Los desinsertados y sus objetos. Vicente Palomera (Barcelona)

"Ahora estamos en la época en la que el Otro no existe. En el ‘cénit social’ está el objeto (a), que lo ha reemplazado. La inserción se hace menos por identificación que por consumición. El sueño ya no es la liberación, sino la satisfacción. Y la realidad social se revela dominada por la falta-en-el-gozar. De ahí la moda de las adicciones, que no es simplemente una moda de las prácticas: todo se convierte en adicción en el comportamiento social, todo adquiere un estilo adictivo". Estas palabras de Jacques-Alain Miller, en su texto "Hacia Pipol 4", enmarcan muy bien este eje de trabajo al apuntar a la función contemporánea del objeto a en nuestra civilización y en los fenómenos de la desinserción.

Ante todo, es importante destacar que Jacques Lacan presentó, de un modo inédito, la relación entre el cuerpo y el objeto, a partir del objeto a, definido como un objeto separado y destacado del cuerpo. El carácter substancial de los objetos distinguidos por Lacan como formas distintas del objeto a -el seno, las heces, la mirada y la voz- no debe impedirnos ver que estos objetos fundamentalmente “naturales” son una representación de una estructura vacía, de un agujero y, en este sentido, conviene destacar que estos objetos pueden ser fácilmente remplazados por objetos separables artificiales, por tanto culturales.

Pero este carácter separado y destacado del objeto a, reemplazable e intercambiable a la vez, no siempre se efectúa. Así, al referirse a la psicosis, Lacan precisará que el psicótico no se ha separado del objeto: "el psicótico tiene el objeto en el bolsillo", es una expresión que pone de relieve no sólo la voz o la mirada como objetos que están, pegados siempre ahí, en la alucinación, inseparables del sujeto, sino también el objeto anal que el sujeto no puede soltar y tiene que arrastrar por las calles, en bolsas o carritos llenos de basura, o bien el objeto oral presente en las anorexias delirantes.

El objeto a se presenta como “lo más yo mismo que hay está en el exterior", y ello no tanto porque yo lo haya proyectado, sino porque ha sido separado de mí. Lejos del dualismo tradicional, que opone cuerpo y objeto como dos superficies simétricas, Lacan da lugar a una nueva topología del cuerpo. El cuerpo no es una unidad, tal como la producía el "estadio del espejo", el cuerpo es un cuerpo libidinal, cuerpo de las “zonas erógenas” que contornean el agujero dejado por la parte separada para siempre. Es así como podemos hablar también del objeto a como objeto “fuera-cuerpo” , designando algo que a la vez “se escapa y permanence ligado”.

Un hombre no es su cuerpo, tiene un cuerpo -señala Lacan al referirse a James Joyce y al «sinthome» como «acontecimiento del cuerpo»-, y con este cuerpo, uno se embrolla. El esquizofrénico testimonia de ello de un modo radical ya que no llega a dar una función a sus órganos, haciendo del cuerpo un enigma. Esto plantea numerosas preguntas: ¿qué hace falta para hacer un cuerpo, para poder habitarlo, para subjetivarlo? ¿Cómo marca la lengua lo real del cuerpo y cuáles son las consecuencias?

Apuntamos a examinar este enigma del cuerpo y de sus objetos, a través de los numerosos fenómenos de cuerpo que encontramos en la clínica: conversión, rechazo del cuerpo en la histeria, mutilaciones, quejas hipocondríacas, dolores inexplicables, anorexia, adicciones de todo tipo, etc.

En este encuentro de Pipol 4 examinaremos las relaciones del sujeto desinsertado con sus objetos, mostrando las formas de subjetividad presentes en los síntomas contemporáneos, aquellos que dan testimonio de nuestra época caracterizada por la “ascension al zenit del objeto a”.

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