La infancia bajo control*. Ana Lía Gana (Madrid)

Voy a partir de la siguiente interrogación, ¿qué concepción se tiene en la sociedad actual de la infancia?

Esta concepción, podríamos decir que actualmente y de una forma extrema, está sostenida por la connivencia del discurso capitalista y el discurso cientificista, como bien lo podremos apreciar en este documental.

Este discurso prolifera hoy en día infiltrándose en la sociedad y sobre todo creando un consenso cientificista sobre el niño, vivimos en una sociedad que se ha poblado de siglas: TOC, TDAH, etc. Los expertos las aplican y los ciudadanos las usan haciéndose eco de un discurso armado con las premisas del cientificismo que se sirve del marketing y la evaluación.

Sabemos que cada época teje un discurso que sostiene una manera de pensar la infancia. Si el control de la infancia ha estado presente en las distintas épocas, las formas y modos de ese control han cambiado.

Recordemos que en épocas pasadas para controlar a los niños, para mantenerlos quietos, para domesticarlos, eran las figuras de los cuentos y los personajes de ficción a los que se apelaba para provocar en ellos el miedo que los aquietaba. Estas ficciones pertenecientes a un mundo simbólico, han caído en detrimento de lo simbólico y de la autoridad.

Se ha producido una transformación, el pasaje de la esfera íntima, doméstica a la esfera pública y la nueva autoridad, con su semblante de saber, apela a lo real del organismo reduciendo los cuerpos a objetos de experimentación y de control. Hemos pasado de la ficción simbólica a una ficción real, de lo privado a lo público, donde la supuesta amenaza son los niños que pueden devenir seres peligrosos

El malestar de los niños y jóvenes es nombrado entonces por el discurso dominante y consensuado por las políticas sanitarias como niños con trastornos, niños trastornados.

Y me pregunto, si el experimentador, en su acto mismo, en su injerencia en el dominio de lo subjetivo, con premisas reduccionistas, falseando la naturaleza de su objeto, no es el que trastorna al niño.

La infancia ha devenido objeto de observación y de control en una sociedad de vigilancia en aras de la seguridad y el confort de la sociedad. Estamos en la época de una vigilancia a gran escala, desde de la macro a la micro vigilancia. El secreto de nuestro ser está en el organismo que se observa. De allí en más es fácil la propuesta de control, ya que una vez observados y etiquetados los niños pueden ser maniatados con el medicamento.

La ficción clínica también se ha visto tocada en tanto ha quedado reducida a una hipótesis biológica inducida por el experimento y al cuestionario de preguntas y respuestas, sin tener en cuenta la palabra del niño ya que él mismo ha sido reducido a ser viviente, pero se descuida, y esta es la locura cientificista, que el niño es un ser viviente que habla. Este es el reduccionismo ontológico al que se ve abocado el cientificismo, como tan bien lo explica Javier Peteiro

Y a esta locura cientificista que lo puede predecir todo, no habiendo lugar para lo imposible, es a la que se encuentra librado el niño.

Así el discurso imperante tejido con las premisas cientificistas y los valores del capitalismo en posición de semblante de saber opera sobre los sujetos y en particular sobre el niño. Y esto es posible ya que existe una estrecha relación entre el niño y el saber en tanto el niño es víctima totalmente designada del saber. El niño es un sujeto a educar, domesticar para hacerlo entrar en la comunidad a la que pertenece, pero una cosa es educar, conducir y otra muy distinta es adiestrar.

No podemos desconocer lo que dice Jacques-Alain Miller, que el niño es un sujeto supuesto saber y hay que darle lugar, permitiéndole que despliegue el saber para que dé cuenta de lo que dice con su síntoma, que algo no va bien, referido a la relación parental, a la existencia o al sexo.

Se trata en este estado de la sociedad y sus políticas de control, en connivencia con el poder y la complicidad de los expertos de restituir el lugar del saber del niño, lo que los niños saben, saben mas de lo que sospechan los adultos, saben los secretos familiares, saben del deseo de los padres, saben del deseo de los pedagogos.

El saber del niño no es un saber de semblante, artificioso, el saber del niño es auténtico. Por ello la palabra del niño es respetada en el discurso analítico como el de un sujeto de pleno ejercicio, es un saber respetado en su conexión al goce que le envuelve.

En el discurso analítico, se trata al niño traumatizado por el Otro, trastornado por el Otro, se trata a ese Otro del niño para que pueda inventar una manera mas digna de lazo social.

* Texto de presentación del Documental: La infancia bajo control, en la Caixa Forum de Madrid.