Exit through the gift shop. Irene Dominguez Díaz (Barcelona)

Así se titula la ópera prima cinematográfica de Banksy, un graffitero fantasma, un hombre escurridizo, anónimo, un hipermoderno “llanero solitario”. Pero, ¿qué es? ¿Un documental? ¿Una ficción? ¿Un drama? Difícil decirlo. Sin embargo me entusiasmó, no hay duda alguna de su valor artístico.

Un extravagante personaje, Thierry Guetta francés radicado en EEUU, hombre excesivo, exagerado e imparable, un día le cae una cámara entre las manos y decide grabarlo todo. Nos explica su porque: si el momento que marca su existencia -la muerte de su madre- está borrado para siempre, su tarea titánica estará al servicio de impedir que algo así vuelva a sucederle. En unas vacaciones a Francia entrará en contacto con su primo, Spayce Invader, que se dedica a confeccionar unas placas en forma de marcianitos y a pegarlas en lugares del espacio público de París. Es un artista urbano y su actividad cautiva a Thierry. Éste decide, a partir de ese momento, centrar su misión registradora en filmar los pasos que siguen estos artistas urbanos diciéndoles que prepara un documental sobre su arte callejero. A través del primo irá conociendo, a lo largo de 8 años, a una buena cantidad de estos personajes; cada cual con su estilo. Ellos desarrollan su actividad bajo la condición expresa de la clandestinidad, puesto que “su arte” es considerado una actividad delictiva. Si bien la presencia de la cámara, en un primer momento, siempre les resulta inquietante, muchos acaban sucumbiendo a la seducción de ser grabados y poder de este modo, inmortalizar una acción que además de clandestina es efímera.

Así pasarán los años. Thierry Guetta, sin embargo, tiene un sueño: quiere filmar al más conocido y prestigioso graffitero del mundo, a Banksy. Todos le dicen que es imposible: Banksy no va a dejarse grabar, además no hay manera de contactarlo. Pero un día ocurre el milagro: un hecho azaroso -aunque no tanto- los reúne. Thierry se vuelca en ayudar a Banksy: se vuelve su guía, su acompañante, su cómplice. A Banksy, Thierry le parece un ser extravagante y medio loco, pero buena persona, y acabará también él, convenciéndose sobre la idea del documental.

El falso cineasta almacena en su casa miles de cintas registradas dentro de cajas que se acumulan unas encima de las otras. No sabe ni por dónde empezar. Cuando se siente presionado a hacer el documental que tanto tiempo lleva prometiendo, fracasa estrepitosamente: hace algo esperpéntico.

Y en ese momento, sucede el giro maestro de esta fascinante historia: Banksy decide ser el cineasta y le propone a Thierry Guetta convertirse en artista urbano. Se intercambian los papeles: uno deviene el otro y viceversa. Lo que nadie -ni siquiera el propio Banksy- podía llegar a imaginar, es lo que va a venir después, constituyendo el tesoro central de este documento. Thierry, en su estilo excesivo, extravagante e imparable, copiándose de todos y de todo, se pone a producir frenéticamente y en poco tiempo anuncia una exposición -precedida de una del propio Banksy el año anterior- con su nueva identidad de artista urbano: El Sr. Lavacerebros. Un espacio en ruinas puebla la infinitud de sus extraños y feos objetos. La exposición es un éxito rotundo: en una semana reúne siete mil personas y un millón de dólares.

¿Qué nos ilumina de forma fulminante este “documental”? Lo implacable del funcionamiento del capitalismo en relación a la cultura; el poder fagocito del mercado, la lógica de su modo de operar. Pero no solamente, también nos propone una reflexión sobre el propio estatuto del arte, el artista o la creación en nuestros tiempos. A colación de esta apasionante reflexión me vino a la memoria la fantasía de la que habló Jacques-Alain Miller en Comadatuba, cuando dijo: “El discurso de la sociedad hipermoderna tiene la estructura del discurso del analista”. Me pareció un excelente punto de partida. El objeto ha tocado el cenit y con él ha trastocado profundamente la concepción del arte.

El título: “Salida por la tienda de regalos” -que evoca esas célebres palabras proferidas por Andy Warhol entorno al destino del arte: “Un día todas las grandes tiendas se convertirán en museos y todos los museos en grandes tiendas”, parece ser el destino de supermercado del arte en nuestros días. El documental muestra de alguna manera esa tendencia imparable e impasible de convertir al artista en una mercancía que tapona, que sutura y que es capaz de sepultar su propia creación; puesto que lo que parece estar en venta es el artista más que su obra. Está presente en este aspecto mercantilista de la cultura, ese poder del dinero con un estatuto del valor bastante inquietante; pero también impacta la potencia de la voracidad presente en la sociedad hipermoderna con relación a la cultura.

Banksy escapa de eso. Presta su rostro encapuchado a ser filmado para acabar él creando de nuevo. Su anonimato, su ser de sombra, preservan sus obras. Por eso, plantear el tema del arte a partir de los graffitis urbanos -esos que aparecen en la oscuridad de la noche, sin aviso, en los muros que nadie vigila, en esas pantallas de las urbes donde se mueven los mercados- es una idea muy sugerente. Clandestinidad y evanescencia parecen ser dos condiciones de la sociedad hipermoderna para ver aparecer el efecto sorpresa que siempre ha transportado la potencia de la creación artística. Gérard Wajcman se pregunta sobre el objeto del s.XX y propone que “el siglo XX inventó la destrucción sin ruina”(1). La obra de arte parece estar destinada a desaparecer sin dejar rastro en el mismo momento de su creación, socavando el estatuto mismo de la huella, de la inscripción, de la memoria. Es éste un objeto de largo alcance, puesto que hace trastabillar el estatuto mismo del sujeto.

Lacan nos dice: “la creación es exnihilo”(2), va articulada a su contexto histórico, ése que la obra de arte rasguña, conmueve, revela, sacude. Por eso quizás hoy en día el arte sólo pueda existir en tanto que fracaso, falla o grieta de esta lógica mercantilista. Habitar en el margen se ha vuelto obsoleto, porque ¿al margen de qué límite, de qué línea si no comandan los universales que recortan los lugares? Los artistas salen del museo, la galería; el marco del cuadro se ha movido, puede estar en cualquier parte. Quizás hoy arte sólo pueda serlo aquello que fracasa, que escapa, que es líquido y efímero, pero que en su transcurrir abre un vacío -como aquel que pintó Banksy en medio del muro de la franja de Gaza- que nos mira, nos habla, nos conmueve. Un vacío que nos sigue interpelando como sujetos. Quizás hoy, más que nunca, bordear el vacío sea hacerlo aparecer, reivindicar su lugar en el mundo.

No está asegurado que hoy el arte tenga una posibilidad de existencia, pero quizás esta falsa película sea una respuesta; porque no se trata del género del documental, ni tan sólo del cine: quizás lo que tenemos ante nosotros es un nuevo Banksy.

Notas:

1-. Wajcman, G El objeto del siglo. Amorrortu editores.

2-. Lacan, J, Seminario VII - La ética del psicoanálisis, Ed. Paidós.