"James Joyce: cuando la obra de arte rivaliza con el síntoma”. Por Araceli Fuentes (Madrid).

Jacques Lacan encuentra en la escritura de Joyce, la misma función que en el síntoma, el síntoma tal como lo piensa en el 75-76, como síntoma borromeo, es decir como lo que permite anudar los tres redondeles de cuerda, que anudados borromianamente por un cuarto, constituyen el nudo borromeo, un nuevo tipo de escritura, una escritura topológica.
La principal característica del nudo borromeo es que si cortamos cualquiera de sus redondeles, el nudo se deshace. El nudo borromeo nos muestra cómo pueden mantenerse unidas las tres dimensiones, real, simbólica e imaginaria, que habita el ser hablante, los tres registros en los que se realiza la experiencia de la subjetividad, por medio de un cuarto redondel.
La importancia del cuarto redondel es esencial como condición de anudamiento, y esa función la pueden hacer tanto el nombre del padre como el síntoma.
El descubrimiento de la función del síntoma como condición de anudamiento, Lacan la encuentra, no sin sorpresa, en la obra de Joyce, lo que le hará preguntarse ¿Cómo puede la obra de arte rivalizar con el síntoma?. Este descubrimiento es de especial trascendencia en la clínica pues supone que sujetos para los cuales el padre no ha funcionado en su configuración típica tienen la posibilidad de inventar un síntoma equivalente: la escritura de Joyce es la prueba.
La escritura de Joyce es el "tratamiento" que James Joyce da a ciertos fenómenos que sufre en su relación con la palabra, fenómenos que presentan cierta similitud con los de la psicosis. Para él la palabra, lo simbólico se le hace demasiado real, lo simbólico está directamente conectado con el goce sin la medicación de lo imaginario y del sentido. La polifonía de la palabra lo invade, el carácter parásito de las palabras no está velado para él. Joyce va a tratar este síntoma que él tiene con la lengua por medio de la escritura hasta transformarlo en el síntoma que el es, su verdadero nombre. “La escritura funcionó como un biombo para protegerse de los ecos infinitos de la lengua. Su ser era su síntoma”.(1)
De que escribir es su síntoma parece no haber duda, Joyce gozaba con eso, se conocen sus ataques de risa mientras escribía, como cada uno, él también goza de su síntoma. Todo síntoma incluido el de Joyce, desafía al sentido común. Joyce nada odiaba más que el sentido, el sentido y la evidencia eran para él lo peor de lo peor, el infierno.
Su síntoma-escritura se ve llevado, en el working progress que constituye su obra, a atacar el sentido cada vez más hasta llegar a escribir Finnegans Wake, ese extraño aerolito con el que no se sabe qué hacer y que es imposible de leer y por supuesto de traducir, pues además está escrito en varias lenguas.
El artificio literario de Joyce está al servicio de romper la relación que hay entre enunciación y enunciado, al servicio de eyectar el sentido, lo que la hace ilegible, sobre todo en sus últimas obras. El uso, tan particular, que hace del equívoco está al servicio de hacerse un síntoma, es la operación inversa a la del analista, si el analista hace un uso del equívoco que le permite desalojar el síntoma, Joyce al contrario, con su uso del equívoco logra hacerse uno.
Lo que lo lleva a hacer algo así algo sin sentido es que el gozaba con eso, sin embargo no les sucede lo mismo a sus lectores, el lector no goza con eso, lo que es lógico si pensamos que cada uno goza de su síntoma. Por la misma razón tampoco podemos considerar la escritura de Joyce como un producto de la sublimación, porque la sublimación consiste en producir un objeto para el goce del otro, y aquí no se trata de eso, sino del goce del propio escritor.
Un síntoma que es ilegible pero capaz de cifrar lo real que se aloja en él. Un síntoma muy particular pues se trata de una obra de arte, un síntoma que no está en el cuerpo.
Lacan nos ha mostrado la particular relación de “dejar caer su cuerpo” que tenía Joyce en el episodio de la paliza que sufrió y tras la cual apenas sintió un atisbo de cólera contra sus agresores, atisbo que se desvaneció rápidamente como la cáscara se desprende del fruto maduro.
Esta extraña relación con su propio cuerpo, es la consecuencia, nos dice Lacan, del error del nudo de Joyce (2), en el que lo simbólico y lo real se conectan directamente, mientras que el redondel de lo imaginario queda suelto. Imaginario dónde Lacan sitúa el cuerpo en el nudo borromeo.
Con su escritura Joyce logra corregir el error de su nudo y hacerse un Ego, el Ego joyciano no está hecho como el de todo el mundo, no se funda en la adoración de la propia imagen, sino que es un Ego escritural, Joyce podía dejar que golpearan su cuerpo, pero no su arte, no era de “artorgullo” de lo que carecía puesto que entre los artistas se consideraba “THE ARTIST”, el artista con mayúscula, el único.
Al hacerla publicar, tarea a la que el escritor dedicó tiempo y desvelos, Joyce consiguió hacerse un nombre de artista, a lo que se sentía imperiosamente llamado.
La tesis de Lacan al respecto es la de que si Joyce se sentía tan imperiosamente llamado a hacerse un nombre era en razón de su “falta de padre”, de la “carencia paterna”que padecía..
Jhon Joyce, el padre del artista fue un hombre fanático, borracho y fanfarrón que se dilapidó los pocos bienes que tenían y pretendió descargar sus deberes familiares sobre los hombros de su hijo James, al que solía pedir dinero. Este padre no le enseño nada y lo único bueno que hizo por él es haberlo dejado en manos de los Jesuitas que lo educaron y donde él adquirió el armazón de su pensamiento, aunque fuera para pensar en contra y situarse como hereje...(3)
“Esa falta de padre” Joyce la va a compensar con su síntoma-escritura, gracias a la cual logra hacerse un nombre con el que se inscribe en la historia de la literatura.
"Joyce es aquel que se privilegia de haber llegado al punto extremo para encarnar en él el síntoma, eso por lo que escapa a toda muerte posible..”.(4)
“Joyce es hijo de su síntoma”, nos dirá Lacan.

Araceli Fuentes (Madrid).
NOTAS
(1) MILLER, J-A., "Lacan con Joyce", Uno por Uno, núm. 45, Barcelona:EOLIA, 1990.
(2) LACAN, J., Le Seminaire Le Sinthome, núm. XXIII, París: SEUIL, 2005.
(3) Id.
(4) LACAN, J., "Joyce el Síntoma I", Uno por Uno, núm. 44, Barcelona:EOLIA, 1990.