Entrevista en Radio 3 de RNE (Canal UNED) a Manuel Montalbán (Málaga)

Profesor Morales*: Nuestro programa de hoy esperamos que sirva para esclarecer hasta cierto punto las relaciones entre Psicología y Psicoanálisis.

A lo largo del programa aludiremos bastantes veces a la obra y aportación de Lacan. La razón es que este autor protagoniza uno de los desarrollos más articulados y coherentes del Psicoanálisis en la actualidad.

El primer punto a tratar es qué debemos entender por Psicoanálisis desde la perspectiva de Lacan.

¿Qué entiende Lacan por psicoanálisis?

Manuel Montalbán: En primer lugar, me gustaría agradecer al profesor Morales la invitación a compartir este espacio y este tema, las relaciones entre psicología y psicoanálisis, que yo extendería al posible diálogo entre psicología social y otras ciencias sociales, y psicoanálisis.

El psicoanálisis, como invento contemporáneo, está estrechamente relacionado con la propia evolución cultural del siglo XX. Es difícil referirse al psicoanálisis sin caer en multitud de lugares comunes. Vamos a intentarlo gracias fundamentalmente a la amplitud de pensamiento del profesor Morales.

El psicoanálisis, sobre todo el de orientación lacaniana, no tiene dificultades para confrontarse con la ciencia. Digo confrontarse y no adaptarse, o intentar incluirse como algunos desarrollos de la lectura biologicista del legado freudiano. La versión de un psicoanálisis acientífico es más una construcción de un cierto cientificismo psicologicista que enfrenta la devaluación epistémica, y que aqueja a las ciencias del comportamiento recurriendo a las tecnologías evaluadoras o a la literalidad naturalista. El psicoanálisis se mueve como pez en el agua entre las ciencias conjeturales. Freud y Lacan son invitados “VIP” en el banquete epistémico de muchas disciplinas, psiquiatría clásica, estudios culturales, de género, arte, lingüística, literatura comparada, ciencia política, etc.

Para entender esto podemos preguntarnos ¿cuál es la revolución en el pensamiento que aporta la lingüística y que Lacan va a interpretar en todo su alcance y conducir hasta sus últimas consecuencias? Es una transformación en la epistemología misma porque introduce algo inédito en el campo de la ciencia: la posibilidad de una formalización que no sería por la vía cuantitativa sino a través de construcciones teóricas formales que no miden ni establecen relaciones de cantidad, pero permiten establecer una determinada lógica.

Estas construcciones teóricas son, por ejemplo, los llamados matemas y este nuevo campo científico es el llamado por Lacan el de las ciencias conjeturales. Para la lingüística, la lengua no pertenece a la cultura ni a la naturaleza, rompe con la división clásica y hace de la lengua una instancia específica y autónoma de los dos ámbitos. Entonces, la lingüística va a romper con las oposiciones clásicas de naturaleza-cultura, individuo-sociedad, interior-exterior, individual-colectivo, reordenándolas de nuevo.

Lacan es Lacan cuando empieza a elaborar la construcción de otra materialidad. Una materialidad de la que no da cuenta ni la biología ni el hecho cultural o histórico. Esa materialidad lingüística que interviene el cuerpo del ser viviente para convertirlo en ser hablante; haciendo advenir, produciendo, un sujeto.

¿Qué es el psicoanálisis?, ¿qué es el psicoanalista?, lo que el psicoanálisis enseña ¿cómo enseñarlo?, son preguntas estrechamente relacionadas en la obra de J. Lacan, y a través del Seminario de Orientación Lacaniana relanza en las últimas décadas Jacques Alain Miller. La experiencia personal, subjetiva que es el psicoanálisis, nos depara un saber que circula más allá de las cuatro paredes de la consulta de los analistas. Ese saber no es esotérico, y puede transmitirse por las vías de la razón, y la demostración. Ese saber no está clausurado ni es dogmático, y al modo de la ciencia sólo admite postulados que podrán ser puestos a prueba y refutados. Ese saber paradójico a veces, contradictorio, sorpresivo y discontinuo, lleva en sí mismo, desde Freud, la huella de su procedencia: el saber inconsciente. Por todo ello ese saber, supuesto en el dispositivo analítico, debe ser expuesto, transmitido y sujeto a investigación fuera de él. En esa labor estamos.

Profesor Morales: Y, ¿cuál sería la diferencia entre esta visón de Lacan y la visión original de Freud que, como todos sabemos, fue el creador del psicoanálisis?

Manuel Montalbán: Lacan no tiene como objetivo reinventar el psicoanálisis, pero tampoco se deja llevar por la pendiente que siguieron la mayoría de seguidores de Freud caracterizada, entre otras cuestiones, por el encorsetamiento del setting analítico y una gran preocupación por el establecimiento de estándares más que por el esclarecimiento de principios rectores de la práctica analítica. Ubicó el comienzo de su enseñanza como un necesario retorno a Freud frente a la pérdida de rumbo de lo que era la opción mayoritaria en USA, la egopsychology. A este respecto se hizo una pregunta fundamentalmente crítica respecto al psicoanálisis: ¿Cuáles son sus condiciones de posibilidad? Lacan se responde que el psicoanálisis sólo es posible si parte de la definición de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, primando así el hecho de que la actividad de Freud se orienta por el desciframiento. Descifra el inconsciente, el inconsciente freudiano no lo que hasta entonces se llamaba misteriosamente como lo inconsciente, y los mecanismos que aísla como primarios, condensación y desplazamiento, que Lacan remite a las operaciones lingüísticas de la metáfora y la metonimia.

Otro eje importante para centrar nuestra respuesta es la evidencia de que lo propio del psicoanálisis es incidir sobre el síntoma del paciente mediante la palabra. Nos podemos preguntar “¿Cómo puede ser que la palabra actúe sobre el síntoma? Para ello es necesario suponer entre la palabra y el síntoma una comunalidad. Esa es la verdadera pregunta que dirige la enseñanza de Jacques Lacan: ¿Cómo el artefacto freudiano, es decir el procedimiento de la asociación libre, y el dispositivo de la cura analítica, puede afectar lo real (ni simbólico, ni imaginario, en referencia a los tres registros lacanianos) del síntoma?

Profesor Morales: Se diría que esto no es muy diferente a lo plantea la psicología.

Manuel Montalbán: Bueno, la psicología está mucho más recubierta de un baño psicoanalítico de lo que el academicismo cognitivo-conductual querría reconocer. Son muchos años de influencia, aunque pretendidamente reprimida, como escribe Ian Parker, de lo que podríamos llamar difusión psicológica y social del psicoanálisis. Evidentemente la particularidad del ser humano está en juego pero podemos aventurar la distinción de que la psicología coloca lo humano en el lugar de objeto (de estudio) mientras el psicoanálisis lo toma como sujeto (del inconsciente). No será la única vez que hablaremos del sujeto desde esta perspectiva. En la década de los cincuenta y a partir de la distinción freudiana entre das Ich y das Es, Lacan remarca la naturaleza simbólica de la entidad subjetiva frente al carácter imaginario del ego, en su núcleo constituido por toda una serie de identificaciones alienantes. Por tanto, la noción de sujeto no apunta sencillamente al concepto consciente de agencia; más aún, para Lacan el sujeto es el sujeto del inconsciente. La mayoría de los seguidores de Freud que emigran a Norteamérica, y supongo pueden intuir esta diferencia, se aferran al ego (ego-psychology) y se desentienden paulatinamente de las formaciones (del sujeto) del inconsciente.

La psicología, sobre todo la de tendencia crítica, puede asumir algunos presupuestos del psicoanálisis especialmente de corriente lacaniana. Lo que no está en condiciones de adaptar, lo que deja excluido, en la mayoría de casos, es la cuestión del más allá del principio del placer freudiano que entronca con la “pulsión de muerte”, que Lacan retoma con el término Jouissance (goce), referido a la satisfacción paradójica que el sujeto obtiene de su síntoma que resiste la simple modificación o, para decirlo de otro modo, el sufrimiento que deriva de su propia satisfacción (lo que llamamos ganancia primaria de la propia enfermedad, en términos freudianos).

Jorge Alemán planteaba hace ya años en una conferencia en mi Universidad en relación a esto que hay dos modos de dirigirse al lenguaje. Uno, para localizar allí todo aquello que pueda ser transmitido, regulado, calculado, de modo que no haya malentendidos ni imprevistos. Esto responde a la pregunta ¿qué elementos son necesarios para constituir una ciencia de la conducta? Al psicoanálisis, sin embargo, le interesa preguntarse más bien qué es necesario excluir para constituir una ciencia, ¿qué elementos son necesarios dejar de lado para constituir una ciencia? Freud responde aquí: el sujeto, el sujeto singular, no equivalente a todos los demás sujetos, lo que es cada uno de nosotros en su relación con el lenguaje. Este sujeto del que habla el psicoanálisis no domina el lenguaje: Atender al inconsciente es, más bien, escuchar cómo la lengua habla en cada sujeto. Al no haber un sujeto general, sólo hay de entrada esa lengua que estaba desde antes de que cada uno de nosotros empezáramos a hablar: el sujeto es cuando viene al mundo, como dice Lacan, un polo de dichos. El psicoanálisis cultiva la idea de que todas estas cuestiones corresponden a una lógica distinta de lo que se llama tradicionalmente “psiquismo”.

Profesor Morales: Y ya que hablamos de la persona ¿cómo se considera a la persona dentro del psicoanálisis? Por supuesto con especial referencia a Lacan.

Manuel Montalbán: El sujeto no es el yo, ni el individuo ni la persona. El término sujeto no remite más a sustancia, logos, ni ser de conocimiento. El sujeto, en su propio origen cartesiano, aparece en el momento en que la duda se reconoce como certeza. A lo largo de su enseñanza, Lacan pone en evidencia el intento psicologizante del inconsciente cuya pretensión fundamental es sustituir la hiancia en la que Freud sitúa al inconsciente, igualar el sujeto al yo psicológico.

Lacan se interroga directamente por el sentido del término sujeto, y se responde que el propio Descartes no lo sabía, en todo caso, el sujeto cartesiano es sujeto de una certeza y rechazo de todo saber anterior. Para Freud, sin embargo, el sujeto del inconsciente se manifiesta, piensa, antes de entrar en la certeza, si bien, Lacan reconoce que el descubrimiento freudiano sólo ha sido posible cierto tiempo después de la aparición del sujeto cartesiano, paso inaugural que posibilita el surgimiento de la ciencia moderna. Es también a partir de ese paso que Lacan afirma que “se puede llamar al sujeto a que regrese a sí en el inconsciente”. Para comprender la teoría freudiana es necesario partir de este fundamento: el sujeto -sujeto, como decimos, de origen cartesiano- es llamado. A partir de aquí se ofrece su verdadera función al recuerdo, a la rememoración, que más que dirigirnos a la reminiscencia platónica nos remite al retorno, Wiederkehr, función que asegura la constitución misma del inconsciente.

En la enseñanza lacaniana, por tanto, el sujeto del inconsciente se identifica con el sujeto de la ciencia pero recuperado en un campo científico como sujeto vehiculizado por el significante, como el sujeto que habla a cambio de su falta-en-ser, el sujeto deseante. He ahí la causa que nada tiene que ver con la supuesta continuidad de la agencia personal. A diferencia del goce pulsional que Freud presentó ya en la segunda década del siglo XX, el Wunsch, el deseo está determinado por un no tener, por la insatisfacción, de manera tal que, como nos recuerda Miller, “una falta siempre está en el origen del deseo: su motor y su causa son siempre una falta; y si el sujeto se dirige a un objeto, es para colmarla”.

La paradoja que el psicoanálisis plantea también en este punto es que el objeto de deseo no coincide con la causa, hay una desigualdad inaugural entre ambos. Esto trastoca irreparablemente muchos preceptos de la teoría motivacional clásica. La hiancia se expresa aquí, falta el objeto perdido, la cosa misma, y el objeto reencontrado nunca se acopla de manera adecuada a esta falta. El deseo es entonces deseo de objeto pero también y esencialmente la hiancia existente entre la causa y ese objeto (deseado), entre lo que se quiere decir y lo dicho, pues al deseo subyace una incompatibilidad fundante con la palabra. Es por ello que el deseo es siempre dicho, y escuchado, entre las palabras.

Profesor Morales: ¿A que se refiere Lacan cuando habla de los dos campos, el campo del sujeto y del Otro?

Manuel Montalbán: La noción del Otro tiene un amplio horizonte semántico. El Otro designa un lugar, no un sujeto, lugar donde la palabra se constituye, que puede ser ocupado por un sujeto (la madre, por ejemplo; el analista, en una primera teoría lacaniana de la posición analítica). La transformación del grito en llamada propicia la emergencia significante del sujeto, a través de la respuesta del Otro, y fundamente el propio nacimiento del Otro, como espacio de resonancia. El Otro puede tomar cuerpo en un otro sujeto. La posición del Otro es, por tanto, excéntrica respecto del sujeto, el lugar de la radical alteridad, una “otra escena” en sentido freudiano. Para Lacan el inconsciente se corresponde con el discurso del Otro, un Otro que se hace equivaler a lo simbólico, a la palabra, al lenguaje, conjugando la preexistencia de la red simbólica cuyo soporte es la lengua y el carácter mediador del diálogo en la relación con los otros. De entrada está el Otro, el sujeto viene a constituirse en ese lugar que le preexiste. Pero es el propio grito el que hace emerger al Otro en el cual se aloja a partir de un lugar de pura ausencia. El sujeto es efecto del lenguaje.

Profesor Morales: Por lo que veo, no se puede definir al sujeto como algo encapsulado, auto-contenido, sino siempre con referencia a otro ¿no diría Ud. que esto es algo que se enfatiza también en la Psicología?

Manuel Montalbán: La atención de Lacan por el lenguaje no aparece de manera espontánea en la década de los cincuenta sino que se manifiesta con cierta regularidad desde sus primeros trabajos; da prueba de ello su vivo interés por el surrealismo, la atención prestada a la duplicidad de enunciación del lenguaje psicótico, ya en su disertación doctoral, y la idea presente en Más allá del “principio de la realidad” de que el lenguaje es constitutivo de la experiencia analítica, entre otras referencias.

Esta estrecha conexión propiciada por Lacan entre estructura de lenguaje y psicoanálisis no se centra exclusivamente en el componente lingüístico del dispositivo analítico sino que sitúa igualmente al aparato de psicoanalizar (Miller) en el orden social, en lo que Lacan designara como el campo del Otro. Frente al organicismo reinante en la herencia psicoanalítica de la época, Lacan opta por socializar lo mental ya en los preinicios de su enseñanza. Esta aventura socializadora de lo mental que apuesta por la prevalencia de las instancias socio-culturales sobre las naturales es evidente tanto en su estudio sobre la paranoia, que aborda desde una definición social de la personalidad, cuanto en el análisis, bajo la influencia de Durkheim, del papel de las estructuras sociales (la familia, por ejemplo) en la constitución de la realidad, así como en la propia definición de complejo como resorte cultural, superador incluso del concepto de instinto.

Esta apuesta por lo social se mantendrá a lo largo de su obra, priorizando la relación del sujeto (que no el individuo) con el Otro en el funcionamiento psíquico y arribando a una concepción transindividual (en principio intersubjetiva) de la naturaleza del inconsciente.

Es a partir de aquí que se podrá definir correlativamente el inconsciente como historia del sujeto (sucesión de sentidos que fueron una verdad para éste) y discurso del Otro (en tanto el sujeto rechaza, de entrada, su mensaje. En la comunicación entre seres humanos la clave definitoria radica en que el emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida, de manera tal que la enunciación, y el sujeto que de ella se deriva, está siempre vinculada al Otro del discurso, a ese Otro del deseo que “enciende la chispa de la significación”, lugar de la palabra, donde la lengua se sedimenta, se cristaliza.

Por otra parte, en el pensamiento freudiano no hay oposición entre lo cultural y lo clínico. El surgimiento del sujeto está anudado al Otro socio-cultural de cada época; en este lazo se sentirá siempre un poco fuera de lugar, inadaptado, discordante. Desde Freud sabemos que la cultura, la civilización, es un lazo mal anudado pero de imposible cura. Una definición clásica lacaniana del sujeto es la de que es representado por un significante para otros significantes; ahora bien, también Lacan habla, desde sus comienzos, de la insondable decisión del ser; el encuentro de cada sujeto con la lengua y el goce que inaugura deja en cada cual una marca. Cada sujeto decide qué hacer con ella y qué posición tomar frente al significante que lo representa. Cada sujeto decide qué hacer con “lalengua”, con esa marca de goce inconsciente. Es una insondable decisión, no es consciente tampoco. El modo de habitar “lalengua” que nos habita es absolutamente singular. Esto está lejos de cualquier planteamiento de síntesis o de conquista personal pero también de planteamientos ambientalistas, de autodominio, de autocontrol, de autoestima.

Profesor Morales: Un concepto clave en la obra de Lacan es el llamado objeto a ¿qué entendemos por objeto a y de dónde viene su importancia?

Manuel Montalbán: Lacan lo calificó como su único invento y está presente desde los comienzos de su enseñanza aunque con distintas elaboraciones y acepciones que, lejos de superarse unas a otras, suponen distintos enfoques y problematizaciones de aquello que pretende abordar con él.

El símbolo a está referido a la inicial de la palabra autre (otro pequeño, frente al Otro con mayúscula como tesoro de los significantes). En la elaboración lacaniana el objeto a ha tenido, como decimos, diversas acepciones:

-. El otro imaginario, que no es otro en absoluto, relación refleja e intercambiable de la imagen especular
-. Lacan a finales de la década de los cincuenta comienza a diferenciar entre ese a, como objeto de deseo, y la imagen especular i (a). Objeto del deseo entendido como objeto parcial, elemento imaginado como separable del resto del cuerpo

-. Tenemos una tercera consideración como agalma, objeto precioso oculto en una caja relativamente carente de valor

-. Como objeto que nunca puede alcanzarse, objeto causa del deseo, y no tanto aquello hacia lo que el deseo tiende. El objeto a puede ser representado por cualquier objeto que moviliza el deseo, especialmente los objetos parciales que definen las pulsiones. Las pulsiones no intentan obtener el objeto a sino girar en torno a él (Seminario XI).

-. También podemos hablar de remanente, resto, que deja tras de sí la introducción de lo simbólico en lo real. Esa característica precisa de resto hace de él un objeto distinto a todos los demás objetos, un objeto que no es como los otros que son moldeados sobre la imagen. El objeto a no es moldeado por la imagen, es el resto de lo real que no puede ser especularizado ni simbolizado y es esta especificidad precisamente la que va a descomponer el nivel especular. Lo especular se descompone porque no todo lo real tiene imagen. Corresponde a la reserva de libido que queda con el sujeto, en su lado y que no pasa al espejo. Es un resto que no es representable. Un resto que, podemos afirmar con Lacan, supone pasar de las apariciones del objeto ansiógeno a las separaciones que marcarán un objeto como erógeno.

-. Excedente, plus-de-gozar, inspirado en el concepto de plusvalía marxista. Este a sería el exceso de goce que no tiene valor de uso pero que persiste por la pura justificación del goce. El objeto a fue el invento de Lacan para nombrar ese goce que no tiene símbolo fálico, que se resiste al discurso, a la “falicización” de lo pulsional.

Profesor Morales: Para concluir, me gustaría que nos recomendase un libro para que nuestros oyentes puedan ampliar todos estos conceptos.

Manuel Montalbán: Más que un libro en concreto les voy a recomendar, si me lo permiten, una línea de investigación que tiene su fuente principal en los seminarios de Orientación Lacaniana de Jacques Alain Miller, en los trabajos de Eric Laurent, y en nuestro país en la obra de Jorge Alemán y el esfuerzo editorial de Miguel Gómez Ediciones. En esa editorial han aparecido recientemente “Desde Lacan:Heidegger” de Jorge Alemán y Sergio Larriera, y “Comunidad e inconsciente” del que he sido autor y me ha servido de inspiración en esta entrevista.

Profesor Morales: Muchas gracias, profesor Montalbán.

Manuel Montalbán: Muchas gracias, profesor Morales.

*Pueden encontrar la entrevista completa en: http://www.miguelgomezediciones.com/articulos.php?Art=38