Hacia la XI CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICF. Terminaciones de análisis. TRES PREGUNTAS a Lucía D’Angelo; José Manuel Alvarez, Hebe Tizio, Clara Bardón

Barcelona, 5 y 6 de Marzo de 2011

Tres preguntas a Lucía D’Angelo

La amplitud del tema propuesto, “Terminaciones de análisis”, me ha llevado a orientar las preguntas hacia el modo de vida actual. Esta “vida de consumo” donde el tiempo “puntillista” del instante único marca la prisa del sujeto consumido(r) contemporáneo, empujándolo hacia lo nuevo, lo inmediato y de ser posible a “low cost” en busca de una garantía del goce pleno.

Las TCC ofrecen “curaciones” rápidas donde el “fin del tratamiento” se pacta al inicio, del mismo modo que la psiquiatría -o mejor dicho los laboratorios- ofrecen algo más rápido y con menos implicación subjetiva: el fármaco. Bajo estas dos modalidades muchos tratamiento llegan a su fin, podríamos decir que “terminan su terapia”, pero luego de algún tiempo la cosa no funciona y buscan un analista.

Debemos interrogar los obstáculos con los que nos encontramos para que la posición del psicoanalista lacaniano mantenga su lugar “éxtimo” en esta sociedad consumista.

En “Análisis terminable o interminable” texto que aparece en 1937 -aún en la “crisis norteamericana”- Freud analiza la cuestión del tiempo del análisis, su duración y lo ineficaz de acortar las curas. Esto último lo argumenta de manera clara con el intento de Otto Rank de quien dice que es hijo de la época (…) destinado a acompasar el tempo de la terapia analítica a la prisa de la vida norteamericana. Teniendo en cuenta la situación social actual, donde la inversión de tiempo es considerada como una pérdida imposible de recuperar y la “…lentitud es sinónimo de muerte social”, mi pregunta es: ¿Cómo evitar convertirnos en hijos de esta época en el sentido en que Freud lo desarrolla en el texto?

El argumento preliminar a las tres preguntas pone de manifiesto que para abordar el tema de la Conversación Clínica, “Terminaciones de análisis”, se necesita acotar la amplitud del tema y acordar ciertos términos de la doctrina y de la clínica psicoanalítica que permitan orientarse en una distinción operatoria entre las “terminaciones” y el final del análisis.

Nada más oportuno para abordar la cuestión que tomar como referencia el texto freudiano de “Análisis terminable e interminable”(1937) (1) de la primera pregunta. Junto con “Construcciones en análisis” (1937) constituyen los últimos artículos escritos en vida por Freud donde se demuestra la preocupación constante que a lo largo de su vida por poner a prueba la distancia entre la curación, la terminación, el final e incluso el término acuñado de “conclusión” de la experiencia analítica. Abonado, sin dudas, de múltiples ejemplos clínicos que testimonian del progreso de la doctrina freudiana.

El tema que nos ocupa, desde luego siempre es de la máxima actualidad para el analista. En este artículo, en efecto, Freud retoma una de las cuestiones que desde los inicios de la experiencia preocuparon su quehacer como analista: la abreviación del tiempo de “la terapia psicoanalítica”.

Si “Análisis terminable (…)” comienza en sus primeros párrafos con la mención a Otto Rank, ya en el capítulo II, Freud desplaza los términos de la cuestión: “Las elucidaciones sobre el problema técnico del modo en que se podría apresurar el lento decurso de un análisis nos llevan a otra cuestión de más profundo interés, a saber: si existe un término natural para cada análisis, si en general es posible llevar un análisis a un término tal”. (2)

Para abordar la cuestión, Freud propone que primero hay que ponerse de acuerdo sobre lo que se menta con el multívoco giro de “final o término” de un análisis porque, según Freud, si en la práctica es fácil decirlo, se requiere acompañarlo de una reflexión epistémica.

Freud considera en un primer momento que el análisis ha terminado cuando analista y paciente ya no se encuentran en la sesión de trabajo analítico (3). Y esto ocurre cuando están cumplidas dos condiciones: 1) que el paciente ya no padezca a causa de sus síntomas, haya superado sus angustias o sus inhibiciones, y 2) que el analista juzgue haber hecho consciente tanto de lo reprimido (...) que ya no quepa temer que se repitan les procesos patológicos en cuestión (4).

Como se puede apreciar en esta primera respuesta, Freud pone todo el acento en la pareja analizante-analista, pareja en la cual es el analista como didacta quien juzga que el análisis ha llegado a su fin. Se trata, en efecto, de una concepción de la terminación del análisis que está estrictamente sustentada por la vertiente terapéutica del análisis.

Sin embargo, seguidamente, Freud nos advierte de que existe otro significado del “término” de un análisis que es mucho más ambicioso: “En nombre de él se inquiere si se ha promovido el influjo sobre el paciente hasta el punto que la continuación del análisis no prometería ninguna ulterior alteración. Vale decir, la pregunta es si mediante el análisis se podría alcanzar un nivel de normalidad psíquica absoluta, al cual pudiera atribuirse además la capacidad para mantenerse estable” (5).

Freud remite esta reflexión no a la teoría sino a la experiencia. ¿Y qué dice la experiencia sobre ello?: “Que uno tiene la impresión de que no habría derecho a sorprenderse si, al cabo, resultara que el distingo entre el no analizado y la ulterior conducta del analizado no es tan radical como lo ambicionamos, esperamos y afirmamos. Casi siempre existen fenómenos residuales; el dadivoso mecenas puede sorprendernos con un rasgo aislado de mezquindad, el hiperbueno se deja llevar de pronto a una acción hostil, he ahí los fenómenos residuales”(6).

Es interesante subrayar que esta concepción sobre la “terminación de un análisis”, surge en la reflexión freudiana a partir de su práctica, práctica que había sido orientada en los últimos años preferentemente a los análisis didácticos, a los analistas en formación. Es decir, a aquellos analizantes que habiendo cumplido con las condiciones requeridas para alcanzar el término de su análisis terapéutico habían elegido practicar ellos mismos el psicoanálisis.

Se trata en efecto, de otra concepción que propone, tener en cuenta los obstáculos técnicos y los fenómenos residuales que subsisten, fenómenos residuales que es posible examinar en una doble perspectiva:

1) lo real irreductible del síntoma en tanto que resto y,
2) lo que eventualmente resta como resultado final del proceso analítico: otro analista. Se trata en ambos casos en cómo hacer con ese resto productivo.

Por tanto, Freud verifica es que es el análisis mismo el que produce el síntoma del psicoanálisis y la solución freudiana es explícita: “Todo analista debería hacerse de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizás cada cinco años, sin avergonzarse por dar ese paso. Ello significaría, que el análisis propio también, y no sólo el análisis terapéutico de sus enfermos, se convertirla de una tarea finita en una interminable” (7)

En el sentido de su orientación Freud constataba que el hecho de practicar el psicoanálisis devolvería al analista al lugar del analizante y que ese es el lugar desde donde se mantendría abierta la pregunta por los fines del Psicoanálisis mismo.

En todo caso, tal vez pueda sorprendernos que en el final del artículo, en el que Freud examina el giro de “final” o “término” de un análisis, acuña el término de conclusión para salir del impasse que produce el concepto: (...) “No obstante, es tiempo de aventar aquí un malentendido. No tengo el propósito de aseverar que el análisis como tal sea un trabajo sin conclusión. Comoquiera que uno se formule esta cuestión en la teoría, la terminación de un análisis, es opino yo, un asunto práctico. (...) Uno no se propondrá como meta limitar todas las particularidades en favor de una normalidad esquemática, ni demandará que los “analizados a fondo” no registren pasiones ni puedan desarrollar conflictos internos de ninguna índole. [...] Difícil es decir si en una cura analítica hemos logrado dominar todos los factores, y cuánto lo hemos logrado. Nos consolamos con la seguridad de haber ofrecido al analizante toda la incitación posible para reexaminar y variar sus resultados” (8).

2) En los Escritos 1, en “Introducción al comentario de Jean Hyppolite”, aparece en la página 358 de la edición en español la siguiente nota al pie:

“Puede reconocerse aquí la fórmula por medio de lo cual introducíamos en los comienzos de nuestra enseñanza aquello de que se trata aquí. El sujeto, decíamos, empieza su análisis hablando de sí mismo sin hablarle a Ud. o hablándole a Ud. sin hablar de él. Cuando pueda hablarle a Ud. de sí mismo, el análisis estará terminado”.

¿Podría Ud. aclarar esta afirmación respecto de la terminación del análisis? ¿Qué estatuto toma este modo de pensar el fin de análisis en relación a otros momentos de la enseñanza de Lacan como son la del semblante y posteriormente la del sympthome?

3) En su seminario “Extimidad”, recientemente publicado J.-A.M nos dice:
(…) al final del análisis se trata más bien de la caída del SSS o, más exactamente, de su desvanecimiento (…) esto desnuda el objeto a. Se aísla como éxtimo del significante, y la cuestión es saber lo que se hace con él.

En nuestra contemporaneidad, el objeto de consumo debe disfrutarse en el presente para luego ser rápidamente desechado. “El tiempo puntillista contiene una doble promesa: la de adelantarse al futuro y despojar de poder al pasado (…) todo augura una libertad completa, ilimitada, casi absoluta”.

¿Cómo articular esta tensión entre el imperativo de goce social de gozar y desechar los objetos de consumo y el “saber hacer” con el objeto a que propone JAM al final de un análisis?

Con relación a la 2ª y 3ª Pregunta y teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto sobre la oportuna referencia a Freud en “Análisis terminable e interminable” (1937) creo que es aplicable a las referencias de Lacan y de Jacques-Alain Miller. El psicoanálisis lacaniano está animado por un movimiento que hace parte de la enseñanza misma de Lacan y de la elucidación de la orientación lacaniana de Jacques-Alain Miller.

La periodización de la enseñanza de Lacan y de los cursos de J.-A. Miller, nos permiten deducir el progreso de la doctrina sobre las “terminaciones de análisis” que hay que poder ubicar con relación al final del análisis como tal en cada momento de esa enseñanza. No creo que sea la buena orientación eximirnos de los obstáculos epistémicos y clínicos que implican actualizar en cada momento esas referencias. [Remito a “Intro”. A la XI Conversación clínica del ICF. Edición digital. Felix Rueda].

La doctrina sobre el Pase formalizada por Lacan permite abordar las estructuras formales de la experiencia analítica como homólogas de la experiencia del Pase. En la clínica analítica, “nuestros puntos de empalme son conocidos: el inicio y el final del análisis, que como en el ajedrez, son los más ejemplares por su estructura”.

Esta simetría formal fue la novedad de la clínica lacaniana y por lo tanto, de la lógica de la cura. Si algo nos enseña Freud, en “Análisis terminable e interminable” (1937) es que la partida analítica se juega en el tablero de la transferencia y que es justamente en el final de la experiencia donde se presentan los mayores obstáculos.

Por su parte, Jacques-Alain Miller, en “El desencadenamiento de la salida de análisis”, propone distinguir entre el final del análisis y las salidas de análisis (9).
Creo que es en ese contexto desde donde debemos abordar las variaciones clínicas de cómo se terminan hoy los análisis y de distinguirlas del final del análisis como tal.

Notas:
1. Freud, S.: Análisis terminable e interminable (1937), en Obras completas, T. XXIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980, p. 211.
2. Freud, S.: op. cit. p. 222.
3. Freud, S.: ibídem, p. 222.
4. Freud, S.: ibídem, p. 222.
5. Freud, S.: ibídem, p. 222/223.
6. Freud, S.: op. Cit. p. 231.
7. Freud, S.: op. Cit. p. 251.
8. Freud, S.: op. Cit. p. 253.
9. Miller, J.-A,: “Sobre el desencadenamiento de la salida de análisis”. Uno por Uno Nº 35, Barcelona, 1993.

Preguntas realizadas por: Juan Pablo Zito-Carro

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Tres preguntas a José Manuel Alvarez

1) En el curso de un análisis se produce un momento que abre la posibilidad de ser designado por el analista como pasador. ¿Cuál es la particularidad de ese momento? ¿Puede alguien que no ha concluido su análisis hacer una buena transmisión de un análisis llevado hasta su final?

La referencia que puedo aportar está en la línea de lo que meses atrás escribí en un texto titulado “Una contribución” en el que sin explicitarlo claramente, hacía referencia a ese punto.

En efecto, creo que ese momento estuvo marcado por una serie de episodios a partir de los cuales el analista sufrió un desplazamiento del lugar de sujeto-supuesto-saber, para pasar a ser cuasi exclusivamente un objeto-causa-del-decir, de manera muy destacada. No es que antes no lo fuese, pero el revestimento transferencial en términos de suposición de saber, “disimulaba” ese objeto-causa, estructural al propio dispositivo analítico. Incluso lo esencial, me atrevería a decir, era su sola presencia, la presencia del analista: su-cuerpo.

Una vez pasado ese momento, que se extendió en el tiempo, la nominación vino justo en el punto en el que para mí ya no se trataba de leer y descifrar lo que en mi historia estaba escrito, sino de lo que aún estaba por escribir. Es decir, se “pasa”, -sin que esa dimensión sea abandonada completamente, ya que es también una dimensión estructural-, de descifrar la lengua en la que uno está escrito, incluso el escrito que uno es, para entrar en una zona donde de lo que se trata es de lo que queda por escribir, del escrito que uno nunca fue. Es un movimiento muy desconcertante, cuya topología en términos temporales produce el extraño efecto de que, a fuerza de descifrar “el pasado”, por ejemplo en términos de recuerdos, se acaba topando con un vacío a partir del cual no se hace otra cosa que recordar en términos de futuro. El futuro como el representante del lugar vacío, profundamente vacío, al que acaba reducido lo inconsciente.

Poder alcanzar este punto me parece particularmente importante a la hora de la designación de pasador, ya que dispone al sujeto en una posición tal que posibilita acoger, de muy distinta manera el relato de otro sujeto (pasante) cuyo testimonio descansa en la elaboración de eso que no estaba escrito y que logró, a su manera, escribir; produciendo, si se ha dado el caso, un resto que ya no es escritura, sino deseo; ¿deseo del analista? Eso es lo que tendrá que dilucidar el Cartel del Pase.

Quizás esto explique mi propio asombro sobre lo que señalé en el texto citado más arriba, en referencia a la escritura de dichos testimonios para ser luego trasmitidos al Cartel del Pase, y la sensación de que más que escribirlos parecían escribirse solos; aunque, naturalmente, a eso ayudase la más o menos ordenación previa que el propio pasante ya le hubiese dado a su relato.

En definitiva, un momento particular en el que se atraviesa una zona en donde se aísla y produce un vacío -producto de un recorrido-, que posibilita al pasador flexarse de manera inédita en función de un relato y de las resonancias que inducen los testimonios de los pasantes. Es esto lo que puede “pasar” por medio del pasador al Cartel del Pase.

Por tanto, y respondiendo al segundo apartado de la pregunta, la posibilidad de transmitir un final por alguien que aún no lo ha alcanzado responde a la lógica de preservar ese vacío puesto además en función a lo largo de todo el dispositivo del pase: el pasante que se presenta para testimoniar qué ha hecho con el “suyo”; el pasador que lo ha aislado pero que aún no lo ha escriturado, (incluso dado un “fin”); el Cartel del Pase donde reina la descompletud, (por estructura lógica y “numérica” 4 + 1, por la existencia del “extimo”, por la composición de cada uno de sus miembros, AE, Pasadores, Analistas Miembros...), y eso porque Lacan siempre tenía la sana manía de inventar dispositivos cuyo funcionamiento fuese solidario y encarnasen sus elaboraciones “doctrinales”; de ahí el constante decalage en todas y cada una de las instancias que componen la Escuela. (Ver “Acto de Fundación” de 1967 y “Proposición del 9 de octubre...”)

2) Los análisis no han terminado siempre igual, se habla del final por el atravesamiento del fantasma, de la identificación al síntoma y en los últimos tiempos del sinthome. ¿Puede un analista conducir a un analizante hasta su final por el sinthome si su propio análisis no llegó hasta ahí en su momento?

“Atravesamiento del fantasma, identificación al síntoma, sinthome”, son salidas que corresponden a momentos de elaboración teórica que a su vez responden a otros tantos momentos que se pueden aislar en la enseñanza de Lacan.

Aquí no se me ocurre otra cosa que el comentario de Lacan al proceder freudiano, cuando señalaba la crítica que se le hacía a Freud por no estar suficientemente analizado, y que a causa de eso sus analizantes no irían más allá del complejo de castración...; a lo que Lacan respondía que “Sí, pero al menos los llevaba hasta allí”. Y en efecto, todo el peso reside en ese “sí, pero al menos...”; ya que en el propio texto de Freud, “Análisis terminable e interminable”, hace mención a este punto y señala de forma muy clara que, una vez llegado ahí: “Sólo podemos consolarnos con la certidumbre de que hemos dado a la persona analizada todos los alientos necesarios para reexaminar y modificar su actitud hacia él”, es decir, que “al menos” ha acompañado al sujeto hasta la posibilidad de una elección, o sea, de su deseo.

De si un sujeto concluya su análisis y el “cómo” no creo que dependa exclusivamente -y aún siendo importante-, del “cómo” (atravesamiento del fantasma, identificación al síntoma, sinthome...), lo concluyó su analista, sino de si el analista fundamentalmente puede soportar, e incluso si él mismo es el soporte de una relación a lo inconsciente, -orientada por lo real-, marcado por la invención, por lo no standard, por la contingencia; porque en el fondo quizás se trata de verificar uno por uno, cómo cada analizante encontró una “solución” frente a su singularidad. Este punto, radical, lo pude entender en su momento mediante la lectura de ese apasionante libro de Stephen W. Hawking, “Historia del Tiempo”, en el cual hay un capítulo donde, a mi entender, todo el texto efectúa una torsión para derrumbarse sobre sí mismo.

En efecto, Hawking plantea que “En una singularidad, -un punto en el espacio-tiempo en el cual la curvatura del espacio-tiempo se hace infinita-, como las matemáticas no pueden manejar realmente número infinitos, esto significa que la teoría de la relatividad general predice que hay un punto en el universo en donde la teoría en sí, colapsa. (...) y todas las demás leyes físicas fallarían: no se podría predecir qué saldría de una singularidad”.

Si uno se toma en serio tal propuesta, y conviene tomársela en serio, resulta que Hawking propone una extraordinaria homología entre la propia teoría y el universo que pretende explicar, albergando en sí misma un resto -real-, imposible de “simbolizar”, que curiosamente está representado por una “singularidad” frente a la cual esa misma teoría -y todos sus cálculos-, colapsa junto con el universo que pretendía explicar. (Y de la cual, no lo olvidemos, forma parte de manera extima, esa misma singularidad...).

Tomando este punto de referencia, el pasante vendría en su singularidad a efectuar una operación semejante: ofrecer un testimonio sobre un deseo inédito tal que la teoría psicoanalítica colapsaría sobre sí misma, al no poder anticiparlo ni predecirlo, sino es uno por uno...

Parafraseando a Hawking, podríamos decir, como analistas, que “no se podría predecir qué saldría de una singularidad de un pasante”, y hasta podríamos decir que el Cartel del Pase no acabaría sino por ser un lugar donde se verifica o no, el colapso del psicoanálisis. De lo contrario, todas las elaboraciones del Cartel del Pase hubiesen girado desde siempre y sin variación sobre un mismo punto a verificar, ya contenido y anticipado por la propia teoría y el propio procedimiento donde se verificaría esa misma teoría: o sea, un pase muerto, en tanto reinaría en él el automaton de la repetición, y no la tyché de lo imprevisto, la sorpresa, lo no calculado, el entredicho, incluso el error y la equivocación...

Estar preparados para eso, es el único modo de que de ahí puede surgir un saber que, sin obturar esa singularidad, haga avanzar la teoría analítica. En último término es emplear siempre, y en todo momento, la máxima lacaniana de que lo único que hay que saber es ignorar lo que se sabe, en referencia a esa otra máxima freudiana, en la que ante un nuevo caso, olvidar lo que se sabe y abordarlo como si fuese el primero.

3) De la conclusión de un análisis de un analista practicante y miembro de la Escuela se espera que su deseo le lleve al pase. ¿También podría esperarse esto de un analizante que no practica el psicoanálisis? ¿Tiene esto alguna relación con la duración del análisis?

Supongo que la pregunta apunta a la figura de los no-analistas, tan esencial y necesaria a la Escuela y que forma parte, entre otras cosas, de ese decalage al que antes hice mención.

Siendo así, diré que un analizante por definición practica el psicoanálisis, el suyo. Precisamente por eso, por estar en el vórtice de tal experiencia nada impediría que ulteriormente pudiese realizar una demanda de pase a la Escuela. De hecho es lo que se ha señalado en diversos informes, aludiendo a la figura del no-analista como una figura inestable, en tanto es frecuente que su deseo acabe llevándolo a la práctica del psicoanálisis. En ese punto, un ulterior pedido de pase, tal y como se como formula en la pregunta, es algo totalmente posible.

Y hasta donde yo sé, el factor “duración” de un análisis incide, pero más como tiempo lógico, “tiempo de comprender”, que como duración en términos cronológicos, aunque, seguramente sea necesario el despliegue temporal en términos cronológicos para que tenga cabida un “tiempo de comprender” que se precipite en el instante inmedible del “momento de concluir”.

Sin embargo, sabemos que hay tiempos de comprender extraordinariamente largos; tal es el caso de colegas que después de mucho tiempo de haber dado por concluido su análisis, realizan una demanda de pase. Lo que también señala, una vez más, un cierto decalage entre pase y fin de análisis que siempre debemos tener en cuenta. Más que nada para no pensar las cosas en términos de ideal, de un ideal al que la historia del psicoanálisis en general, y de la del dispositivo del pase en particular, se ha mostrado particular y extraordinariamente alérgico.

Preguntas realizadas por: Dolores García de la Torre

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Tres preguntas a Hebe Tizio

1) ¿Cuál es para usted el punto que pone fin a un análisis?

Reformularía la pregunta porque no se trata de un punto. El título de la Conversación es Terminaciones de análisis y señala un plural. Para comenzar quiero recordar el texto de Miller donde habla de la coyuntura del desencadenamiento de la salida del análisis y sus declinaciones. El campo freudiano elabora permanentemente el tema gracias a las aportaciones de los AE y de los distintos analistas. En el Seminario Hispano Parlante de Caracas 1992 Miller, en un texto “Entre semblante y real”, presentado para preparar el Encuentro de 1994, abría la cuestión. Señalaba que existen salidas del análisis pero que había que diferenciar la interrupción del fin y específicamente de qué se trataba en un final de análisis. El análisis se puede interrumpir porque se ha producido una salida terapéutica o por distintas razones contingentes, pero también puede llevarse hasta “su fin auténtico, hasta su término lógico”, la conclusión del recorrido analítico. Se trata así de ir más allá de lo terapéutico.

Desde ese momento hasta la actualidad el dispositivo del pase es una aportación permanente sobre el tema. Así se ha podido elaborar el pasaje del final definido por el atravesamiento del fantasma al final donde se pone de manifiesto otra forma de tratamiento del síntoma que permite obtener satisfacción.

2) En el último Congreso de la AMP, J.-A. Miller decía que el modo de goce de un sujeto es “constante e invariable”. ¿Qué sería entonces lo que cambia después de un análisis?

Efectivamente el modo de goce no cambia porque es constante e invariable, sin embargo el recorrido analítico permite que algo cambie… ¿Qué? Si no cambia el modo de goce cambia la forma de tratarlo, por eso el final no es del lado del desciframiento sino del funcionamiento, de una pragmática del sinthome. Se puede asistir así al pasaje del síntoma como malestar al síntoma como algo que permite obtener una satisfacción. Por eso Lacan habla del savoir y faire avec al final del análisis, se trata de otra forma de hacer con el síntoma que permite extraer una satisfacción en lugar de sufrimiento. Pero hay que aclarar que esto no se logra de una vez para siempre sino que hay que practicarlo porque el goce tiende al estancamiento, a la inercia.

3) Sinthome – Semblante – Final de análisis: ¿De qué manera puede articular estas tres cuestiones?

En el análisis se avanza haciendo giros y se construye el borde de la verdad mentirosa, los espejismos de la misma encuentran su límite en el inconsciente real. En el pase se podrá ver a través del relato del pasante cómo se han construido las ficciones, a qué le ha dado valor de verdad, de qué manera trata lo real. Es verdad que al final no se cuentan más hystorias sobre el goce porque se trata del inconsciente real. Hablamos de final conclusivo cuando lo obtenido no es ya susceptible de ninguna transformación. Pero una vez obtenido es necesario mantenerlo habilitado. Esto es así porque siempre hay embrollos, tropiezos, satisfacciones, que ponen en evidencia distintas aproximaciones del semblante y lo real.

El psicoanálisis ofrece un dispositivo donde algo podría ser alcanzado por la vía del semblante en la medida que se suponga que “eso” tiene un sentido. El psicoanálisis sería así del orden del semblante porque trata lo real por esa vía. Pero el goce no se puede abordar con cualquier semblante y eso es lo que enseñan los discursos. Descubrir en el análisis que la verdad tiene estructura de ficción permite extraer consecuencias y establecer la distancia entre verdad y real. Eso permite, finalmente, ser incauto de lo real y servirse de los semblantes que convengan en cada momento sabiendo que es la única vía de tratamiento posible de lo real.

Preguntas realizadas por: Celeste Stecco

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Tres preguntas a Clara Bardón

1) En cuanto a la cuestión del fin de analisis es algo que me suscita mucha curiosidad a la par que muchos interrogantes, entre ellos es sabido que cuando se llega al fin de analisis, uno es consciente de ello, también el analista, pero el síntoma no desaparece, aunque se sabe como hacer con él, ¿esto es definitivo?, ¿solo hay un fin de análisis?, ¿el análisis concluye con la construcción del fantasma?, o ¿primero es la construcción del fantasma y posteriormente superarlo?, ¿cómo se sabe que ese es el fantasma y esta bien construido?, ¿no se vuelve al diván?

Son muchas preguntas planteadas, así que voy a tratar de ordenar y simplificar en lo posible. Para llegar a construir el fantasma fundamental, la depuración en una frase que da cuenta de la escena de goce fijada que vela lo real del sujeto, es preciso todo un recorrido a través de las diferentes modalidades de presentación del fantasma que implica el recorrido significante a lo largo de la cura, y las modificaciones subjetivas que se producen con ocasión del surgimiento de lo real. El final implica el reconocimiento subjetivo de que no hay un más allá de la elaboración significante y el inconsciente cesa en la producción de saber en relación al objeto, ya sin velo. Se presentifica el límite de lo representable y de lo que se puede nombrar. Tal como lo entiendo, el final del análisis conlleva consentir a ese imposible, pero también una liberación del goce fijado en el objeto a causa de su deseo. Es el surgimiento del ser de goce como resto lo que implica una transformación del goce. Pienso que en ningún caso está excluido volver al diván tras lo que se ha considerado el final del análisis y muchos testimonios así lo transmiten.

2) En cuanto a las interrupciones analíticas, en la interrupción ¿siempre está la resistencia?, cuando se retoma un análisis ¿todo lo anteriormente recorrido sigue ahí?, porque el inconsciente es atemporal, cuando uno interrumpe el analisis ¿qué ocurre con el inconsciente?, ¿es porque el inconsciente no quiere acercarse a saber más?

El concepto de resistencia es problemático si se plantea en relación al analizante que no querría saber más. En tales casos habría que preguntarse si el sujeto había entrado en análisis, cuál era su demanda al consultar a un analista, etc. La experiencia analítica requiere unas condiciones de entrada, el establecimiento de la transferencia en relación al sujeto supuesto al saber, la puesta en forma del síntoma a partir de sucesivas rectificaciones subjetivas. Es decir, que es una experiencia conducida por un analista que maniobra, interpreta, puntúa, corta. Es aquí donde hay que poner el acento de la resistencia. Un error de cálculo puede producir una interrupción que sea un acting out. También es cierto que en un momento dado puede haber una transferencia negativa que constituya un obstáculo a la prosecución de la cura, una caída de la transferencia que se dirige posteriormente a otro analista, etc.

Pienso que si el recorrido analítico ha sido efectivo en el sentido antes mencionado, eso no se pierde cuando se retoma la experiencia.

3) En cuanto a la cuestión del pase también me suscita preguntas, no me queda claro por qué es tan importante para la Escuela y, si todos los analistas en ejercicio tienen que haber pedido el pase para ejercer, ¿el pase cualifica profesionalmente?, ¿nada mas acabar el fin de análisis se puede pedir el pase?

El pase es un dispositivo de verificación de la experiencia del final del análisis y de transmisión de la misma a la Escuela y se articula con el deseo del sujeto, no con una condición para practicar el psicoanálisis. También lo entiendo como un deseo de saber qué fue esa experiencia tan singular para el sujeto, a partir de la construcción del “caso” para dar cuenta de la lógica de la cura y transmitirlo a un jurado. Es deseo también de realizar una enseñanza para la Escuela en tanto es algo que se espera del AE a partir de su testimonio y posterior nominación si es el caso. Es una manera de hacer con el resto y la transferencia que ya no se dirige al analista sino a la Escuela

Preguntas realizadas por: Ana de Manuel de los Bueis