El alejamiento del maltrato. Por Manuel Fernández Blanco (A Coruña)


LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

El alejamiento del maltrato

Cuando se aborda el tema de los malos tratos a las mujeres en la relación de pareja, siempre nos encontramos con fenómenos aparentemente incomprensibles. Son fenómenos destacados por los profesionales que se ocupan de este tema desde ámbitos diferentes: médicos, psicólogos, jueces... En general, lo que más sorprende es el número tan importante de mujeres que deciden retirar las denuncias realizadas contra sus agresores, o simplemente perdonarlos, para reanudar la convivencia con ellos. No hace mucho, los medios de comunicación se hacían eco del problema suscitado a una jueza que debía decidir si permitía el matrimonio de una mujer con un hombre que cumplía condena por los malos tratos infligidos a esta misma mujer. La decisión de la jueza de no autorizar el matrimonio fue contestada por la mujer víctima de los malos tratos, por considerarla restrictiva de sus derechos.
En los casos de violencia doméstica, la orden de alejamiento del agresor es obligatoria por ley. Lo que se constata a menudo es el rechazo de esta medida de protección por parte de muchas mujeres que deciden reanudar los contactos o la convivencia con su agresor. La directora general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, ha destacado recientemente cómo muchas mujeres insisten en comunicarse con sus agresores, pese a las órdenes de alejamiento, o solicitan le sean concedidos permisos de salida de prisión para reencontrarse con ellos bajo el argumento de que han cambiado. Algunas de estas mujeres consideran el alejamiento una pena aplicada a ellas mismas.
Este tipo de hechos han dado lugar a diferentes interpretaciones. La más desafortunada es la de un pretendido masoquismo por parte de estas mujeres. Conviene saber que ese pretendido masoquismo femenino es una fantasía sexual masculina. No es un goce masoquista el que está en juego en estas mujeres; es una demanda de amor permanentemente decepcionada y que, precisamente por eso, insiste. Si hay una demanda de amor inconsciente, dirigida a ese hombre, la separación es imposible, y la ley, inoperante. El amor decepcionado, cuyas raíces se hunden en la historia infantil del sujeto, hace que se insista en pedir lo que nunca se obtiene, esperando siempre que la próxima vez sea diferente: así, buscando lo diferente, se repite lo mismo.
Los hombres, independientemente de su sexo biológico, suelen sostener su ser en el tener, por eso se manejan con la ética del propietario. Los sujetos en posición femenina, independientemente de su sexo biológico, son más dependientes del signo de amor del otro. Esto a veces conduce al estrago, cuando el signo de amor que más interesa es el que nunca va a llegar. Alejarse de esto no depende exclusivamente de medidas legales. Pasa por ayudar a estas mujeres a deshacer el vínculo inconsciente que mantienen con quien responde a su demanda de amor con el maltrato. Esto es lo que más ayudaría a no perdonar todo.

Manuel Fernández Blanco (A Coruña)
(Artículo aparecido en LA VOZ DE GALICIA)© Copyright LA VOZ DE GALICIA S.A. Ver http://www.lavozdegalicia.es/inicio/index.htm