La evaluación de Sarkozy*. Manuel Fernández Blanco (La Coruña)

El presidente francés Sarkozy hará evaluar la labor de sus ministros y secretarios de Estado por la agencia privada Mars & Co. Esta agencia revisará el cumplimiento de los objetivos previamente fijados para cada Ministerio. Por ejemplo, el ministro de Inmigración, Brice Hortefeux, deberá lograr la expulsión de 25.000 ilegales y la ministra de Cultura, Christine Albanel, debe conseguir una cuota determinada de espectadores para el cine francés.

La evaluación de rendimientos y de resultados, que tiene su origen en las cadenas de montaje industriales, ha inundado casi todos los ámbitos y prácticas profesionales. Su eficacia en campos como la sanidad y la educación es más que cuestionable, ya que el protagonismo concedido a la cifra y a la estadística, por la ideología de la evaluación, ahoga el deseo y la iniciativa personal.

La generalización de la evaluación favorece la burocratización y la uniformización estandarizada de las prácticas, y representa un obstáculo a la dimensión creativa del acto individual. La evaluación ha pasado a ser un fetiche de la modernidad. Sin embargo, los que la sufren suelen decir que el incremento de los gastos va parejo a la esterilidad de los resultados. Esto, siempre que el resultado buscado no sea el de incrementar el control social.

El intento de reducir la política a la contabilidad dice algo del hiperactivo Sarkozy. Aparentemente, Sarkozy es un político diferente, un político del acto, pero esta es una falsa impresión. Sarkozy es más bien un político de actuaciones. El acto, en política, es otra cosa. Acto fue la alocución del general Charles de Gaulle, el 18 de junio de 1940 en la BBC, llamando a la resistencia del pueblo francés contra la invasión nazi. Ir a buscar, con su avión, a las azafatas españolas retenidas en Chad es una actuación.

Ahora, la decisión sobre la composición del Ejecutivo francés va a quedar en manos de una agencia de evaluación privada. La evaluación pasa así a ser un nuevo poder no controlado democráticamente. Sarkozy infantiliza a sus ministros, y degrada el acto político cuando lo hace equivalente al balance de resultados de una empresa.

*Artículo aparecido el mes de enero de 2008 en la sección de Opinión de La Voz de Galicia.