Reseñas de la 1ª Jornada del CPA-Madrid | Carmen Bermúdez, Carmen Garrido y Andrea Freiría

I Jornada del CPA-M

1ª Jornada del CPA-Madrid "De la precariedad social a la precariedad subjetiva",  26 de mayo de 2015.

Reseña de Carmen Bermúdez

El pasado 26 de mayo se celebró la primera Jornada del CPA de Madrid, bajo el título “De la precariedad social a la precariedad subjetiva”. En el salón de actos del Centro Cultural Puerta de Toledo, cedido por el Ayuntamiento de la capital, pudimos compartir una mañana de trabajo.

Comenzamos la mañana con el aforo completo de dicho salón. El público asistente, como luego pudo constatarse por las diversas intervenciones, consistió en profesionales tanto de los servicios sociales como de colegas del ámbito psicoanalítico, algunos de otras localidades, incluso alguno que desarrolla su trabajo fuera de España.

En la primera mesa, que abrió el acto, dieron la bienvenida Mercedes Portero, Jefa de los Servicios Sociales del Distrito Centro del Ayuntamiento de Madrid y nuestro colega Andrés Borderías, director del CPA-Madrid.

Intervino en primer lugar Mercedes Portero que habló acerca de quienes llegan a los Servicios Sociales en este momento. Son personas que llegan con miedo, que se sienten estigmatizadas, cada vez más con necesidades más básicas, que se encuentran con un debilitamiento de las redes sociales, y que a veces han perdido la vivienda o están sobre-endeudadas y que, en ocasiones, están entrando en el camino de la exclusión social.

Nos transmitió que, en el equipo con el que trabaja, más allá de las prestaciones, consideraron necesario contar con profesionales y por eso les interesó la propuesta que supuso el CPA.

También habló de la frustración que sienten en multitud de ocasiones los profesionales que trabajan en Servicios Sociales.

Finalmente, transmitió lo importante que les había parecido este espacio de reflexión tras la experiencia llevada a cabo en este dispositivo durante los dos últimos años.

A continuación intervino Andrés Borderías. Nos dijo que hay algo nuevo en las formas en que se manifiesta la precariedad y el psicoanálisis reflexiona sobre estos nuevos tipos de malestar.

Remitió al título de las Jornada: “De la precariedad social a la precariedad subjetiva”, pero llamando la atención sobre lo que trata de reflejar el cartel de la convocatoria con las flechas que van de ida y vuelta, es decir también de la precariedad subjetiva a la precariedad social.

Todo esto teniendo en cuenta la lógica por la que nos regimos en psicoanálisis, la del uno por uno. Los sujetos que se hallan sin recursos, en unos casos pueden ir a la deriva y en otros encontrar una reubicación para lo cual encuentran en los servicios sociales un apoyo.

Puntualizó Andrés Borderías que se trata de aprender de las invenciones individuales y pensándolo no por la vía del déficit sino como la solución particular que cada sujeto encuentra.

Haciendo historia acerca del origen de este dispositivo se remitió a una primera experiencia en la que algunos colegas psicoanalistas atendieron casos tras los atentados del 11 M en el dispositivo de la “Red Asistencial 11-M”. Si bien entonces se trabajó a partir del trauma de un acontecimiento como aquel, hoy podríamos decir que se trabaja con lo traumático que puede suponer para algunos sujetos la paternidad, las relaciones familiares, la pérdida del empleo, la conmoción de las identificaciones, etc.

Tiempo después tuvo lugar la experiencia del CPCT que constituyó un primer encuentro con los servicios sociales. Dicha experiencia concluyó por el “mal encuentro” con el neoliberalismo. Y al cabo de unos años se pensó en organizar algo más ligero: con un despacho, una libreta y un teléfono móvil y unos pocos colegas de la ELP. Se hizo la propuesta a Servicios Sociales y tuvo buena acogida.

Durante cuatro meses se atiende a cualquier persona que se acerque, dando la posibilidad de que tenga una continuidad.

A continuación Andrés presentó la primera mesa a la que se tituló “Fragilidades”. Con los casos presentados en ella se trató de ilustrar qué se quiere decir con “precariedad simbólica”, que da lugar a diferentes síntomas: depresión, estrago en una relación de pareja y precariedad en un hombre con recursos.

Gabriela Medin presentó un caso al que tituló “Almas gemelas”.

Se trataba de un varón deprimido y sin fuerzas para seguir. Desde el psicoanálisis consideramos la depresión no como un universal sino como una manifestación sintomática de una problemática singular. Su paso por el CPA le permitió a este sujeto ir ubicando los elementos en juego en su depresión e inventar algún modo de hacer con ellos para reencontrar su deseo vital.

A través de rodeos y construcciones alrededor de un rechazo que había marcado su vida pudo ubicarse mejor frente al Otro, no dejarse caer como lo había hecho su madre con él, pedir lo que le correspondía, solicitar ayuda a los servicios sociales, y encontrar una forma de estar vivo y solo, mientras continúa buscando su alma gemela.

Esperzanza Molleda en “La pareja como síntoma” trató de ilustrar, como la orientación psicoanalítica nos enseña, que hay que ser prudentes a la hora de tratar los síntomas y que lo indicado no es siempre su eliminación, ya que el síntoma puede ser el modo en el que el sujeto se logra estabilizar.

Se trata de acompañar y orientar al sujeto para que entienda la singular manera en la que funciona su síntoma y encontrar así un modo distinto de hacer con ello, con un coste menor de sufrimiento y disminuyendo sus consecuencias nocivas.

En este caso se trata de un sujeto que llega al CPA por un motivo muy habitual: sus dificultades de pareja. Entendemos estas dificultades en la pareja como un síntoma. No es raro ver casos en Servicios Sociales en los que el detonante de su situación de precariedad social fue la separación de una pareja.

Se trata de un hombre de mediana edad que no ha podido llegar a mantenerse a sí mismo y vive con la ayuda del hombre que es su marido. No ha tenido una trayectoria de trabajo continuada y son un poco oscuras las razones por las que ha perdido o dejaba los trabajos.

Durante un periodo de su vida acabó durmiendo en la calle, sin casa, sin dinero, sin poder encontrar trabajo. El ciclo realizado en el CPA le permitió encontrar una manera de atemperar la puesta en marcha del circuito infernal de su actuación fantasmática y sus consecuencias más perniciosas.

Susana Genta con el título “Soy un desplazado”, presentó el caso de un hombre de mediana edad que llega en un estado de precariedad extrema, con aspecto descuidado, a pesar de que procede de una familia acomodada, tiene estudios universitarios, ha viajado, etc.

A partir de su recorrido en el CPA encuentra una nueva nominación identificatoria: “ser un desplazado”, que le permite acceder a ciertos derechos y le proporciona una inserción social, sin perder su anonimato, para así poder defenderse de un temor fundamental.

Andrés Borderías presentó la segunda mesa, Cuerpos afectados, diciendo que se trataba con estos trabajos de problematizar un poco más el vínculo social. ¿Cuál es el nivel mínimo en que consideramos que se produce un vínculo? Hay un tiempo previo en el lazo social, el que implica el vínculo con el propio cuerpo. Hay que tener un cuerpo, pues no se nace teniendo un cuerpo. La fragilidad simbólica se puede manifestar allí mismo, en la dificultad para tenerlo, y esto lo encontramos en casos graves, pero también en detalles sutiles.

Ivana Maffrand con su caso, titulado “Los pies de J.”, nos planteó que cuando encontramos un punto de discontinuidad en un modo de funcionamiento, en un recorrido vital, como en el caso de este niño que llega por un fracaso escolar, podemos preguntarnos qué es lo que ha pasado en ese momento particular para este sujeto en concreto.

En el relato que va haciendo el chico aparecen algunas cuestiones que le afectan al cuerpo y, concretamente accidentes que le afectan a los pies, que la analista toma y el trabajo girará durante un tiempo en torno a este punto y las conversaciones se orientarán a encontrar formas de que pueda manejarse mejor con sus dificultades en el andar y así evitar accidentarse.

La hipótesis de la analista es que este chico se manejaba mejor cuando contaba con una suerte de soporte imaginario que había perdido recientemente.

Vestir los pies de una manera adecuada es una solución, por el momento, que ha funcionado como una especie de prótesis para este chico. Algo que ha servido para reconstruir su cuerpo precario. Por otro lado, localizar su dificultad, nombrarla y venir a hablar de ella también le ha hecho más cuidadoso en sus movimientos. Está más atento, pues ahora está orientado tras la significación, subjetivación y ubicación precisa de su dificultad, no solo en su cuerpo, sino en la razón que este problema ha tenido. Ahora ando por el lado más seguro.

Varios “Enigmas”, como dice el título, se plantean en el caso de Araceli Fuentes. Dos tienen que ver con su cuerpo: un síntoma en el cuerpo que afecta a su imagen, por la que es remitida al CPA por el médico de atención primaria, y un goce experimentado por un encuentro que no puede olvidar. El tercer enigma es en relación a sus orígenes.

Una de las primeras cuestiones planteadas por esta joven a la analista es la dificultad que encontró para dejar una relación respecto a la cual siempre estaba preguntándose si la quería o no. En su relato aparece que el síntoma en su cuerpo fue lo que le hizo tomar la decisión de separarse. Al poco tiempo de contarlo en las sesiones ese síntoma remite. Quizás fue necesario poner en palabras dirigidas a otro lo que hasta ese momento solo había sido un hecho; un acto no es solo un hecho es necesario que sea dicho y fue entonces cuando algo tocó su cuerpo.

Quizás también hacía falta la presencia del otro, de la analista, a quien dirigir su enigma sobre sus orígenes, aunque este no tuviera una respuesta. No se trataba de poner sentido donde no lo había sino de prestar su cuerpo y su presencia.

Respecto a un síntoma: su fracaso para aprobar la asignatura que le abriría otras puertas, una vez que pudo localizar la identificación con su padre, su modo histérico de decir “soy hija de mi padre”, logró terminar su carrera con una excelente nota.

Se cerró el acto agradeciendo al público su asistencia y a la institución que nos había acogido y convocando para futuros actos más adelante.


Reseña de Carmen Garrido

El jueves, 26 de Mayo, asistí a la 1ª Jornada del CPA-Madrid en el CC Puerta de Toledo, bajo el título De la precariedad social a la precariedad subjetiva.  Ya en el cartel que la anunciaba se daba a entender que este no era un camino de dirección única, sino que se puede circular de una precariedad a la otra.

La Jornada, abierta a la ciudad, estaba dirigida, principalmente, a los profesionales del trabajo social,  pero también a otros sectores como la salud, la educación, la universidad o el psicoanálisis, en fin a todos aquellos interesados por la respuesta que el psicoanálisis puede ofrecer a los efectos del discurso de la época.

Abrieron la jornada Mercedes Portero (Jefa de SS.SS. de Distrito Centro) y Andrés Borderías (director del CPA).
Mercedes Portero habló de cómo debido a la crisis los sujetos se acercaban más a los SS.SS buscando una ayuda para salir de ella y de cómo el CPA se acercó también para solicitar un local y proponer una escucha particular para ayudar a encontrar una respuesta.

Andrés Borderías comenzó diciendo cómo hay algo nuevo en la precariedad debido a la conmoción del orden simbólico. Hay una dificultad para los sujetos de situarse en las nuevas emergencias de la civilización y también para los profesionales para poder abordarlas. Señaló cómo la precariedad de la época podía llevar a la precariedad del sujeto, pero también en la otra dirección, la precariedad subjetiva dificulta colocarse adecuadamente en lo social. Se trata de escuchar al sujeto para entender la lógica del síntoma. Puede ser que la precariedad haga que el sujeto se encuentre sin recursos que lo llevan a la deriva, se trataría de que él pudiese encontrar sus propios recursos subjetivos para poder reubicarse, captar lo particular de la lógica de cada sujeto.

A continuación se presentaron 5 casos en dos mesas de trabajo. En la primera, bajo el título Fragilidades, Gabriela Medín (Alma gemela), Esperanza Molleda (La pareja como síntoma) y Susana Genta (Soy un desplazado) mostraron cómo las dificultades particulares de cada sujeto los llevaban a la precariedad. En la segunda mesa, con el título de El cuerpo afectado, Ivana Maffrand (Los pies de M) y Araceli Fuentes (Enigmas) señalaron los impases que se dan en el cuerpo.

Durante la Jornada se mantuvo un diálogo intenso entre los asistentes y el psicoanálisis. Se vio muy claro cómo la escucha particular puede llevar al sujeto a saber sobre su síntoma y a que algo de su goce se mueva para que cambie su posición subjetiva y cómo esta escucha es necesaria, incluso para repartir las ayudas sociales y que estas sean efectivas.
La Jornada sirvió también, para presentar el CPA después de 2 años de trabajo y despertó mucha curiosidad sobre sus orígenes y funcionamiento. Y para mostrar cómo el psicoanálisis opera allí donde se encuentre  un Centro de Salud, un Centro Social o la consulta privada.

Fue un placer para mí y mis dos compañeras, trabajadoras sociales, viajar desde A Coruña para participar en este encuentro y compartir, después, mesa y conversación con el equipo del CPA-Madrid, que nos dio para pensar y hablar entre nosotras, buena parte de la tarde, disfrutando de la primavera madrileña.


Reseña de Andrea Freiría

El martes 26 de mayo tuvo lugar la primera Jornada del CPA-Madrid que llevaba por título: “De la precariedad social a la precariedad subjetiva”. Hay que fijarse en el cartel que las anunciaba ya que por efecto de unas flechas que apuntan a ambas direcciones, la jornada también podría haber llevado el mismo título pero a la inversa: “De la precariedad subjetiva a la precariedad social”. Me parece un punto crucial de la época en la que vivimos, en la que no es más pobre el que menos tiene, hay algo que supera la barrera de lo exclusivamente económico y que introduce una nueva concepción de la precariedad.

Abrieron las jornadas Andrés Borderías, director actual del CPA y Mercedes Portero, jefa de servicios sociales del Distrito Centro de Madrid. Se destacó que el CPA-M funciona gracias a un acuerdo con servicios sociales de este distrito por el que se cede el uso de los despachos en unos horarios determinados, así como lo insólito de este tipo de relaciones y sus efectos. Éstos los pudimos escuchar a partir de los casos que se presentaron a lo largo de la mañana, donde se pudo ver cómo el CPA, en algunos casos, introduce la posibilidad de nuevos recorridos.

En la primera mesa, “Fragilidades”, nos presentaron a tres sujetos para los que se trató de redefinir una red. Sujetos que tras unas coordenadas de precariedad social estándares, presentaban cada uno en su singularidad una fragilidad subjetiva. Esto se pudo ver muy bien en el caso que presentó Gabriela Medin, en el que agujerear, deshilachar, lo que hacía consistir la depresión para el paciente, dejó paso a un rastro de vida, de encuentros y desencuentros.

Se trata de sujetos que en los momentos de ruptura, ya sea por encontrarse con algo que no responde ahí, como por una situación nueva que difícilmente se puede acoger, acaban sumidos en “circuitos infernales” tal como nos decía Esperanza Molleda. O también, en el caso que nos presentó Susana Genta, donde lo que era imposible de rastrear era precisamente lo que hacía más vulnerable a ese sujeto, ¿que respuesta se puede dar a eso?

El lugar del CPA se podría encontrar en una respuesta que permite a esos sujetos que quedan descolgados de lo social, encontrar cierta orientación y quizá un nuevo uso de los recursos que tienen a mano, alguien de la mesa señaló que se podría hablar de un uso sintomático.

Y ¿desde que lugar? una de sus particularidades es que funciona en relación a servicios sociales y además lo hace desde un lugar externo al funcionamiento protocolario y burocrático, es decir que el acuerdo que tienen los exime de un compromiso más allá de llevar a cabo su función.

Podríamos decir que este dispositivo no forma parte de la red de salud pública pero se sirve de ella, precisamente porque los sujetos que acoge se dirigen a ella como última red que se encuentran, en muchos casos, antes de caer.

La segunda mesa, bajo el título de “El cuerpo afectado” planteaba otra pregunta: ¿Cual es el nivel mínimo en el que se constituye un vínculo? Hace falta tener un cuerpo para introducirse en el vínculo social, para eso hace falta un tiempo y una serie de operaciones. Nos lo contaba Ivana Maffrand en un caso en el que se trató de rescatar la parte del cuerpo afectada, “Los pies de J”, para darle una envoltura, una utilidad, protegerlo de las injerencias y los contratiempos. Esto fue lo que en un segundo momento del tratamiento, permitió acondicionar cierta subjetivación, procurando al sujeto de suficiente autonomía como para “pisar mejor” por el mundo y establecer otra forma de estar con los demás.

Así como los casos de la primera mesa se presentaban bajo unas coordenadas que asociaríamos más al CPA por la connotación “social”, pudimos ver tanto en el caso de Ivana Maffrand como en el que nos presentó Araceli Fuentes que la precariedad no depende de lo grave de la situación socio-económica, sino de la gravedad que adquieren algunos síntomas para el sujeto. Por ejemplo un llamativo síntoma corporal que no tiene una causa clara. En el caso de esta mujer no se presenta como un síntoma de conversión, se mantiene como un enigma. Enigma que se redobla con el que le produce la pregunta por sus orígenes.

Más tarde se ve cómo ella tomó este síntoma como un signo-limite para poder dejar una relación que no le hacía bien, esta interpretación le permite dar cuenta de un acto y es entonces cuando el síntoma corporal cesa. ¿Por que? Araceli señaló que es necesario que un acto sea dicho y que haya un otro, la presencia de un cuerpo que se haga soporte de lo dicho.

Por otro lado nos presenta un síntoma, un fracaso en los estudios, justamente en esa asignatura que le gusta tanto y de la que vive. Aquí Araceli nos indica que hay una distinción en lo que la paciente presenta, por un lado el enigma que hace signo, por otro el síntoma del que la paciente obtiene una interpretación, haciendo de su identificación al fracaso una identificación al padre.

Y todo esto en un ciclo de 16 sesiones aproximadamente, de manera gratuita, con un móvil de contacto, un boli y un cuaderno, siguiendo el título que Enric Berenguer dio a su reseña sobre la presentación del dispositivo: ”Un móvil, un lápiz, un cuaderno” y que podéis leer en AMPBlog.

La clave parece encontrarse en la sencillez del planteamiento, que no sencillo y en la ligereza que produce escucharlos.

Para finalizar, se puede decir que el CPA-M ofrece una nueva oportunidad a partir de los pedazos disgregados de la protocolización. Como dijo Araceli, se ocupa del restablecimiento del vínculo resquebrajado por el capitalismo y la ciencia.

Se fundamenta en los límites que el propio dispositivo y los profesionales que participan de él tienen.

No es un dispositivo para todos, a veces se han dado algunos casos en los que no había implicación subjetiva y se llevan a su conclusión como una manera de apuntar también a la responsabilidad del sujeto, así como de aliviar al dispositivo de una exigencia de la que no participa.

De la misma manera que tampoco hay unas horas preestablecidas de atención, cada profesional decide en función de su deseo.

En lo esencial, se trata de un dispositivo que permite el encuentro con un psicoanalista, que introduce otra lógica, una que quizá le pueda convenir a alguien en algún momento.