Generación festival. Maricel Chavarría. (Barcelona)

Cursaron la carrera que querían sus padres: iban a ser físicos, ingenieros, informáticos..., y decidieron, por el camino, aplicar sus conocimientos técnicos a inquietudes más creativas. De la explosiva mezcla de saberes surgieron músicos, dj, videoartistas, comisarios de arte..., toda una generación cuyo segundo hogar se encuentra en los festivales de arte multimedia y música electrónica, espacios donde muestran y recogen ideas. Multiformados mileuristas o montados en el dólar, su trabajo les lleva por ciudades de medio mundo, mientras sus padres aún intentan comprender a qué se dedican: “¿Y así dices que eso que mostráis es arte, hija?”.

“En una sociedad inmersa en una revolución tecnológica, los estándares de ascenso social ya no están ligados a prácticas ritualizadas como cursar Medicina o Derecho. Ya no sorprende que alguien venga y te diga que ha inventado un programa informático que tiene éxito rápido. Lo que de hecho es ahora sorprendente es que alguien se gane la vida siendo médico”, apunta el psicoanalista José Ramón Ubieto.

Esta generación de privilegiados que han logrado el sueño de sus padres –que lo crematístico y lo creativo sea indisociable– viven, en ocasiones, una doble satisfacción: la sublimación y la acumulación de riqueza. “En el fondo –indica Ubieto– son las dos cosas: creativos y gente que quiere ganar dinero”.

Las herramientas tecnológicas les alejan sin remedio de sus mayores, que analizan, no sin preocupación, sus nuevas formas de expresarse: sin narración, a partir de fragmentos..., pedazos de imágenes, de sonidos... “El cuerpo no aparece como unidad de satisfacción, pues obtiene la satisfacción a través de objetos como la mirada y la voz –explica Ubieto–. Lo que muestran esos vj (video-jockeys), por ejemplo, es el carácter fragmentario del ser humano. Así, uno no se satisface con el otro, sino con el objeto colocado en el otro”.

Y luego está la ausencia de narración que preside gran parte de este magma creativo festivalero. “En la adolescencia se observa esa ausencia, la satisfacción del joven no pasa por una solución acabada”, razona Ubieto. Ese modelo de satisfacción más desnudo es lo que inquieta a la generación adulta. “Los ecologistas comprometidos políticamente nos tranquilizan más”, añade.

¿Es verdaderamente el uso de la tecnología una barrera insalvable entre generaciones? “No se trata tanto de su uso como de su incorporación al cuerpo y la mente, lo que Bourdieu denomina embodiment –dice el antropólogo de la Universitat de Lleida, Carles Feixa, especializado en culturas juveniles–. Son la primera generación que ha crecido bañada en bits, nativos de la cultura digital, no migrantes como nosotros. Y eso coincide con una nueva forma de entender el trabajo: ya no es una profesión para siempre sino un reciclaje permanente; hacen de la necesidad virtud”.

Con todo, acaso sea esta una generación bisagra para un nuevo entendimiento de las ciencias y las letras... Feixa advierte, sobre este particular, que de un periodo de hiperespecializaciones se pasa a nuevas síntesis (un humanismo renacentista). “El problema es que eso no se refleja en la formación: la división entre ciencias y letras se mantiene y se refuerza, cuando es absurda”.