La crisis financiera*. Jacques-Alain Miller (París)

Marianne: Como lo recuerda la etimología, existen afinidades entre la palabra crisis y la palabra crítica. La crisis llama al juicio, pero es sobre todo un punto de báscula, un poco como la enfermedad que puede conducir a la muerte o a la cura. Para el psicoanalista, ¿qué significa ante todo esta palabra crisis?

Jacques-Alain Miller: El psicoanalista es amigo de la crisis. Entrar en análisis constituye siempre para el sujeto un momento crítico, que responde a una crisis, o revela una. Sólo que una vez comenzado el análisis es un trabajo: ¡Basta de crisis! ¿Las crisis de lágrimas? Esperamos que pasen. ¿Las crisis de angustia, incluso de pánico? se las desactiva. ¿Las crisis de locura? Evitamos desencadenarlas... En otro sentido, cada sesión es como una pequeña crisis, que conoce paroxismo y resolución. En breve, hay crisis, en el sentido psicoanalítico cuando el discurso, las palabras, las cifras, los ritos, la rutina, todo el aparato simbólico, se demuestra súbitamente impotente para temperar un real que hace a su antojo. Una crisis es lo real desencadenado, imposible de dominar. El equivalente, en la civilización de esos huracanes por medio de los cuales, periódicamente la naturaleza viene a recordarle a la especie humana su precariedad, su profunda debilidad

Marianne: ¿Cómo interpreta usted el miedo de perder su dinero? Mantener su dinero, ¿tiene el mismo sentido para un pequeño ahorrista y para un millonario?

Jacques-Alain Miller: Me ocurrió hace tiempo recibir durante algunas semanas un paciente que era millonario, un poco maníaco, y que me anunciaba regularmente riendo que había ganado o perdido un millón de dólares esa misma mañana especulando con su dinero. El precio de la sesión era para él una suerte de propina, no existía, terminó arruinado. Hay otro tipo de ricos, ahorrativos, incluso avaros y más prudentes. Pero si usted es verdaderamente rico, usted es más bien inanalizable, puesto que no está en condiciones de pagar, de ceder algo significativo: el análisis le resbala como el agua. ¿El “pequeño ahorrista”?, ahorrar, acumular, es sacrificar el deseo, o al menos aplazarlo. El cofre de Harpagón, es el ahorro-goce, el goce congelado. El dinero, es un significante sin significación que mata todas las significaciones. Cuando uno se dedica al dinero, la verdad pierde todo sentido, no se ve allí más que un engañabobos.

Marianne: El afán de lucro, la voluntad de amasar sumas tales que se vuelven irreales, ¿tiene que ver, según usted, con la angustia de muerte?

Jacques-Alain Miller: Sí, el empuje al ahorro especula abiertamente con la muerte, el miedo a las enfermedades, el deseo de perpetuarse en su descendencia. Pero también existe el empuje al crédito, al consumo inmediato, al gasto desenfrenado. Y en tercer lugar, está el dinero por el dinero, el puro placer de poseer, el empuje al más. Muerte, goce y repetición, son las tres caras de una pirámide cuya base está dada por la naturaleza inconciente del dinero: este es del orden del objeto anal. ¿Qué es lo que percibimos en este momento de verdad que constituye una crisis financiera? Que todo eso no vale nada, -que el dinero, es mierda, ¡vamos! Esto es lo real que desconcierta a todos los discursos. Se llama a esto, amablemente, “los activos tóxicos”... Benedicto XVI, siempre vivaz, no tardó en explotar la crisis financiera: ¡eso prueba bien -dice-, que todo es vanidad y que sólo la palabra de Dios se sostiene!

Marianne: Esta crisis comporta una fuerte dimensión psicológica. ¿Qué es lo que según usted, explica estos movimientos de pánico, que se verifican en particular con las sacudidas de los mercados bursátiles? ¿Qué es lo que los desencadena, y cómo pueden ser apaciguados?

Jacques-Alain Miller: El significante monetario es un semblante que descansa en convenciones sociales. El universo financiero es una arquitectura de ficciones; el pilar es lo que Lacan llamaba un “sujeto supuesto saber”, saber el porqué y el cómo. ¿Quién juega este papel? El concierto de las autoridades, de allí a veces de desprende una voz, Alan Greenspan, por ejemplo, en su época. Sobre ello se fundan anticipaciones, y anticipaciones de anticipaciones de los operadores. Todo este conjunto de ficción e hiper reflexivo se sostiene por “la confianza”, es decir, por la transferencia con el sujeto supuesto saber. Si este se hunde, hay crisis, debacle de los fundamentos, lo que arrastra lógicamente efectos de pánico. Ahora, el sujeto supuesto saber financiero estaba ya muy deteriorado, porque habían desregulado a todo vapor. Y lo hicieron porque los financistas creyeron con su delirio de infatuación poder prescindir de la función de sujeto supuesto saber. Eso era creer en Papá Noel. Primer tiempo: los activos inmobiliarios se vuelven deshechos. Tiempo 2: poco a poco la mierda invade todo. Tiempo 3: gigantesca transferencia negativa hacia las autoridades, el electrochoque del plan Paulson fracasa. No, la crisis durará hasta tanto se haya reconstituido un sujeto supuesto saber. Esto ocurrirá en su momento con un nuevo Bretton Woods, un concilio encargado de decir lo verdadero sobre lo verdadero.

* Publicado en El semanario Marianne

Traducción: Silvia Baudini