¿Cómo sé si mi hijo vive un proceso autodestructivo? José Ramón Ubieto (Barcelona)

“Para mí, ser gótica es ser yo misma, sin confundirme con los otros". Así se presenta, en la consulta, una joven de 16 años, con vocación artística y celosa de su diferencia. Con una cuidada estética dark y con un semblante melancólico, habla de sus dificultades de pareja, su incertidumbre ante el futuro y de sus proyectos creativos.

Ella, como muchos otros jóvenes de su generación, cree pertenecer a la tribu de los que se sienten diferentes. Como una de sus heroínas, Emily the Strange, no busca pertenecer, busca perderse. De hecho, cualquier tribu (heavy metal, emos, techno, hip-hop, latin kings, ecologistas, skatters...) se construye acentuando sus diferencias respecto a los otros.

¿Qué beneficios tiene para los adolescentes? En primer lugar, les aporta significaciones, les provee de un discurso, en un momento vital en que están faltos de palabras, para explicarse todas las novedades que la pubertad implica. Por otra parte, los conecta a sus iguales y les procura un estilo de vida, una manera de estar en el mundo y sobre todo de habitar su cuerpo.

¿Estas identificaciones, sobre todo las relacionadas con la muerte, pueden comportar efectos patológicos? Reconocerse y ejercer de gótico no implica ser un depresivo ni tener ideaciones suicidas. Su discurso es más complejo e incluye intereses sobre lo bello y lo sublime con una presencia importante del arte.

Recrearse en el semblante melancólico es ya una manera de tratar el acontecimiento más radical para un sujeto, como es la muerte misma. Y más en una cultura anestésica como la nuestra, donde nos esforzamos para no saber de ella, como si eso fuese posible.

En cualquier caso, la patología, si existe, es previa y lo que hace la identificación es reforzar esa interpretación singular que el sujeto hace de sí mismo y de su relación a los otros.

¿Cómo distinguir, en ese proceso, lo creativo de lo autodestructivo, lo que favorece el lazo social de la pulsión de muerte que habita en cada uno? Dos indicadores nos pueden servir. Por un lado, ver si se trata de una verdadera certeza, como el indicio de que hay allí una fijación excesiva y persistente en el tiempo, que no admite vacilaciones y que además alcanza cualquier ámbito de la vida. No sólo se viste oscuro, sino que la vida misma se le oscurece y además es algo tan íntimo e inefable que apenas nos puede decir nada de esa experiencia vital.

El otro indicador es la presencia de la angustia, como fenómeno subjetivo, presente en la vida cotidiana (insomnio, aislamiento, trastornos de la alimentación, consumos excesivos...). Cuando eso sucede, seguramente no basta con tratar de persuadirles para que abandonen su estética o con dejarles hacer confiando en los efectos terapéuticos del paso del tiempo. Es el momento de buscar una ayuda profesional antes de que su oscuridad los engulla.