Escuchar la diversidad*. Isabel Alonso Martín (Vigo)

Escucho a sujetos que viven en las llamadas casas de familia o casas de acogida (modalidad de institución pequeña, en la que viven 6 ó 7 sujetos que han sido separados de sus familias de origen por estar en situación de desamparo, abandono o haber sufrido la violencia del Otro, acompañados de sus educadores). Son sujetos acogidos y tutelados por la administración de la comunidad autónoma en la que trabajo.

Mi trabajo lo realizo encontrándome con estos sujetos y con sus educadores en mi consulta, y con los equipos técnicos de la Administración en sus despachos:

1) Los niños o adolescentes son traídos a la consulta por sus educadores a causa de sus dificultades en sus lazos, por su sufrimiento, por su malestar, por su desorientación, es decir, por aquellos síntomas que son discordantes para el Otro, ya sean sus educadores, los servicios sociales o la escuela. En ocasiones algunos sujetos han pedido ser atendidos por decisión propia.

La posibilidad de encontrarse con un analista les abre una puerta a ser escuchados en su particularidad, y yo les invito a que se hagan portavoces de sus palabras.

El paso previo al inicio de la experiencia es el consentimiento subjetivo del niño o del adolescente, más allá de la demanda de las instituciones. Este consentimiento a la experiencia apunta a que el sujeto se vea implicado en aquellas cosas de las que él o los otros se quejan, a que se pueda separar del síndrome de la institución (el Otro es responsable de mis males, el estado debe reparar mis heridas...) y ofrecerles un dispositivo donde puedan tener un lugar propio a partir del cual se puedan responsabilizar de sus síntomas.

Promover que estos sujetos tomen la palabra implica que sean tomados en su particularidad, que se sientan autorizados para tratar de saber acerca de su malestar, que puedan vislumbrar que sus conductas sintomáticas y repetitivas son una respuesta, un funcionamiento, a lo marcado por lalengua en sus acontecimientos con lo real; que puedan tomar posición en relación a sus dichos y estén dispuestos a hacer una demanda frente a su desorientación, a su sufrimiento.

Es un ejercicio de relanzar la palabra allí donde está el acto. Se trata, en muchos casos, de que el sujeto pueda incluirse en el discurso. Para otros, se trata de buscar puntos de amarre allí donde están desconectados; pero en todos los casos es necesario que la transferencia se ponga en marcha para sostener el SsS y que el amor al inconsciente ocupe su lugar.

Si esto se logra y se les da un tiempo estarán confrontados a la posibilidad de elegir: otra vía para para moverse por la vida, otra manera de hacer más allá de la repetición sintomática, e inventar maneras propias para regular su goce, en muchas ocasiones desbordado, entrever su propio deseo, en fin, inventar un modo de sostenerse localizando apaños propios e incluso poder elegir otro destino

2) Encuentros con los educadores
En esta experiencia también me reúno con los educadores responsables de los niños o adolescentes con una cierta frecuencia, tratando de establecer una “conversación entre varios”.

Estos encuentros son un marco en los que desde mi posición orientada por el psicoanálisis lacaniano no les doy consejos, ni pautas, no uso mi saber. Me coloco más del lado del vacío de saber e invito a la conversación partiendo de las cuestiones que a ellos les interrogan, les angustian, para no cerrarlas con un saber preestablecido, tratando de que se produzca una apertura para que puedan hacerse preguntas acerca de su posición en la institución, acerca de su posición con respecto a cada uno de los sujetos con los que conviven y vayan surgiendo maneras de hacer diferentes con cada niño o joven teniendo en cuenta el estilo propio de cada educador.

Que estos educadores se sientan agujereados, movidos de su lugar de todopoderosos, interrogados acerca del uso -o en ocasiones abuso- de las normas como única manera de limitar, facilita su relación y su lazo con los niños, con los jóvenes dándoles la posibilidad de acogerlos de otra manera.

El efecto de estos encuentros varía en cada educador, pero de alguna manera para algunos ha supuesto un encuentro con el psicoanálisis, con un “tratamiento que no es como los otros”, la aparición de una transferencia y posibilitado que aparezca incluso una demanda propia de análisis ante un malestar subjetivo.

3) Encuentros con los equipos técnicos de la Administración
Algunos equipos técnicos de la administración acceden a encuentros, reuniones para hablar y conversar acerca de estos niños, casi siempre tutelados. Estas conversaciones, cuando surgen, han posibilitado que pueda acompañar a algunos sujetos en proceso de adopción, que pueda escuchar a posibles padres adoptantes y, sobre todo, a recibir en mi consulta a sujetos con graves dificultades.

Mis maniobras van encaminadas a que los técnicos estén dispuestos a darles un lugar, a que decidan escuchar a estos niños, adolescentes con sus rasgos, con sus dificultades, en su singularidad separándoles de ser meros expedientes, o de ser unos espectadores pasivos frente a las decisiones que les conciernen.

El efecto es doble, del lado de los niños o jóvenes, que puedan encontrar interlocutores en la administración con los que poder abordar cuestiones que les atañen: cómo es su futuro, la manera de vincularse o desvincularse de su familia de origen, cómo regular sus tiempos de estancia en las instituciones cuando se acercan a la mayoría de edad...

Del lado de los técnicos, encontrase con estos chicos los separa de ser meros burócratas de la “protección de menores”, los separa de la políticas totalizantes, uniformizantes y los coloca más cercanos atención del uno por uno.

Mientras para mí supone encontrar en el caso por caso. también inventar y escuchar la diversidad.

* From: PIPOL NEWS nº 12