BOLETÍN ON-LINE nº 22. II FORO: LO QUE LA EVALUACIÓN SILENCIA "Las Servidumbres Voluntarias". Germán Cano, Mª Eugenia Insua, Juan Carlos Tazedjián, Fernando Martín Aduriz, Zacarías Marco.

Madrid, Sábado 11 de junio de 2011. Círculo de Bellas Artes

A-FORISMO
Paloma Blanco Díaz

El psicoanálisis como factor de la política permitiría inaugurar una experiencia menos pobre, un nuevo tratamiento, distinto de la segregación y el odio, de los tres nombres de la imposibilidad.

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¡Buena lectura!

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LA POLÍTICA PARALIZADA POR EL MIEDO
Germán Cano

Desde http://www.elpais.com/articulo/opinion/politica/paralizada/miedo/elpepiopi/20110513elpepiopi_11/Tes
¿Existe una crisis de la indignación? Con ocasión de la publicación del pequeño ensayo ¡Indignaos!, del antiguo miembro de la Resistencia francesa, Stéphane Hessel, todo un best seller en su país, algunos medios de comunicación nacionales han reflexionado sobre la presunta atonía de la sociedad española. Sin embargo, al margen de la comparación, la pregunta apunta a un problema aún más acuciante: ¿ha perdido la izquierda, en detrimento de la derecha, su capacidad de movilizar la fuerza de la indignación, ese elemento necesario del compromiso ciudadano?

A la vista de esta cuestión, ciertos acontecimientos como el resurgir de la ultraderecha en toda Europa, la movilización del Tea Party en Estados Unidos o las altas expectativas electorales creadas por Marine Le Pen en las últimas elecciones cantonales francesas revelan un inquietante fenómeno: parece como si en momentos de crisis sólo la derecha tuviera la capacidad de canalizar la afectividad política, mientras que la izquierda solo supiera administrar.

¿Por qué cada vez más ocurren rebeliones y protestas violentas carentes de todo mensaje ideológico y basadas en un vago resentimiento? Posiblemente, porque hoy, en nuestro marco postpolítico y postideológico, la indignación no acierta a invertir sus movimientos reflejos en un marco narrativo inteligible. Al carecer de una cartografía cognitiva, la cólera explota en un acto políticamente sin sentido, tan ciego que atenta a veces incluso contra su propio perpetrador.

Es aquí donde, salvando ciertas distancias, resulta pertinente volver la mirada a ese singular laboratorio de crisis que fue la República de Weimar. De ese escenario, en el que Hitler supo sacar ventaja buscando chivos expiatorios, actualmente el neopopulismo derechista extrae sus oportunistas lecciones. Una de ellas es no temer caer en flagrantes incoherencias con tal de jugar en todos los tableros. No en vano Jean-Marie Le Pen se definía como un político que se encontraba "socialmente a la izquierda, económicamente a la derecha y, siempre, con Francia en el centro de sus pensamientos".

En primer lugar, cabe señalar que el problema económico de la República de Weimar se cifraba en la preponderante influencia especulativa del capital financiero sobre la esfera productiva. Cuando la burbuja de Weimar, mantenida artificialmente por Wall Street, explotó tras el hundimiento de la Bolsa norteamericana en 1929, los efectos no tardaron en percibirse. El recorte del gasto público y la eliminación de la financiación del sistema de cobertura del desempleo, una de las conquistas de la segunda fase de la República, generaron un clima de desafección radical hacia la clase política y un cinismo desilusionado sobre los que no tardó mucho en encender la mecha el populismo demagógico.

En concreto, un debate interesante para nosotros fue el de saber qué plan de acción podía ofrecer la izquierda para contrarrestar el creciente malestar de las precarizadas clases medias. Aquí el peligro estribaba en recaer en una estrategia dogmática de clase incapaz de tender puentes entre los "diferentes mundos". La buena aproximación pasaba por diseñar un programa no orientado a acelerar la crisis -el "cuanto peor, mejor"- ni, desde luego, a proponer soluciones de cirugía radical nacionalista.

En su ensayo Los empleados, Siegfried Kracauer mostraba así cómo la proletarización de las clases medias no conducía en ellas a ninguna conciencia crítica sobre el mapa general, sino al movimiento nacionalsocialista. Walter Benjamin, por su parte, investigaba cómo los individuos sacudidos por las conmociones sociales se veían obligados a anestesiarse en masa bajo la estética del espectáculo o la vigorexia deportiva para mantener cierta ortopedia narcisista. Bajo el shock, las facultades sensoriales dejaban de estar en contacto con la realidad y pasaban a ser un medio de defensa. Compárese la escenografía del Triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, donde se esconde toda vulnerabilidad, con la mirada de Chaplin al cuerpecito vapuleado en la cadena de montaje para apreciar cómo esta atrofia de la experiencia conducía a conclusiones políticas opuestas.

En plena crisis, Benjamin utilizó la expresión "melancolía de izquierda" para definir esta situación de parálisis. Si en esta situación de desmoronamiento de valores, la cólera experimentada tras el "engaño" político se canalizó mejor por la demagogia derechista fue, entre otras razones, por la ineptitud de una izquierda que, aferrada a planteamientos economicistas, entregó al enemigo la pedagogía sobre el campo expresivo. Absteniéndose de luchar en el terreno en el que aún se podía urbanizar políticamente la cólera y evitar su explosión en resentimiento, esta dejación nos ilustra para comprender lo que ocurre hoy cuando una racionalidad tecnocrática limitada a lo administrativo, cede el espacio de lo político y la indignación a los sectores reaccionarios.

Allí donde Benjamin y Kracauer, golpeados por el shock de Weimar y sus consecuencias regresivas y anestésicas, cartografiaron el alcance psicosocial de esta pérdida de experiencia, Naomi Klein ha tratado en los últimos años de investigar la relación entre el capitalismo neoliberal y los desastres naturales o políticos. No debe subestimarse esta comparación entre épocas: la privación sensorial e histórica de nuestra experiencia del mundo desemboca no pocas veces en un estado de desorientación en el que el individuo se siente tentado de buscar un amo al que pueda ceder voluntariamente su libertad.

En este sentido, Klein ha puesto de manifiesto cómo la nueva lógica del mercado diseñada por los Chicago boys se adapta como un guante al shock. En este telón de fondo privilegiado, las crisis sirven para imponer a las sociedades aún sumidas en un estado de conmoción nuevas privatizaciones y políticas de corte neoliberal. La imposición de esta dinámica, alérgica al intervencionismo estatal keynesiano, es facilitada cuando lo que allana el camino a la misma es algún tipo de cataclismo. Asimismo, la "intoxicación" del entorno de solidaridad, puesto bajo sospecha con la crisis, y la creación artificial de una atmósfera de miedo obligan a la población a hacer tábula rasa y blindarse frente al contexto social.

"A lo único que debemos temer es al miedo mismo". Tras la crisis de 1929, en su discurso de toma de posesión de 1933, el presidente de EE UU., F. D. Roosevelt pronunció estas famosas palabras. Hoy, no puede dejar de resonar su mensaje en un momento en el que la izquierda parece paralizada por el miedo, incluso por su miedo al miedo de la gente. La amarga lección de la República de Weimar para la tradición social de izquierdas fue comprobar que nada podía obtener del "cuanto peor, mejor". También los discípulos de Milton Friedman están de acuerdo. Como dijo el maestro: "Sólo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable".

Sirviéndose del famoso cuento de Edgar Allan Poe, Un descenso al Maelström, el sociólogo Norbert Elias describe el tsunami provocado por los momentos críticos como un singular círculo vicioso. Este "doble vínculo" se desarrolla entre un peligro extremo y una intensa carga emocional susceptible de oscurecer un conocimiento cartográfico del acontecimiento. Esta oscilación entre el pánico y la anulación de la voluntad de saber es la que impide reaccionar de manera adecuada a la desorientación. Según la narración, de los tres hermanos que se encuentran en el centro del Maelström, sólo el más pequeño es capaz de sobreponerse al shock que le atenaza y hacerse un mapa general del movimiento sísmico. Sólo él es capaz de sobreponerse al compromiso precipitado por la catástrofe. Sólo quien tiene la habilidad de no dejarse llevar puede idear estrategias para salir del marasmo.

En este sentido, habría que matizar el recurrente mantra de que la derecha española actual no tiene programa; es que no necesita mapas: sólo confía en el shock.

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¿QUÉ SERVIDUMBRES EN LA PARENTALIDAD? LA PALABRA PROPIA FRENTE A LAS SERVIDUMBRES VOLUNTARIAS
Mª Eugenia Insua

Acaba de ser aprobado en la comunidad de Valencia una ley, la ley de custodia compartida impuesta, tras una separación matrimonial, como opción preferente cuando no hay acuerdo entre las partes. Ha sido aprobada en otras comunidades y se anuncia que la próxima será Galicia.

Es un fenómeno contemporáneo pedir al derecho que regule la institución familiar, donde la parentalidad ha sustituido, ha reemplazado la diferencia, borrando la asunción paterna y materna diferenciadas

La parentalidad se ha impuesto y con ello una vigilancia respecto de los abusos de los cuales el niño puede ser víctima, por eso nunca ha habido tanta preocupación por los derechos del niño.

Las asociaciones de padres como “SOS-Papᔠreivindican que cuando no hay acuerdo, se imponga por ley la custodia compartida, aludiendo al llamado “Síndrome de alienación parental”, “S.A.P”, donde aluden al rechazo del hijo hacia un progenitor como consecuencia de la “programación” que el otro progenitor hace en ellos, concibiendo al niño sin palabra propia, reduciendo la cuestión subjetiva y de sufrimiento a un síndrome.

Este nuevo término, SAP se aplica para dar sentido y encasillar, donde el niño se vuelve ejemplar de una clase. Dicho síndrome no han logrado inscribirlo en el DSM-IV. Además el consejo general del poder judicial aconseja no sea admitido el S.A.P. en los casos de discusión de la custodia compartida. Las asociaciones de mujeres, como la asociación de mujeres juristas: “Themis” denuncian la custodia compartida impuesta, como intimidación, proponiendo solamente la custodia compartida si hay acuerdo, nunca dictada por un juez.

Hasta el momento, tras la ruptura matrimonial la custodia era compartida, si había esa voluntad por ambas partes. La novedad es que ante el desacuerdo, ¿se impone el compartir?

Es la lógica del universo moderno, por un lado, un intento de inventar nuevas formas de autoridad a través del imperativo de un poder impersonal y exterior y, por otro, una tendencia de la ley hacia lo contractual que descansa en la igualdad de las partes. En este caso estableciendo por ejemplo que el tiempo de estancia con uno y otro progenitor se repartirá en una proporción cercana al cincuenta por ciento. El contrato está vinculado con la evaluación, de modo que lo que en él no está expresamente permitido, no está permitido en absoluto. Sin embargo “la ley funciona tanto por su silencio como por lo que no dice” (1) dejando quizás lagunas que permitan su interpretación, permitiendo lo no expresamente prohibido. “El silencio de la ley es lo que la hace funcionar”(2).

Desde el psicoanálisis se trata de poner al niño a distancia del ideal familiarista. No se trata de hacer la ley en el lugar del legislador, pero si el psicoanálisis puede proponer otra operación que toque lo real por la palabra, una palabra en condiciones de vehiculizar el deseo como defensa frente al goce, una palabra singular. Privilegiando el caso por caso, lo no generalizable. “La evaluación ha elegido el peritaje, al elegir el peritaje, elije el control, al elegir el control abandona el sufrimiento a su suerte”. (3) No hay peritaje del sufrimiento, porque el sufrimiento sólo existe a través de la palabra propia y eso no se controla y no se evalúa.

“El psicoanálisis desde que nació, ha elegido la vertiente del sufrimiento contra la vertiente del control” (4), que en el caso del desencuentro familiar consistirá en posibilitar una interrogación del niño y del progenitor sobre su malestar, en posibilitar elaboraciones de lo que está en juego en el desencuentro, elaborando versiones del goce que encuentran en las nuevas situaciones. Cada caso conviene tratarlo de forma particular, abordando la particularidad de cada historia, implicando siempre la responsabilidad del sujeto.

Si “com-partir” la custodia se impone desde un poder exterior, impersonal y contractual, puede llevar a la servidumbre de “partir” la vida del niño a modo de juicio salomónico, porque cuando el sujeto se borra, el super-yo toma el lugar.

Notas
(1) J-A Miller.y J-C Milner“¿Desea usted ser evaluado? Miguel Gomez Ediciones
(2) Idem
(3) J-C. Milner . “La politica de las cosas”. Miguel Gomez Ediciones.
(4) Idem.

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LOS MEDIOS Y LA EVALUACIÓN DE LA CRISIS
Juan Carlos Tazedjián

Comentando el artículo de Silvia Angulo y Raúl Montilla en La Vanguardia desde http://www.lavanguardia.com/vida/20110324/54132307418/la-crisis-condena-a-mas-de-50-000-familias-en-catalunya-a-quedarse-sin-casa-al-no-poder-pagar-la.html
“Según el secretario general de la Associació d'Usuaris de Bancs i Caixes de Catalunya, Jofre Farrés, la situación en la que están estas familias las conduce a la exclusión social. “Se convierten en morosos de por vida y se les puede embargar el suelo. No podrán ir a vivir a un piso de alquiler por la deuda contraída”, advierte. Ada Colau, de Afectados por la Hipoteca, aclara que “no son personas que no quieran pagar, es que no pueden”. Colau reclama la dación en pago y que los afectados por esta situación puedan continuar en la vivienda pagando un alquiler al banco.”

El artículo describe una serie de casos dramáticos de personas que están a punto de quedarse “sin casa”.

Negar la realidad de la crisis financiera de Europa- y de España en particular- sería, al menos, de ingenuos. Pero es de dominio público que muchos de los que “no pueden” pagar la hipoteca, son quienes han decidido voluntariamente- en tiempos de las “vacas gordas”- especular comprando 3 y 4 propiedades (hablo de trabajadores, no de especuladores profesionales). Ahora no es que se queden “sin casa” sino sin casas, sin las ganancias que esperaban obtener.

¿Reflejan -tanto la estadística como los comentarios “humanitarios”- esta situación? ¿No silencia la famosa “crisis económica” otras crisis que la potencian? La sociedad de consumo no es una sociedad de “malos” que venden y “buenos” que consumen. La hipoteca no es la única deuda a pagar, sino también el sometimiento superyoico a las leyes neoliberales del mercado.

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'MAL DE ESCUELA' CON 'LA PSICOLOGÍA DEL COLEGIAL'
Fernando Martín Aduriz

"A fuerza de oírlo me había hecho una representación bastante concreta de mi vida sin futuro". A fuerza de oírlo. El nombre que le habían dado era el de 'nulidad escolar'.

Así es como Daniel Pennac en Mal de Escuela, introduce la cuestión de la nominación y del efecto que produce en los jóvenes, en los adolescentes, en los alumnos en general cuando tras ser evaluados, son adscritos a un lugar del que ya no podrán salir.

Una vez son nombrados como 'gentuza', tal y como relata Lacadée en El despertar y el exilio, refiriéndose al nombre que recibieron los jóvenes franceses de la periferia –“no son jóvenes, son gentuza”-, otras veces quienes molestan en clase son etiquetados como alumnos con TDHA tras un breve cuestionario de evaluación que permite encontrar ese nombre de moda, otras veces, en fin, como a autor de Mal de escuela, simple nulidad escolar. En todos los casos ya no resta sino saber identificarse a ese lugar.

Todo el texto Mal de escuela es el relato de una nulidad escolar que afirma con lucidez que los chicos, como dice, no pueden vivir sin pasión, despliegan la pasión del fracaso.

Lo que en nuestro tiempo se denomina fracaso escolar confunde la precisa diferencia entre enseñanza y educación. Mientras que la primera pone el énfasis en los aprendizajes, la segunda persigue el desarrollo del ser. Reducir la educación a la enseñanza comporta igualar la mala educación con los resultados académicos.

Pero sobre todo, en los últimos tiempos, supone fiarlo todo a los resultados, a la evaluación. Supone crear una frialdad en el trato, un utilitarismo, un uso del profesor como una herramienta, y una voracidad por no por la cooperación sino por el éxito, que lleva a algunos padres en USA a lo que un autor, (Sandel, Contra la perfección) llama la hiperpaternalidad, lo que les conduce a esconderse en los Colegios Mayores por la noche para ayudar a sus hijos a aprobar el examen de selectividad. O el ejemplo de la feroz lucha en China por aprobar ese examen selectivo llamado Gao Kao que marcará el destino de un alumno.

Atrás quedaron las palabras de Freud en 1914, en su texto “Sobre la psicología del colegial”, referidas al vínculo educativo, a la relación con los maestros: "Los cortejábamos o nos apartábamos de ellos, les imaginábamos simpatías o antipatías probablemente inexistentes, estudiábamos sus caracteres y sobre la base de estos formábamos o deformábamos los nuestros. Provocaron nuestras más intensas revueltas y nos compelieron a la más total sumisión; espiábamos sus pequeñas debilidades y estábamos orgullosos de sus excelencias, de su saber y su sentido de la justicia. En el fondo los amábamos mucho cuando nos proporcionaban algún fundamento para ello; no sé si todos nuestros maestros lo han notado. Pero no se puede desconocer que adoptábamos hacia ellos una actitud particularísima, acaso de consecuencias incómodas para los afectados. De antemano nos inclinábamos por igual al amor y al odio, a la crítica y a la veneración."

Freud despliega en ese breve texto la idea de que los maestros heredan en sí la figura del padre, y que tarde o temprano se vuelca en ellos la ambivalencia de sentimientos que otrora se deslizó sobre el propio padre, y añade: "si no tomáramos en cuenta lo que ocurre en la crianza de los niños y en la casa familiar, nuestro comportamiento hacia los maestros sería incomprensible; pero tampoco sería disculpable."

Quizá buena parte de los líos y conflictos de la convivencia en los Centros Educativos actuales se solucionarían echando un vistazo a este bello y breve texto freudiano. De hecho pueden leerse cual Kant con Sade estos dos libros de la Bibliografía para nuestro próximo Foro, Mal de escuela con Sobre la psicología del colegial. El segundo da la verdad del primero. Cuando un maestro no está situado en la correcta posición de Otro, preservando un lugar vacío, no confundiéndose con la ley, sino representándola, prestando su cuerpo para que sus alumnos vuelquen allí sus rabietas, temores, rebeldías, y cariños. Si un maestro se coloca como otro, en el eje imaginario y rivaliza de tú a tú con sus alumnos, o trata de ser un par más, un colega, un amigo, se topará con el retorno de lo peor, con la crueldad de los efectos de grupo, y se habrá puesto como diana para recibir los palos destinados a los padres dimisionarios de su función simbólica.

Un empuje destructivo
En el texto de presentación del Foro, Mercedes de Francisco habla de empuje destructivo como consecuencia para los sujetos que se encuentran constantemente evaluados y salen perdiendo de tanta comparación, como suelen decir. Pues bien en Mal de escuela, la autodestrucción se palpa, como cuando el padre del protagonista le dice: “Ah, Daniel, había olvidado por completo decírtelo, el suicidio es una imprudencia”.

Freud hablará en otro texto, Simposium sobre el suicidio, de que todo púber tiene derecho a detenerse: "La escuela nunca debe olvidar que trata con individuos todavía inmaduros, a los cuales no se puede negar el derecho de detenerse en determinadas fases evolutivas, por ingratas que éstas sean. No pretenderá arrogarse la inexorabilidad de la existencia; no querrá ser más que un jugar a la vida".

Entonces, casi mejor para nuestros adolescentes y jóvenes el ejercicio del derecho a detenerse, suspender, la pasión del fracaso, repetir curso, dejarse evaluar lo justo, buscar el propio camino, investigar qué es lo que se desea, y por supuesto vivir con distancia los efectos de la nominación -hoy en medio de la #spanishrevolution muchos hemos decidido ser también “perroflauta”, el último ejercicio de nominación-, vivir con ironía esas nominaciones, antes que aceptar servidumbres, paso previo a la aceptación de toda tiranía."A fuerza de oírlo me había hecho una representación bastante concreta de mi vida sin futuro".

BIBLIOGRAFÍA
-. FREUD, S. (1914), 'Psicología del colegial'.
-. FREUD, S. (1910), 'Contribuciones al Simposio sobre el suicidio'.
-. LACADÉE, Ph., (2007), El despertar y el exilio.
-. PENNAC, D. (2007), Mal de Escuela.

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BIBLIOGRAFÍA RAZONADA
LA DIALÉCTICA DEL AMO Y EL ESCLAVO EN FIN DE PARTIDA, DE SAMUEL BECKETT.
Zacarías Marco
1. Referencias filosóficas.

Desde el campo de la filosofía creo que fue Günter Anders el primero que se refirió a la dialéctica del amo y el esclavo en Beckett, a propósito de su primera obra de teatro, Esperando a Godot. Pero va a ser en su segunda obra escénica, Fin de partida, estrenada en el año 1957, donde el escritor irlandés desarrolle esta dialéctica hasta convertirla en su eje central. Sólo cuatro años después apareció un extenso trabajo de Adorno titulado “Intento de entender Fin de partida” (1), texto de indudable valor histórico pero que no termina de sortear ciertos malentendidos en cuanto al problema del sentido. Adorno habla de una “ausencia organizada de sentido”, dice que “por eso la interpretación de Fin de partida no puede perseguir la quimera de expresar su sentido por mediación de la filosofía”, y concluye: “entenderla no puede significar otra cosa que entender su ininteligibilidad, reconstruir concretamente la coherencia de sentido de lo que carece de él”.

Desgraciadamente volvemos a encontrar un problema similar en el reciente trabajo del filósofo alemán Christoph Menke, El estado de la disputa, literatura y sociedad en Final de partida de Samuel Beckett (2) cuando afirma, por ejemplo, que “sus diálogos no comunican sentido alguno, sino que siguen un movimiento que se aleja del sentido”. Menke sigue la postura de Adorno y la enriquece considerablemente al pasar de la problemática social a la de los discursos, el del amo y el del esclavo, dos maneras afrontar la comunicación. Hace afirmaciones interesantes como, por ejemplo, que “la no autonomía que retiene a Clov en el lugar del esclavo es algo que el propio Clov produce mediante la prosa de su lenguaje”, pero, sin embargo, su deriva interpretativa hablando de oposición entre poesía tradicional y prosa de vanguardia se aleja del texto y termina eludiendo la problemática que aquí nos interesa. Por último, afortunadamente contamos con un reciente libro de Alain Badiou, Beckett. El infatigable deseo (3), con sugerentes desarrollos sobre la escena del ser, la manera beckettiana de hacer estallar el cogito cartesiano, y sobre la dialéctica del amo y el esclavo (aunque no referidas a Fin de partida).

2.Hamm y Clov.
Pero dejemos que sea Beckett quien presente el problema:

Hamm: ¿Por qué permaneces conmigo?

Clov: ¿Por qué me retienes?

Hamm: No hay nadie más.

Clov: No hay ningún otro empleo.

Hamm: Sin embargo, me abandonas.

Clov: Lo intento.

Hamm: No me quieres.

Clov: No.

Hamm: En otro tiempo me quisiste.

Clov: ¡En otro tiempo!

Hamm: Te he hecho sufrir demasiado. (Pausa.) ¿No?

Clov: No se trata de eso.

Hamm (ofendido): ¿No te he hecho sufrir demasiado?

Clov: Sí.

Hamm (aliviado):¡Ah! ¡Bueno! (Pausa. Con frialdad.) Perdón. (Pausa. Elevando la voz.) He dicho perdón.

3. El momento inaugural.
No parece que sea ininteligible... He escogido este diálogo por sus matices, su sentido del humor, y por la respuesta de Clov cuando dice “No se trata de eso”, respuesta enigmática que entiendo que apunta a algo que excede al conflicto entre dos. La tela de la araña no es sólo cosa de Hamm. En un nivel superior, parece evidente que hay una tela de araña que asigna los papeles, una especie de tablero de ajedrez donde ambos están atrapados y obligados a jugar, cada uno a su manera: uno abusando, el otro obedeciendo. Pero vayamos a la maniobra de Hamm. Creo que el texto ofrece un momento clave, inaugural, de esa dialéctica. Beckett trabaja la relación con la memoria de mil maneras a lo largo de toda su obra (La última cinta, Cómo es, Compañía...), en general, preocupado por mostrar el fracaso de una integración de lo rememorado que viniera a suplir una falta en ser radical. Pero en Fin de partida, el trabajo sobre la memoria lo va a realizar el amo y tiene otras coordenadas suplementarias. Veamos cómo lo hace.

Hamm se divierte adoptando la voz de narrador delante de su exiguo y menguante público, para elaborar el momento cumbre de la que él denomina “mi historia”. Observamos cómo conduce las cosas hasta ese punto final donde él se procura su goce. Como buen perverso llevará al otro a la transgresión de la Ley, que él ha sustituido por su propia versión, y se deleitará con el momento de indecisión previo de la víctima. Recordemos su relato: alguien vino suplicante en busca de ayuda, su hijo yace en espera de alimento a días ya de camino, Hamm le ofrece entrar a su servicio, salvarle a él la vida, a condición de que se olvide del hijo. Podemos incluso pensar que aquel que acudió en busca ayuda fuera el propio Clov. Da igual, lo importante es el arte que emplea para deleitase. El relato de Hamm se interrumpe a mitad de la obra justo en este momento, el de la propuesta envenenada, y retoma su conclusión al final. Un simple empujoncito suyo bastará para que el futuro sirviente acepte su propuesta y caiga inexorablemente del lado de su ley.

¿Qué se traiciona cuando uno se somete?

¿Hay acaso deseo fuera de la Ley?

Referencias
1 Theodor W. Adorno. Intento de entender Fin de partida. Notas sobre literatura II. Akal, 2003.
2 Christoph Menke. La actualidad de la tragedia: ensayo sobre juicio y representación. Visor, 2008.
3 Alain Badiou. Beckett. El infatigable deseo. Arena Libros, 2007.