Crónica de un encuentro en la sede de A Coruña

La Comunidad de Galicia de la ELP estrenó un nuevo local para su sede en A Coruña, y para celebrarlo invitó el pasado diecisiete de septiembre a nuestra queridísima colega Felicidad Hernández, nominada recientemente AE, a transmitir su primer testimonio de Pase de modo presencial.

Presentando el acto, la directora de la Comunidad Carmen Garrido expresó la alegría de contar no solo con un nuevo lugar, más amplio y luminoso, sino tomándolo como una ocasión y un deseo de renovación de las transferencias, una ventana abierta, dispuesta a apostar por los cambios. Dio paso al Presidente de la ELP, Félix Rueda, quien de modo virtual formó parte del acto, como muchos otros colegas, y nos acompañó con unas cálidas palabras; nombró la inauguración como un acto de Escuela, recordando las palabras de Miller sobre la función de la sede, esa unidad local, un punto de influjo y referencia para la expansión de la Escuela, donde las nuevas invenciones y actividades darán razón de la práctica, y donde al interpretar los síntomas, sus miembros se autoricen de la extensión no sin la autorización de la intensión, una topología que declara un deseo con riesgo.

Marta Maside, secretaria de la sede, toma la palabra para declarar su apuesta por la presencia física, tras estos años de pandemia y lo que aun podrá venir, sin dejar de reconocer y utilizar lo que la virtualidad ofrece. Apostando por la presencia la sitúa en sintonía con esa lógica que el psicoanálisis enseña, donde el discurso y la práctica que tratan la incidencia del lenguaje sobre el cuerpo encuentran la mejor manera de tratarse, en presencia. A continuación dio la palabra a nuestra invitada, Felicidad Hernández, que nos fue mostrando y demostrando de modo riguroso cómo operó para ella los efectos de un análisis tanto clínica, como epistémica, como en su relación a la Escuela.

El testimonio partió de su sorpresa en el encuentro, en su juventud, con la causa “psi” de sus propios síntomas en el cuerpo, su recorrido por los textos de Freud, el descubrimiento de un lugar, el inconsciente, donde supuso un saber supuestamente ya elaborado y que solo le quedaba aprender. Años después, el encuentro con otros que se dedicaban al psicoanálisis reabrió su pregunta y su interés solitario por el psicoanálisis. A pesar de su asistencia a encuentros y jornadas no luchaba contra su ignorancia sino sosteniendo una modalidad de Otro sin falta, manteniendo un ideal, un Otro sin barrar del psicoanálisis.

Lo inédito de la experiencia aparece cuando decide formar parte de la Escuela, acto que la modifica. Dejó de “irse para no ver desfallecer al padre” y así “sostenerlo en otro lugar”, dio paso a otra cosa.

Con la creación de la ELP, los textos de Miller, las lecturas de Lacan, fue situando lo que es una experiencia de Escuela de psicoanálisis para cada uno, en su soledad.

Desgranó ese significante “Sola” y el afecto contra el que luchaba, que la condenaba a “ese intragable” para descubrir que de eso no hay que curarse sino que es el motor del deseo. Y que no hay Escuela sin otros. La Escuela se funda precisamente sobre la soledad, la revela. Permitiéndose ser una, entre otros.

Es el análisis lo que la hizo consentir a lo que la separaba de los otros y saber que lo que nos une es el deseo de sostener la pregunta abierta por el psicoanálisis a partir de la enseñanza de Lacan.

Lo original de la experiencia de un análisis, nos dice, es llegar a eso más vivo y real que tenemos y es el motor de nuestra existencia. Esto es lo que podemos poner al servicio de la Escuela y es acogido por ella.

Exponiendo que la Escuela es una experiencia inédita, título de su trabajo, porque subvierte la tendencia a ignorar el discurso analítico, manteniendo abierto el lugar donde se aloja la causa del deseo y con ello la distancia entre el Ideal, sin el cual no habría Escuela y la soledad subjetiva, sin la que no habría analista.

Termina su exposición afirmando que no se alcanza lo vivo de la Escuela quedándonos mudos, ni borrándonos tras el saber supuesto y académico que nos instala en un goce mortificante condenándonos a la repetición y al hastío. No es tiempo de silencio, sin duda.

A continuación las preguntas del público fueron haciendo brotar los desarrollos fundamentales de la elaboración de su análisis, que de un modo espontáneo y vivo, fue demostrando la lógica de su caso, y como ella nos transmitió, salir “re-suelta” del enredo con el que había estado “atada” a ese Otro que la constituyó como sujeto.

Un brindis cerró el acto de Escuela, con la alegría del encuentro.