libertad y seguridad?

Retomando estas palabras, no puedo dejar de señalar el momento actual, en el que el PSOE, en vísperas de las elecciones francesas, se precipita en sus primarias a una confrontación interna entre dos modos de gestión de la impotencia, una deudora del viejo modelo de partido, la otra atravesada ya por la indignación. Por su parte, Podemos hace leña del árbol, prosigue su tarea de acoso y derribo al PSOE, apoyándose en ese fantasma común, en una comunidad de enunciación que aspira a derribar al neoliberalismo “asaltando los cielos” y que se da un lugar precisamente en esa aspiración compartida.

Lacan, tan poco políticamente correcto, ubicaba a un lado a los tontos de la izquierda –por su relación con la verdad y su incapacidad para tomar el poder- y al otro a los canallas de la derecha –por su relación inmisericorde con el goce, su voluntad de poder y su repudio de la castración-. Pues bien, seguirá aquí el PP con su paseo en el poder y la progresiva corrupción de la sociedad civil, mientras la izquierda sigue dando tumbos entre la impotencia y la fragmentación. La posibilidad de un nuevo pacto social sostenido sobre los valores “republicanos” no hace sino difuminarse en la niebla, un pacto que tuvo su oportunidad tras las pasadas elecciones y que fue acuchillado por todos los que tuvieron a mano un puñal.

Mientras tanto, el Caudillo sigue su plácido sueño en el Valle de los Caídos, y su herencia sigue aún viva en algunas zonas de las entrañas del estado, en el poder judicial, en algunos sectores de la iglesia, en el corazoncito de un buen sector de la prensa, y en las actitudes autoritarias de una parte nada desdeñable de los políticos de este país. Quizás por eso no necesita salir de su tumba, por el momento.

Será entonces el momento de recordar a Jorge Semprún. En diversos momentos de su obra, Semprún vuelve sobre el texto de Husserl “La filosofía en la crisis de la humanidad europea”, conferencia que pronunció en Viena en mayo de 1935, en pleno ascenso del nazismo y el comunismo (2). Semprún encuentra en este texto una disyuntiva fundamental: o Europa pierde su sentido de lo racional, entra en declive y cae en el odio y la barbarie; o Europa recurre al heroísmo de la razón. La Europa de Semprún nace en Buchenwald. “Allí echó raíces mi identidad, decía. El olor del humo del crematorio, día y noche, sobre las laderas del Ettesberg, y la voz de los mandos dando órdenes por los altavoces, Krematorium ausmachen! (3), han acompañado a Semprún para siempre. Durante esos años Semprún mantiene en el barracón 56 una conversación en la que se trenza Europa, con Maurice Halbwachs, Henri Maspero, Julien Cain, Maurice Hewwit, Jean Baillou y otros, “anónimos y fraternales”, sobre el mal absoluto, pero también sobre la vida y la cultura. De esa experiencia compartida surgió esa Europa que ahora parece acercarse poco a poco hacia su abismo.

La movilización de los psicoanalistas estas semanas es para parar en primer lugar al fascismo, es un deber de memoria con todos aquellos que pagaron con su vida la confrontación con Das Radikal Bösse, y los que fueron exterminados en los campos, comenzando por la Guerra Civil Española, primer capítulo de la conflagración. Los amigos y los responsables políticos de Podemos, como los “Insumisos” franceses, como los “Occupy” anglosajones, están convocados ante esta elección forzada. No podemos volver a caer en el error del movimiento anarquista durante la Guerra Civil: “¡primero la revolución, después la guerra!”.

 

  1. Eric Laurent., “El parletre político”, en El reverso de la biopolítica. Ed. Grama, 2016
  2. Jorge Semprún, “Mal y modernidad”, en Pensar en Europa. Ed. Tusquets, 2006.
  3. Jorge Semprún, La escritura o la vida, Ed.Tusquets 2014.