Carta de Angelina Harari

La invitación de Laurent Dupont a escribir sobre el tema el sueño, con vistas al próximo Congreso de la AMP, me lleva a considerar hasta qué punto, en estos tiempos de crisis, la tesis del sueño-intérprete nos orienta.

¿Seguimos teniendo tantos sueños? “¿En qué sueñan durante la crisis del corona-virus?”. Esa es la pregunta que The New York Times dirigía a sus lectores no más allá de la última semana, invitándoles a enviar sus sueños1. Con esta cuestión, el diario incita a los lectores unirse a un destino común el cual, según ellos, desde la Antigua Grecia a la Segunda Guerra Mundial, permite a los sujetos soñantes orientarse y salirse de la rutina.

Este propósito me evocó de entrada los testimonios relativos a los sueños sobrevenidos en el momento del Holocausto. Nuestro colega Fabián Naparstek, en su intervención en la velada “Usos del sueño. Uso del síntoma” mostró que el paso decisivo para estos sujetos fue “soñarse en otra parte” y conservar así su identidad para hacer frente a la imposible nominación del horror en los campos de concentración.

La historia misma del psicoanálisis nos ilustra cómo el uso del sueño convoca fundamentalmente a la práctica psicoanalítica a la prueba de unir a su horizonte la subjetividad de su época. La respuesta se produce en el caso por caso, a condición de extraer la diferencia absoluta del sueño. ¿No hizo el mismo Freud esta elección forzada?

Primero, publicando sus sueños, luego preservando la integridad del texto La interpretación de los sueños pese a los avances del psicoanálisis para conservar su carácter de autoanálisis2. Veinte años después de su publicación, Freud reconoce que su Traumdeutung siempre cautiva. El interés no declinó a lo largo de la guerra mundial y se hizo una quinta edición.

Freud vaciló muchas veces en reconocer este entusiasmo del público y de los colegas psiquiatras cuando no se trataba más que de sus propios sueños. Sí, él se había adelantado en el siglo a partir de estas ínfimas producciones, tan personales.

Entre los clásicos y los tiempos que siguieron, se aloja la obra Dream análisis (1937), de Ella Sharpe, donde publica a guisa de conclusión, en el último capítulo del libro, no el sueño conclusivo de una experiencia de análisis (como tenemos el relato en muchos testimonios de AE), designando que su dominio es “aquella parte del discurso concreto en cuanto campo de la realidad transindividual” del sujeto (“Función y campo de la palabra y del psicoanálisis”, pág. 251) sino el último sueño de una vida, tres días antes del deceso: “… Was related by a woman three days before her death” (The International Psycho-Analytical Library, The Hogarth Press LTD, p. 200). El análisis infinito está en el horizonte.

Definir el psicoanálisis como el acceso a la identidad sinthomal, como Jacques-Alain Miller nos propone en su lectura del Seminario L’une bèvue…, de Jacques Lacan, orienta el sueño en el horizonte a la diferencia absoluta del Uno. El sueño “a partir de lo que del sinthome del Uno tiene de absoluto”3 nos conduce a repensar nuestra práctica a partir de los sueños. La identidad sinthomal va de la mano con la identificación imposible del analista, a condición de desplazar el lugar del psicoanálisis al registro del Uno, al psicoanálisis que procede del Uno solo y no del Otro.

Invitación a soñar entonces, en tanto que el sueño-intérprete nos compromete y nos orienta en el momento presente: un empuje a trabajar el sueño, en tanto constituye un tema fundamental del psicoanálisis, aún y siempre.

Fuente: Carta publicada originalmente en francés en ECF-Mess@ger. Liste d’information de l’ECF, el 22 de abril 2020. Traducción de Margarita Álvarez. Publicada aquí con la amable autorización de la autora.

 

Notas:

  1. The New York Times, 10 abril 2020.
  2. Cfr. el Prefacio a la segunda edición.
  3. Miller, J.-A. “En deçà de l’inconscient”. La Cause du dèsir nº 9, p. 103.