El goce del filósofo | Jorge Alemán Lavigne
¿Por qué los “filósofos lacanianos” no admiten la cura analítica? Ultimamente, y por supuesto este encuentro con Zizek no ha sido una excepción, hay por parte de los filósofos un decidido encuentro con aquellos términos privilegiados que Lacan elaboró para dar cuenta de la experiencia analítica, los profesores situados en distintos confines del ámbito posmarxista vuelven, según sus intereses teóricos y en distintas modalidades a los mathemas, los conceptos y a las lógicas presentes en la enseñanza de Lacan. Es como si una suerte de althuserianismo renovado por la situación política actual hubiera retornado, ya que finalmente es el problema marxista del Capital y la Ideología, y la historia de su interpretación, el que ahora exige ser pensado desde un “materialismo de lo real” de clara inspiración lacaniana. Vayan como ejemplos el intento de Ernesto Laclau de pensar una nueva lógica hegemónica de corte gramsciano a partir del objeto a lacaniano; Badiou volviendo una y otra vez a la oposición verdad y saber en su teoría del acontecimiento, y Zizek generando una lectura del idealismo alemán y en particular de Hegel, donde la herramienta clave es Lacan.
Para Zizek, Hegel no es el de Kojeve, su Hegel está absolutamente lacanizado, por ello para Zizek en su “retorno a Hegel”, Hegel está atravesado permanentemente por una negatividad, por una brecha ontológica que nunca es reabsorbida por ninguna mediación dialéctica. En Zizek, es como si Hegel ya hubiera pensado en la división del sujeto, en el objeto a, en lo real excluido del sentido y por último, en una experiencia de desgarramiento donde el Saber Absoluto está perforado por lo real. En suma, para Zizek, gracias a la lectura lacaniana ,el relato hegeliano-marxista de carácter teleológico estalla definitivamente. De este modo Zizek imagina lograr una nueva fundación del materialismo dialectico “curado” del panlogicismo evolutivo y metafísico que se le suele atribuir a Hegel y que evidentemente dejo una impronta enorme en el marxismo canónico.
Habría que señalar que en Zizek, gracias a Lacan, no hay un “fin de la Historia”, ni en la figura del Sabio Kojeviano, ni en la “animalidad” de los “últimos Hombres”, el “Saber Absoluto”, apunta no solo a un final sino a la apertura de un acontecimiento político radical de signo emancipatorio. No obstante, una vez que reconocemos esta importancia decisiva de Lacan en la filosofía contemporánea “posmarxista”, donde incluso podemos apreciar una clarísima influencia de los Cursos de Jacques Alain Miller, especialmente en Zizek que los tiene muy en cuenta para sus propios desarrollos, una pregunta una vez más se vuelve a imponer: ¿Por qué el filósofo, incluso aquel concernido en el máximo grado por Lacan es indiferente a la transferencia y a la cura analítica? ¿Por qué no atiende a lo que Lacan manifestó en distintas ocasiones y de diversas maneras, a saber, que la experiencia analítica enseña algo que no se puede aprender en otra parte? ¿El filósofo es refractario de modo estructural, dada su especial relación con el saber, con la transferencia? Sólo puedo ofrecer una respuesta conjetural a esta pregunta, y que está presente en el acto fundacional de la filosofía. Sócrates, en su posición es el grado cero de la transferencia, su proceder es un adelanto de una rivalidad crucial con la figura del analista tal como Lacan la inventó. Sócrates siempre sabe cómo desmontar el discurso del otro, sabe cómo remitirlo a una enunciación ignorada por su propio interlocutor, y en función de esta operación, está siempre en el lugar donde eternamente divide al otro. De hecho, el goce del filósofo es dividir a su interlocutor. Ser un autor consagrado a la división y nunca encarnar el “resto” de la operación.
De todas maneras esta proximidad-lejana entre el filósofo “avispado” por Lacan, no deja de tener consecuencias en los propios analistas si no se extraen las consecuencias últimas de lo que Lacan llamo su Antifilosofía.
Fuente: Página12