La escuela de hoy: Programas a la carta. Josefa Estepa (Córdoba)

Tenemos para elegir. En el terreno de las dificultades escolares, a poco que lo intentemos si no tropezamos hoy, lo haremos mañana. Son muchas las que nos vamos encontrando cada día y con las cuales algo hay que hacer: problemas de violencia, de género, de atención, de hiperactividad, de xenofobia, de vandalismo, conductas disruptivas, etc., etc., etc...

Casi para cada problema existe un programa de intervención, o preventivo, concreto: Proyecto de coeducación, proyecto de paz y no violencia, de escuela espacio de paz, de resolución de conflictos, de aprende a sonreír, etc., etc., etc...

Las dificultades están ahí, en su papel, y en la mente del educador que se devana los sesos día a día por hacer algo con ellas y con esos proyectos de papel. Pero la sobrecarga cada día pesa más, los programas se multiplican y los problemas crecen. Entremedias, como argamasa que obtura, la administración pariendo más programas, planes, proyectos.

Toda la planificación preventiva responde a una línea más o menos homogénea y acorde con el maravilloso mundo cognitivo-conductual y de modificación de conducta (que dicho sea de paso, muchas veces el término se utiliza sin saber lo qué significa, lo he podido comprobar), programas de puntos, contratos de conducta, control de estímulos, tiempos fuera, etc., etc., etc...

Diseñados de una u otra forma, siempre responden a un intento de control externo. Eso sí, enmascarado en apariencia de control interno (¿se puede controlar lo pulsional?). Se podría decir que los planes diseñados casan entre sí.

Pero mira por donde, las dificultades, esas no casan entre sí, de ninguna manera. Porque cada una tiene su protagonista, su sujeto activo, -o agente-, pasivo en cuanto encadenado a su goce. Bueno, por una parte activo y por otra pasivo. Pues ahora sí que vamos bien, nos la jugamos con sujetos divididos y esto ya no casa con nada. A ver qué hacemos ahora con nuestros planes y proyectos de papel, cómo nos arreglamos para hacer frente a dificultades particulares con soluciones generales.

A los educadores, yo creo que no nos queda más camino válido que la escucha. Es preciso que abramos los oídos, los ojos y el pensamiento.
Son los niños los actores protagonistas de dificultades propias y particulares los que nos pueden dar las claves y pistas para poder hacer practicable un camino que cada día se hace más tortuoso: ausencia de símbolos, de figuras, lugares demasiado llenos o demasiado vacíos...

En el día a día, los niños cantan su verdad. Sólo hay que pararse a escuchar y observar. Es ahí donde nos encontramos con otra serie de dificultades, esta vez del lado del educador: su formación, su posicionamiento, su ética.

Los educadores también tenemos derechos y deberes. El derecho a una formación digna y de calidad. Somos transmisores de la cultura y como tales hemos de tener un lugar de consideración intelectual.

Tenemos también un deber ético, el de procurarnos cada día esa formación, el deber de no dormirnos; como dice María Zambrano: de no dimitir. Que no nos cuelen gato por liebre, que de eso que tanto brilla en los escaparates ya tenemos bastante. Que no nos intenten colar más planes y proyectos. Mejor que no nos den nada. Que nos dejen buscar. A lo mejor, un poco más lejos de esa saturación de soluciones prefabricadas y en un vacío saludable, nos ponemos a pensar, nos acostumbramos a escuchar y podemos construir unos colegios algo más sosegados y más despiertos.

Hasta pudiera darse el caso de que más niños aprendieran a leer y escribir.