Des-cerebrados

Algunos “científicos” animados por la perspectiva de incrementar el conocimiento de las funciones cerebrales, reducen toda respuesta humana a un algoritmo cerebral. Incluso cuando se introduce el factor “emoción”, se trata de un elemento más en el algoritmo1. La responsabilidad de las decisiones y de la posición personal del ser hablante quedan limitadas a un circuito neuronal.

La decisión humana

El sueño de Skinner fue el de un conocimiento tan vasto de la programación perfecta de la mente del ser vivo, que permitiría calcular no sólo la trayectoria del vuelo de la mosca2 si no cualquier respuesta humana3. Es el sueño de otros todavía hoy.

La pseudociencia actual anuncia que se sabe “cómo decide el cerebro”4 cuando lo que ha descubierto es qué zonas cerebrales se activan cuando un sujeto decide. O dice que se está averiguando cómo predecir hacia dónde va a ir su dueño5-6, qué camino va a elegir, a partir de las correlaciones halladas entre la trayectoria elegida y la fuerza de la activación de determinada área cerebral. Por cierto, la palabra dueño se utiliza con la esperanza metonímica de que se trate del hombre cuando esos experimentos están hablando de ratones.

Las malas respuestas del cerebro

Lo que los artículos y trabajos actuales dejan traslucir es que el humano tiene capacidad de elegir pero que si no elige lo que es debido, se trata de un error cerebral. Si todo funcionase bien, ese sujeto elegiría lo que está bien elegir. Hay que señalar que si eso sucediera entonces no elegiría, si no que estaría siguiendo un programa.

Así que, por un lado, es el cerebro quien elige – mal – y, correlativamente, el sujeto no puede dar respuesta personal de lo elegido. Por eso las soluciones propuestas por la neurociencia y la psicología cognitivo conductual pasan solo por el entrenamiento, la medicación o bien por métodos más drásticos: aceptar el electroshock o la intervención quirúrgica sobre el órgano.

En todo caso sería preciso concluir que el cerebro humano viene con graves defectos de fabricación.

Un programa de goce humano y singular

Cuando se nos dice que la decisión humana depende del cerebro se propone un modelo de hombre irresponsable, que no debe responder de sus decisiones puesto que no dependen de sí mismo si no del órgano que encierra su cráneo.

Cabe notar que no solo aquellos que tienen malas respuestas estarían sujetos a la irresponsabilidad, también los más virtuosos. Lo que nos lleva a la idea de que, en esta lógica, nadie podría responder de sus actos. Entonces ¿qué sería la ética? ¿Para qué serviría? y, por supuesto, ¿para qué el psicoanálisis?

Son hipótesis que hablan de un modelo de hombre. Para la neurociencia - según el modelo de hombre dirigido por su cerebro - se pueden predecir las nuevas decisiones irreflexivas que tomará en base a su experiencia. Para el psicoanálisis –según el modelo de hombre empujado por la pulsión– él puede responder de su decisión y así encontrar soluciones no previstas. El hombre del que habla la neurociencia se ciñe a lo calculable. El hombre del que habla el psicoanálisis está abierto a otras posibilidades.

Para los neurocientíficos un programa grabado en el cerebro dirige al humano. El hombre singular no es responsable del mismo pues el programa tiene carácter universal. Distinta es la apuesta del psicoanálisis para el que, ciertamente, hay un programa que domina la decisión humana, pero se llama programa de goce y es único. Se trata de un programa del que al hombre le es dado responder. Esta es la diferencia fundamental entre los dos tipos de propuesta.

Ocurre que se está triste o enfadado. Ocurre que se siente deseo o aversión. Uno no lo decide, se encuentra así. Pero uno puede elegir qué hacer frente a eso: el antidepresivo hay que elegir tomarlo. A hablar, hay que elegir ir. La identificación entre cerebro e inconsciente elimina la dimensión de la causa, elimina lo imposible y, por tanto, la dignidad humana.

 

Notas:

  1. "Los secretos de la neuroeconomía".
  2. Skinner, B.F. "Ciencia y conducta humana", Ed. Fontanella. Barcelona, 1981 Pág. 50
  3. Skinner, B.F. “Walden dos”, Fontanella. Barcelona, 1973.
  4. "Cómo decide el cerebro".
  5. "Cómo decide el cerebro que su dueño se mueva".
  6. Los artículos periodísticos utilizados en este artículo han sido elegidos azarosamente sin ánimo de constituir una búsqueda bibliográfica rigurosa, pues se trata de una reflexión que no pretende tanto criticar la investigación actual, como poner de relieve que hay una lógica, de otro orden, implicada en las elecciones humanas.