Letras lacanianas, nº 8 "La distinción femenina"

EDITORIAL. Ana Lía Gana

¡Ah, de lo femenino!

Pasea por Letras Lacanianas,
que en cada escrito deja letras afines.
de esta distinción femenina
entre pura ausencia y pura sensibilidad.

Ella no se deja subsumir a la uniformización
que el amo propone,
su lógica encarnada se opone.

Ella se deprime y,
de esta manera, hace objeción,
no quiere entrar en los modos identificatorios
que el amo le expone.

Ella, blasonada de erotomanía
frente a la lógica de la mercancía,
no comulga con el sujeto
desencarnado de la ciencia.

Ella, como la Escuela es no-toda
afín a lo múltiple y a la invención,
quiere hacerse reconocer en su singularidad.

Ella no toda embarcada en el navío fálico,
tiene afinidades con el infinito,
aunque pueda, en su sin-fin, padecer algún extravío
en el mar de ese Otro goce que la habita,
en tanto que insimbolizable e indecible.

Y sí es a partir de ella que
una nueva alianza con el goce
presupone una cierta aquiescencia a
la feminización del mundo.

Ella se hace el síntoma de otro cuerpo,
el de su partenaire,
y nuevamente hace obstáculo para ser
reabsorbida en el individualismo de masas.

Es ella la japonesa que se deprime
frente a la construcción de un partenaire sin síntoma,
frente al parletre japonés que prescinde del Otro.

Ella es Otra, como Hannah,
que da esa interpretación banal
a la cuestión más peliaguda.

Banal por cuanto no es en lo universal
donde Arendt encuentra la causa; sino
en lo singular, en el cada uno de la responsabilidad.

Ella, entonces, se resiste
a la in-diferencia
en la que lo universal subsiste.