Juventud del psicoanálisis*. Marie Hélène Brousse (París)

Decimos los jóvenes en psicoanálisis, pero también podemos decir el psicoanálisis como joven. Voy a moverme entre estas dos interpretaciones, juventud y joven.

Es un ideal del discurso del Amo contemporáneo: la juventud es un valor en sí. Esa idea de quedarse joven para siempre, y en cierta manera con el rechazo a la no juventud, no solamente de las identificaciones de la imagen del cuerpo, sino también el rechazo de los límites temporales del organismo. La juventud es un ideal, más bien un deber, un imperativo superyoico con el cual tenemos que cumplir.

Hay un montón de ejemplos en la vida cotidiana ¿Qué es un ideal, es decir, un imperativo? No es un hecho, sino un hecho biológico, la juventud tiene una posibilidad, como uno de los participantes lo ha demostrado, se puede demostrar en términos químicos, en términos del organismo. Pero cuando uno empieza a utilizar la noción de juventud fuera de este ámbito, es decir, en el sentido metafórico, el funcionamiento de la metáfora, que implica siempre la sustitución de un significante por otro, produce un efecto de más de sentido. Y ese más de sentido, en lo que tiene que ver con la juventud, es hoy en día un valor fálico tremendo.

Entonces voy a hablar a partir de ese plantea miento de cuatro puntos:

1. Cronología
2. Política
3. Confusión
4. Ética

Cronología
No se puede decir que el psicoanálisis sea joven, se puede decir que es nuevo o que sigue bastante inédito, porque en tanto que práctica de la experiencia y en tanto que teoría, como dice Lacan en el seminario Los cuatro conceptos, el psicoanálisis es nuevo; es cierto, a diferencia del arte, la medicina, las matemáticas y de muchas disciplinas que están del lado del conocimiento, del lado de las prácticas institucionales humanas, es nuevo. Más nuevo que el discurso de la ciencia. Surge a finales del siglo XIX, y hay que decir que no son muchas las invenciones de discurso, no hay muchos discursos nuevos por el mundo; pienso que el psicoanálisis también como práctica hace parte de las pocas novedades de hace un siglo y medio.

Y estaba pensando, a partir de esta idea, de lo raro que es el surgimiento en los lazos sociales, en la cultura, de lo raro que es el surgimiento de algo inédito, que sea práctica o que sea teoría. ¿Qué otras había? No había tanto realmente. Y me ha venido a la mente que sí, que hay prácticas nuevas que se multiplicaron y que tienen hoy en día mucha importancia, política especialmente, que son las prácticas de atención y asistencias sociales. Pero no constituyen un discurso nuevo porque cosas nuevas como prácticas, como modos de organización, no son nuevas en tanto que se ubican dentro de los objetivos del discurso del Amo. Han reemplazado a otras instituciones y prácticas que cumplían la misma tarea anteriormente, la religión, algunas organizaciones tanto institucionales como de corporación que daban asistencia anteriormente. Pero el hecho de que lo asistencial se haya convertido en un campo especializado como tal y muy fuerte, con mucho poder económico y muchos objetivos políticos, eso es nuevo.

El psicoanálisis no se presenta como un discurso diferente, nuevo, del discurso del Amo. Y eso me permite decir que el psicoanálisis me parece menos joven que nuevo. Que el término adecuado es nuevo, no joven. Es una nueva práctica, es un nuevo discurso, es un lazo social inédito con objetivos propios, que viene a diferenciarse precisamente del discurso del Amo y de sus nuevas formas de gestión y organización de las masas porque no cumple con el imperativo del discurso del Amo o intenta no cumplir; es un esfuerzo que Lacan resume diciendo que el objetivo del discurso del Amo es circular, que el sujeto circule. Bueno, el discurso del psicoanálisis no está hecho para que circule mejor. Circular y repasar, sería más o menos los imperativos que yo pienso como los que cumplen los discursos de la existencia.

Jacques-Alain Miller, hace poco, inició un debate fuerte para cuestionar el riesgo que había en “inscribirse” quizás un poco demasiado en el pedido de ayuda que lanzaba el Amo a todos y también a los analistas, que además no son muy caros, cuestan poco, no piden mucho dinero y pueden hacer el trabajo. Miller lanzó un debate a cada uno de nosotros, pero también a él mismo, pues en el momento político en el cual estábamos en Francia hace tres-cuatro años, cuando hemos tenido que defender el psicoanálisis como posibilidad de discurso frente a fuerzas sociales que querían acabar con él.

Tuvimos un fuerte movimiento de los foros, debates públicos, cartas a la opinión ilustrada, el desarrollo de instituciones de psicoanálisis aplicado y todos nosotros trabajando para imponer la presencia del psicoanálisis en la red social, en el discurso del Amo. Era la única solución en ese momento, pero es verdad que años después había también que interrogarse sobre los efectos sobre el psicoanálisis puro de este trabajo de confrontación. Qué consecuencias sobre nosotros para que esta nueva invención, que es el discurso analítico, pueda constituirse como un discurso distinto del discurso del Amo, es decir, pueda seguir siendo novedoso. Eso era la primera cosa que quería decirles.

El psicoanálisis no es joven, es nuevo, es un nuevo discurso y quizás se puede decir también que es un discurso muy particular porque no es un discurso donde el lugar de la gente es un significante, eso lo vamos a ver. Un nuevo discurso se podría traducir también como un nuevo síntoma, pues he dicho que el discurso analítico se caracteriza como no cumpliendo con los imperativos del discurso del Amo. Esta orientación no es hacia lo que funciona mejor adaptado, para que la gente sea más adaptada. Lacan dice todo lo contrario, que la gente es muy adaptada, el síntoma es la adaptación máxima.

El psicoanálisis, no estando del lado de la adaptación, no siendo del lado de la circulación, del facilitar, de dar más juego, va en el sentido de todo lo que no funciona y entonces se puede decir que es un nuevo síntoma, aparecido con Freud al final del siglo XIX, con lo que dice Lacan: una de las condiciones de posibilidad es epistemológica, pues no habría psicoanálisis, este nuevo discurso, si no hubiera el discurso de la ciencia o la producción de la ciencia; y la segunda condición es el cambio ético caracterizado por la universalidad kantiana.

Política
El psicoanálisis es objeto de polémicas constantes, de un debate despreciador constante, como lo recordaba Fernando Martín Aduriz. Desde su nacimiento hay brujas que dicen que se va a morir, que no sirve para nada, que es obsoleto, que está muerto, que está en contradicción con el futuro, que no tiene nada que ver con el progreso del mundo.

Entonces hay como la idea desde siempre, por lo menos desde antes de la Segunda Guerra Mundial, de que el psicoanálisis es viejo, es antiguo, es de otro tiempo. ¿Por qué esta perpetua acusación de que es viejo y no sirve de nada? No nos quieren jubilar, nos quieren muertos.

1ª razón: el Psicoanálisis es inclasificable, no saben dónde ponernos. No saben si somos científicos o no, charlatanes o no, religiosos o no, no saben tampoco lo que queremos, no confían en nosotros y tienen razón en no confiar. No nos pueden ubicar; entonces, lo inclasificable del psicoanálisis, que tiene que ver con su lado novedoso en tanto que discurso, es una primera explicación de este goce, del deseo de muerte que tiene cuando uno no puede clasificar algo, prefiere que no exista porque eso cae mal en el panorama de la clasificación. Es inclasificable como disciplina y como práctica.

2ª nos tienen como disciplina vieja y obsoleta desde hace mucho tiempo pues el psicoanálisis no es sin poder. Lo hemos visto en los foros en París; al convocar a la gente, ésta acudió, se movilizó, nos defendió, hubo artículos en la prensa, hubo intelectuales franceses y extranjeros que dijeron que preferían un mundo con psicoanálisis que sin él. Al ver los cognitivistas, por ejemplo, que tenemos una influencia, es decir, un poder en el lazo social, también, se puede decir, luchan y lo han dicho explícitamente, contra la difusión de la teoría analítica y del concepto del inconsciente en la cultura.

Es verdad que hoy el inconsciente freudiano es un saber común. Por ejemplo, cuando voy a la casa de campo, tomo un taxi, el taxista es un tipo que no lee mucho pero que transporta a niños en dificultad a la institución donde vienen con la familia al terapeuta, y me dice: este niño vomita cuando llega a la institución, al niño no le gusta esta institución, rechaza este lugar. La interpretación que el taxista hacía es una interpretación que no puede ser sin el psicoanálisis. El psicoanálisis es una disciplina que, hoy en día, pertenece al saber común, y los cognitivistas lo saben y no lo aceptan.

Otro ejemplo del poder del psicoanálisis, el lazo fuerte que tiene con las actividades artísticas, sea el cine, teatro, artes plásticas, la danza..., todo. Y la fórmula para caracterizar estos lazos que el psicoanálisis tiene con la cultura, no es tipo discurso del Amo animado por imperativos de significantes Uno (S1), el inconsciente no es un significante Uno. Entones, ¿cómo funciona? Pensaba en el seminario “La Angustia”, donde Lacan utiliza una fórmula que casi inventa para hablar de la relación entre angustia y objeto; no dice “la angustia tiene un objeto”, dice explícitamente lo contrario, es decir eso no se puede decir, pero lo que se puede decir es que la angustia no es sin objeto.

Entonces, se puede decir que hoy la cultura no es sin el psicoanálisis, que al mirar una película de Almodóvar los rasgos del psicoanálisis están, no están como tal, no son las películas de Hitchcock donde era psicoanálisis ilustrado. Pero incluso “La guerra de las galaxias”, sin el psicoanálisis sería distinta; “Piratas del Caribe” es absolutamente psicoanalítica en la 1ª película. También en “La fábrica del chocolate”; aquí incluso hay una interpretación lacaniana en ingles: está el tipo en el peluquero que le corta el pelo, que se dice “Hair”. Y le viene a la mente “tengo que buscarme un herrero”, que se dice “Herg”. Realmente, sin el psicoanálisis, no. Y no he hablado de todas las telenovelas...

Pienso que la polémica en contra del psicoanálisis viene a la vez de su ser inclasificable y a la vez de su inserción en la cultura, que no se lee bien sin él, y eso me parece más fuerte como palabra que joven; intratable me parecería mejor. Y los jóvenes lacanianos que hemos escuchado hoy, con mucho placer, son inclasificables. El psiquiatra que, el profesor de música que, el psicopedagogo que, todos encuentran el psicoanálisis como un deseo que corresponde a la imposibilidad de dejarse saturar por un lugar en el discurso del Amo. Es la llave que atrae a uno al discurso analítico. Es como el tramo de diferenciar, de buscar de un lugar otro, de no poder satisfacerse de circular y de tener una dificultad de localización, una insatisfacción, una particularidad, una diferencia que no tiene nombre y uno va al análisis para poder hablar de esto y para poder darle nombre y, si es posible, utilizarlo en lugar de ser utilizado. O en lugar de renunciar a esa particularidad, o a esa dificultad o a ese fracaso.

Confusión
La confusión entre el psicoanálisis, el psicoanalista y los psicoanalistas. El psicoanálisis no es los psicoanalistas. Los psicoanalistas no son el psicoanálisis. Para centrar esto hay que guiarse por una vía utilizada por Lacan: la diferencia entre lo universal, el para todos y el juicio de existencia: existe uno que, incluso no existe uno que. El analista como universal no existe. El joven analista tampoco, el viejo tampoco. Existen analistas diversos, con análisis diversos, con síntomas distintos, incluso con pases diferentes.

Cuando formaba parte –y fue durante muchos años– de los carteles del pase, me encontré con la evidencia -no es una evidencia lógica-, me encontré con la experiencia que para presentar un informe al Amo demostraba que no hay posibilidad para un cartel del pase -la gente que escucha los testimonios que los analistas hacen de su análisis, de su trayectoria, de lo que han conseguido o no de encontrar ningún criterio general.

Hay significantes que pueden volver de un caso a otro, momentos que pueden evocar otros. Yo he demostrado en Barcelona la frecuencia con la que se encontraba la categoría de lo imposible en sueños de final de pase o en distintas formaciones del inconsciente. Pero hay otros donde no hay. Entonces, de criterios… nada.

Hay algo absolutamente antinómico a la clase en el psicoanálisis. Es algo con lo que nos encontramos en la construcción: utilizamos casos y casos,… y sabemos que la estadística de casos no nos servirá de nada. Bueno, podría servirnos en el plano relacional, para presentar un informe al Amo: tantas mujeres, tantos hombres, de qué edad…, y ¿qué? Nada sobre el saber inconsciente. Ningún saber nuevo que decir sobre el inconsciente.

Yo veo la confusión en la dificultad de pasar a lo universal el psicoanálisis. El psicoanálisis no funciona bajo el imperio de lo universal. Funciona a partir de la singularidad.

Jacques-Alain Miller en su último curso (concretamente la clase del 26/11/08) hablaba de eso, de la particularidad que no es la singularidad; buscaba una palabra para definir la posición de los analistas hablaba de détachément,(descompletado), detaché. Atado, desatado.

Yo añadiría también una presencia real porque esta presencia real y este desatarse de los discursos y, especialmente, del discurso del Amo, así como del discurso de la ciencia, se manifiesta en una actividad de interpretación. Lo que se hace en un análisis es una actividad de interpretación. Pero de dos maneras. Y eso también explica el éxito del psicoanálisis así como el odio que suscita.

Primera manera de interpretar: cuando el discurso de la ciencia ha reducido la realidad a un simple valor lógico, el psicoanálisis ha abierto de nuevo la cuestión de la verdad y permite al sujeto planteársela. Cuando la ciencia contribuye a cerrar la cuestión de la verdad, el psicoanálisis y el inconsciente, especialmente el transferencial, contribuyen a reabrirla. Y eso es casi una necesidad para el ser hablante. Quiero decir que un ser hablante no puede vivir sin la cuestión del sentido; necesita dar sentido, incluso si es un sinsentido, a su vida, a su estúpida vida. El psicoanálisis propone reabrir la cuestión de la verdad que el discurso del Amo siempre contribuye a cerrar. Porque cuando se abre mucho la cuestión de la verdad lo que ocurre son guerras civiles, muerte, caos, fracaso...

El segundo funcionamiento del discurso psicoanalítico es que desvela el goce determinado en el ser hablante por uno de los S1 desde el a, objeto condensador de goce, relacionado con el funcionamiento de los S1. Y eso implica el desatarse y también implica la presencia real del analista, de los analistas. Esto sería lo más general que, a mi parecer, se podría decir del psicoanálisis respecto a lo universal en el nivel de la teoría y de la práctica. Pero eso es distinto de los analistas, unos analistas, que, cada uno funciona con lo que Lacan llamaba el sinthome, con su síntoma, dentro del dispositivo. Por eso no hay posibilidad de construir una clase laboral de los analistas.

Ética
Lacan no inventa la perspectiva ética. Pero demuestra y afirma que es absolutamente central en este discurso que es del psicoanálisis. Es un discurso ético; eso no quiere decir que el psicoanálisis sea una moral. Para nada; pero eso implica que el hecho de que no se lo pueda clasificar, tiene que ver con esta perspectiva ética.

Pensaba en un tema de actualidad: el debate animado por Miller en septiembre de 2008. El debate entre psicoanálisis aplicado y psicoanálisis puro es un debate que tiene que ver con la dimensión ética del psicoanálisis, porque el nivel puramente epistemológico no es decisivo.

El problema fundamental entre psicoanálisis aplicado y puro, es ético. Sabéis que en el seminario “La ética del psicoanálisis”, Lacan propone una máxima ética, sobre la cual, en el seminario XX (“Aún”) no se puede decir que vuelva, pero sí que la precisa por medio de nuevas coordenadas. La máxima ética, la que orienta la práctica del analista como la del analizante, es el hecho de que no hay analista sin que haya un analizante. Y el hecho de que un analista es analizante para siempre, que el análisis de un analista jamás se termina (cualquiera de las formas bajo las cuales se continúe), lo que realmente tiene que ver con eso, es el hecho de que la máxima ética del psicoanálisis está del lado, no de la transferencia sino de la inmanencia. La máxima es: “No retroceder frente al deseo”. Y todo el trabajo de Lacan en este seminario, es demostrar que lo que determina el deseo no son ni los ideales ni los objetos. Lo único que puede funcionar como objetivo de un análisis es el deseo como inmanente al mismo.

No es el deseo del Bien, el deseo de lo Bello, el deseo de la Salud, el deseo de… cualquier cosa, de muerte. Cualquier objeto no puede funcionar como determinando el deseo. Es un deseo determinado con una cadena significante. Es el producto de una sustracción. La sustracción a la necesidad de la demanda. La única determinación del deseo es la pérdida.

Que la ética del psicoanálisis es no retroceder frente a su deseo, implica que por el lado de las éticas tradicionales, pero también modernas, muy modernas -hay un filósofo francés que propone una ética minimalista- se refieren a una cierta trascendencia para pensar la cuestión de la satisfacción del deseo. La característica del psicoanálisis como discurso es que el deseo es inmanente y no se trata de la búsqueda de un más allá. Y en un análisis es de eso de lo que se trata.

Posteriormente, Lacan irá dando coordenadas un poco más complicadas a la cuestión, centrándose no tanto en el deseo sino en el goce. Y a propósito del goce, relacionándolo con el amor. Amor del deseo, lo que permite arreglar los dos períodos de su enseñanza sin oposición. Amor de cada uno por su propio “no querer saber”, que es (en “Aún”) la primera formulación de lo que será después el sinthome. El no querer saber no es la ignorancia. La definición del no querer saber se construye en un proceso de deslizamiento como el núcleo último de lo inanalizable de un sujeto, el resto del proceso analítico. El psicoanálisis implica aproximarse lo más posible a este punto oscuro del no querer saber, del cual puede surgir todo el deseo de saber. Este punto es el hueso del deseo del analista. Y Lacan, en “Aún”, dice que cuando enseña lo hace como analizante, trabajando a partir de su propio no querer saber. Es decir, a partir de lo que dice que no al saber, de lo que dice que no al goce, porque el goce tiene que ver también con la verdad.

Me parece que tanto del lado de las fórmulas lógicas utilizadas por Lacan: “No hay relación sexual”, “No existe La mujer”, etc..., como del lado de no querer saber (definición del núcleo que rige la constitución del saber en el dispositivo analítico); del lado del no, se ubica la ética del psicoanálisis.

Miller, hablando de su propia posición de analista, desvelaba que se puso en esta posición de analista a partir de un decirle no a quienes pretendían reducirle a ser un docente universitario brillante que les enseñara Lacan cuando no lo podían entender. Él manifestaba que su apuesta para ponerse en la posición de analista fue decirle no a esos, que lo querían identificar como el ideal del profesor francés, pretendiendo comprender a Lacan sin ningún esfuerzo. Éste no está a la vez en el nivel de la teoría más complicada de Lacan: “No existe la relación sexual”, “No existe La mujer”, del lado del no querer saber y… fíjense, también en “No retroceder frente a su deseo”.

Hay algo en el psicoanálisis como ética que es una ética del no. Del no al amor, del no al S1, del no a la identificación del grupo… Por eso es una ética un poco subversiva. Pero es un no que no está del lado del negativismo psicótico o del nihilismo nietzschiano. Es un no que tiene que ver con la lógica. En uno de sus últimos seminarios, Lacan hace algo que no tiene precedentes. A partir de un juego de palabras: en francés no se dice no y se escribe Non. El nombre se dice no y se escribe Nom. Hay homofonía.

Lo que dice Lacan es que a nivel edípico hay un pasaje del nombre (Nom) al No (non) de la prohibición, del Nombre-del-Padre, al decir que No del padre. La prohibición con la cual funciona lo simbólico.

Dice también que el Nombre del Padre, la actividad de nominación por la cual definimos la función paterna -no se trata de papá, se trata de una función que tiene que ver con el funcionamiento de la lengua y del lenguaje-, dice que este nombramiento funciona como el no lógico. Cuando se nombra una cosa introducimos un no por diferencias.

Termino con el ejemplo de Lewis Carroll en “Alicia en el país de las maravillas”. Presenta en el conejito un rechazo a este funcionamiento del no, que tiene que ver con un no existe el rasgo del nombramiento, que tiene que ver con la ética del bien decir, lo que implica todo lo contrario del nihilismo. Es un amor por la lengua, por el funcionamiento de la estructura del inconsciente.

* Versión íntegra aparecida en la revista ANÁLISIS, ELP Sede de Castilla y León.

Texto establecido por Fernando Martín Aduriz. Transcripto por Mar Arias
y Antonio García. No revisado por la autora. Con la amable autorización de la revista ANÁLISIS, a la que desde aquí agradecemos su deferencia.