Mesa debate “Violencia de género y maltrato familiar: ¿tiene cura la violencia? Paloma Larena (Zaragoza)

La Mesa-debate celebrada el viernes 22 de octubre, fue la primera de las actividades del curso 2010-2011 del Seminario del Campo Freudiano en Zaragoza, que venimos desarrollando desde hace 25 años.

El acto se realizó en el Centro Cultural Joaquín Roncal de nuestra ciudad, con una asistencia de público de más de 70 personas que llenó la sala y que permanecieron atentas e interesadas en la conversación a lo largo de la tarde.

Jesús Sebastián, miembro de la ELP, presentó la Mesa y moderó el debate. Comentó que “nuestras actividades tienen como objetivo la formación de profesionales interesados en la orientación psicoanalítica, tanto en su dimensión teórica como clínica, y como segundo objetivo la difusión de lo que el discurso psicoanalítico puede aportar al diálogo en las sociedades democráticas”. El texto de referencia el curso pasado, que vamos a continuar en este, es el Seminario de J.-A. Miller “El partenaire-síntoma”. En esta obra, el autor nos convoca a reflexionar sobre con qué objeto o persona hace cada cual pareja, y que función ocupa. La pareja-síntoma, que sería la traducción aproximada, nos hace pensar en una función de lazo, más o menos estrecho, de malestar en común o de beneficio mutuo, de complemento o de suplemento, lo más íntimo y lo más extraño al sujeto...También nos convoca a una reflexión vigente sobre el feminicidio que no cesa, y por ello hemos propuesto este diálogo, para abrir nuevas preguntas ante estos acontecimientos sociales.

Participaron en el debate:

D. Santiago Boira , psicólogo clínico en el Centro de Inserción Social “Las trece rosas” en el que atiende a adultos bajo mandato judicial que cumplen medidas de medio abierto, que habló de su experiencia en el tratamiento de hombres maltratadores. Profesor de Psicología Social en la Universidad de Zaragoza. Autor del libro, publicado recientemente Hombres maltratadores. Historias de violencia masculina.

Vilma Coccoz, psicóloga clínica. Analista Miembro de la ELP, Docente del Nuevo Centro de Estudios de Psicoanálisis (ICF Madrid). Autora de La neurosis obsesiva II (Madrid, Biblioteca Básica de Psicoanálisis, 2001), coautora de otros libros como Variantes de la depresión en las mujeres; Desarrollos actuales de la investigación del autismo y psicosis infantiles en el área mediterránea; Las tres estéticas de Lacan; y Mujeres, una por una. Psicoanalista en Madrid.

Dª Ana Gaspar, psicóloga clínica especializada en atención a mujeres víctimas de violencia de género, que trabaja en Zaragoza desde hace años en el ámbito de las instituciones públicas.

Francesc Vilà, psicólogo clínico. Analista Miembro de la ELP. Asesor clínico de equipos de trabajo en instituciones de salud mental, educativas y de servicios sociales en Cataluña y Aragón. Director del Área Social de la Fundación Cassià Just, cuyo objetivo es el acompañamiento en la inserción laboral de poblaciones frágiles por su discapacidad intelectual y/o mental. Coautor del libro Suicidio, medicamentos y orden público. Autor de numerosos artículos en revistas especializadas. Psicoanalista en Barcelona.

Pasamos a resumir sus intervenciones:

D. Santiago Boira comenzó partiendo de la pregunta que se hace en su práctica diaria ¿qué hay detrás del hombre que maltrata a su pareja? Estamos, dijo, ante un problema no tan conocido como pudiera parecer, un problema complejo, histórico, social, para el que hay que usar una perspectiva caleidoscópica que incluya al agresor. Se han estudiado todas las características psicosociales de los hombres agresores, y si podemos llegar a alguna conclusión es que no hay perfiles únicos, claros sobre ellos, no hay variables que de manera causal y definitiva nos indiquen que nos encontramos ante un hombre agresor.

Dentro de su experiencia ha comprobado algunos rasgos que se repiten: la falta de conciencia sobre el problema, que no piden ayuda, que la violencia es intencional aunque no sea siempre consciente, y que la mayoría tienen otras áreas de su vida en la que están perfectamente adaptados. Destacó como clave la estructura asimétrica de poder de la relación de pareja, de dominio del agresor sobre la víctima y, en cuanto a los antecedentes vitales, Santiago Boira dio más importancia al haber sido observador de situaciones de maltrato en la pareja parental, que el haber sufrido malos tratos en la infancia. Desde su abordaje terapéutico cognitivo-conductual, destacó la dificultad para readaptarse algunos hombres a una identificación masculina diferente, cuando sus parejas cambian de hábitos. Una de las preguntas que se planteaba y que dejó para el debate fue ¿hasta qué punto el maltratador es un sujeto patológico o normal? Su respuesta es que los maltratadores no son susceptibles de ser clasificados por esta conducta. La violencia de género es una historia procesual, dijo, casi siempre atmosférica, y manifestó su interés por detectar en cada caso: la relación de dominio, la patología particular, y el miedo a la pérdida.

La siguiente intervención fue la de Vilma Coccoz. El psicoanálisis, dijo, es un campo clínico limitado a las personas que deciden consultar, y por ello es una clínica del caso por caso, no hace grupos psicopatológicos. Lo que encontramos es, una a una, algunas mujeres que acuden al psicoanalista porque algo no va bien y a partir de una indagación en su inconsciente en su historia personal, encuentran las razones de lo que les ocurre, que algo de sí mismas ha sustentado una situación de maltrato. También hay hombres que acuden al psicoanalista, porque han sido violentos con la o las personas que más quieren y desconcertados por este acto se interrogan qué les pasó. Vilma, comentó que hizo una pequeña encuesta entre sus colegas, y el resultado fue que todos los pacientes se quejan de haber sufrido violencia por parte de sus parejas. Es una constante. El psicoanálisis no se ocupa de lo penal, se ocupa de las personas, y aporta como ya dijo Freud, algo que no contemplan las otras disciplinas: la acción del inconsciente y la acción de una fuerza que trabaja en nuestra contra “la pulsión de muerte”. Vilma planteó la pregunta incómoda: ¿cómo es posible que las mujeres que tienen a su alcance toda la protección social, los medios para salir de esa situación... no denuncien o retiren las denuncias? Nos recordó que Freud rectificó sus primeras consideraciones sobre la relación privilegiada de la niña con el padre, para decir que hay muchos casos en que la relación fundamental, pasional e infernal se establece con la madre. Y este es el caso de mujeres que han sostenido durante años el maltrato de su pareja, no es la única causa pero es un dato.

Pasó a hablar del “supuesto masoquismo femenino” en la historia del psicoanálisis hasta llegar a Lacan, quien dijo que esa idea era un fantasma de los hombres. Pero, tal y como explica Miller en el Seminario “El partenaire síntoma” lo que las mujeres consideran el vacío del ser las coloca en una cierta disponibilidad respecto al fantasma del hombre que puede deslizarse a situaciones de maltrato. Es un hecho que su subjetividad está comprometida: el no conseguir separarse de su pareja, de ese hombre, está vinculado a la imposibilidad de separarse de algo oscuro en ellas mismas que las atrae, pasionalmente, hacia la destrucción.

El discurso cerrado sobre el amor que las lleva a volver con su pareja, a perdonarles, a concederles siempre otra oportunidad, se justifica en esos términos: que le aman, y que ella es única en el amor de él, que sólo ella podrá salvarle. Discurso cerrado que consuena con algo de él y que se cierra, muchas veces, en el espanto: con el suicidio de él luego de matarla a ella.

Las que consiguen salirse de este circuito cerrado e infernal demuestran que han conseguido separarse de esa parte de ellas mismas y entonces pueden orientar su deseo hacia otra cosa, como lo demuestra la película de Itziar Bollain Te doy mis ojos. Cuando la protagonista encuentra otro interés vital, fuera de la órbita fatal de su marido, consigue tomar distancia, y luego, separarse de él. Muchas mujeres acceden a una solución parecida gracias a los hijos, que pueden llegar a representar un interés mayor por la vida.

El psicoanálisis es cierto que aboga para que el Estado democrático disponga de todos los medios para proteger a las víctimas de la violencia. Pero advierte ante la frustración y la ingratitud que experimentan las personas que toman a su cargo disponer y conceder tales recursos, cuando muchas de estas personas manifiestan, con sus actos, que no quieren ser salvadas ni protegidas. Porque las palabras y las buenas intenciones tienen un límite.

Es preciso reconocer, aunque sea incómodo, en estas respuestas increíbles al sentido común, la existencia de un deseo mortífero. En conclusión, dijo, el psicoanálisis puede aportar luz, ayudar a crear las condiciones que permiten a los sujetos hacerse las buenas preguntas y crear las condiciones para que prosperen y se estimule una verdadera conversación sobre la violencia.

Ana Gaspar, comentó desde su práctica en la terapia con mujeres víctimas de violencia de género, cómo en muchas ocasiones se toman medidas sin tener en cuenta la historia previa y entonces no son comprendidas por los protagonistas. Hay mujeres, dijo, que están conviviendo con sus parejas a pesar de las medidas de alejamiento y esto plantea un problema a los terapeutas que las atienden, en otros casos, las mujeres ya han elaborado la decisión de denunciar y pueden aprovechar estas medidas que las instituciones les ofrecen. Ana Gaspar habló de los llamados “mandatos de género” como una serie de mensajes que tienden a actuar como ideales para algunas mujeres y también para los hombres, ¿en qué puede convertirse la relación cuándo ellas temen perder el amor y ellos perder su objeto? Explicó después tres modelos de vinculación descriptivos de fases de violencia en parejas, y para concluir enumeró síntomas físicos y psíquicos de algunas mujeres afectadas. Los procesos terapéuticos dijo para finalizar, deben ser flexibles también desde el lugar del terapeuta para evitar demandar a sus pacientes una rectificación apresurada de su posición.

Francesc Vilá, puso a conversar a dos libros, el de Santiago Boira (Hombres maltratadores) con la autora de novela negra P. Dorothy James (que explica bien cómo matamos a los otros). Del libro de Santiago Boira, destacó que tiene su valor por las preguntas que se plantea el autor a partir de los informantes, aquellos hombres que se prestan a la conversación. Lo que hacen estos informantes, dice Vilá, no son relatos, son conversaciones rotas en las que el insulto, la cólera, la desrealidad tanto en relación al cuerpo como a la propia pareja, la desmemoria, llevan a una novela negra fracasada. Nos encontramos con una historia procesual que de repente se rompe, la historia antes ya no era bella, pero cuando se rompe lo que ocurre es que la construcción fantasmática del sujeto que precisa de la colaboración de la pareja, se fractura contingentemente y nos encontramos con el horror. Freud lo explica muy bien en sus textos, detrás de una historia traumática hay el fracaso de lo que podría haber sido el otro en la significación de la vida. Para apaciguar el daño, el otro podría haberse ofrecido como ideal, como modelo, como rival inteligente o como objeto para una serie de usos. Pero esto no fue así.

Francesc Vilá nos brindó una viñeta de su propia historia infantil en relación a la investigación sobre la diferencia sexual, el trauma y el fantasma. Esto, dijo, es lo que deberíamos ir a encontrar si pudiésemos, si hubiese tiempo, si hubiese disposición, si el arte de la conversación pudiera recuperar estas historias de difamaciones e injurias. Porque si no, la novela negra dice muy bien lo que nos queda “fue y la mató”.

El coloquio permitió profundizar en estos y otros temas. Por ejemplo, sobre el alcance limitado de las políticas reeducativas, el riesgo a que una mayor “sensibilización” promueva la intolerancia, que se camine hacia una respuesta penalizadora, y también sobre el análisis necesario de la actual promoción de violencia entre mujeres.

Quizás no nos damos cuenta de hasta qué punto se prescinde del relato y el goce está en la mirada. El psicoanálisis nos interroga como ciudadanos en una sociedad democrática sobre el poco límite que se pone actualmente al insulto o la degradación. También en el ámbito laboral.

El horror, que siempre ha existido, es lo que atraviesa el cuadro en el que nos solemos adormecer, y aunque se trate de recuperar el escenario anterior ya no se puede, sólo se pueden crear nuevos relatos.