Familias del Siglo XXI (II). La nueva pareja: el sujeto y sus objetos. Por José Ramón Ubieto (Barcelona).

Las transformaciones familiares actuales podrían resumirse en una fórmula que nos indicase que allí donde antes estaban los ideales como lo que ordenaba el mundo, ahora aparecen los objetos de consumo como los amos del sujeto y de la época.
Hoy no son ya los ideales (religiosos, políticos, sociales) los que organizan nuestro mundo, sino los objetos los que están en el fundamento del lazo social contemporáneo.

Como señala M.Castells (Comunicación móvil y sociedad,Madrid: Ariel, 2007): “La base del mercado de masas del móvil ha sido la familia. Hemos evolucionado a una familia de individuos bastante autónomos, con sus propios proyectos, agendas...En Europa el 58% de los niños de 10 a 14 años tienen su propio móvil y en España más de un 50%. El niño va por su cuenta pero siempre está conectado a los padres”.

El punto de partida es el mismo: no hay la armonía posible del sujeto, ni en la relación entre sexos ni entre semejantes, hay sí, las respuestas particulares de cada uno que suponen modos de satisfacción y de relación con el cuerpo y con los objetos. Eso se ordena en diferentes soluciones: la clásica, promovida por lo que Lacan formalizó como el discurso del amo (Seminario XVII. El reverso del psicoanálisis, Barcelona: Paidós), propone un lugar privilegiado para el padre, como significante amo que asegure la justicia distributiva entre los sujetos, figura mítica que garantizaría la felicidad a aquellos que lo aman.

El ejemplo radical lo encontramos en las soluciones fundamentalistas, vía la religión, pero también en otras formulas más light que promocionan efectos de sugestión, como es el caso de muchas psicoterapias. Su éxito no es ajeno al grado creciente de desorientación del sujeto moderno, más necesitado que nunca de un GPS en la conducción de su vida.

El impase de esta solución -hoy esa figura del Nombre del Padre (semblante otrora poderoso) ya no alcanza para regular lo pulsional- lleva, en la solución democrática, a la creación de comunidades de goce que no quieren asimilarse al bien común y hacen de ese rasgo particular (anorexia, homosexualidad, adicción,..) un fundamento imaginario de una neo garantía simbólica, una prótesis que les de consistencia y solidez, en tiempos de la modernidad liquida.

El problema es que esa ilusión de un hedonismo contemporáneo obliga a una búsqueda incesante del goce último (puesto que el hallado siempre es menos) que nos aliviaría definitivamente de nuestra angustia como seres hablantes. Por eso cuando hablamos de hedonismo olvidamos que en realidad lo obtenido es siempre una felicidad low cost, que no aguanta los embates de la demanda de amor frustrado o del empuje pulsional del tanatos, al que se refería Freud (El Malestar en la cultura, Obras Completas vol. VIII, Madrid:Biblioteca Nueva).

Las nuevas subjetividades ya no se definen, entonces, a través de una identidad sino de una práctica, una nueva nominación que ya no proviene del Otro sino del sujeto mismo. Una especie de nominalismo a la carta, en el que a falta de un relato sólido nos basta con un zapping identitario, con la idea de que siempre es posible volver a empezar, renacer de nuestros impases en otra relación, otro trabajo u otro estado. Ilusión de que, en definitiva, sería posible evadirnos de nosotros mismos (Zygmunt Bauman, 2006, Els reptes de l’educació en la modernitat líquida, Barcelona: Arcadia). La última “solución” la encontramos en Second Life, mundo virtual, donde cerca ya de 7 millones de personas viven otra vida por medio de su avatar (alter ego).

Es como si la sociedad que vamos construyendo creyese que Todo es posible (Nothing is impossible), que cualquier necesidad o sentimiento de falta que tengamos va a ser satisfecha por el mercado a través de los objetos de consumo, del tipo que sea (maternidad tardía, fármacos anestésicos contra toda dolencia o inhibición: viagra, prozac, seroxat, lintrinsa..).

Por eso en una época de cambios rápidos y de perdida de los modelos anteriores, cada uno –como decíamos- debe definir su rol, el papel que ha de desempeñar, como esposo/a , padres, trabajador, ciudadano,..De allí que encontremos una variedad de formas de ejercer la paternidad y especialmente entre los hombres que son los más afectados por estos cambios ya que eran ellos los que “mas seguro tenían el puesto” antes.

De allí el recurso creciente a las formulas de la autoayuda (libros y medias), a la judicialización de la vida familiar o a los programas implementados desde la administración que tratan de dar soporte a esa función: “Salud y Escuela”, centros de consulta y orientación familiar, escuelas de padres..

*Extracto del artículo publicado en “La revista del COPC” num 201 (Julio-Agosto 2007). Barcelona: COPC

José Ramón Ubieto (Barcelona)