IX Jornadas de Estudio de la Diagonal. Hispanohablante de la NRC. “Los sueños de los niños"*.

19 DE NOVIEMBRE DE 2010
DE 14 A 18:30 hs
ESCUELA LACANIANA DE PSICOANÁLISIS-SEDE MADRID
GRAN VÍA, 60, 2º IZQ. MADRID

SE PRESENTARÁN 4 CASOS CLÍNICOS
INTERVENDRÁN 2 DISCUTIDORES
CON LA PRESENCIA DE JUDITH MILLER
ORGANIZA: ESPACIO MADRILEÑO DE PSICOANÁLISIS CON NIÑOS

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El título de estas IX Jornadas son un homenaje al retorno a Freud, a su libro La interpretación de los sueños y a Jacques Lacan que en ese retorno re-introduce la dimensión del deseo.

A nosotros, analistas, lo que nos interesa del sueño es su relato, y en ese relato se hace presente aquella famosa Otra escena que Freud nombra para dar cuenta del inconsciente. Esa Otra escena la encontramos inmersa en la estructura del significante, en la gramática que se produce en el relato del sueño. Si el sueño procede de esa Otra escena, se presenta para el niño como algo disparatado, que puede producir en el soñante niño sorpresa o angustia.

Nos interesan, en tanto que el sueño, siendo una formación del inconsciente, se presenta como un relato que quiere decir algo, como un enigma o un problema para el sujeto. Eso que aparece como disparatado, si aparece como algo enigmático para el sujeto es porque encierra una x a descifrar, es porque algo nos quiere decir, pero ¿qué quiere decir?

Los niños que recibimos en consulta arman ficciones, juegan, sueñan y nos dicen cosas del orden de la fabulación. Modo bajo el que nos presentan esa Otra escena a descifrar.

¿Qué nos dice Freud del sueño? Nos revela que el contenido de un sueño es la realización de un deseo reprimido y de carácter sexual, siendo su función la de ser el protector del dormir. En el caso del sujeto infantil, se trataría de un deseo prohibido e insatisfecho de la víspera. Estos sueños infantiles son francas y abiertas realizaciones de deseos.

Tenemos a lo largo del texto de La interpretación de los sueños, varios relatos de sueños infantiles, que le permiten a Freud confirmar esa temprana tesis. Tomemos el sueño de Anna Freud:

Una niña de 19 meses es tenida a dieta durante todo el día, a causa de haber vomitado al levantarse por haberle hecho daño, según declaró la niñera, unas fresas que había comido.

En la noche de aquel día de abstinencia se le oyó murmurar en sueños su nombre Anna Freud y añadir: Fresas, frambuesas, bollos, papillas.

A la par de estos sueños, tenemos otros más complejos que han sufrido una ardua elaboración, una deformación onírica sobre este deseo de la víspera que lo configura como inconsciente y reprimido. También hay que considerar aquellos otros sueños que no cumplen con esta función de protección del dormir. Son aquellos que despiertan al sujeto, y los que nos ocupan por su estrecha aproximación a lo real, al trauma ¿Y qué es lo que nos enseñan estos sueños de angustia en relación al deseo?

Sabemos que las dificultades del dormir en los niños son síntomas recurrentes y motivo de consulta de los padres. Estos síntomas pueden aparecer bajo distintas modalidades: sueños de angustia ligados al despertar en estado de pavor nocturno, las pesadillas, las dificultades en conciliar el sueño que suscita verdaderos conflictos entre los padres de cómo deben actuar frente a estos -si dejarlos solos, si los dejan pasar al cuarto del matrimonio-, como también todos los sucesos que giran alrededor de las fantasías nocturnos relacionados con la excitación del niño, sus curiosidades sexuales y miedos por los cuales los niños evitan la angustia que suscita la noche o la oscuridad.

Lo encontramos presente en la demanda de análisis de Hans. Esta comienza con la carta que le remite el padre a Freud, en la que muestra la preocupación por su hijo, pues el niño teme ser mordido por un caballo en la calle y este temor se manifiesta con un sueño de angustia que Max Graf describirá así:

“En los primeros días de este año 1908, Hans (4 años ) aparece por la mañana llorando, la mama le pregunta porque llora y el dice: Cuando dormía tu estabas lejos, y yo no tengo ninguna mami para hacer cumplidos (caricias)”.

Este sueño de angustia es el que lo llevará a Hans a mostrar ante sus padres sus miedos, sueño en el cual se articula su demanda para que su síntoma sea tratado, cuestión advertida por Freud y que orienta al padre.

Retomando el sueño de Anna, decimos que si Freud hace alusión a ese proverbio que dice: “el cerdo sueña solamente con bellotas” es para producir un claro contraste con el sueño de Anna que nos presenta un menú completo. Es un sueño que realiza más allá de la necesidad, la demanda y el deseo.

La prohibición sobre el objeto durante la víspera permitirá que en el sueño se haga presente por el significante. Esto nos muestra que el niño que relata este tipo de sueños ya está capturado por el lenguaje, en donde lo prohibido del objeto es lo que ha dejado una marca, una huella que de forma alucinada se repite para encontrar la satisfacción, siendo el objeto lo que menos importa pues se trata de una satisfacción verbal, ganancia extraída sobre la decepción radical de lo simbólico, por la que ningún objeto podrá ya venir a colma la decepción estructural que comporta lo simbólico, sólo podrá rodearla. Entonces, el deseo que humaniza ya está presente en el sueño de Anna y si el niño se articula en un discurso ya es sujeto de pleno derecho.

Además el sueño de Anna, nos revela un estado de la represión y, por ende, de la censura que en este caso aún no permite la desfiguración onírica, dejando entrever la relación del sujeto con aquello que le prohibe en la víspera: el “dicho que no”, primer momento de la represión que muestra en este sueño, lo que Lacan dice en el Seminario VI, que “la verdad del deseo es, por sí misma, una ofensa a la autoridad de la ley”.

Si nos interrogamos sobre ¿Cómo se produce la represión? Podemos decir que está ligada a la desaparición del sujeto, al borramiento del sujeto a nivel de la enunciación: es un momento lógico y no cronológico, momento en que los niños descubren que la omnipotencia, atribuida por el sujeto infantil a los adultos, de conocer todos sus pensamientos se desvanece después de haber hecho el paso en el que verifican que no los saben: es la entrada a la castración del Otro y las consecuencias que ello acarrea para el niño.

La etapa siguiente es el “no saber” que se articula del lado del sujeto, y es precisamente por intermedio de este “no saber” que el Otro es el lugar de mi palabra, la morada de mi pensamiento.

La represión para que sea posible va a operar por vía del significante, ya que la represión se asienta sobre la elisión de un grupo de significantes, pero no de cualquiera sino de aquellos en los que está comprometido el deseo en el sueño.

Lacan nos lo ilustra con el Paso de Viernes (pas) paso y negación, nos muestra la relación entre el significante y la marca de la impronta de lo real. Al borrar el significante lo perpetúa como tal.

Es por ello que el sueño que nos cuenta un niño, que ha pasado por ese momento lógico de constitución, lo debemos considerar como un enunciado total el cual esconde o porta una enunciación. Es la enunciación lo que a nosotros analistas nos interesa. Esta relación entre enunciado y enunciación es lo que Lacan formaliza con el matema: Es, presente en el sueño, en el enigma, esto es en el decir del sujeto.

Por un lado, tenemos entonces en un sujeto adulto la represión propiamente dicha y, por otro lado, tenemos en el caso del niño que según el momento en que se ubique en el tiempo lógico de la constitución subjetiva nos va a permitir hacer la siguiente interrogación: ¿Hay sueños diferentes según los recursos simbólicos de que disponga el sujeto niño para responder al encuentro con lo real? ¿Es del mismo orden un sueño como el de Anna Freud que el relato que hace de ellos el pequeño Hans o que la pesadilla, tal como la encontramos frecuentemente en la clínica? ¿Dé que nos protege el sueño? ¿Qué da a ver? El sueño muestra y oculta, en este doble movimiento se construye para taponar un real, el trauma como agujero forclusivo de lo inasimilable.

Y es allí en el tratamiento analítico que nosotros nos encontramos con relatos de sueños. que cumplen con la función de que son protectores del dormir, y que algo quieren decir, pero también se nos presentan aquellos otros que despiertan para sacar al sujeto niño del encuentro con un real que los angustia y los despierta para así recuperar la homeostasis fantasmática.

Estos sueños que se acompañan de angustia, afecto que acaba por interrumpirlos, el cual se torna en un sustitutivo de la deformación onírica ya que cuando el sujeto despierta rápidamente recobra la censura toda su intensidad.

Pero más allá del sueño de Anna, como dato observable, nosotros como analistas tenemos que tomar en cuenta esos sueños más o menos elaborados que se presentan en el decir del sujeto niño en una cura analítica. Es allí donde debemos interrogarnos para encontrar el lugar que ocupan en la dirección de la cura. Y es allí que se presenta como un enigma para el propio sujeto: está contado pero ignora cuál es su posición. El sueño, bajo transferencia, como enigma llama a la interpretación, siendo en la dirección de la cura que tendremos que ver su función en cada caso.

Por ello los analistas operamos con la interpretación. Así el analista ocupará el lugar de aquel que con su decir interpreta el deseo. Si tomamos el ejemplo de Juanito vemos que éste quedó detenido y presa del padre imaginario, efectuándose precariamente el registro del padre que castra con su decir. Es por ello que Freud ejerció esa función.

Interpretamos el deseo del sueño al restituir el significante sustraído y apuntamos al deseo que se desplaza metonímicamente en la cadena significante, articulado en esa identificación al ser del sujeto, que Lacan llama la posición subjetiva. Y allí el analista con su acto debe conmover la posición de goce del sujeto infantil.

Esperemos que estas Jornadas produzcan un saldo de saber que nos permita puntualizar la importancia del sueño en la cura de un niño.

*Documento de Trabajo
Ana Lía Gana -Redacción-
Elaborado por los miembros de la Comisión de Orientación del Espacio Madrileño de Psicoanálisis con niños: Ana Lía Gana (Responsable) Rosa Liguori, Mariam Martín, Mónica Unterberger y con la colaboración de Gabriela Díaz.