LA JUSTICIA Y LOS DELITOS SEXUALES. Por José Ramón Ubieto (Barcelona)
Los expertos hablan de la rehabilitación
Para algunos sólo queda la vigilancia y la coacción
Estos sujetos se engloban en las psicopatías. No sienten culpa ni remordimientos, y por tanto, no puede haber arrepentimiento. No hay empatía. El otro aparece como alguien desprovisto de su naturaleza de sujeto, como objeto de satisfacción; es el instrumento de una voluntad de goce que no se detiene ante nada. De ahí que reincidan incluso cuando tiene un coste social y penal. Insisten porque necesitan actualizar permanentemente una escena de abuso, pues la escena de la violación es sobre todo de abuso y humillación. Renunciar a ella es intolerable: les reduciría a la posición de objeto, pues creen que si uno deja de ser violador se convierte en violado. Eso es trasladable a conductas de violencia doméstica en que a veces el varón sólo es capaz de relacionarse sexualmente con su mujer si previamente hay un acto sádico, si la maltrata y queda humillada.
Hay tres pronósticos posibles que dependen del grado de disponibilidad de estos sujetos. El mejor pronóstico es que pueda haber un intento de rectificación subjetiva, que pueda hacerse responsable de sus actos. Eso es posible mediante una terapia psicológica. Ahí puede haber posibilidad de cierta rehabilitación social. Pero no hay muchos que puedan adscribirse ahí. Un segundo grado es cuando no hay voluntad de cambio pero sí admiten una medicación que inhiba el acto. Y luego hay otro porcentaje (un 20% o 30%) que no tienen ninguna voluntad de cambio ni consienten la inhibición. Persisten en su fijación de goce a pesar de haber cumplido condena. Ahí el único sistema posible es externo a él: la coacción y la vigilancia. Pero incluso viéndose incapacitados para tener una erección, pueden recurrir a otros instrumentos. En definitiva, es una patología de pronóstico poco favorable. Y en su conducta no hay necesariamente razones sociales. Hay un trastorno de la sexualidad precoz, que afecta a la iniciación sexual, tanto si se trata del caso en que fue abusado o hubo situaciones ambiguas en la familia, contactos que van más allá del afecto y que generan confusión en una erotización precoz. Colgar su foto en el barrio puede ser poco efectivo cuando este sujeto es inmune al otro, y si se está intentando consentir, no es un gran aporte figurar constantemente en un cartel.
JOSÉ RAMON UBIETO (Barcelona).
Artículo publicado en LA VANGUARDIA, el 23 de mayo de 2007.