Análisis terminable e interminable: de la castración al goce y retorno

Texto presentado el día 5 de noviembre de 2019 en el espacio de la Comunitat de Catalunya( CdC) de la ELP “Hacia las XVIII Jornadas de la ELP, "La discordia entre los sexos a la luz del psicoanálisis”.

 

El último apartado de “Análisis terminable e interminable”, el texto de Freud de 1937, concluye con la idea de que más allá de la roca de la castración se encuentra el desierto, el desierto de lo femenino. Freud señala así un punto irreductible en todo análisis terminable y que lo torna interminable. En la mujer aparece bajo la forma del penisneid que se ha traducido generalmente como “envidia de pene”, pero que también podríamos traducir como “reivindicación fálica”. Y en el hombre se muestra en “la protesta viril” es decir en el rechazo a sostener una “posición pasiva” ante otro varón. La honestidad intelectual de Freud vuelve a mostrarse en el texto que comentamos. En efecto, en él se despliegan los impases de la investigación que le ocupó la vida al descubridor del inconsciente. El análisis, sostiene Freud, desemboca inevitablemente sobre un punto insoslayable del complejo de castración: lo que nombra como “la desautorización de la feminidad”1.

La enseñanza de Lacan explora desde su inicio este desierto hasta el punto de convertirse en el pivote de su enseñanza. Para esta ocasión voy a tomar como hipótesis de partida que el complejo de castración, tal y como lo formula la lógica edípica, desemboca de forma inevitable en la roca de la castración. Para resolver este escollo lógico, Lacan encontró una solución en el más allá del Edipo. Pero fue a partir de la elucidación sobre la sexualidad femenina que encontró una nueva lógica sobre el goce y sobre el fin de análisis. De ahí surge su apuesta para franquear los límites de la castración fálica. Para sostener esta propuesta voy a centrarme en la lectura del último apartado del “Análisis terminable e interminable” y de dos citas de Lacan. La primera pertenece a “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina” de 1958, y la segunda procede de la conferencia dictada en Bruselas el 26 de febrero de 1977: “Consideraciones sobre la histeria”2.

El mito fundante del psicoanálisis establece que el sujeto es básicamente el resultado de la castración, lo cual introduce en el sujeto la dimensión fálica. Dicho de otro modo: su causa se debe al falo y la castración. Desde el punto de vista del Edipo, uno, el falo, no va sin la otra, la castración. Destaco la expresión “desde el punto de vista del Edipo”, porque en el texto de 1977 Lacan separa falo y castración.

Para Freud, la posición respecto al falo será para el sujeto estructural de manera tal que la propia estructura introduce un tope en el final de análisis. En tanto que para el varón la posición fálica es sintónica con el yo, la represión de la pasividad, es decir de lo femenino tal y como Freud lo concibe, aunque no sin matices, está siempre al acecho. Mientras que para la mujer el camino a la feminidad incluye, paradójicamente, una inevitable reivindicación fálica. Para que una mujer pueda alcanzar su feminidad debe establecer una relación con el falo, la manera más exitosa en Freud es la maternidad que hace del hijo un sustituto del pene. Entonces, el punto de lo imposible en el complejo de castración como lugar de causa del sujeto no es otro que: “La desautorización de la feminidad […] una parte del gran enigma de la sexualidad”3.

Lacan desde sus inicios toma el Edipo como un mito, es decir como lo que desempeña la función de explicar un enigma, en este caso el enigma del ser hablante. Apoyado en la noción de significante ya desde los inicios de su enseñanza, establece que lo que introduce la castración es el lenguaje en tanto que lugar del Otro, puesto que produce una pérdida de goce. Esta pérdida puede recuperarse más tarde “en la escala invertida de la ley del deseo” como se lee en “Subversión del Sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente” de 19604. Es decir, la castración constituye una maquinaria necesaria que permite al sujeto que la pérdida de goce que introduce el lenguaje se transforme en algo distinto, en un goce significantizado al que llama “deseo”. Toda la construcción de la noción de falo sirve a este propósito. Desde esta perspectiva el sujeto es, entonces, para usar la expresión de Jacques-Alain Miller, un “fantasma fálico”5.

La respuesta de Lacan al texto de Freud puede tomarse al menos en dos sentidos. Por un lado, el pase es la respuesta a “Análisis terminable e interminable”. Asimismo, existe otra vía estrechamente vinculada a la anterior: Lacan no cesa de explorar el desierto de lo femenino que en el texto de Freud aparece como un obstáculo al análisis terminable.

Un intento de ir más allá del atolladero que revela “Análisis terminable e interminable” lo constituye la construcción del fantasma y la propuesta del pase como su atravesamiento. Me remito al curso de Jacques-Alain Miller “El Uno solo” donde hay un espléndido recorrido sobre esta construcción. El final de análisis en tanto que atravesamiento del fantasma supone la destitución del fantasma fálico, es decir de ese deseo del Otro que sostenía al sujeto. Un analizante que ha llegado al final ha atravesado sus identificaciones fálicas lo que le permite ocupar el lugar de analista. Sin embargo, Lacan no se para en este punto. El atravesamiento del fantasma es posible para lo que del goce que ha sido negativizado por efecto de la castración, es decir el deseo. Pero algo más insiste: el goce imposible de negativizar. Será así que del continente negro de la feminidad Lacan llega al litoral de un Otro goce. Es sobre este paso: de lo femenino al goce que me interesa trabajar en esta ocasión.

Para ello voy a empezar comentando una cita de “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina” escrito de 1958. Les leo la cita, punto 2 del capítulo IX:

“Falta sacar la lección de la naturalidad con que semejantes mujeres proclaman su calidad de hombres, para oponerla al delirio del transexualista masculino.

Tal vez se descubra por ahí el paso que lleva de la sexualidad femenina al deseo mismo. En efecto, lejos de que a ese deseo responda la pasividad del acto, la sexualidad femenina aparece como el esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad (de la que tal vez toda circuncisión indica la ruptura simbólica) para realizarse a porfía del deseo que la castración libera en el hombre dándole su significante en el falo.”6

Lo que en este párrafo se denomina “el paso de la sexualidad femenina al deseo” puede entenderse como la versión lacaniana del penisneid. La sexualidad femenina es, según esta cita, equivalente al esfuerzo necesario para desear, para introducir la ruptura en un goce envuelto en su propia contigüidad. Lo cual sitúa la posición femenina lejos de la pasividad freudiana. La castración que hace advenir al deseo no puede simbolizarse en el cuerpo de la mujer del modo como lo hace en el cuerpo del hombre que puede hacer del pene el falo, es decir el significante del deseo. No hay nada en el cuerpo de la mujer que significantice una ruptura de goce.

La sexualidad femenina en esta cita incluye por un lado un goce envuelto en su propia contigüidad, es decir un goce sin ruptura simbólica, sin castración encarnada. Pero también se realiza en el esfuerzo para inscribir una pérdida. Por eso la sexualidad femenina “se realiza” “a porfía” --“au défi”-- es decir en un desafío al falo. La posición fálica de las mujeres sería de este modo la forma en que la sexualidad femenina inscribe la ruptura simbólica que hace advenir al deseo.

Destaquemos la lectura de la diferencia anatómica entre los sexos que esta cita procura. Mientras que en el hombre la ruptura sobre el goce se encarna en el cuerpo por razones fisiológicas, no hay un equivalente igual para la mujer. De manera que para hacer advenir el deseo se recurre al desafío fálico. Seguramente nos sirve de orientación recordar que Jacques-Alain Miller ha denominado este momento de Lacan como el del paradigma de la significantización del goce. El varón, entonces, parece tener un camino más directo al deseo que la mujer que, como él, debe pasar por el falo, pero para ello va a buscarlo en el cuerpo del Otro. Sin embargo, en este mismo texto Lacan consigna los embrollos de la vía fálica, vía fantasmática, cuando escribe: “constituye un obstáculo toda identificación imaginaria de la mujer (en su estatura de objeto propuesto al deseo) con el patrón fálico que sostiene el fantasma”7. La sexualidad femenina parece hallarse en la tensión entre “el goce envuelto en su propia contigüidad” y “el patrón fálico que sostiene el fantasma”. En efecto, esta tensión llegará hasta el final de su enseñanza aunque con distintas propuestas de resolución.

Vayamos ahora a otro punto en el desarrollo de Lacan. Me remito al texto de 1977 “Consideraciones sobre la histeria”. Aquí Lacan hace un giro sobre la noción de castración. Voy a leer para luego comentar:

“No sabemos cómo gozan otros animales, pero sabemos que para nosotros el goce es la castración. Todo el mundo lo sabe porque es completamente evidente. Tras lo que imprudentemente llamamos el acto sexual, como si hubiera un acto, ya no nos volvemos a empalmar. Utilicé la palabra castración, la castración, como si fuera unívoca, pero incontestablemente hay varios tipos de castración. […]

La castración no es única. El uso del artículo definido no es bueno, o hay que utilizarlo en plural. Siempre hay castraciones. […]

Por esa razón elucubré la noción de objeto a. […] El sujeto no se deja penetrar siempre por el mismo objeto, de vez en cuando pasa que se equivoca: quiere decir que nos equivocamos de objeto a. Nos equivocamos a nuestra costa. ¿De qué serviría equivocarse si no fuera un fastidio? Es por lo que se construyó la noción de falo. El falo no quiere decir más que esto, un objeto privilegiado con el que no nos equivocamos”8.

Lacan separa así falo y castración a partir de la pluralización de la castración: las castraciones. El goce en el ser que habla es inseparable de la pérdida, es lo que introduce el concepto de castración. Gozar es una satisfacción que el cuerpo experimenta como una pérdida, como se ve claramente en la sexualidad del hombre. En la vía edípica la pérdida se introduce bajo la forma de la prohibición: “hay un goce que está prohibido”. Pero Lacan intuye los límites de esta lógica para alcanzar lo real. Entonces, inventa el objeto a. Y ya no es por la prohibición sino por la equivocación que el goce se pierde. Pero hay otra diferencia entre el falo y el objeto a. Mientras el primero orienta, el objeto está siempre en la tesitura de llevar a la errancia. La prohibición orienta al sujeto en tanto que introduce el deseo del Otro. Mientras que la caza del objeto puede lanzar el sujeto a una travesía sin brújula.

Habría, pues, castración sin falo y aquí es donde lo femenino hace vecindad con el goce. Habría castración aún sin interdicción. Por equivocación de objeto, dice Lacan. Entonces el final de análisis supone un saber con el modo de gozar para evitar precisamente equivocarse demasiado. Se trata de otra lógica distinta de la roca de la castración al final de análisis. No hay roca de la castración sino más bien un no a la castración para perseguir el objeto de la buena manera habiendo adquirido un cierto saber hacer con él. Para la mujer habría otro modo de hacer con el goce envuelto en su propia contigüidad que no sería bajo la forma del desafío fálico. Para el hombre, supondría un saber decir no a la protesta viril. En este punto lo femenino aparece en el final de análisis tanto para el hombre como para la mujer sustrayéndose a la lógica de la castración.

 

Notas:

  1. Freud, Sigmund. “Análisis terminable e interminable” en Obras completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores, Buenos Aires 1989, p. 253.
  2. Lacan, Jacques. Consideraciones sobre la histeria. Editorial Universidad de Granada, Granada, 2013.
  3. Lacan, Jacques. Consideraciones sobre la histeria. op. cit., pp. 253-254.
  4. Lacan, Jacques. “Subversión del Sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente”. Escritos 2, Siglo XXI, Madrid, 1999, p. 807.
  5. Curso inédito en francés, L’Un tout seul, clase del 2 de febrero de 2011.
  6. Lacan, Jacques. “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”. Escritos 2, Ed. Siglo XXI, Madrid, p. 714.
  7. Íbid., p. 712.
  8. Lacan, Jacques. Consideraciones sobre la histeria. op. cit., pp. 34-38.