LAS PALABRAS DEL CORAZÓN. Por Julio González (Bilbao).


LAS PALABRAS DEL CORAZÓN

La angustia freudiana se sitúa siempre frente a lo pulsional, se tiene miedo de la propia libido. Angustia y lazo con el Otro están íntimamente ligados, la angustia se produce ante la perdida posible del amor del Otro, lo que deja al sujeto desamparado frente a las exigencias de la pulsión. El desamparo es la posición constitutiva del sujeto frente a la emergencia de lo pulsional. Esto aparece planteado desde el “Proyecto” cuando Freud señala que la experiencia de satisfacción deja como huella la angustia y lleva al sujeto al vínculo con el Otro.

Lacan relee a Freud. En el Seminario X la angustia se ubica en relación al deseo del Otro y no al amor, la angustia aparece frente a lo desconocido del deseo del Otro. Posteriormente en “La tercera” señalará que la angustia manifiesta el temor a “nuestro cuerpo...es el sentimiento que surge de esa sospecha que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo”. Entendiendo por cuerpo no ya el resultado de la imagen especular, sino el cuerpo erógeno, un cuerpo del que se puede ignorar sus límites, un cuerpo palpitante de goce.

En esta perspectiva el desamparo sería lo que se establece frente a la presencia de un real en más, de un exceso en el cuerpo, frente a la emergencia de una energía pulsional no ligada, en términos freudianos, sin significación, para el Lacan del Seminario X.

En la consideración de nuestra época podría plantearse la cuestión de la relación entre angustia y desamparo, es decir, si el discurso capitalista al suscitar la expansión del objeto plus de goce, el avance del goce autista y la disolución del vínculo social, está dejando al sujeto en una posición de desamparo.

Es un desamparo correlativo a la precariedad en el goce. Miller en “El Otro que no existe” señala que en tanto que el goce no pasa por el Otro se torna precario para el sujeto. El goce únicamente se sitúa por el plus de gozar. Si no pasa por el Otro se produce una importante dificultad en el establecimiento de su contabilidad inconsciente. En términos freudianos el goce no pasa por la represión, nuestra época articula de modo particular exceso de goce y angustia. Esta precariedad del goce y de los S1 constituiría el correlato de un nuevo paradigma del sujeto: libre, abierto a todos los flujos, a todas las circulaciones, a todos los semblantes. Un sujeto fundamentalmente articulado a la pulsion de muerte.

El movimiento de la civilización, el triunfo de los engaños de la tecnociencia, que nos permiten romper los límites generacionales, sexuales, y entre las especies, conlleva una angustia contemporánea en tanto que “síntoma tipo de todo acontecimiento de lo real”. Se trata de una época en la que el sujeto ha de tomar a su cargo el vínculo social, lo que U. Beck formula del siguiente modo: vivimos en un mundo en el que el imperativo cultural es el de que cada uno ha de construir y gestionar su propio proyecto de vida, lo que deja al sujeto abierto a todos los riesgos y eventualidades. Época por lo tanto que promueve el desvalimiento y el desamparo como matriz del malestar en la cultura, como paradigma de los nuevos síntomas y de las nuevas angustias.

Se trata entonces de poder diferenciar, en nuestra clínica, lo que del desamparo corresponde al movimiento de época de aquel otro que se sitúa a un nivel estructural.

Julio González (Bilbao)