Crónica: “Un dormir sin sueño”. Luis Miguel Carrión (Barcelona)

Para la tercera reunión del Grupo de investigación de Toxicomanías y Alcoholismo invitamos a Miquel Bassols a que presentara un trabajo que tuviera como marco los dos ejes de trabajo que nos hemos dado para este curso 2009-2010: por un lado, develar algo de la lógica de nuestra época caracterizada por el capitalismo global y, por el otro, que tuviera en cuenta “lo cotidiano de las vidas atravesadas por los nombres más diversos de las adicciones”. No defraudó Miquel Bassols y nos aportó una elaboración bajo un título sugerente “Un dormir sin sueño” . Título extraído, dijo, a partir de una frase atribuida a Napoleón: “La muerte es un dormir sin sueños, y tal vez sin despertar”, (en castellano se pierde la diferencia que hay en francés entre sommeil y rêves) y retomada por Freud evocando a Hipnos y Tánatos como dos hermanos gemelos en la mitología griega.

Perder la consciencia
Miquel abordó la cuestión de la toxicomanía y del consumo en general por una vertiente diferente a la que estamos acostumbrados, a saber, en lugar de privilegiar el objeto y tomarlo por la vía del goce, del imperativo del superyó, de la pulsión, tomó las adicciones por el lado del Sujeto, por un lado no tan explorado: el de la “pérdida de consciencia” como forma del sujeto del goce.

Esta vertiente de las adicciones siempre ha existido, pero ahora parece -resaltó Miquel Bassols- convertirse en un factor generalizado de las formas de consumo del sujeto mismo: la cognición como un nuevo nombre en la ciencia de la consciencia infatuada de sí mismo, un nuevo semblante, S1, distinto al sujeto mismo del significante, del inconsciente.

Partiendo de una constatación clínica, destacó la persistencia en varios casos de la función del tóxico en su función “perder la consciencia”, “no recordar nada”, “no saber lo que hacía”, “desconectar”… Un consumir “para soportar la existencia”, “para olvidar”, a veces directamente “para acabar mis días de la mejor manera”. Todos ellos serían usos diversos de la droga para borrar la división del sujeto ($). Frecuentemente “para no pensar más”, “no pensar” que no tiene la misma lógica sea en el pensamiento obsesivo, sea en el pensamiento impuesto del psicótico.

La droga como dormir sin sueño apunta además a la función de los hipnóticos; por otro lado un sueño sin dormir implicaría más la función de los alucinógenos y, tal vez, no tanto las modernas drogas de diseño. En todos estos casos lo que se pone en juego es seguir durmiendo en la realidad sin hacerse cargo de los efectos del lenguaje sobre el sujeto, de la causa introducida en el sujeto, tal como señala Lacan en Posición del inconsciente (Pág. 814): “el efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto”.

El tóxico generalizado de nuestra época, subrayó M. Bassols, nos permite “dormir sin sueño”, ideal del insomne que no consiente a la intermitencia de la consciencia donde el tóxico hipnótico viene al lugar del objeto exterior que tapona esta intermitencia. También nos permite “dormir sin soñar”, sin inconsciente, incluso y sobre todo, sin sujeto, sin hacerse cargo de los efectos del propio inconsciente.

Tomó la referencia de Lacan en el Seminario XI de “el despertar como una forma de seguir durmiendo en la realidad”, siendo éste el estado “normal” del sujeto de la supuesta consciencia. En el uso del tóxico lo que hay es un error de cálculo: suponer que se puede escapar a los efectos del lenguaje; y un ideal de su uso: dormir sin saber, sin ya enterarse, librarse de los efectos del inconsciente.

En este punto citó la entrevista que le hicieron a Judith Miller en Buenos Aires en el mes de noviembre de 2009 donde comentaba los efectos futuros del Ritalin® sobre los niños (http://www.elp-debates.com/prensa/cuando_se_echa_al-sintoma_Judith_Miller.pdf). Este ideal encuentra su paradoja cuando el uso del tóxico conduce a un encuentro con lo real imposible de simbolizar, un despertar imposible de soportar con sus efectos de angustia, desencadenamiento…

A continuación, retomó la ya clásica cita de Lacan en La clausura de las Jornadas sobre los carteles de 1975, “la droga es lo que permite romper el matrimonio con el pequeño pipí” y la desarrolló bajo tres aspectos: el primero del lado del sujeto que encarna ese goce fálico en otro objeto fuera del cuerpo, incluso fuera de la sexualidad, para, de esta manera, evitar la castración. Un goce autoerótico que evita pasar por la castración. El segundo del lado del falo como proveedor de una significación fálica que es también significación del Yo (Yo como superficie corporal, como consciencia); y el tercero, el falo como proveedor de los límites del cuerpo, de la unidad corporal. Diferenciando que en la neurosis obsesiva el tóxico funcionaría como la búsqueda de ese límite en un objeto fuera del cuerpo, mientras que en la psicosis la introducción del tóxico en el cuerpo, se situaría como búsqueda de un límite cuando el semblante del falo no funciona como tal.

Señaló, seguidamente, la equivalencia entre el toxicómano y el insomne: los dos evitan consentir a la división del sujeto que supone la intermitencia, a la discontinuidad de la consciencia, a evitar el índice subjetivo del cuerpo como límite, tal como lo encontramos también en el uso del doping (A. Stevens, Nuevos síntomas en la adolescencia, Rosario http://www.unl.edu.ar/eol/art_4.htm), donde, en esta práctica, se trata de anular los signos en el cuerpo de esa intermitencia, de ese límite del cuerpo.

El deportista de alta competición da cuenta, a veces, de esa experiencia de ir más allá de los límites del cuerpo (en el agotamiento, en la experiencia de velocidad). Son posiciones de borramiento de los límites del cuerpo y de la consciencia a partir de una experiencia de goce, cortocircuitar la división del sujeto ante el goce con un objeto que provea “otro goce”. Todos ellos modos de goce que evitan hacerse cargo de los efectos del inconsciente (del sueño mismo como formación del inconsciente), también modos de sutura de la división como defensa frente al goce.

La toxicomanía ofrece al sujeto una modalidad de “sujeto del goce”, con una localización de este goce fuera del cuerpo, en otro lugar que en la significación fálica, en un objeto con el que puede fijar una relación de “dependencia”. Lo que se busca en el tóxico por la vía del principio del placer es la muerte, la muerte también del síntoma como signo de un real que no es subsumible en el principio del placer, por lo que propone Miquel Bassols una variación del famoso sintagma de Freud: Allí donde Ello era (la pulsión), Yo llego a ser su objeto consumido (el del objeto tóxico). Este horizonte ideal, mortífero, coincide con la promesa de un discurso político en la sociedad del bienestar, fundado en la identidad de un Yo sin sujeto, que es finalmente lo mismo que un dormir sin sueño o, paradójicamente, un sujeto sin las intermitencias de la consciencia.

Dos breves referencias clínicas
En un segundo tiempo Miquel Bassols presentó dos viñetas clínicas. La primera, un caso de histeria con un fondo melancólico con ingestas de alcohol periódicas en fines de semana hasta perder la consciencia, con pasajes al acto de acceder a tener relaciones sexuales con el primero que encontraba y también del lado de la pulsión oral: ingestas de galletas y productos de harina que provocaban que engordara y adelgazara 10 kilos en meses. Bebía “para permitirme ausentarme de mí misma, tomarme unas pequeñas vacaciones de mí misma cada tanto”. Un dejar de pensar junto con la decisión “consciente” de perder la consciencia; perder el Yo; el Yo en el lugar del objeto perdido. Señaló Bassols cómo la paciente utiliza el Yo-consciencia como el carretel del juego del fort/da: aparecer/desaparecer para el Otro del deseo.

Una segunda referencia clínica, éste un varón cuyo diagnóstico correspondería a una psicosis “ordinaria” con pasajes al acto de “hacerse pegar”. En este caso no hay decisión de beber para ausentarse, ni decisión de pasar un límite sino una suerte de metonimia etílica (hipnótica) combinada con la cocaína que funciona como estimulante. Esta operación trata más bien de acallar el cuerpo (no los pensamientos). Sin embargo, tiene un efecto exactamente inverso: no deviene un pasaje al acto violento sino un hacerse pegar para, en este caso, acallar el cuerpo. Aquí no se trata tanto del Yo como consciencia sino del Yo como superficie corporal que viene al lugar del objeto.

En ambos casos, remarcó, se trata de un ausentarse: en el primer caso más del pensamiento consciente, en el segundo más del cuerpo, “dormir sin pensamiento” y “dormir sin cuerpo” respectivamente. No obstante, tienen en común que tanto el pensamiento consciente como el cuerpo vienen al lugar de un objeto, incluso en función de objeto.

Consumidor como objeto de consumo
En el último punto de su presentación M. Bassols puso en relación la lógica de la adicción con lo que Z. Bauman señala en su libro Vida de consumo (Ed. Fondo de Cultura de Económica, 2007). Para ello tomó tres referencias del autor: la primera con relación a la transformación del consumidor en objeto de consumo. El sujeto convertido en objeto del goce del Otro: “En la sociedad de consumidores nadie puede convertirse en sujeto sin antes convertirse en producto, y nadie puede preservar su carácter de sujeto si no se ocupa de resucitar, revivir y realimentar a perpetuidad en sí mismo cualidades y habilidades que se exigen a todo producto de consumo” (Z. Bauman, op. cit. p. 25). No es sólo que el sujeto se convierte en objeto, es que para ser sujeto hay que tornarse en producto, ser producto es condición de la subjetividad (aà$). No están lejos los ecos de la afirmación de J. Lacan: “el ascenso al cenit social del objeto a”.

La segunda el “fetichismo de la subjetividad”, tanto en relación con la mercancía como objeto de consumo como con relación a la persona como fetiche de un nuevo goce en las adicciones consumistas. Bauman hablará del “fetichismo de la subjetividad, que se ocupa de ocultar esta realidad transformada en mercancía tan característica de la sociedad de consumidores” (p.28, op. cit)

Y la tercera y última “el tiempo puntillista” en oposición al tiempo lineal y cíclico. El tiempo discontinuo, puntual de la consciencia que se desvanece, sin continuidad. Hay un efecto de transformación de la experiencia del tiempo del sujeto, se trata de una renegociación del significado del tiempo (p.51-52, op. cit.). Este tiempo pulverizado como ideal del adicto, es la “vida ahorista” del adicto a lo fugaz e instantáneo, esto no es sólo una posición de goce, es una elección de hacer de la objetalización una condición de la subjetividad.

Concluyó Bassols con una hipótesis: La adicción generalizada como un “dormir sin sueño” (que limita en la pulsión de muerte) es un producto él mismo y una objeción a la reducción del sujeto a lo cognitivo, reducción que Bauman denomina “fetichismo de la subjetividad”.

* GRUPO DE INVESTIGACIÓN EN TOXICOMANÍAS Y ALCOHOLISMO
Vidas de consumo
Responsables: Luis Miguel Carrión, Eugenio Díaz, Horacio Dobry
* Calendario: 17 de febrero, 17 de marzo, 21 de abril, 19 de mayo, 16 de junio
* Horario: 19h30
* Inscripción: Se requiere inscripción para participar (80€ anuales), libre para inscritos en actividades de la SCB.