Bibliografía razonada. José Luis Chacón (Granada)

“Fundo, tan sólo como siempre he estado en mi relación con la causa analítica, la Escuela”…
J. Lacan Acto de Fundación(1964)

“Jamás aceptaría formar parte de un club que me admitiera a mí como socio.”
Julius Marx

Quizás resulte un atrevimiento relacionar estas dos citas. En todo caso, y al hacerlo, ensayamos en primer lugar que Groucho, el más Marx de los hermanos Marx, era más lacaniano que marxista. Lacaniano porque, en esa aporía precisamente, denuncia el discurso del amo y su “para todos” y apunta hacia lo singular del sujeto. Lacaniano porque pone en relación particular y externo como un ocho interior para explicitar el adentro y afuera, y descompletar con “al menos uno que no”, al club del que formaría parte.

Pero también, me atrevería a decir, pertenecer a la Escuela de Lacan es ser un poco grouchista. Exiliados del Otro, solos frente a la causa del deseo, pertenecemos a un club de misántropos descreídos de club alguno. Pero no por ello nos instalamos en el estoicismo, el escepticismo o el cinismo. Al menos no es lo que se espera de un recorrido suficiente para que aparezca el deseo del analista. El deseo inédito del analista del que, como señala Miller, apenas se ha constatado en la historia, abre a una convicción: no venceremos con Lacan más que a través del discurso al que nos debemos.

En este sentido la Escuela se nos muestra como el lugar necesario para la verificación del discurso analítico. Y, además, en continua revisión y actúalización en cada momento o impasse histórico. Si J-A Miller, desde su advertida soledad, se pregunta en su último curso por la función de los A. E. -que apenas se percataron del rumbo que tomaban los CPCT para las Escuelas- es porque apunta al anudamiento que supone el pase con la Escuela. Anudamiento que modifica la Escuela pero también la propia noción de lo que es un psicoanalista, de su formación o de la cura, y no solo por lo que se refiere a su final. Es una perspectiva clínica de lo real “que tiene en cuenta los desplazamientos doctrinales del inconsciente, no solo el de Freud, sino el de Lacan mismo”. Porque el analista forma parte del propio concepto de inconsciente. Y es, precisamente, ¿Qué es un psicoanalista?, la pregunta a la que la Escuela y uno por uno estamos llamados a contestar. Porque no es seguro que cualquiera ejerza de ello… tan solo como siempre se está…

El deseo del analista es -como lo llama Miller- impuro, no es un concepto universal que pueda aplicarse en todos los casos, sino como sinthome de cada uno, como aquello que en esa función opera como certeza en acto, ligada a una relación con las propias marcas de goce que se han desligado del deseo propio de la neurosis, del deseo de muerte. En este sentido, el deseo del analista es lo que queda al final o del recorrido de un análisis y el acto o la intervención del analista van más allá de su fantasma.

En la IPA todo era seguro. Se hacía un didáctico, se supervisaba sosegadamente, poco a poco, generalmente con el mismo analista y se pertenecía a la IPA. La propia Comunidad incorporaba escasos analistas a sus filas para poder controlarlos. Pero lo cierto es que si uno pertenecía a la IPA, entonces -se deducía- era analista. Pero no así en las Escuelas de Lacan que se definen por un conjunto de alumnos en posición de aprender, que discuten sobre temas comunes, más que de analistas que se reconocen entre sí bajo una égida. Esta es una interrogación que nunca despejó Lacan porque, precisamente, se trata de una comunidad que acoge a analistas, que solo reconoce a algunos por un escaso tiempo y que se encuentra reunida en torno a un agujero de saber. Como dice Jacques-Alain Miller “la comunidad no es tanto un Otro al cual se pertenece como un elemento, sino como un objeto a, con el cual la relación no es de pertenencia. Más bien como un objeto a que nos divide como sujetos. Y pertenecemos solamente a la Comunidad, en tanto que contiene este a divisor”.

En la entrevista a Esthela Solano que recoge la Revista de la EOL Lacaniana de Psicoanálisis 7, ésta afirma: “ Me di cuenta que no había que esperar nada del Otro de la Escuela, que el Otro de la Escuela es uno, y uno, y uno por uno, y que cada uno es el Otro de la Escuela, y que de lo que se trata es precisamente de arriesgar, de poner, de jugar, de apostar, porque sin cada uno de nosotros no hay psicoanálisis. Es decir que cada uno sostiene en su lugar el discurso analítico y la relación con la Escuela, la propia existencia de la Escuela” .

Así, el discurso del analista es sin sostén del Otro y la Escuela se nos presenta entonces, como señala E. Laurent, como un lugar y un concepto necesarios para la verificación, para la creación de estructuras de verificación, de que hay analistas y que estos saben hacer no sólo con su síntoma, sino también... Escuela. En este sentido el discurso del analista está más cerca de Cicerón que de las Escuelas epicúreas o estoicas.

Referencias:

“No seré yo quien vencerá, sino el discurso al que sirvo”J. Lacan: citado por J-A Miller en El triunfo de J. Lacan, Cuadernos Andaluces de Psicoanálisis 5 (1991) Introducción a la Clínica Lacaniana. Conferencias en España. ELP-RBA 1996

L. de Angelo El pase sinthome y la nueva clínica. AMP 2008

J-A. Miller Intervención mesa redonda Jornadas de la EOL 1997“El psicoanalista y su comunidad” recogido en “El psicoanalista y sus síntomas” Paidós. 1998

E. Solano. Entrevista. El pase “Revista Lacaniana de Psicoanálisis” 7. Publicación de la EOL. Buenos Aires 2008

E. Laurent “Notas sobre el saber hacer en Psicoanálisis” “Los objetos de la pasión” Tres haches. Buenos Aires. 1992