Hierve el olvido ¿Existen los manicomios?* Estanislao Mena (Cádiz)

“Mucha gente sin nombre. En este cementerio hierve el olvido”. Son las palabras con las que termina un artículo firmado por Pedro Ingelmo, Redactor Jefe del Grupo Jolly, que el pasado domingo 13 de Septiembre, apareció en los diarios del Grupo en Andalucía.

El artículo titulado “Ascenso y caída del Padre Pepe Los hermanos de la Cruz RUEGAN POR TI”, describe la situación a la que se vieron abocados 60 pacientes del antiguo Hospital Psiquiátrico de Cádiz, cuando para poderlo cerrar, fueron derivados a diversos Centros, entre ellos el regido por este Padre Pepe.

Es muy descriptiva la situación que este periodista relata, tomando a uno de estos pacientes como protagonista. La finca a la que se refiere, situada en el bello pueblo de Medina Sidonia, regentada por supuestos frailes, mantenía una situación que quizás se viviera en el Psiquiátrico “El Madrugador” antes de la llegada de los neurolépticos, no es seguro, pero desde luego, mucho más lamentable que la que conocí a finales de los setenta cuando aparecí por aquel lugar, cargado de ideales y deseos de trabajar, y desde luego nada que ver con lo que pude construir en mis cuatro años de trabajo con los “crónicos”. Los enfermos que encontré, que en boca de uno de los responsables de la Reforma Psiquiátrica, trabajar allí era hacerlo en “las galeras”, haciendo referencia a los esclavos que se pasaban la vida remando, lugar dónde los profesionales no querían trabajar, pasaron poco a poco y gracias al trabajo conjunto de un equipo de rehabilitación, a tener una vida más digna.

Cuando el paciente, protagonista de la terrible historia que nos cuenta el periodista muere, no se comunica a nadie su fallecimiento, en el cementerio no hay una lápida con su nombre, ninguno de los pacientes “trasvasados”, como le gustaba a la administración nombrarlos, y que murieron en aquel lugar “El Santísimo” , tiene su nombre puesto en su lápida, primero les quitaron la identificación “enfermo mental”, algo que les había servido para vivir, en algunos casos por mas de veinte años, de esta forma eran “trasvasables”, y por último se les privó de lo único simbólico que les quedaba a estas personas, el pequeño resto de humanidad.

Había un lugar para los “profundos” nos describe el artículo, “en una entreplanta, casi un sótano”, lugar de donde nadie se escapa y donde quedaban aquellos pacientes que tenía “la buena costumbre” de hacer lo que llamé siempre, turismo manicomial, consistente en escaparse del Hospital para ir a otros, a veces “porque en el Hospital X se come un cocido muy bueno”, dicho esto con toda la sorna y la satisfacción de haberlo disfrutado. Había una cierta tolerancia hacia este tipo de fugas que finalmente demostraban que los pacientes estaban vivos y con intereses.

En el Santísimo, como describe Pedro Ingelmo, consiguieron reproducir aquellos malos olores que en el Psiquiátrico ya se habían extinguido hacía mucho tiempo, porque la preocupación de algunos profesionales, y no hablo sólo de los técnicos, por dar un vida digna al paciente lo había conseguido. Incluso colaboraban aquellos trabajadores que eran considerados por algunos como imposibles de movilizar.

La reforma psiquiátrica no derribó los muros del manicomio, porque el manicomio no es una estructura física, eso lo sabemos, o lo deberíamos saber desde hace muchos años, nuestros gestores parece que no.

El manicomio es una posición a la que un sujeto se ve compelido, es un modo de atender y cuidar dónde la persona se convierte en un objeto de desecho. Pero esto estos pacientes psiquiátricos nunca han dejado de vivir en el manicomio, incluso los que viven en las calles o en instituciones creadas para ellos siguen viviendo en el manicomio, incluso hay manicomios en algunas familias. Mientras que nuestros gestores no se enteren de esto, y mire usted que es fácil, el manicomio seguirá existiendo, siempre, repito, siempre.

El manicomio es la locura de que nadie en las instituciones asuma su responsabilidad por este abandono de sujetos que fueron tutelados desde niños y que han terminado, cual desecho, enterrados sin identificar.

Por esto me hierve la sangre y hierve el olvido, creo que estamos en deuda con estos enfermos, victimas de la reforma psiquiátrica de los que se dejó de hablar hace mucho tiempo. Yo no olvido a ninguno de aquellos “Andreses”, que me enseñaron que transformar el manicomio era posible.

(El artículo al que hace referencia el autor, puede leerse aquí: http://www.diariodejerez.es/article/provincia/513738/los/obreros/la/cruz/ruegan/por/ti.html )

*Publicado en el Diario de Cádiz. Con la amable autorización del autor.