Los pediatras aconsejan el diálogo franco sobre sexualidad con los hijos. Maricel Chavarría* - Barcelona
"Oh, Dios mío, ni siquiera sabía que fueras sexualmente activa", exclama la madrastra de Juno al saber que está embarazada. La enrollada protagonista del guión recientemente oscarizado lamenta los tecnicismos que usan los adultos al hablarle de sexo. Tiene 16 años pero parece estar de vuelta - "llevo los signos de tu virginidad encima", le dice a su partenaire- y encaja en clave de comedia un embarazo no deseado. Ideologías a parte (Juno es un canto provida cool),la película pone sobre la mesa la incomodidad que suscita en los adultos la sexualidad adolescente.
Ahí los pediatras lo tienen claro: la educación para una sexualidad placentera y sin riesgos empieza no en la pubertad, sino nada más nacer. ¿Su consejo? Deje de sentirse violento e incorpore la sexualidad a los temas que trata. Charle franca y abiertamente con sus hijas e hijos desde que son pequeños, a un nivel, claro está, que puedan entender. Y aproveche las ocasiones: un cuento, un cómic... Sólo frente al televisor habrá cantidad de escenas que le permitan abordar, por ejemplo, el sexo seguro.
Un estudio de diversas universidades norteamericanas publicado por Pedriatics,invalida la clásica fórmula de "hijo, vamos a tener tú y yo una gran charla" y evalúa los beneficios que la repetición tiene para los adolescentes. "Esta comunicación repetida sobre sexo puede proporcionar a los padres la oportunidad de reforzar lo que han enseñado a sus hijos, y a los niños la oportunidad de preguntar y aclarar dudas mientras tratan de poner en práctica las enseñanzas de sus padres", concluye la Academia Americana de Pediatría.
Según Steven Martino, de la Universidad de Pittsburgh, uno de los autores de la investigación realizada con 312 adolescentes de 10 a 15 años, quienes han tenido una comunicación más repetida con sus padres sobre sexo se sienten más cercanos a ellos y más cómodos a la hora de hablarles. "Perciben que sus discusiones sobre sexo discurren con más facilidad y franqueza que los chavales cuya comunicación en este terreno es menos repetida", argumenta a La Vanguardia.
El estudio destaca que los adolescentes con los que los padres se comunican más en esos temas retrasan la edad de inicio de las relaciones y que, en caso de mantenerlas, usan anticonceptivos y tienen menos parejas. Pero, ¿sobre qué hay que hablar? Un abanico de calidad incluiría temas como las consecuencias de embarazos; cómo decir no si alguien quiere mantener relaciones y tú no; cómo funciona el condón para evitar contagios; cómo escoger un método anticonceptivo; qué se siente al tener relaciones...
Parece que el potencial de los progenitores para reducir riesgos y promover un desarrollo saludable de la sexualidad es incalculable, pero pocos se sienten cómodos abordando el tema. Tienden a limitar la conversación a asuntos como los cambios físicos de la pubertad, la reproducción y consecuencias como el sida. Por el contrario, esquivan asuntos más privados como la masturbación, el orgasmo - imagínese a sí mismo explicándoles qué genera las condiciones de su excitación- o, en fin, el cuándo y cómo utilizar el condón. Todo ello con una actitud impersonal.
"Es un tema que les cuesta y están encantados con que un profesional lo haga por ellos: la escuela, el médico, el psicólogo. Una madre vino un día y me dijo: ´Mi hijo de 16 años fuma porros y tiene relaciones sexuales; le tiene que decir que no lo haga´. ´Ah, ¿le digo que el sexo es un rollo´?", explica el pediatra Joan-Carles Surís, director de una unidad de salud de adolescentes en el hospital universitario Vaudois, en Lausana. "Lo que propuse fue una estrategia conjunta. Si no intentamos implicar a la familia, las posibilidades de éxito son bajas".
Surís lamenta que en las charlas de las escuelas para padres sólo acudan los convencidos y que todavía haya quien piense que es mejor no hablarles para no darles ideas. "Nuestros padres tenían muy poca información; nosotros hemos tenido más y los niños hoy la tienen toda, buena o mala, a golpe de clic. Es un cambio importante y lo mínimo que podemos hacer es enseñarles a filtrarla. Y habrá que darles un mensaje verídico y coherente, pues lo pueden comprobar", advierte el pediatra, para quien la asignatura pendiente es la sexualidad psicoafectiva: "Les bombardeamos con la prevención pero hablamos poco de sentimientos", añade.
No obstante, no todos los profesionales de la salud ven una solución en que padres e hijos hablen de sexo sin reparos. Consideran el pudor una muestra de salud, aunque choque con una época exhibicionista, en la que lo obvio es que ese asunto debe ventilarse. Su apuesta radicaría, así, no tanto en informar como en estar a disposición para el diálogo de la iniciación - aunque sea tartamudeando-, y en dar un apoyo preventivo a la experiencia siempre incalculada del sexo.
"La incomodidad de hablar con el hijo tiene que ver con lo incómodo que se siente uno hablando consigo mismo. Los padres deben saber que no tienen que mostrar perfección ni una solución exitosa. Nadie espera que usted lo haya resuelto, no se preocupe, pues, como dijo Lacan, la relación sexual no existe, no hay un manual de uso, ni existe la buena manera, sino soluciones que cada uno construye", dice José Ramón Ubieto, coordinador del proyecto de salud y educación infantil Interxarxes. "Se hizo evidente al caer los tabúes morales y religiosos. Eran un velo que no tapaba nada. Hoy, la principal dificultad está relacionada con la falta de saber, con la dificultad que hay en la transmisión generacional de qué hacer con eso".
Ubieto advierte de que lo último que quieren los hijos es que empieces a hurgar en algo que saca a flote su propia debilidad. "Además sospechan que tú no tienes la solución. Si ellos no hacen la consulta, tomar la iniciativa puede crear más problemas que beneficios. Los padres no pueden ahorrarles ese sentimiento de angustia y soledad. Nadie puede".
La falta de preparación de la adolescencia ante el sexo no tiene que ver con un déficit cognitivo, pues la transmisión de esa información es muy distinta a la vivencia. Sencillamente, no es transmisible. Así lo sostiene José Ramon Ubieto, psicólogo social y responsable de la red Interxarxes, que coordina servicios de educación, salud y atención a la infancia. "Es siempre un encuentro particular que nadie puede determinar. El padre no puede transmitirle sin fallo al hijo cómo será su encuentro. Se trata de un defecto de transmisión estructural que tiene que ver con la necesidad de cada sujeto de hacer frente a la construcción de su relación sexual. La idea de que los padres les ayudarán repitiendo los mensajes es peregrina: la repetición no eliminará el efecto siempre nuevo, sorpresivo e inquietante que es la sexualidad".
* Artículo aparecido en La Vanguardia el 03 de marzo de 2008. Se reproduce aquí con la debida autorización.