La imposible apropiación del capital humano*. Marisa Alvarez (Madrid)

1-. De la ética del trabajo a la libertad de consumo

En su libro Libertad, de 1988, Z. Bauman plantea que la libertad se ha convertido en libertad de consumo -que es al mismo tiempo un medio efectivo de alto control social por parte del capital- y que hoy en día ha tomado el lugar que antes ocupaba el trabajo.

El valor del trabajo no puede competir ahora con la autonomía personal, la autoestima, la felicidad familiar, el ocio, los goces del consumo y las posesiones materiales como condiciones de satisfacción y felicidad individual. Así, la libertad de consumo ha tomado el lugar que antes ocupaba la ética del trabajo. Y en este punto, Bauman hace la siguiente referencia a Freud que me interesa destacar:“La vida bajo la autoridad de la ética del trabajo fue descrita una vez por Sigmund Freud como la tragedia del principio del placer: truncado, aplastado y suprimido por el principio de realidad. El innato “principio del placer” guiaba la acción humana hacia una satisfacción sensual; este principio sin duda habría hecho la vida social imposible si no se hubieran impuesto restricciones externas. Gracias a la amenaza de coerción, se llega a un compromiso incomodo y tenso entre el principio del placer y la dura realidad de las reglas sociales.

Esa opresión que acompaño al trabajo durante una parte considerable de la historia capitalista fue generalizada por Freud como una característica inevitable de toda civilización. Para Freud (El porvenir de una ilusión) los hombres no son espontáneamente afectos al trabajo y los argumentos de nada sirven contra su pasiones y por tanto éste concluye que debido a la necesidad social del trabajo a la gente siempre se la debe obligar a que cumpla las normas de las “regulaciones civilizadas”. Según el sociólogo alemán, esta combinación de trabajo y coerción es ciertamente una necesidad social, pero relacionada con un tipo específico de sistema social: “Actualmente el reemplazo del trabajo por la libertad de consumo como eje alrededor del cual gira el mundo vital bien puede cambiar radicalmente la relación hasta ahora antagónica entre el principio del placer y el principio de realidad. Lejos de suprimir el impulso humano hacia el placer, el sistema capitalista en su fase de consumo, lo despliega para su propia perpetuación…el capital da ahora rienda suelta al principio del placer, la conquista de la producción sigue siendo segura porque se ha encontrado una salida segura para el impulso potencialmente problemático hacia el placer.

“Para el consumidor, la realidad no es ahora enemiga del placer. El momento trágico ha sido eliminado del insaciable impulso al goce... Para el sistema de consumo un consumidor feliz de gastar es una necesidad; para el consumidor individual gastar es un deber, tal vez el mas importante de los deberes” Tiene razón cuando afirma que “esa combinación de coerción y trabajo, que suponía un momento trágico para el principio del placer según Freud y que daba cuenta del malestar de la cultura, era valido para su época”; es decir, la época del capitalismo industrial, pues el mundo de hoy es más lacaniano que freudiano. También cuando sugiere que “el eje alrededor del cual gira el mundo vital de los sujetos bien puede cambiar la relación hasta ahora antagónica entre el principio del placer y el principio de realidad”. La metapsicología freudiana es sin duda más complicada que la simple oposición entre principio del placer y principio de realidad. La instancia psíquica encargada de la coerción que Freud acuñó es el superyó, y no se puede pensar esta instancia sin su articulación al más allá del principio del placer. Pero es verdad que no es lo mismo imponer la renuncia al goce que ordenar gozar. Es un problema de largo alcance en el que trabajamos desde hace varios años en las escuelas de la orientación lacaniana, ya que el imperativo de gozar genera, como reza un libro de reciente publicación: nuevos síntomas, nuevas angustias, nuevos malestares [1].

En una de sus conferencias milanesas [2] J. A. Miller indica que el psicoanálisis ante tantas novedades no puede seguir siendo el mismo. Intenta avanzar en el campo institucional y social y se prepara también para una mutación en sus formas que le permita seguir existiendo al tiempo que mantiene “su verdad eterna y su real transhistórico”. Desde esta perspectiva, acordamos con Bauman cuando afrma que quizás el más importante de todos los deberes que tienen actualmente los sujetos en tanto consumidores sea el gastar-gozar. Muy sugerente resulta su idea de que “se ha eliminado el momento trágico para el insaciable impulso al goce”, con la cual estamos de acuerdo; aunque también es cierto que no son menos trágicas para los sujetos las consecuencias de este imperativo por excelencia de nuestra época.

2- De la privación al exceso

Hace dos años tuve la ocasión de hacer un abordaje sobre el tema del trabajo en el mundo contemporáneo. Estuve muy motivada entonces por la lectura de los libros de R. Sennett (La corrosión del carácter y la cultura del nuevo capitalismo) y el libro de Z. Bauman (La modernidad líquida).

De R. Sennett me interesó su indagación acerca de las consecuencias subjetivas del llamado capitalismo flexible y sus nuevas formas de organización del trabajo; y su pregunta acerca de los valores y prácticas que pueden mantener vinculada a la gente cuando las instituciones se fragmentan siendo la inestabilidad la propuesta de funcionamiento.

Los análisis de Z. Bauman acerca de la fragilidad y de la debilidad de los vínculos sociales me resultaron afines. Lo primero que me evocaron estas lecturas fue la teoría de Lacan de los años setenta sobre los discursos. Particularmente, la conocida tesis de que el discurso capitalista no cumple la función de discurso; es decir, la de lazo social, ya que no admite una imposibilidad estructural en su seno que concebimos como de la imposibilidad de la relación sexual. Elaboración que constituye una de las primeras aproximaciones de Lacan a su propio concepto de real. Según esta perspectiva, no es lo mismo pensar el trabajo en el discurso del amo, en el discurso capitalista o en el discurso analítico.

La lógica, el tipo de vínculo, la relación con el inconsciente que promovía el discurso de la era del capitalismo industrial o de la era fordista corresponde todavía a lo que llamamos discurso del amo, mientras que lo que llamamos postcapitalismo o post liberalismo o capitalismo flexible, responde al discurso capitalista propiamente dicho en la teoría de Lacan. Al no admitir este real en su seno, este discurso constituye, no una represión del inconsciente -como en el discurso del amo- sino un rechazo del inconsciente.

Los trabajos de R. Sennett y Z. Bauman se pueden leer como un desarrollo sobre la mutación del discurso del amo en el discurso capitalista. Ellos muestran muy bien cómo el trabajo tradicionalmente considerado un elemento estabilizador en la vida de la gente, es ahora por principio inestable. Cómo ha sido despojado de sus antiguos fundamentos éticos y políticos.

El capitalismo industrial instituyó el valor del trabajo como un principio, como un ideal cultural, “labor, omnia vincit”, el trabajo todo lo vence. Las personas confiaban entonces en que con su trabajo progresarían, y se orientaban por un ideal de renuncia a favor de un futuro mejor. Aquí se ve bien el ideal de privación que gobernaba y regulaba el malestar de la cultura del que hablaba Freud, cuyos desajustes venía a corregir el superyó cultural con su imperativo de renuncia a la satisfacción. Mientras el ideal del yo tenía una función pacificadora con su promesa de recompensa en el futuro, el superyó cultural, con su exigencia de renuncia al goce, mostraba su ferocidad y se alimentaba de esta renuncia, pidiendo más y más privación. De allí, lo que Marx denominó “compulsión subjetiva” a trabajar [3]; es decir, en la misma renuncia se encontraba un exceso, un goce.

¿Con qué nos encontramos ahora? Encontramos, por ejemplo, ese yo ideal que le preocupa a Sennett, cuyas sus exigencias nos describe tan bien y que da forma a la figura por excelencia de hoy: el consumidor. No hay un trabajador idealizado sino un consumidor ideal.

Al psicoanálisis no le preocupa tanto ese yo ideal, puesto que sólo es una de las instancias de la subjetividad, y sabe que es la más lábil, la más cambiante. Y su práctica no pretende ni mucho menos hacer ese yo más fuerte. Lo que considera crucial es que la metamorfosis del discurso del amo en el discurso capitalista ha transformado el mandato superyoico en una exigencia de gozar: ¡Goza, aquí y ahora¡ ¡todo es posible! Todo puede ser transformado, metaforizado, en objeto de consumo, en plus de goce. Pero realmente, ¿gozan tanto los trabajadores-consumidores? El propio R. Sennett [4] advierte que el modelo identificatorio que el capital flexible propone a los trabajadores supone un comportamiento ágil, apertura al cambio, asumir un riego tras otro y que dependan cada vez menos de los reglamentos y procedimientos formales. Que el modelo empresario-emprendedor sea un ideal a alcanzar para los trabajadores y que su poder lo pueda alcanzar cualquiera, todo eso es una pura fantasía que hemos creído, una ficción.

La realidad es que los trabajadores están atrapados por un nuevo tipo de rutina, con cada vez menos poder y con formas colectivas de asociación cada vez más pobres. Como correlato al malestar subjetivo en el trabajo aparecen y se multiplican las llamadas patologías laborales, el mobing, el acoso laboral, el stress, etc. Éstos son términos que no inventó el psicoanálisis y que responden a la psicologización acelerada de la sociedad y al discurso del capital.

Las empresas ponen a disposición sus psicólogos, sus gabinetes, para que los trabajadores puedan ser más competitivos. Se trata de una psicologización al servicio del capital, y quizás lo más inquietante sea la manera en que el capital intenta adueñarse de la propia subjetividad. No es tanto la plusvalía lo que calcula ahora al capital - que ya tiene asegurada hace mucho tiempo- sino la propia subjetividad que reduce al plus de goce.

3- La imposible apropiación del capital humano

¿Cómo funciona el inconsciente en el discurso del amo? En El banquete de los analistas, J.-A. Miller lo sitúa como trabajador, el inconsciente allí es el esclavo que trabaja sin parar. Sin embargo, el sujeto del inconsciente en ese discurso está en el lugar de la pereza, ignora la causa del deseo (ignora la causa de ese trabajo). La operación que produce el discurso analítico sobre el discurso del amo es justamente situar al sujeto del inconsciente en el lugar el trabajo y comandado, no ya por el ideal sino por la causa de su deseo. Incluso, en los años setenta, cuando Lacan funda su escuela, la piensa compuesta fundamentalmente por “trabajadores decididos”; y, si la transferencia es el motor de la cura, el motor de su escuela es la transferencia de trabajo en relación con la causa analítica.

Así, el discurso analítico mantiene una confianza esencial respecto al trabajo. Ahora bien, una clase de trabajo -cada vez más raro- que no sabemos si va a desaparecer. Un trabajo asociado a una causa colectiva y al mismo tiempo subjetiva. No está despojado ni de su ética ni de su política, pero si está por fuera de las condiciones del trabajo asalariado. Sin embargo, me parece interesante plantearlo porque (por lo que he podido ver en otros autores) estos trabajos militantes, están también en el corazón de los debates.

Todas las conquistas de los trabajadores, sus asambleas, sus luchas, se consiguieron también porque estaban dispuestos a poner “algo de más”, por fuera de su tiempo asalariado. Un trabajo, si se quiere “a pura perdida”, que contrasta la exigencia de “rentabilidad” que planea hoy sobre los estilos de vida.

Es común, por ejemplo, que un paciente que nos consulta diga que viene para mejorar su calidad de vida, que piensa que es bueno invertir en su persona, que eso hará su vida más rentable. Responde así, al modelo identificatorio del empresario-emprendedor, pero no sólo de su negocio o trabajo, sino de sí mismo; y no es difícil prever que el analista decepcionará esa demanda de rentabilidad y -si es posible- propondrá un cambio de orientación ante semejantes expectativas.

Me parece importante terminar, por hoy, con un poco de radicalidad. He encontrado en André Gorz, a un autor con una perspectiva realista, en el sentido del “realismo psicoanalítico”. Dice en una entrevista de los años ochenta -ya antigua pero no menos visionaria- que el valor del trabajo va desaparecer y que eso es bueno. No se refiere al trabajo que esta al servicio de la vida y del deseo, el cual afirma que siempre existirá. Se refiere al trabajo asalariado como base principal para construir la propia vida, una identidad social, un futuro personal.

Dice que “tomar conciencia de esto tiene un alcance subversivo”. A su vez, plantea que si a la gente se le dice que su trabajo es la base de la vida, el fundamento de la sociedad, el principio de la cohesión social, que no hay mas sociedad posible que esa, la gente se vuelve psicológicamente, políticamente y socialmente dependiente, y tratará de conseguir uno de esos empleos cada vez menos frecuentes y que no va a haber.

Su propuesta es sobre todo un cambio de orientación: “Habría que pensar cómo nosotros, la población, los trabajadores virtualmente desocupados o precarios podemos apoderarnos del proceso y volverlo a nuestro favor en vez de dejar que se desarrolle a favor del crecimiento fantástico de la potencia del capital sobre la vida de todos”.

Después, nos explica que la naturaleza del capital cambió profundamente, hasta tal punto que para la ideología empresarial el capital fijo determinante es el capital humano. Y aquí señala algo que tiene gran interés, a mi modo de ver, en relación con nuestra orientación a lo real. Dice: Ese capital saber no tiene propiedad privada posible…

Cuando el saber y el conocimiento, y la capacidad de juicio, la capacidad de reacción ante lo imprevisto, de autoorganización, se convierten en la principal fuerza productiva y la principal forma de capital fijo, se abre una brecha en los dispositivos de poder del capital. Pero, en la medida que la propiedad privada de este capital humano es algo manifiestamente imposible, la propiedad privada capitalista tiende a convertirse en algo esencialmente problemático. No pudiendo apropiarse y monopolizar el saber, el Capital ejerce su poder mediante la división, la trasmisión, la homologación, la evaluación y la subdivisión de los saberes.

El poder del capital deja de ser un poder frontal de coacción como el pasado, y pasa a ejercerse a través de un encuadramiento de la persona en su totalidad. En efecto, encontramos un realismo psicoanalítico en el planteamiento de A. Gorz [6]. Es como si éste ahora nos pudiera decir: sí, el capital ha conseguido un crecimiento fantástico a costa de nuestro plus de goce. Pero es una ficción que también fracasa, miren sus síntomas, miren la crisis global en la que hemos desembocado. Miren incluso la tragedia, como por ejemplo, aquella que se ha producido como consecuencia de las políticas de recursos humanos de la empresa France Telecom en donde varios suicidios o muertes trágicas han obligado a intervenir al gobierno francés.

Miren, el capital tiene un real que es la imposible apropiación del capital humano. No se puede volver al pasado donde el trabajo era la fuente y orientación de nuestra vida. Eso no volverá. Este es nuestro presente. Hay que hacer con lo que hay, incluso con la inestabilidad, inventar nuevas formas, buscar y entender nuestras identidades de otra manera.

Para hacer frente a las nuevas servidumbres del capital hay que adoptar un nuevo realismo, reconocer lo imposible, no solo para el capital sino también para los que creen que es posible todo lo que éste promete, para los que creen que se puede suprimir lo real.

Notas:

1- Nuevos Síntomas, nuevas angustias. EOL, Grama ediciones. Bs. As. 2005.

2- Miller, J.-A. “Improvisación sobre Rerum Novarum”, revista Lacaniana de psicoanálisis, Nº 2, Bs. As. 2004.

3- Alemán, J. La experiencia del fn. Miguel Gómez ediciones, Málaga 1996.

4- La fexibilidad laboral. Entrevista a R. Sennet. Rev. Archipiélago Nº 48. Editorial Archipiélago, Madrid, septiembre 2001. 5- Gorz, A. Entrevista en: www.atroposmoderno.com. También habla sobre el tema en otra entrevista publicada en Archipiélago Nº 48, editorial Archipiélago, Madrid septiembre 2001 6- Garmendia, J. El realismo psicoanalítico. La Integración del psicoanálisis en la sociedad de nuestro tiempo. Asociación Española de Neuropsiquiatría, Estudios. Rosa Gómez y Enrique Rivas (Editores). Madrid 2007.

From: http://virtualia.eol.org.ar/020/default.asp Revista Virtual de la Escuela de la Orientación Lacaniana, EOL