EL PSICOANÁLISIS EN LA ÉPOCA DE LA GLOBALIZACIÓN. La clínica Psicoanalítica hoy. Amanda Goya (Madrid)

La clínica psicoanalítica de hoy, es el título de la última de las cinco conferencias del ciclo del NUCEP en Madrid, en el que se abordaron uno a uno los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis y la práctica psicoanalítica, que no ha permanecido inmutable desde que Freud la hiciera advenir a nuestro mundo hace ya más de un siglo. Por ser el psicoanálisis un hecho de civilización, su vínculo dialéctico con las coordenadas de su tiempo es consustancial a su existencia, y por supuesto, también a su ejercicio.

El psicoanálisis de hoy constata una vez más hasta qué punto los síntomas que encuentra en su práctica, responden en parte a los cambios que acontecen en la civilización. Y las transformaciones que ha podido sufrir la práctica analítica desde sus inicios hasta la actualidad, hay que situarlas en dos coordenadas: una, relativa al momento de la civilización, es decir, a los síntomas específicos que cada época arroja; y la otra, se sitúa en el interior de la experiencia misma y obedece a su propia dinámica.

¿De dónde partió Freud y a dónde llegamos nosotros?
La conferencia de Amanda Goya se desplegó en torno a esta pregunta desde la gestación misma del método freudiano, en el que ya es posible percibir que la constitución del sujeto y su acceso al orden sexual suponen su dimensión de ser hablante. Hasta entonces nadie había postulado este anudamiento entre subjetividad, sexualidad y lenguaje, que la teoría y la práctica freudianas pusieron de manifiesto.

La historicidad del síntoma parece no ofrecer dudas, pero aunque el síntoma histérico, al que debemos el descubrimiento del inconsciente, pueda cambiar de forma, de envoltura, su mecanismo psíquico no cambia: la transposición de la energía libidinal separada de la representación inconsciente para alojarse en el cuerpo, descripta por Freud en 1894, permanece como una certeza clínica inalterable, a pesar de que las formas que pueden tomar en nuestros días las conversiones histéricas, han quedado completamente borradas en los manuales de diagnóstico de la psiquiatría cuantitativa y medicamentosa actual.

¿Qué nuevo surco abrió Jacques Lacan que no estaba en Freud?
La formación psiquiátrica de Lacan lo condujo al psicoanálisis a través de la psicosis, pero a diferencia de Freud, Lacan lanzó un reto a los psicoanalistas: el de no retroceder ante la psicosis. El método freudiano no estaba diseñado para ser aplicado a un sujeto psicótico, porque se vertebraba alrededor del análisis del complejo de edipo inconsciente, como aquello que anuda la sexualidad con la ley. Y como la ley edípica no opera en las psicosis porque falla la función paterna, el método analítico tal como Freud lo concibe no se presta para el tratamiento de sujetos psicóticos.

El psicoanalista no es aquí un intérprete, es sólo un testigo de aquello de lo que el sujeto se siente víctima, un testigo que no sabe cuál es la solución del sujeto, y que presta su presencia para que el psicótico haga su trabajo de civilizar el goce. Lacan lo expresaba diciendo que el analista debe ser secretario del alienado. ¿De qué se quiere curar el psicótico? De un desorden provocado en lo más íntimo del sentimiento de la vida y contra el cual lucha encarnizadamente. Y busca un aliado para fortalecerse en ese combate, porque necesita delegar parte de la carga que injustamente porta.

En definitiva, la orientación analítica en el tratamiento de las psicosis es uno de los territorios ganados por la práctica psicoanalítica de hoy, gracias a la enseñanza de Jacques Lacan, que no cesó de proponer nuevas fórmulas a lo largo de treinta años, para que muchos sujetos que antes parecían condenados a la segregación, puedan encontrar una solución más digna para su vida.

Pero lo que fue un auténtico salto cualitativo en la práctica analítica lacaniana es un cambio en la concepción del tiempo en psicoanálisis, y que incidió sobre la duración de las sesiones. Se sabe que Lacan las hizo más breves, que cuestionó el standard de cincuenta minutos que había instaurado Freud. La sesión lacaniana no se rige por el reloj, porque el tiempo del reloj se mide en unidades dispuestas de igual forma en un continuo homogéneo y objetivo, la sesión lacaniana da lugar a otro tiempo, subjetivo éste, que se mueve por aceleraciones, por ritmos, por puntuaciones, y que concluye con un corte, el punto en el cual el analista decide dar por finalizada la sesión.

Al hablar de la clínica psicoanalítica de hoy, Amanda Goya concluyó la conferencia refiriéndose al tratamiento de niños autistas, algo que ha sido posible con el legado doctrinal de la última enseñanza de Lacan, y que constituye el modo más avanzado y sofisticado de la orientación lacaniana actual.

En los comienzos de los años setenta un psicoanalista italiano, Antonio Di Ciaccia, descubrió algo fundamental que alumbró una manera de tratar al niño autista conforme a los principios del psicoanálisis. Descubrió que estos niños no responden a la demanda del Otro, a su presencia, sino que responden, y siempre muy sutilmente, a su ausencia. A partir de este hecho inventó lo que se denomina la prácticas entre varios, una aplicación del psicoanálisis a la estructura clínica del niño autista y psicótico.

Cuando en los años ‘70 Lacan decía que nosotros no los entendemos porque ellos no nos entienden, nos hacía saber que ellos también están situados en el lenguaje, aunque no en el discurso, porque el suyo es un lenguaje autorreferencial, dado que el discurso implica que el sujeto se identifique con lo que dice y se dirija a un Otro del que espera una respuesta.

Con un comentario sobre una cita del libro de Martín Egge, El tratamiento del niño autista, concluyó la conferencia. Se trata de construir artificialmente algunos puntos de referencia, que colocándose como “tercero”, puedan abolir la dualidad persecutoria, demostrando que nadie puede hacer lo que quiera con los niños, puesto que cada uno debe obedecer a la ley de un “tercero”. De esta manera, a través del tejido de una red de referentes, puede constituirse para el niño “un Otro regulado” en quien él pueda encontrar un lugar.