“Los psiquiatras han acabado como simples expendedores de fármacos”, entrevista a Carmen Carceller (Valencia)*

Foto: Fernando Bustamante

Paco Cerdá: ¿Qué es el psicoanálisis?
Carmen Carceller: El psicoanálisis es un tratamiento fundado a finales del siglo XIX por Freud que sirve para tratar el malestar que surge en la civilización una vez se ha alcanzado cierto nivel de bienestar social. Esa «nerviosidad moderna» de la que hablaba Freud, que se adquiere cuando el individuo choca con sus ideales o con los imperativos a los que le aboca la sociedad, es lo que puede ayudar a curar el psicoanálisis con algo tan simple como hablar y ser escuchado. Porque así se produce un efecto terapéutico: el malestar se apacigua al pasar al registro del lenguaje.

La crisis será un terreno muy fecundo para el psicoanálisis…
Sí. La crisis es una consecuencia del malestar que conlleva la civilización. Este malestar, y el callejón al que nos ha conducido el capitalismo, es el culmen de la neurosis. Produce lo que vulgarmente se llaman ataques de ansiedad o de pánico. Es lo que suele llevar a las personas a las consultas de los psicoanalistas.

¿Y cuál es su perfil?
El perfil es muy variopinto. Desde personas que han pasado por un largo proceso de psiquiatría y salud mental, hasta personas ilustradas que saben que lo que les va a curar es hablar sobre sí mismos para encontrar la causa de su deseo. Eso es lo que ha hecho Carla Bruni, como es conocido.

¿Qué beneficios reporta?
Un saber sobre el propio inconsciente. A través de la palabra, de los sueños, de la asociación libre de ideas… El analista no dará consejos ni adoctrinará al paciente, sino que es el propio individuo el que acabará por tener un saber sobre su inconsciente y, por tanto, se conocerá mejor a sí mismo.

Usted tiene una visión muy negativa sobre la psiquiatría actual.
Sí. Hay un pacto entre los laboratorios farmacéuticos y el vademécum de la psiquiatría en el que están tipificados todos los trastornos. Para cada trastorno hay una pastilla. Ése es el juego en el que ha entrado la psiquiatría. La mayor parte de psiquiatras ha acabado convertido en simples expendedores de fármacos en connivencia con los laboratorios.

¿Mucha gente se curaría de sus problemas psicológicos sin necesidad de fármacos?
Está claro que en los casos de psicosis, los casos graves, la medicación es necesaria. Pero mucha otra gente no necesita medicación. La clave del psicoanálisis es que el sujeto se responsabilice de su propio malestar y no lo achaque a la genética o el azar. Pero lo cierto es que la población está sobremedicada y va directamente a por «la pastilla» pensando que le va a reportar la ansiada e inexistente felicidad.

Y el psicoanálisis ayuda a ver de otro modo esa felicidad.
Sí, el psicoanálisis atempera la tendencia del sujeto a siempre querer más: tener más dinero, ser más importante, poseer más mujeres u hombres, más coches, más operaciones de estética. Esa dinámica en la que el sujeto está instalado, en parte abocado por la sociedad capitalista, es la que modera el psicoanálisis al enseñar al paciente a saber hacer con los ideales y las pulsiones que siente. Además, el psicoanálisis tiene un punto revolucionario de quitarle el miedo al sujeto. Porque las políticas del Estado actual están fundamentadas en el miedo. Y el psicoanálisis atempera ese miedo sin dar pastillas y adormecer al sujeto, sino despertándolo del letargo.

¿A qué políticos les vendría bien sentarse en el diván?
¡Uf…! La clase política necesita realmente pasar por el diván, y así nos irían mejor las cosas. Los políticos actuales no van mucho a las consultas ni se preguntan por sus propios deseos, y lo que vemos es la cara feroz del «yo», que es un sistema de engaño. Deberían pasar unos cuantos por el psicoanalista…

El caso de Camps parece de manual…
Sí, Camps lo ha demostrado. Seguro que le vendría bien ir a un psicoanalista y hablar de lo que le pasa. Así tomaría un poco menos de medicación, porque a veces se le ve demasiado medicado.

Woody Allen les ha hecho una gran campaña de marketing…
Sí, sí. Empezó su análisis en Nueva York hace muchos años y parece ser que lo sigue. Es un gran amante del psicoanálisis y siempre hace pequeños homenajes al psicoanálisis en sus películas, y sus personajes son muy freudianos.

¿Qué tópicos del psicoanálisis le gustaría que derribar?
El primero, que es muy caro y sólo apto para ricos. Hay pacientes, sin mucho dinero, que encuentran psicoanalista lacanianos por 20 euros la sesión, y con una vez a la semana les es suficiente. Y el segundo tópico falso es que es para personas muy cultas. No es así: tenemos a personas muy sencillas, que no han leído ni una sola línea de psicoanálisis y menos todavía a Freud, pero que consideran que esto les será más útil que la medicación o que otras terapias más cognitivo-conductuales que te dicen lo que tienes que hacer.

El psicoanalista de los pueblos siempre ha sido el cura en el confesionario. ¿Eso se mantiene?
Eso es cierto, sí. Precisamente Foucault le recriminaba al psicoanálisis su semejanza con la religión… Es verdad que durante muchos años este tipo de prácticas lo ejercían los curas en el confesionario. La diferencia es radical, claro. Pero tienen en común lo fundamental: la palabra. El decir la culpa, el pecado, hablar sobre lo escondido, sobre lo no dicho, tiene ya un efecto terapéutico. El solo hecho de nombrar el malestar produce un efecto de evaporación de ese malestar. Y eso lo han sabido siempre los curas. Sin embargo, la diferencia es abismal: la confesión busca culpabilizar al sujeto, y el psicoanálisis pretende que el sujeto se haga cargo de la «culpa» y la trate.

¿También se psicoanaliza el psicoanalista? ¿Usted se sienta en el diván?
¡Eso es fundamental! Si no, no está practicando un buen psicoanálisis. La formación del psicoanalista es permanente. Uno hace su propio análisis, pero cada tres o cinco años tiene que volver a su propio análisis. De lo contrario, analiza con su propio fantasma y sus prejuicios. Y las curas se atascan y no funcionan.

¿Qué síntomas debería tener el lector que pueda venirle bien acudir al psicoanálisis?
La angustia, que ahora se llama «ansiedad» o «estrés», y que es un sentimiento que aparece cuando uno está cerca de su deseo, por paradójico que parezca. No hace falta una fobia, una psicosis extrema o un malestar muy fuerte para acudir al psicoanalista. De hecho, hay gente que viene a la consulta porque le va mal con su pareja o que tiene problemas en el trabajo.

* Entrevista publicada en http://www.levante-emv.com/