Los zapatos de Antonio Damasio. Miquel Bassols (Barcelona)

“Y el cerebro creó al hombre” -con este título, muy “creacionista”, se ha traducido en español el último libro del neurocientífico Antonio Damasio, Self Comes to Mind.

La traducción del título en francés, L’autre moi-même: los nuevos mapas del cerebro, de la conciencia y de las emociones, podría parecer con un tono menos religioso. Se trata, una vez más, del Yo de la psicología —cognitiva o no— y de sus espejismos.

¿Pero dónde encontramos, no al Self sino al sujeto mismo en el discurso de Antonio Damasio? Allí donde solemos encontrarlo cada vez en la experiencia analítica, en las formaciones de su inconsciente y en la división producida por el despertar de la angustia. Digamos que, en este punto al menos, Antonio Damasio mantiene todavía ciertos ecos de lo que debió ser su lectura de los textos de Freud. Es a propósito de esta lectura como tendrá la ocasión y la honestidad de hacernos presente esta división del sujeto. Veamos cómo.

Podemos recogerla en las cuatro páginas intituladas precisamente “El inconsciente freudiano”, que nos han parecido las más verdaderas y más preciosas de su libro. En su teoría del zapping psíquico -la supuesta representación de la realidad en el cerebro-, estas páginas nos recuerdan esta parte que, en los mapas antiguos, recibía el nombre de terra incognita. En esta zona los sueños y otras formaciones del
inconsciente hacían aparecer los habitantes más bizarros de su geografía: Hic sunt dragones -aquí hay dragones- podría leerse algunas veces.

Subrayemos de entrada que su libro se abre precisamente con la evocación de un momento de despertar durante un vuelo: “Cuando desperté, estábamos bajando. Había dormido bastante rato como para que me pasaran por alto las informaciones sobre el aterrizaje y el tiempo. No había estado consciente ni de mí ni de lo que me rodeaba. Había estado inconsciente” (1). En efecto, nunca un Yo podrá decir: “Yo soy inconsciente”. Y es por esto, precisamente, que lo inconsciente no podrá nunca objeto de la “cognición”, menos aún como un proceso subliminal de una consciencia que sería entonces su reverso. No, ese “inconsciente cognitivo”, que se iguala con una pérdida de conciencia y que habría hecho pasar por alto a A. Damasio las informaciones sobre el lugar de destino de su vuelo al que estaba llegando, no será nunca el inconsciente freudiano. El inconsciente está siempre en Otra parte, en Otro destino.

¿Estaría tal vez el inconsciente real en el sueño que Antonio Damasio olvidó solo despertar para recobrar la continuidad de su Self, ese sueño que hubiera sido su verdadero destino como sujeto Antonio Damasio? Pero resulta que el sujeto Antonio Damasio, según él mismo nos confiesa, suele olvidar siempre todos sus sueños si no los escribe -lo que, por otra parte, es siempre otra forma de “olvidarlos”, con el borramiento de la escritura.

¿Todos olvidados? No, no todos. Hay al menos uno que no se deja olvidar ni borrar con la escritura, por mucho que el sujeto quiera y que nos dice algo de sus supersticiones. Es un enigmático sueño que lo acucia -una “leve pesadilla recurrente”-, y que suele tener la vigilia de pronunciar una conferencia. De hecho, el propio A. Damasio confiesa al lector, un poco antes en su texto, su embarazo ante la invitación a dictar una conferencia sobre Freud y la neurociencia: “Es el tipo de propuesta que habría que rechazar por completo, pero me sentí tentado y acepté”. Y es así como nos narra después su sueño. “Las variaciones compartían siempre la misma esencia: llego tarde, muy tarde, y me falta alguna cosa fundamental. Mis zapatos han desaparecido; tengo una barba de dos días y no encuentro en ninguna parte la máquina de afeitar, o el aeropuerto ha cerrado a causa de la niebla y no puedo volar. Me siento angustiado y a veces avergonzado. Es el mismo sentimiento que experimento cuando camino (en el sueño, por supuesto) por el escenario descalzo (pero con un vestido de Armani). Es por ello que, todavía hoy, no dejo nunca los zapatos para que me los limpien en la puerta de la habitación del hotel”(2).

Se trata, en efecto, de uno de aquellos sueños de repetición en los que Freud, en su famoso “Más allá del principio del placer”, encontró una de las formas en las que lo real del trauma se hace presente en una repetición que está siempre más allá del principio del placer. Por supuesto, las asociaciones que solo el propio Antonio Damasio nos podría dar a partir de cada elemento de su pesadilla serían necesarias para desplegar las diversas significaciones tejidas en la trama de su inconsciente.

Pero se percibe ya un mismo punto que se repite con variaciones, un real vuelve siempre al mismo lugar porque no llega nunca a tenerlo, llega solo para dividir al sujeto en la angustia o en la vergüenza. Son éstos precisamente los dos afectos por excelencia –la angustia y la vergüenza- los que hacen signo al sujeto en su Yo de un goce tan ignorado como cierto. El inconsciente real es precisamente este lugar, sin representación posible en el mapa, al que el sujeto siempre llega demasiado tarde para hacerse representar, demasiado tarde para llegar a decir… que el sujeto del inconsciente es el cartógrafo que siempre faltará en su mapa. Este real en el que él, el sujeto Antonio Damasio, como Yo, no cesa de no representarse, es el inconsciente que le pesca a punto de despertar para dejarlo después con el sentimiento de una falta fundamental, irreparable. El inconsciente freudiano es este real todavía por escribir, que no cesa de no escribirse en el sistema neuronal, invisible a los mappings, a todos los escaneados o resonancias magnéticas que le apliquemos. Solo a través de la palabra y del lenguaje -por resonancias más bien semánticas- podemos acceder a él para tratarlo.

¿Y cómo insiste en hacerse representar, este inconsciente real que escapa a
Antonio Damasio, en hacerse representar? Precisamente como una falta, esta falta de los zapatos que brillan por su ausencia en la escena del sueño, pero también en la escena de la conferencia inexistente del científico Antonio Damasio. Y ellas brillan más aún por su ausencia de representación por el hecho que el sujeto llega siempre tarde a pronunciar su conferencia freudiana, a su cita con lo más real de su objeto.

Así pues, el inconsciente real de Antonio Damasio, es estos mismos zapatos que siempre teme perder y que no cesan de no estar en la puerta de su habitación del hotel, cada noche previa a una de sus conferencias. Son esos zapatos, como todo síntoma, el reverso más real de su inconsciente, que solo el propio sujeto podría decidirse un buen día a descifrar.

Aunque, por supuesto, para ello haría falta admitir primero que los zapatos, en tanto significantes, son tan propicios como un cerebro para “crear al hombre”, es decir, para representar al sujeto de su inconsciente.

Notas
(1) Antonio Damasio, L'autre moi-même : Les nouvelles cartes du cerveau, de la conscience et des émotions, Odile Jacob, Paris, septembre 2010, p. 11.
(2) Antonio Damasio, op. cit., p. 249.