Escupa, por favor. Enric Berenguer (Barcelona)

No hace mucho comentábamos que la nueva psiquiatría basada en “marcadores biológicos” no tardaría en empezar a formar parte de nuestra vida cotidiana. Lo anunciaba la autodestrucción programada de la psiquiatría, tal como se la había entendido durante cierto tiempo, mediante la serie acelerada de los DSM (Diagnostical and Statistical Manual of psychiatric disorders). Pero, como suele ocurrir a menudo en nuestro tiempo, cosas que tendemos a situar en un futuro lejano aparecen de repente en las noticias matinales mientras tomamos, aún somnolientos, el primer café.

Visto/oído, distraídamente, en France24, esta mañana: en el tono impostado de excitación que se suele gastar para dar cuenta de los grandes avances científicos, destinados siempre a hacer nuestro mundo, supuestamente, mucho más feliz de lo que ahora mismo es, una voz femenina lee su reportaje informándonos de un nuevo test puesto a punto para detectar en la saliva los niveles de cortisol, relacionados, nos precisa, con el “estrés y la depresión”. De este modo se podría conocer objetivamente el estado de alguien de un modo simple, objetivo (no recuerdo si dijo caro o barato, quizás no dijera nada al respecto), sin tener que preguntar al interesado y antes de que éste lo sepa por sí mismo. Sabremos, pues, si está muy estresado, si está deprimido... y otras cosas aún más inquietantes.

Esta prueba, aplicación práctica de investigaciones iniciadas hace más de diez años, ha sido llevada a cabo con adolescentes en medio escolar. Y tiene mucho sentido que así sea, porque lo esencial, la motivación última de este tipo de investigaciones, tiene que ver con la relación supuesta entre niveles de cortisol y “conducta antisocial”. De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Chicago y encabezado por Keith McBurnett, psicólogo infantil, los niños que presentan conductas agresivas y antisociales tienen niveles más bajos de esa hormona producida en momentos de tensión y nerviosismo http://www.wpic.pitt.edu/research/famhist/pdf_articles/elsevier/bf17.pdf.

No hace mucho se nos informaba de que, según investigadores de la universidad de Sevilla, “un simple análisis de sangre ofrece datos fiables y objetivos de un posible maltrato” en mujeres, puesto que “los niveles de oxitocina y cortisol se alteran ante situaciones de intenso estrés prolongado, como el producido por la violencia de género” http://www.slideshare.net/SaludyMedicinas/anlisis-de-sangre-que-identifica-violencia-contra-la-mujer. Una vez más, lo destacable es que se trata de un supuesto test objetivo que permitiría obviar la disposición de la supuesta víctima a confesar el maltrato que estaría sufriendo a manos de su pareja.

Más allá de las sutilezas que sesudos investigadores pretendan introducir en el debate, de lo que se trata es de la pretensión de contar con pruebas diagnósticas y predictivas que, sin duda, reorganizarán las categorías clínico-administrativas mediante las cuales las burocracias avanzadas pretenden controlar a sus sujetos. Otra vuelta de tuerca en la biopolítica, término propuesto por Michel Foucault que, como planteaba Eric Laurent en 2012, tiende a equivaler hoy día a lo que llamamos política: “El Estado se centra en los detalles de la vida de una manera inédita. La manera es controlar la disciplina del cuerpo. La medicina define el curso de las cosas de acuerdo con el trastorno que padece el sujeto según el diseño de las clasificaciones imperantes. Pero eso era antes. Ahora podría decirse que la biopolítica es la política” http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-8480-2012-12-23.html.

Lo que hay en el horizonte es una utopía cientificista que, de momento tímidamente, pero acelerando ya el paso, acaricia la idea de ofrecerse como solución a males tan endémicos como la agresividad y la violencia en el hombre. Todo ello en una perspectiva de control social que sustituye progresivamente al “welfare state”, eso que ahora se desmonta con prisa en los pocos lugares donde débilmente llegó a existir.

No son pocos quienes sueñan con un día en que sucesos aterradores como los de Columbine, en EE.UU, u otros más recientes, en los que la violencia ha visitado las aulas de los colegios y los institutos, se podrán evitar mediante una simple instrucción: “Escupa, por favor” –muy lejos de aquel “prohibido escupir” que antaño nos sermoneaba en no pocos lugares públicos de España.

Se pretende así cerrar el debate, fundamental, sobre el malestar en la cultura y lo que Freud llamó la pulsión de muerte.