Ceder para ser amada

Texto aparecido en la web Marcas del Trauma, hacia las XX Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.

El consentimiento, primera novela de Vanessa Springora1, narra la relación que la escritora mantuvo cuando contaba 14 años con Gabriel Matzaneff, un escritor de 50. Springora puede situar, con la distancia de los años y la experiencia de un análisis, que aquello, que dejó huellas traumáticas en su vida amorosa posterior, no fue la experiencia de un amor, como creyó entonces, sino de haber sido objeto de un goce canalla. Atrapada entre la adoración a una madre extraviada y un padre que la abandona, se encuentra con un hombre que abusa de la fascinación que ejerce como escritor de éxito para seducir exclusivamente adolescentes de ambos sexos.

Tras un tiempo de relación estragante, marcado por una extraña enfermedad que aparece en el cuerpo de la ella, este hombre comienza a seducir a otra adolescente. Crisis de angustia, un episodio anoréxico y un otro de despersonalización vendrán a señalar el seísmo que ha sido para ella esta primera historia que no fue de amor.

Este relato es tomado por la psicoanalista Clotilde Leguil en su libro Céder n’est pas consentir 2, enunciado tomado del movimiento me too que ella lee a la luz de la diferencia que Lacan hace entre ceder sur le désir 3 vale decir, ceder a la pulsión (la del otro y la propia), y el acto sutil de consentir al propio deseo. En virtud del deseo que ella experimenta, Springora no se identifica al papel de víctima. Antes bien, se pregunta “¿cómo admitir que uno ha sido abusado cuando uno ha consentido y ha sentido deseo?”. Su relato muestra lo que significa ceder a algo que sobrepasa aquello a lo que uno creía haber consentido.

El efecto traumático, dirá Clotilde Leguil, no se deriva solo del hecho de haber sido iniciada demasiado precozmente a prácticas sexuales que no correspondían a su edad, sino del hecho de haberse creído amada y haber deseado a este hombre desde la búsqueda de ese amor que la hace vulnerable. Es eso lo que hace trauma, porque hay engaño y forzamiento.

Cuando una mujer se extravía llevada por la exigencia superyoica de hacer “todo” para ser amada, el consentimiento abre la vía a lo ilimitado de la demanda de amor, que contiene un núcleo pulsional. Lacan habla en “Televisión”4 de la ausencia de límite a las concesiones que una mujer puede hacer en nombre de creerse amada. En este caso, separarse de los suyos, aceptar ser objeto de una sexualidad mecánica en la que ella no encuentra satisfacción, viajar con él a Manila en busca de jovencitos y cerrar los ojos al hecho de que él escribe públicamente sobre sus aventuras pedófilas.

El término freudiano de superyó le parece a Clotilde Leguil adecuado para atrapar la lógica que puede llevar a franquear la frontera del consentimiento, porque no es solo el otro que me fuerza, es también el Otro dentro de mí, que Freud bautiza como superyó: esta voz interior que me somete a una exigencia que no he elegido. Esa voz autoritaria que hace callar e impone una complicidad con la pulsión, la del otro y la mía propia.

 

Notas:

  1. Springora, Vanessa. El consentimiento, Ed. Lumen, Barcelona, 2020.
  2. Leguil, Clotilde. Céder n’est pas consentir. Ed. Puf, Paris, 2021.
  3. Lacan, Jacques. El seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis. Paidós, Buenos aires, 1988.
  4. Lacan, Jacques. “Television”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.