ENCUENTROS Y DESENCUENTROS DE LA VIDA AMOROSA. Por Claudine Foos (Madrid).

“EL PSICOANÁLISIS EN LA ÉPOCA DE LA GLOBALIZACIÓN”, “AVATARES ACTUALES DE LA SEXUALIDAD”

¿Cómo incide la civilización sobre los vínculos amorosos y las prácticas sexuales? ¿Hay algo invariable en la sexualidad humana que escapa a la transformación de las costumbres que cada época vive? ¿Qué decir sobre la articulación entre las dimensiones del amor, el deseo y el goce, en la fase actual de la globalización? Éstas y otras preguntas serán abordadas en este ciclo de conferencias que han sido programadas para un público profano en materia de psicoanálisis. Estas 6 conferencias son coordinadas por Amanda Goya (Madrid) y tienen lugar en la sede del NUCEP en Madrid, C/ Gran Vía,60-2º I. Publicamos un resumen de la impartida por Claudine Foos (Madrid) el pasado día 31 de octubre.

ENCUENTROS Y DESENCUENTROS DE LA VIDA AMOROSA
Los colegas que me precedieron dieron cuenta de un recorrido donde las formas contemporáneas de las relaciones entre los sujetos están marcadas por el empuje al goce, un goce extraviado, sin brújula.

Evidentemente, estas son las coordenadas actuales de un amplio espectro de nuestra sociedad globalizada: “lo permitido se vuelve obligatorio, el mercado es el del goce” ( F. Aduriz). Interesa retomar el tema de aquellos jóvenes de los que nos ha hablado Aduriz .

Creo que lo que está en juego es lo mismo que sucedió en otras épocas, magnificado o tergiversado por el peso de lo que promueve lo social: el mencionado empuje al goce.

¿Qué adolescente o joven en sociedades más o menos permisivas no ha hecho del sexo un ejercicio de “libertad” alentado por la curiosidad y el “reto” a los cánones establecidos, sean éstos sexuales o sociales? ¿Qué adolescente no ha soñado con algo así como “ejercer la propiedad” sobre su cuerpo con la idea de que ello le proporcionaría algún alivio a sus interrogantes, una via de identificación a determinados ideales?

Es complicado en tanto se ha abolido cualquier prohibición, el oponerse, la llamada “rebeldía” hoy adquiere la cara más dramática del sin salida de muchos jóvenes. Entonces, este es un momento donde todo está permitido, facilitado o, simplemente, tolerado. Se ha legitimado el goce.

Los ejemplos están por doquier, menciono uno reciente: las prácticas sado-masoquistas, ya no son una tendencia perversa de la cual se podía leer o escuchar algún comentario, aquello que, quien más quien menos conocía. Hace unos días pudo verse un programa de TV, con prácticas y entrevistas incluidas a sus seguidores e instructores, quienes reinvindicando su “normalidad” preconizan, incluso, su “labor terapéutica”; todo ello con el beneplácito de un sexólogo.

Con este ejemplo, lo que quiero mostrar es ese sesgo de esta sociedad contemporánea caracterizada por “de todo se puede hablar, y todo se puede dar a ver” que se sostiene desde una hipotética “libertad” dando lugar, muchas veces a la obcenidad.

¿Dónde queda entonces el amor? El amor, decíamos, existe de otra manera, bajo otros semblantes a pesar de vivir una época donde se apunta a su desvalorización. Es cierto que incluso muchas mujeres de hoy en día, tienden a hacer del hombre un medio de goce y poco más. Y se lo hacen saber. Mujeres que reinvindican que tienen derecho, al igual que los hombres, a tener encuentros puramente sexuale; mujeres en las cuales ciertas características de su condición han perdido vigencia. Ellas pueden, y saben. Se preguntan si tal o cual hombre les conviene o no, y no dudan en retirarse si llegan a la conclusión de que no es así. Frente a esta realidad, muchos hombres retroceden. “Ya no hay hombres” dice Lacan en un texto de alrededor de los años '50. Y describe a continuación la figura masculina del hombre pasivo, aquel, dice, “que espera que las mujeres le bajen los pantalones”.

De todo esto los analistas escuchamos hablar en la consulta. Las mujeres se quejan, dicen exactamente lo mismo que Lacan “ya no hay hombres” y los hombres se quejan a su vez respecto de las mujeres y de los síntomas que esta realidad les hace padecer.

Gran desencuentro moderno
Este gran desencuentro moderno lleva a los sujetos a un goce particular, cuyo empuje está sostenido por la sociedad misma y sus intereses de mercado, que no es ni más ni menos que un consumo desaforado, sin límite. Hoy se puede comprar hasta un hijo: basta con acudir a un banco de semen o a uno de óvulos. Y pagarlo. No es necesario el partenaire, su lugar lo ocupa la ciencia. Hay un mercado de promoción del fantasma, del goce fantasmático. El “objeto amoroso” va camino de ser sustituído por el objeto de consumo, por la tecnología, por aquello de estar todo el tiempo “conectado a”. Y esto produce un movimiento imparable, una prisa extrema donde detenerse parece imposible. El sujeto moderno está confrontado a un no detenerse a pensar. Basta leer los periódicos para ratificarlo.

Pero todo esto no borra el hecho, constatado, de que hay una amplia mayoría de sujetos que tienen y disfrutan del encuentro amoroso, como así también, sufren por su ausencia y por temas relacionados con el amor y sus avatares, que desean que éste se haga presente. Una “historia de amor”, sigue siendo el deseo femenino por excelencia, sean éstas mujeres hetero u homosexuales.

Un matrimonio en crisis se divorcia al descubrir que eran amantes por Internet
Vayamos a una noticia de hace pocos días. En el Diario El País del 17 de octubre, hay una curiosa. Dice así: “Un matrimonio en crisis se divorcia al descubrir que eran amantes por Internet”.

Un hombre y una mujer que entablaron contacto por Internet y se enamoraron, eran, en la vida real y sin saberlo, pareja. El matrimonio decidió conocerse después de intercambiar varios mensajes de correo electrónico y de las conversaciones que mantenían en el chat -en las que además se explicaban uno al otro los problemas que tenían en su matrimonio-. Así, descubrieron la verdadera identidad del otro. Inmediatamente decidieron divorciarse.(EFE)

No sabemos porqué, después de este reencuentro por Internet tomaron esa decisión. Probablemente, el engaño mutuo desvelado haya sido el detonante de la ruptura. Pero se puede hacer una lectura sobre el funcionamiento de dos estatutos que ya describía Freud, y que aparecen aquí muy claramente. Se refieren al lugar que ocupa lo que Freud llamó “ el tercero perjudicado” y “la Dirne” que significa “puta” en lengua alemana.

En “Psicología de la vida amorosa”, nos habla de la condición amorosa que exige que la mujer lo sea de otro hombre. La “Dirne” es “la mujer de todos”, que ilustra bien el lugar del Otro en la vida erótica.

En el ejemplo de la noticia, del lado femenino podemos aventurar algo que está presente en lo que Miquel Bassols llamó “el amor por internet”. Esto es, las palabras. En efecto, cuando se trata de seducir a una mujer por este medio, el hombre debe hablar, e incluso escribir y, seguramente, esa escritura remedará, de alguna manera, a la carta de amor.

Y es que para las mujeres la cuestión de las palabras es fundamental. “Para ella, el amor está tejido en el goce y es preciso que el hombre les hable, y si es con palabras de amor, mejor aún”.

ENCUENTROS Y DESENCUENTROS
¿Qué queremos decir los analistas cuando hablamos de “encuentro”? Tal vez, lo más aproximado sería hablar del “flechazo”, pero ello con todas sus diferencias. El encuentro remite a la contingencia, a la sorpresa, a lo no buscado o elegido, algo nuevo, es decir, la invención.En ese sentido, se diferencia de la elección que freudianamente implica la repetición. En efecto, para Freud había una continuidad entre el objeto pulsional y el objeto de amor: partiendo del seno se alcanza a la madre. El amor edípico incluiría en sí mismo esa condición. Para Freud el prototipo de la relación amorosa –también erótica- es un niño tomando el pecho de su madre.

Evidentemente, tal como lo subraya J.-A. Miller, amar no es sólo gozar a partir de un objeto, Lacan lo dice en su Seminario XX, Ancore “el goce no es signo de amor”.

EL AMOR Y EL GOCE
“El goce fálico es el obstáculo por el cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la mujer, precisamente porque de lo que goza es del goce del organo” J. Lacan.

Siempre, en cuestiones del amor se tropieza con el goce del propio cuerpo, y esto impide incluir al cuerpo del partenaire. Lo que aquí se interpone respecto del gozar del cuerpo de una mujer, es el goce del órgano, característico del goce masculino. La masturbación –goce del idiota la llamó Lacan- es el ejemplo por antonomasia de esto último. Y se vincula claramente con la cuestión del tener. En la masturbación, en el goce fálico, hay un “no dar a nadie la llave de la caja”, dice Miller.

LA ESCRITURA
La escritura ha estado siempre ligada al tema del amor. No sólo la poesía, la literatura en general. La historia del amor a través de los tiempos se teje en la perspectiva literaria. Incluso en nuestros días, aunque de manera diferente.

El amor cortés, dice Octavio Paz en su ensayo "La llama doble", también llamado poesía provenzal, surge en el siglo XII. Se caracteriza por el canto a la dama, su enaltecimiento. Los trovadores siguiendo la tradición arábigo-andaluza se declaran sirvientes de sus amadas a las que llaman “mi señor” o “ mi dueño”. La masculinización del tratamiento a la dama tendía a remarcar la alteración de la jerarquía de los sexos: la mujer ocupaba la posición superior y el amante la de vasallo. Pero, lo interesante del amor cortés es que la dama, lo era de sus pensamientos. Y poco más. El goce se jugaba en ese lugar de lo imposible. Característica que hoy en día podemos aislar en muchos sujetos obsesivos que consiguen sostener una relación si ésta tiene ese sesgo puntual. Mientras esa mujer esté en ese sitio podrá ser deseada, incluso amada. Este mantenerse a distancia es típico de la estructura obsesiva.

INSATISFACCIÓN
Hay un clásico de la literatura, "Madame Bovary" escrita en 1856 por Flaubert, que muestra muy bien la posición de una mujer atravesada por la insatisfacción y el desencanto amoroso. Emma Bovary se aburría mortalmente al lado de su amante y buen esposo. Sus días transcurrían entre la lectura y el mediocre mundo de un pueblo que nada le ofrecía salvo un intercambio social con sujetos que despreciaba, con los que no compartía absolutamente nada más allá del tedio. Flaubert hace un exquisita recreación de la vida de esta mujer, al punto que muchos críticos posteriores llegaron a afirmar que él era Madame Bovary.

Emma Bovary desespera con su vida, no hay consuelo, nada que la satisfaga, ni siquiera su maternidad, su hija, la posición que implicaba ser la mujer del médico del pueblo, la permanente disposición del marido a satisfacer sus gustos y proclamar su adoración. Emma Bovary no sabe lo que le sucede, busca “otra cosa” y en esta búsqueda se equivoca al confundirlo con la posesión de objeto tras objeto. Su demanda de amor insatisfecha por los amantes a los cuales recurre, vira hacia un comprar desaforado, que la lleva a endeudarse de manera irreparable. Termina suicidándose para desconsuelo del marido después de suplicar en vano ayuda económica al amante.

Esta novela muestra muy bien el estrago del amor como búsqueda ciega de una mujer que no encuentra escucha ni sosiego sobre su desesperación.

Las mujeres de hoy en día pueden hablar de su insatisfacción si lo desean. Es una diferencia a favor de los tiempos que corren desde Freud hasta nuestros días. En efecto, Freud fue el primero en hacer de la escucha un acto terapéutico cuando invitó a hablar a la primera mujer que se dirigió al él con su cuerpo doliente. Esto marcó un antes y un después en la historia de los sujetos.

La “cura por la palabra” (talking cure) imprimió al devenir del sufrimiento, sus causas y su tratamiento posible, un sesgo tan particular como subversivo respecto de la ciencia: el sujeto está concernido en todo aquello que le afecta. Sus palabras, sus dichos y sueños tienen un valor inapreciable respecto de lo que hace a su particularidad.

Al psicoanálisis no le es ajeno el hecho contemporáneo del avance de nuevas formas de tratar el sufrimiento del sujeto moderno. Así también, hace una lectura del tratamiento de lo real en la época. El psicoanálisis, una disciplina que más allá de advertir la degradación de la vida amorosa y sus consecuencias, los avatares de la sexualidad y sus nuevos modelos, los lazos que no se establecen entre los jovenes de ambos sexos por la deriva del goce en la época, hace una lectura de ello y propone la escucha analítica como alternativa para devolver al sujeto a su dignidad, a ese lugar de la verdad de cada sujeto, uno por uno.

Y desde esta implicación, crea centros de atención gratuita como un acto que viene a confirmarla. Los CPCT –Centro Psicoanalítico de Consulta y Tratamiento-, existen en varias ciudades españolas, italianas y francesas. Todos ellos ofrecen tratamientos restringidos a un tiempo pre- establecido. Frente al malestar contemporáneo, esta es nuestra respuesta.

Para concluir, el encuentro amoroso desemboca muchas veces en el desencuentro; es la misma estructura del amor la que sostiene este viraje.

Puede asímismo haber encuentros, desencuentros y reencuentros en el devenir de una relación amorosa. Sobre ello, las preguntas se suceden sin que una respuesta universal pueda suturar esa hiancia inherente a cada sujeto, enmarcada en su historia, en sus rasgos identificatorios, en su condición viril o femenina. Cada sujeto, uno por uno, hará con ese bagaje algo diferente. Y ello dependerá del lugar que ocupe en su estructura, en su subjetividad la pareja–síntoma.

Claudine Foos (Madrid)