Miradas desmemoriadas en el Festival de Cine de Donostia. Antonio de la Cueva Delgado (Sevilla)

En esta aventura que es el cine, todos sabemos que por un lado está la mirada del director sobre lo que quiere contar y por otro está la mirada del espectador que capta de maneras muy diversas ese intento. Pues bien, en este amplio abanico de miradas cinematográficas, quisiera destacar tres películas, dos en su sección oficial y otra en el apartado Zabaltegi, dentro de las seleccionadas como Perlas, que aún siendo de países diferentes, todas tratan en algún momento de la Dementización crónica Progresiva (DCP), por no decir del tipo Alzheimer, pues quizás se hace mucho uso de este término y no siempre hay que referirse a él, en este catálogo amplio existente de las Demencias. Me refiero al documental cuyo hilo argumental es la enfermedad de Pasqual Maragall “Bicicleta, cullera, poma”, España; otras como desenlace al final de la historia, como son el caso de la China “Addicted to Love” y por último, una producción de Canada e Italia con el titulo “Barney´s Version”, que había participado en la Sección Oficial de Venecia y en el Festival de Toronto.

En todas ellas, los sujetos luchan por no perder lo más íntimo y propio, su memoria, por no decir su propia historia. Esto me recuerda las palabras de José Saramago: “Siendo obvio que habitamos físicamente un espacio, sentimentalmente somos habitados por una memoria”. La estrategia de la memoria es, de hecho, una apropiación dialéctica: la mirada nostálgica, al hacerse cargo de las pérdidas, comporta también la orgullosa ratificación de posiciones. Sin embargo, la memoria no debe convertirse en una cárcel de la nostalgia, cuando ya no sólo se puede hablar del paso del tiempo sino del paso de la historia. Ciertamente la presbicia introduce la confusión en lo que vemos, pues lo rodea de una neblina que nos hace creer que olvidos y recuerdos tienen los mismos ojos. Ahora bien, como nos dice el poeta Luis García Montero: “Lo peor no es perder la memoria, sino que mi pasado no se acuerde de mí”.

Volviendo al hilo argumental de esta trilogía de miradas, en “Bicicleta, cuchara, manzana”, Pascual Maragall muestra su forma particular de enfrentarse al Alzheimer. Al inicio comienza con una declaración de intenciones del propio “president”: “Me gustaría que fuera una película divertida (...) estoy harto del ‘pobrecitos, pobrecitos’. Hay que matar el animal de la enfermedad”. Me llamaron la atención estas palabras, pues representan la manera particular de este sujeto de saber hacer con lo irremediable. Por supuesto también hay que decir que tratándose de esta figura política relevante en Cataluña, era seguro la posibilidad de contar con medios; lo cual no implica quitarle valor a un documental que hace un recorrido durante más de dos años en la vida reciente de Maragall, a partir de que le fue diagnosticada la enfermedad en 2007.

El documental dirigido por Carles Bosch comienza con un Maragall completamente consciente y lúcido sobre lo que se le viene encima. Nueve meses más tarde, doce, dieciocho..., el Alzheimer se va dejando notar y la familia lo acusa. Mientras él está cada vez más desinhibido, su esposa se resiente porque “la libertad” que él exige significa matar la suya propia, y necesita una solución. A pesar de todo, Diana Garrigosa se siente afortunada porque sus hijos y amigos ayudan y desean compartir la carga, pero asegura que recuerda “cada día y me da una pena horrible” la situación de las parejas de ancianos que afrontan el Alzheimer de uno de ellos en absoluta soledad. Es por ello, que el objetivo de este trabajo promovido por la fundación Pascual Maragall es la lucha contra la enfermedad y la puesta en marcha de un centro de investigación. Internacional.

En “Addicted to Love”, el director Liu Hao presenta una película de relaciones y sentimientos entre la figura central de un obrero jubilado de una fábrica, al que le gusta ir al mercado con su viejo amigo, antiguo jefe de su trabajo, y en una de aquellas compras en el mercado, reconoce una cara que no ha podido olvidar; su primer amor. Li Ying. Los dos empiezan a verse en secreto, contra la voluntad de sus hijos. Al descubrir que Li Ying tiene Alzheimer, Ol Pop se inventa juegos para que ella ejercite la mente. Esta película que costó tres años su realización, dado lo complicado de hacer cine en China, quiere mostrar la importancia del cariño en las relaciones entre las personas, en un país que está viviendo importantes cambios por su creciente occidentalización. Así con la excusa de la reaparición de un amor de juventud y el Alzheimer (no es seguro que sea este tipo de Demencia) de la protagonista, el director muestra las relaciones que se dan, sobre todo, en la familia del anciano. Un hijo mayor que conoce y entra en los caminos que le pueden llevar al éxito en la administración pública, una hija que se encuentra en plena crisis matrimonial con el divorcio como una espada de Damocles, y un hijo menor que, a pesar de su avanzada edad, estudia para funcionario, tiene sensibilidad de artista y le gusta jugar con una PSP. Pero, a pesar de todos los problemas personales, el amor entre ellos es incuestionable.

A pesar de estos cambios vertiginosos, la película trata de reflejar que el núcleo familiar sigue siendo lo más importante de nuestra sociedad. Sin embargo, la pérdida de la memoria como algo irremediable aparece al final en la pareja de ancianos; no sólo en Li Ying sino en Ol Pop que luchaba porque ella conservase su memoria. Una pérdida, que más allá del amor, es una metáfora que representa la muerte del sujeto en un mundo global, dónde el Capitalismo ha hecho su agosto, arrasando lo más íntimo y propio, convirtiéndonos a todos en puros consumidores, vacíos de historia.

Finalmente en Barney´s Versión vemos el relato cálido, sensato y lleno de humor de Barney Panofsky (Paul Giamatti), un hombre aparentemente corriente que tiene una vida extraordinaria. Una confesión honesta contada desde el punto de vista de Barney, la película cubre cuatro décadas y dos continentes y nos transporta por episodios de su inusual historia. No sólo Barney es un romántico impenitente, la suya es una vida plena, interpretada a lo grande. Y en el centro está un héroe inverosímil, el inolvidable Barney Panofsky, que a raíz de sufrir algunos olvidos puntuales pero importantes, va visitar un especialista, el cual va diagnosticar su enfermedad y a partir de ahí, nuevamente el deterioro progresivo del sujeto en su gran declive final.

Efectivamente las tres películas marcan una de las enfermedades más importantes de nuestro siglo XXI, dónde se calcula que más de 35 millones de personas en el mundo padecen enfermedades neurodegenerativas, de las que entre un 50 y 75% son casos de Alzheimer, cifra que va en aumento y dentro de algunas décadas puede que se multiplique por diez. Una enfermedad de la que todavía se desconoce bastante. Sin embargo, me pareció interesante un articulo aparecido recientemente en Internet con el titulo “Pero... ¿qué es realmente el llamado Alzheimer?”, sobre todo porque Luis María Sánchez es neurobiólogo y expone que dicha enfermedad no es irreversible y no está asociado con el envejecimiento biológico, aunque parezca paradojal. Considera que lo más frecuente es que comience con una crisis personal severa, -aunque sobre una estructura psicológica peculiar que la predispone- en que una pérdida personal muy penosa sin capacidad de afrontamiento o de encontrarle una salida o una alternativa, arrastra tras de sí la identidad de la persona, que ha construido alrededor de lo que ha perdido (su esposo, o hijos, un hermano entrañable, el hijo varón, o la hija mujer, o el trabajo, un talento, un amante, una especial capacidad o habilidad física o mental, un rol social, el dinero, etc.).

Puede decirse que ha perdido lo que creía que le daba sentido en este mundo. Y todos los casos tienen este antecedente, a poco que se rastree en su historia de vida. Ahí está la clave nos dice este especialista. A veces no es una sola pérdida sino una cadena de ellas.

El autor expone entre otras muchas más cuestiones, que en todo caso no es un problema de la memoria, sino primariamente del sistema atencional, pues se ha producido un deterioro serio del estado de alerta, esencial para la vida. El panorama actual es que mientras los científicos comienzan a arrojar luz sobre el funcionamiento de la memoria, los mecanismos cerebrales que permiten recordar ciertas vivencias y olvidar otras son aún un misterio, desde que en 1870 el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus decidiese abrir el camino de la investigación. Al final, la memoria parece ser un cajón de sastre que espera un sentido que sólo el dueño puede ofrecer. En sus emociones está el poder de decidir qué recuerdos quiere conservar a la espera de que ningún virus informático entre en su sistema y arrase con lo que es y lo que fue. Eso si, parece que la niñez es el periodo de la vida en el que se retiene más fácilmente, las enfermedades neuronales que afectan a la memoria por un accidente o un problema físico trasladan en numerosas ocasiones a los enfermos a su infancia porque los recuerdos son más sólidos.

Lo cierto es que la presbicia del paso del tiempo, así como los olvidos de la memoria nos pueden llevar a una mala pasada o a un mal pasado. Sin duda, no se trata de “come, reza, ama”; sino que siempre es, una y otra vez, construir, inventar con las pérdidas.