Body Book, Semanario de las X Jornadas de la ELP. (2) Victoria Vicente, Graciela Sobral, Estela Paskvan, Rosa-Alba Zaidel.

El cuerpo de la pubertad.
Victoria Vicente

Hay que seguir el texto de Freud de Las Metamorfosis de la pubertad para percibir de inmediato que la tarea esencial en la pubertad es la necesidad de redescubrir el objeto bajo el imperio del despertar pulsional por lo real biológico. El cuerpo está atravesado por las elecciones ya sean de objeto ya sean en relación al sexo.

En El Despertar de la primavera, Lacan aborda la pubertad como un episodio en el que la sexualidad hace agujero en lo real y habla del desarreglo que el adolescente experimenta en su cuerpo. Lo propio de la pubertad es el cambio que se produce en el estatuto del goce.

El nudo de la imagen del cuerpo con el cuerpo pulsional que había sostenido al niño hasta entonces, se modifica, es decir, el cuerpo tomado como falo se encuentra perturbado por la nueva relación con el goce: el adolescente pierde ese sostén imaginario. La caída de la identificación fálica le confronta a la libido, es decir, al cuerpo en su dimensión pulsional. Es entonces bajo dos planos, el del cuerpo como objeto pulsional y el del cuerpo como imagen, que la pubertad viene a conmover al sujeto.

Desde otra vertiente, podemos añadir que si en la adolescencia hay maneras de constituir al Otro, el cuerpo entra de este lado como un Otro que constituir. El joven cuida su cuerpo, lo maltrata, lo ama o lo atonta. El cuerpo es a la vez el lugar donde se actualiza el problema de la identidad y su relación con el otro: desde este ámbito el cuerpo puede ser tomado como una superficie donde se inscriben las marcas o el cuerpo puede ser puesto a prueba en lo real de la separación mediante pasajes sintomáticos.

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El cuerpo en la anorexia.
Graciela Sobral

La anorexia muerde el cuerpo y lo da a ver en una dimensión que atestigua un más allá del principio del placer. Desde la fascinación por la imagen delgada en el espejo a la emergencia del horror frente a la aparición de una mancha en la imagen ideal, el goce se hace presente de distintas maneras en el cuerpo.

El cuerpo de la anoréxica muestra una marca, que conlleva un goce. La relación entre la marca y el cuerpo puede ser pensada desde distintas perspectivas. Comentaré algunas de ellas siguiendo el recorrido que hace Lacan a lo largo de su enseñanza: la preeminencia de los aspectos imaginario, simbólico y real.

Tomando como referencia el Estadio del Espejo, el sujeto anoréxico presenta una marca a nivel del narcisismo vinculada a una falta de reconocimiento o un rechazo (un “pero”) del lado del Otro, del Otro Primordial. La marca de ese rechazo constituye un punto irreductible que se hace presente tanto en el desencadenamiento de la anorexia como cuando se produce la irrupción de un goce, a nivel de la imagen o experimentado directamente en el cuerpo, que resulta insoportable.

En los años 50, Lacan refiere el estadio del espejo al complejo de castración. En el espacio virtual, detrás del objeto o de la imagen del propio cuerpo, se sitúa la castración, que permanece velada. De ahí que el privilegio de la imagen se deba a su relación con la castración, porque la imagen vela y señala, a la vez, el lugar de la falta. La anorexia neurótica puede tener una modalidad histérica donde la imagen toma un valor fálico, libidinizado y puede funcionar como el significante que representaría a la mujer, que no existe. En otros casos, la castración marca de una manera particular la imagen del cuerpo, haciendo de ella “una virgen negra que encarna la castración y la muerte” (J-A. Miller, Seminario Silet). Así, tenemos un cuerpo marcado por una cierta relación con la castración.

Una característica que presenta la anorexia de nuestra época concierne a un rechazo de lo femenino, del cuerpo femenino con carne y con curvas. El desencadenamiento de las anorexias contemporáneas está vinculado a algún acontecimiento de tipo sexual frente al cual la joven no dispone de los recursos fálicos suficientes para sostenerse en la relación con el partenaire, aquellos que le permitirían soportar el deseo del Otro. Estos acontecimientos pueden ser tanto la aparición de la menarquía y el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, como la dificultad para soportar la mirada deseante de un hombre o cualquier tipo de encuentro-desencuentro sexual donde la joven no puede poner en juego su cuerpo.

El cuerpo “en los huesos” muestra este rechazo de lo femenino, cuyo fin, desde esta perspectiva, es sustraerse a la posibilidad de ser causa de deseo y de todo lo que se pone en juego a partir del encuentro con el partenaire sexual. En ese sentido constatamos un rechazo al Otro y un rechazo de la dimensión del Otro que ella podría llegar a ser para sí misma. Así, la anorexia puede constituir tanto una respuesta a la pregunta ¿Qué es una mujer?, en su vertiente más histérica; como una forma extrema del rechazo de lo femenino, rechazo que se muestra en el cuerpo.

Para concluir esta breve nota quisiera proponer una cuestión a modo de tema de investigación. En los últimos años, J-A. Miller ha planteado, junto a la idea del síntoma como acontecimiento del cuerpo, el concepto de corporización: el significante entra en el cuerpo, produciendo efectos de goce. Se trata de un concepto útil porque nombra algo que la clínica pone de manifiesto bajo diferentes formas: hay significantes que se encarnan marcando el cuerpo, y dicha encarnación tiene un correlato de goce.

Propone, también, la idea de una corporización contemporánea y pone como ejemplo el piercing y el body-art. Actualmente se marca el cuerpo y se lo da a ver. Si la corporización contemporánea se refiere al empuje al goce propio de la época. ¿Podemos establecer algún tipo de equivalencia entre el piercing o el body-art y la anorexia? ¿Se trata de la inscripción de una letra en el cuerpo? ¿Podemos pensar la anorexia como una forma clínica de la corporización contemporánea?

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Anoréxicas obsesivas.
Estela Paskvan

Es ahora frecuente oír en diferentes servicios de atención que un síntoma anoréxico se califique de “obsesión”. La presencia de la “idea fija”, el control minucioso, las compulsiones, etc., bastan para catalogarlos como “obsesiones”. Esto no es de extrañar en una clínica que se centra en la observación de los comportamientos y, en consecuencia, establecer “pautas” para modificarlos. La cuestión es que las conductas, por más reiterativas que sean, no sirven para definir un síntoma. Y menos aún, para saber qué función desempeñan en la estructura subjetiva.

Ante todo, un síntoma “tipo” no necesariamente corresponde a una estructura. Y no es infrecuente encontrar, por ejemplo, que un síntoma obsesivo cumpla cierta función de anudamiento transitorio en una psicosis. También la anorexia mental atraviesa las estructuras o no corresponde a un tipo clínico.

Las observaciones de Lacan acerca de la anorexia mental son de un valor clínico incalculable. Lo más conocido es haber detectado el objeto “nada”, el anoréxico come “nada”. Y a pesar de haber señalado la consistencia de este objeto, no es raro encontrar que se lo confunda con la falta (-fi). Es así que, en muchas ocasiones, ante una mujer neurótica que presente un síntoma anoréxico, se diagnostique automáticamente de histeria. Es como si funcionara la siguiente fórmula: mujer neurótica + objeto nada = histérica.

Una de las referencias de Lacan a la anorexia mental figura en su Seminario V, precisamente en uno de los capítulos en que comenta el caso de Bouvet, una mujer obsesiva (1). Allí refiriéndose a lo específico del caso obsesivo, señala la formación precoz en el horizonte de la demanda -es decir, en la estrategia respecto al deseo del Otro-, de lo que llama “la demanda de muerte” de manera tal que esa demanda conduce a “la muerte de la demanda”. Es en esta especificidad que Lacan señala la formación del síntoma anoréxico en la obsesión.

Pero, es necesario admitir, que esto no dice nada del sentido de ese síntoma. Si no hay “sentido común” en la histeria y “un obsesivo no puede dar el menor sentido al discurso de otro obsesivo”(2), quizás convenga ocuparse de cada árbol antes que pretender ver y clasificar todo el bosque.

Notas:
1 Lacan J., “Las formaciones del inconsciente”, Paidos, pag. 510.
2 Lacan J., “Introducción a la edición alemana de los Escritos“, “Uno por Uno” Nro. 42

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EL cuerpo del duelo
Rosa-Alba Zaidel

Gracias a la sugerencia de Rosa Calvet me encuentro, una vez más, frente al tema del duelo pero ahora referido al cuerpo, cuando hete aquí que en mi primera relectura, a la búsqueda de un nuevo enfoque sobre este asunto, en las "Lecciones sobre Hamlet" de J. Lacan, aparece el cuerpo en primer plano. Si la experiencia de la muerte sólo es vivida ante la muerte de otro, lo que provoca un agujero en lo real, el cual moviliza al significante faltante en la estructura del Otro, Lacan dice que "se trata del significante que uno sólo puede pagar con su carne y con su sangre, de aquel significante que esencialmente es el falo cubierto por el velo".

Aventuro que, no sólo por la muerte de otro, hay otras pérdidas que provocan en una vida una rasgadura permanente de ese velo, una movilización de lo simbólico por ese agujero en lo real, como por ejemplo, en la "metamorfosis de la pubertad". En la misma nostalgia por el cuerpo infantil es posible que la emergencia de los rasgos secundarios de la sexualidad, del goce del órgano, sean acontecimientos que marquen un final y la consiguiente pérdida del propio lugar en el Otro, en tanto, infans.

Recomiendo la relectura de:
-. Lacan, J. “Lecciones sobre Hamlet” en Freudiana 8
-. Freud, S. “Duelo y Melancolía”, O.C., Amorrortu Ed., Vol. XIV
-. Freud, S. “Tres ensayos…” op.cit. Vol. VII
-. Palomera, V., “¿Cómo puede un delirio…?” en Freudiana 30
-. Lacadée, Ph., El despertar y el exilio, Ed. Gredos

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Acceda aquí a la bella publicación on-line, se sorprendrá:

http://www.elp-debates.com/semanarioxjornadas/semanario/index.html#/1/