El lapsus de Progenitor A y Progenitor B. Por Iñaqui Viar (Bilbao)
Jose Manuel Álvarez nos ha evocado la cuestión del proyecto de ley de adopción de las parejas homosexuales que fue retirado tras la comprobación del efecto de chiste que podujo en la opinión pública. Pero es un lapsus, el del legislador, en el que debemos indagar para saber algo del deseo que anima el discurso político correcto que va implantándose en nuestro país. Pues precisamente este discurso tiene uno de sus principios en el rechazo del genérico gramatical y su sustitución por el sintagma ciudadanos y ciudadanas, etc., por lo que resulta muy significativo que, en vez de progenitor y progenitora, diga Progenitor dos veces, A y B, saltándose su propia ley, como han denunciado los colectivos de lesbianas. Además de lo inadecuado, para una adopción, del sustantivo progenitor, pues significa al que engendra.
Es evidente que como dice J. M. Alvarez este lapsus apunta por un lado al rechazo de la diferencia sexual, que es una de las formas en que se conjuga la declinación del padre. Pero creo que en ese lapsus de eliminar la forma femenina de progenitor, es decir: la madre, se manifiesta una forma particularmente dura de lo políticamente correcto que viene del feminismo radical norteamericano (qué le vamos a hacer, también se inspira allí la izquierda actual) y que apunta fundamentalmente al rechazo de la maternidad. La cual, a fin de cuentas, es también otro Nombre del Padre. Como dice Alvarez, pobre madre¡. Este rechazo se encuentra en la base de la legislación sobre el matrimonio homosexual y otras, acompañando a los buenos propósitos de eliminar las discriminaciones sexuales y, me temo, que a todo tipo de particularidad que pueda representar la diferencia sexual. El superyo democrático también puede ser deletéreo. Sobre todo si se aplica a realizar políticamente esa máxima que J-A Miller ha definido como el derecho universal al goce, pues no dejará de producir síntomas esa deriva imaginaria de pretender negar la ausencia de relación sexual mediante la negación de la propia diferencia sexual.
Iñaki Viar (Bilbao)