Novedad: Pensar las adolescencias. Susana Brignoni. Ed. UOC. Lidia Ramírez (Barcelona)
El título de este libro está muy bien elegido porque la autora trata el tema de las adolescencias como un proceso que abarca no sólo el trabajo que ella realiza con los adolescentes y con los profesionales que trabajan con ellos, sino también el efecto de experiencia que ha significado para ella estos encuentros. Este efecto que plantea como "preguntas que en algún momento de mi práctica el encuentro con algún adolescente me ha provocado, o bien preguntas a partir de las cuales he podido conversar con educadores", ha estado trabajado con las reflexiones que ha producido y con las referencias a los diferentes autores que ha consultado, es lo que se transmite y por eso el lector tiene la sensación de estar en conversación con la autora.
En la introducción Susana Brignoni se refiere al "exceso" como el significante con que la época nombra a los adolescentes, tanto por el lado de los medios de comunicación, como por la forma como se presentan algunos diagnósticos, y se plantea "abordar las cuestiones que caracterizan a la adolescencia a partir de dos ejes, lo diacrónico y lo sincrónico que permanentemente se cruzan".
El libro está dividido en cuatro grandes apartados: Nuestra época y la adolescencia, Adolescencia y pubertad, Los síntomas y las adolescencias y Los educadores frente a las adolescencias.
Para poder abordar la adolescencia es necesario "ser contemporáneos", y toma la referencia de Agamben para explicar que ser contemporáneo significa percibir la oscuridad de la propia época, por lo cual una de las primeras indicaciones que encontramos en este libro es que, para poder acercarnos al estudio de la adolescencia, es necesario "iluminar eso que queda velado" y pensar en el adolescente como alguien "marcado por un sufrimiento que no cesa, respecto al cual tiene una relación de extranjería", por lo que "no encuentra fácilmente lugares en los que poder inscribir lo que le pasa, ni localiza fácilmente a un referente a quien dirigir un llamamiento y solicitar un apoyo". De la misma forma, Susana indica que en la estructura del adolescente encontramos algo que es del orden de la soledad y una desconexión respecto de sus propios actos.
En el segundo apartado, Susana Brignoni propone que pensar las adolescencias es cosa de los adultos, como es cosa de los adolescentes "atravesar su experiencia vital", y que para ello es necesario que el adulto no quiera llenar con su saber la falta de entendimiento, sino que el adulto debe usar ese conocimiento para tratar su propia posición. Propone el "acompañar" como una forma de nombrar lo que significa estar al lado del adolescente, "ni por delante, como voz de la experiencia, ni por detrás ausentándose" y lo considera una buena herramienta para explorar "la distancia justa que hay que establecer en el vínculo"
El psicoanálisis permite plantear que además de la pregunta por el ser, para el adolescente está fundamentalmente la pregunta por el deseo y, en este sentido, "el sujeto está dividido en una lucha por descubrir la vía de su deseo y las formas de expresión que le convienen para inscribirse en el lazo social".
Tomando la referencia de A. Stevens, la dificultad para el adolescente es que mientras la adolescencia se le plantea como "la edad de todos los posibles", justamente de lo que se trata es del "encuentro con un imposible", este imposible tiene que ver con el hecho de que para los seres humanos, no hay una respuesta establecida a cómo hacer con el otro sexo y es lo que produce malestar. Este malestar es la pubertad. "El puber es el aquel que ya tiene el cuerpo preparado como si fuera un adulto y es allí donde se produce una división porque subjetivamente aún no lo es". Hay un aspecto imaginario de la transformación del cuerpo que requiere de un tiempo de elaboración porque lo que se impone para el sujeto en este momento es un tiempo de duelo: duelo por el cuerpo infantil, duelo por la infancia en sí misma y sus identificaciones y el duelo por el vínculo con los padres. El cuerpo del adolescente es un cuerpo que le habla al sujeto pero que le habla un lenguaje que él desconoce, por eso tomando la referencia de P. Lacadée, la verdadera crisis de la adolescencia es una crisis de lenguaje porque "el lenguaje construido al amparo de los padres, se presenta impotente para nombrar".
El empeño del adolescente, es para hacerse escuchar, y esta escucha a lo que apunta es a ayudarles a construirse un nuevo punto de vista desde el que mirarse, un lugar en el otro de referencia en el que puedan ser "amables".
Mientras la pubertad es un hecho generalizable, las adolescencias son las respuestas particulares, uno por uno, que cada sujeto inventa frente a ese indecible de la pubertad. Todas estas respuestas son las respuestas sintomáticas a la cuestión de la pubertad.
El tercer apartado comienza con una pregunta ¿qué es un síntoma para el psicoanálisis? La respuesta tiene tres partes. En primer lugar, la que hace referencia a la época y al hecho de que "cada época tiene su modo de pensar lo normal y lo patológico". En la época en que vivimos resulta necesario diferenciar entre trastorno y síntoma. Mientras el trastorno es tomado como una manifestación, el síntoma lo entendemos como "la emergencia de una verdad del sujeto que él mismo desconoce".
La estructura del síntoma presenta dos caras, en una lo que encontramos es una satisfacción inconsciente y en la otra, un sufrimiento que es "el motor para querer deshacerse de él". El síntoma implica un goce que frecuentemente la persona misma desconoce pero sobre el que tiene una responsabilidad. Es necesario reconocer ese goce y la implicación que uno tiene en él, para que se pueda ayudar a transformar aquello por lo que el sujeto sufre. No podemos olvidar la perspectiva del síntoma como solución a aquello de lo que sufre el sujeto, es desde esta perspectiva que Susana plantea la adolescencia como "la solución sintomática a la presencia inquietante de la pubertad", por eso no se trata de eliminar el síntoma, sino de "usarlo como palanca: darle una nueva circulación que permita deshacer su carácter estigmatizante".
En la época actual, los adolescentes se hacen representar muy a menudo por un síntoma con el que llaman nuestra atención. De esta representación obtienen un lugar que no siempre es un buen lugar. Los adolescentes son "obedientes" al lugar que el otro les da y hoy en día estos lugares están nombrados, muchas veces, con el nombre de los diagnósticos. Ser un toxicómano o una anoréxica puede comportar que el adolescente se quede fijado a ese lugar. Por eso la recomendación de Bernfeld a los educadores es no dejarse impresionar demasiado por esas presentaciones y ofrecer oportunidades para que el sujeto pueda cambiar de lugar. "El cambio del sujeto es efecto del cambio de lugar".
Como síntomas actuales en las adolescencias y desde su experiencia en el trabajo en CRAEs, Susana plantea cuatro: las explosiones fuera de lugar, las marcas en el cuerpo, las fugas y los tóxicos. Se trata de síntomas del "lazo social" ya que muchos de ellos se producen como "fenómenos de identificación a un grupo y hacen muy difícil el abordaje singular de un síntoma".
El libro acaba tomando una referencia de Winnicott en la que señala que "lo que está en juego en esta etapa es la posibilidad de que haya un encuentro entre el adolescente y un referente adulto" y nos deja una recomendación al Otro que trata al adolescente, que "se deje incomodar" y que no retroceda frente a aquellas cuestiones que los adolescentes hacen presente y que provocan nuestra inquietud.
En pocas páginas Susana Brignoni consigue transmitir una forma de pensar las adolescencias que constituye una muy buena herramienta de trabajo, especialmente porque ha conseguido decir las cosas, muy bien dichas.