“L'esprit de l'escalier” | Estela Paskvan
Debo al escritor Vila-Matas el conocimiento de esta expresión francesa. Lo menciona en alguno de sus libros pero mi recuerdo más vivaz se refiere a uno de sus artículos en el diario El País (1). Esta pretendida reseña está bajo eso, “el espíritu – ocurrencia, ingenio- de la escalera”, cuando te invade el pesar, la conciencia intranquila, por no haber dado la respuesta adecuada en el momento oportuno. Sólo se te ocurre cuando estás “bajando la escalera”, cuando te vas de la tribuna y recién adviertes tu falta. Ya es tarde, irremediablemente tarde. Sólo te queda escribir. Sí, parece que fue Valery el primero que asoció la totalidad de la literatura a una "vasta venganza del esprit de l'escalier".
La conversación era anunciada como “animada y festiva” sobre la historia de la fundación de la Biblioteca, su repercusión en Barcelona, la del pasado y la actual. Resultó que - por si alguien aún lo dudaba- la fiesta hace rato que terminó.
Dora García nos introdujo en su búsqueda e investigación sobre el movimiento cultural argentino de los años 60, más precisamente, el artístico. Así apareció Masotta como precursor -indudablemente lo fue. El arte pop, el happening, la historieta, etc. Por otra parte, recordó la experiencia de “Tucumán arde”, movimiento artístico y político. Y allí empezaron los desplazamientos. Porque dedicar tiempo en esa conversación a hacer el panegírico de ese movimiento -del que no ignoro su importancia- sirvió para desviar el foco. Como diría Masotta, el pájaro tero pía en un lugar pero pone los huevos en otro (2). En este caso piaba en Rosario.
Entonces Dora -volviendo al lugar- preguntó: ¿por qué los argentinos -se suponía que los presentes-vinieron a Barcelona? Las respuestas “porque aquí llegaban los barcos” zanjaron cualquier posible implicación subjetiva. Aquí sí encontré mi respuesta en el momento apropiado; aún confiaba en las anécdotas personales.
En lo sucesivo, Masotta entró en escena. Pero los focos en realidad apuntaban para cualquier otra parte. A veces, algún pasaje testimonial de quienes asistieron a sus cursos, como Enric Berenguer, lo iluminaron en algún momento. Pero a Masotta no se lo veía, no era él el actor que interpretaba. A Masotta se lo interpretaba, incluso se lo clasificaba. Fóbico fue lo primero. ¿Y en relación a qué? ¡A la Escuela Freudiana de Paris! Me quedé helada. El reproche escondido era ¡tan evidente! En fin, después intervine para poner a la fobia en su lugar, es decir, respecto de los aviones. Hasta aquí, quizás “el espíritu de la escalera” no tendría ocasión. Pero todas las posibles anécdotas divertidas sobre la Biblioteca Freudiana -las mías- se esfumaron.
Y como parecía que esa Biblioteca había terminado en el 79 con la muerte de Masotta, introduje lo que fue realmente su efectividad material, real. Resultaba evidente que había un nombre que no se mencionaba. Soy muy sensible al borrado de los nombres; como se dice en catalán, “es la meva dèria”. Se trata de Germán García. Bastó nombrarlo para que inmediatamente saltara uno de los participantes, Norberto Ferrer, diciendo que Germán motivó la escisión de su grupo. Y se atribuyó el título de “la primera escisión”, la de un grupo llamado “Apertura”. En fin, intervención sin consecuencia para lo que tratábamos. Pero fue aquí que Miquel Bassols respondió con la fuerza que da la fidelidad con la palabra empeñada. Recordó muy bien que la Biblioteca hasta el 80 era una biblioteca vacía de libros y así procuró abrir la conversación hacia lo que fue realmente la Biblioteca Freudiana de Barcelona. Pero no, a pesar de algunos esfuerzos, la BFB se esfumó en esta conversación antes de existir de verdad. ¿Y de la actualidad, es decir, de lo que verdaderamente importa? Ni pío. Porque esta historieta de casi 40 años atrás ¿a quién le interesa ya si no hablamos de sus consecuencias?
Pero se abrió una posibilidad política -apenas perceptible- para quien quiera escucharla. Precisamente fue a partir de una pregunta irónica a Miquel por haber recordado que esta Escuela nació de una unión. “Entonces ¿sois unionistas?” Su respuesta fue indudable. Efectivamente, -agrego ahora- nuestro país del psicoanálisis no conoce banderas con las que envolverse. Si a esto lo relacionamos con la advertencia de Miquel de un olvido -“las conferencias Oscar Masotta”- el buen uso de un nombre para esta causa está servido.
Pero aquí no acaba la cosa. Precisamente cuando entrábamos en nuestro campo, la psicología volvió a reclamar su presencia sirviéndose de los profesores universitarios. Así empieza para mí lo inesperado. Lo que me dejó muda. Bueno, no tanto. Pero lo suficiente para alimentar lo que empezó siendo mi indignación.
Nora Catelli, – por la que siento gran aprecio- introdujo una comparación. Se trataba de dos vidas paralelas, no precisamente al estilo de Plutarco, sino a la de los “Cultural Studies” tan en boga y en los que no faltan cierto uso falaz del método comparativo. En resumen, comparando cualquier cosa con otra cualquiera. Siempre se te puede ocurrir algo. Comparó la vida de Oscar Masotta con la de Alejandra Pizarnik. Al principio quedé asombrada ¿qué tiene que ver Masotta con Pizarnik? ¿qué tiene que ver un lector cartesiano con una poeta alucinada? Ah! Había que esperar los “sesudos” argumentos. En resumen, la cosa estribaba en que se trataba de las vidas de unos “marginales”, que “odiaban a sus familias”, que habían sufrido “quiebros subjetivos importantes” y, en definitiva, habían logrado un cierto sostén con su obra. Ojalá la cosa hubiera quedado en sostén. Las palabras “normal”, “normalización”, fueron pronunciadas y escuchadas en mi creciente indignación. Allí no pude responder como convenía. Sólo salté al estilo “sarliano”, diciendo algo así como: Ah, no! Normativización, no! (3) A duras penas conservé el semblante.
Cuando llegué a mi casa, mi marido siempre interesado por la historia vivida y la de los libros, me preguntó: “¿Cómo fue?”. Me encontré respondiendo con una frase que últimamente escucho mucho y dirigida a mí. “Por suerte no fuiste”.
Durante todo el sábado y el domingo por la mañana, yo cantaba un estribillo sin ton ni son. Como siempre, cuando canto confundo todas las letras de las canciones. “Deben ser los normópatas, deben ser, que andarán por ahí...” Entonces, cuando lo advertí, decidí escribir.
Notas:
- elpais.com (13, diciembre, 2011)
- El tero es un pájaro argentino
- Es muy conocida cierta intervención de Beatriz Sarlo en una polémica en la televisión argentina.
Reseña de la conversación del viernes 2 de octubre en la BCFB: Barcelona Gallery Weekend, por Estela Paskvan.