LACAN COTIDIANO N°0 (3). Kristell Jeannot, Voltaire.

"Septiembre será lacaniano" — Le Monde des Livres, 19 de agosto 2011

Carta de Voltaire a Jacques-Alain Miller
¿Una mariposa que habla? ¡No existe!
¡The Paludes Breeze no responde!

MIERCOLES 24 DE AGOSTO DE 2011
10H 47 [GMT+1]

***

Estimado Jacques-Alain,
Su artículo en “Lacan Cotidiano” N° Cero sobre el protocolo PROSEMA va más allá de su objetivo primero, inclasificable: tanta erudición, y humor en tan pocos centímetros cuadrados…es raro. ¡Pronto la continuación! El artículo del Sr. Schneider me inspiró pensamientos más…¡en bruto! Finalmente, lo asumo.

Aquí va lo que yo hubiera respondido. Cordialmente. Kristell

Las mariposas de Lacan,
por Kristell Jeannot

“Una grosería.” Es la primera palabra que me vino a la cabeza leyendo este artículo. Perdóneme. “Una grosería mal escrita, que no se parece a nada.”

Uno de mis interlocutores, me propuso el término “escupitajo”. Este término permite en efecto decir a la vez el arcaísmo del insulto y el aspecto fragmentado, deshilvanado del artículo.

No puedo comprender que un fragmento tan mal hilado sea publicado en una revista tan respetable. No hace falta ser un gran experto, ni ex alumno del ENA, para darse cuenta que su autor ignora lo esencial del pensamiento de Lacan. “Lacan era el más provocador de los psicoanalistas”, dice la introducción irreflexiva. Hubiera sido mejor Subversivo. “Subversivo, que empujando y sufriendo abraza los arrecifes, transforma.” (Leiris). Schneider no entendió que el psicoanálisis mismo es subversivo. Él cree que Lacan lo provoca. Se defiende.

Para poner las cosas en su lugar digamos que Lacan es un hombre que tuvo el coraje de mostrarse a la altura de un campo de pensamiento que perturba todos nuestros yo no quiero saber nada de eso, que desenmascara nuestras cobardías frente al deseo, que nos desafía a hacer emerger las bases de nuestras elecciones de vida.

Siendo tan débil en el plano intelectual, este articulo tiene el mérito de reconducirme a mi propio descubrimiento de Lacan. Los textos de Lacan abren a una visión del mundo inédita, lejos de los a priori de la psicología y del discurso corriente, y a la ética que exige el psicoanálisis, tanto en la búsqueda del bien decir en el curso de un análisis como en la escucha de nuestros pacientes y en el trabajo que llevamos adelante con ellos.

¡Ah eso! Para leer a Lacan, no hace falte ponerse en posición de amo. Si no, uno se angustia rápido.

Es necesario por el contrario, que guste reflexionar, diré incluso el sentido de la aventura y de la exploración, y adquirir cierta erudición. Lacan disponía para alimentar su reflexión de un número impresionante de referencias surgidas del campo de la psiquiatría, ciertamente, pero igualmente de las matemáticas, de la filosofía, de la literatura, etc., que pocas personas poseen. Cuando no pugnan por querer comprender, esas personas extraen de Lacan trozos de frases, y se vuelven cotorras: las repiten con una condescendencia fingida, que enmascara de hecho la amargura de su fracaso para penetrar su significación.

Sí, Lacan amaba la lengua. Tenía el sentido de la fórmula. Pero no se comprende nada de lo que escribe, o dice si no se lo retoma varias veces, si no se hacen varias veces la vuelta de cada uno de sus artículos, de sus conferencias, de sus obras. Yo abordo los textos de Lacan como si estuvieran escritos en una lengua extranjera. Acepto no comprender inmediatamente, me detengo en un concepto, miro cómo se articula con otros, cómo vive –en el momento de un seminario, pero igualmente en el curso del recorrido del pensamiento.

El problema de un Schneider, es que momifica, mortifica el pensamiento de Lacan, pinchando algunas frases como mariposas en la pared. Jacques-Alain Miller, por el contrario hace vivir este pensamiento respetando las palabras-mariposas de Lacan.

Participo desde hace dos años en su seminario DIVA, que realiza para los jóvenes, y que comienza en su casa. Somos unos treinta, de veinte y treinta años la mayoría; nos encontramos una vez por mes, no más, un mediodía. Ahora puedo ver como procede.

Para continuar con la metáfora, él trata de atrapar a las mariposas en su red, pero es para mostrarnos sus colores y sus características.

Luego las libera. No es el amo, ni el domador, ni el coleccionista, menos aún el asesino: es alguien que muestra las mariposas en libertad. En la soledad estudiosa, trataremos a nuestra vez de encontrar en los escritos y los seminarios de Lacan mariposas aún no vistas, y que nos hablan.

****

VIDA DE LACAN
Por Jaques-Alain Miller

Está anunciada en el sitio web de la revista de BHL

LA REGLA DEL JUEGO

http://laregledujeu.or/

disponible en librería en septiembre

***

Voltaire
Carta a Jacques-Alain Miller

Señor,
Le envío presurosamente esta misiva para hacerle un pequeño reproche: en primer lugar, por no haberme puesto en absoluto en ese areópago, muy poco griego a decir verdad, entre aquellos a los que usted apela para su empresa, y luego por haberse dejado conducir por sirenas nefastas. No estoy seguro de las garantías de seriedad de sus colaboradores.

No conozco en absoluto a esos señores Khanulard y Handlapip, como tampoco al señor Kadératé, pero no presiento nada bueno en su próxima colaboración con ellos. Me parecen tener demasiados títulos rimbombantes para ser bien nacidos.

Ocurre también, apenas logro confesarlo, que me acontece sentirme triste de que me haya omitido entre las referencias a las que usted apela en su obra. Lo considero una amistad desde hace mucho tiempo, tal vez desde que usted dijo cosas tan encantadores hace ya bastante (fue, lo recuerdo, el 17 de junio de 1998), sobre mi “Pequeña digresión”. Me alegró que le hubiera gustado –“De lo escrito en francés, no hay nada que prefiera más que esta “pequeña historia”, usted se dejó llevar hasta el punto de decir eso. -¡Qué homenaje!

Pienso a menudo en ello, y me alegra no haber perdido el tiempo escribiendo este pequeño texto, que no era, dicho al pasar, más que una farsa para exasperar un poco a nuestro buen Diderot, con quien, tal como lo decía a mi amigo Palisot, lamento enormemente no haberme jamás encontrado más que a través de cartas. Pero su Carta sobre los ciegos exasperó mi gusto. Si puedo citarme sin demasiada impudicia, esto es lo que le había escrito:

Le agradezco, Señor, por el libro ingenioso y profundo que usted ha tenido la bondad de enviarme; le presento uno que no es ni lo uno ni lo otro, pero en el cual usted verá la aventura del ciego de nacimiento más detallada en esta nueva edición que en las precedentes.

Estoy enteramente de acuerdo con usted sobre lo que usted dice de los juicios que se formarían, en casos semejantes, hombres ordinarios que no tuvieran más que sentido común, y los filósofos. Me enoja que, en los ejemplos que usted cita, haya olvidado al ciego de nacimiento que, recibiendo el don de la vista, veía a los hombres como árboles. He leído con un extremo placer su libro que dice mucho, y que da a entender aun más. Hace tiempo que lo estimo tanto como desprecio a los bárbaros estúpidos que condenan lo que no entienden de ningún modo, y los malvados que se unen con los imbéciles para proscribir lo que los esclarece.”

Hoy, es a usted a quien le escribo, mi querido amigo, y le digo que no está bien que un joven como usted, dotado de tal grandeza de miras y de un tan buen juicio, se deje encandilar por falsas ciencias y por falsos sabios. Pues todos aquellos a los que usted apela en vuestro socorro, parecen –bien que yo no les conozca sino de oídas– bastante raros y copetudos, pero ¿por qué comprometerles en esta improbable aventura de este protocolo PROSEMA del que no comprendo ni jota? Pero, ocurre que conozco un poco al doctor Faustroll al que considero como mi amigo por cruzarlo a menudo entrando a mi casa, allí donde vivo ahora, al final de la calle Soufflot, cuando subo la calle

Monsieur Le Prince desde Procope, donde tomo mi café al ir a buscar mi crema en Polidor. Y bien, el buen hombre me parece bien amable, pero a no dudarlo, permítame decirle esto sin ofenderlo, es un chiflado, es un estrafalario. Con su mono en la espalda, es tan inaudito como encantador. ¡Y tiene cada amigo! Ese lord Kelvin, por ejemplo, es de un aburrimiento mortal, y no entiendo absolutamente nada de sus principios termodinámicos: “Sea un ciclo monotermo, no puede ser motor”. Valiente solución, ¿esto permite ser lo que se es, vivir en inteligencia con los suyos, sin estar afectado por los torbellinos del mundo?

Y luego, gusto mucho de la lengua de Albion, como usted sabe, pero ¿por qué atiborrar sus dichos con todos esos anglicismos en mil referencias que nadie ha leído? ¿Nuestra buena Enciclopedia no vale tanto como la Britannica ? Y a los Philosophical investigations, creo preferir en mucho el empirismo del buen Berkeley. Sin duda conoce usted mis Elementos de la filosofía de Newton, donde defiendo que es el alma la que siente, y que por ejemplo todas las imperfecciones del ojo sano o enfermo prueban que la geometría natural de este órgano no basta para explicar el fenómeno de la visión. Diderot considera que la famosa imagen cartesiana del ciego que sostiene bastones cruzados se presta a una interpretación materialista, porque permite decir que lo que está a la izquierda es sentido inmediatamente y juzgado a la derecha para tocarlo, e inversamente, lo que está a la derecha es sentido y juzgado a la izquierda.

Prosiguiendo la analogía, ¿se podría afirmar que las partes inferiores y superiores del ojo reportan “súbitamente” sus sensaciones respectivas a sus verdaderos puntos de origen y que el ojo sería por lo tanto capaz de enderezar por sí mismo sus imágenes retinianas? Es evidentemente imposible que el ojo juzgue por sí mismo y correctamente, pues haría falta, para ello, tener conciencia y conocimiento de la geometría que se ejecuta en él. El ojo no puede juzgar sobre la extensión, él no recibe más que colores: hay una heterogeneidad radical de las diferentes series sensoriales, siendo el único sentido de la extensión el tacto.

Entonces esta empresa que usted anuncia que será un instrumento que permite un uso automático de las explicaciones de texto –lo que usted llama en un horrible revoltijo “análisis de las torsiones tendenciosas”– se me aparece como un contrasentido de aquello que yo creía que usted amaba.

¡Ni Beyle, ni Baudelaire ni yo salimos de nuestro asombro! Usted, como nosotros, bien sabe que un texto no es para explicar, es para implicarse.

Y ese Michel Schneider que lo ocupa, y sus sueños sobre Marylin Monroe, será olvidado en veinte años, al contrario de usted, se lo apuesto.

Entonces, veo bien que es lo que no pega de mis palabras, puesto que por un lado me lamento del proyecto que usted hace, y por otro me lamento de no estar entre aquéllos a los que usted apela, pero qué importa estoy con usted para siempre, y le envío mi amistad.

¿Pero qué es este ensayo? ¿Es un panfleto? Mi Dios qué ridículo me veo por haberlo tan mal interpretado. Envejezco o bien estoy ciego o bien es el mundo actual al que le temo. Esto no es nada. Deposito mi homenaje a sus pies.

pcc: Pierre Stréliski

Traducción: Silvia Baudini