Especulación o Suposición: para una política de transmisión. (a propósito de “El autoritarismo científico” de Javier Peteiro Cartelle).* José Ángel Rodríguez Ribas (Sevilla)

1.-Ya mis amigos y colegas M. Montalbán y J. Ambel me habían mostrado su favorable disposición ante este delicioso ensayo recién salido de esa pequeña factoría tan apreciada por los andaluces, la de Miguel Gómez Ediciones (Málaga. 2010). Es cierto. La ilustración de la portada, un superhéroe de comic ataviado con la archiconocida formula einsteiniana ya sugiere no solo una cuidadosa y delicada factura del texto -señal de la casa-, sino la irónica línea argumental que recorre el texto. Que, he de apostillar, deja con ganas de más. En ese sentido, objetivo cumplido.

2.-Este libro se nos presenta como un acto de amor. De Amor al (verdadero) Saber del cual la Ciencia es una -y no-sola- de sus privilegiadas vías de acceso. Y para ello, desde sus primeros capítulos, de manera ágil y clara, establece varias distinciones que resultan sumamente esclarecedoras para orientarse en este resbaladizo terreno. Comencemos por la diferencia entre pseudociencia y cientificismo.

Si la primera, como forma de impostura epistémica, utiliza la parafernalia propia de la ciencia para justificar posturas como la ufología, la quiromancia, la sanación etc, en segundo lugar nos encontramos con el cientificismo. Algo más complejo pero igual de falsa ciencia, el cientificismo tomaría la reducción metodológica, necesaria condición para la emergencia de la misma ciencia, hasta generalizarla a niveles de un reduccionismo epistémico y ontológico.

3.-Otra de las distinciones se nos da entre ciencia y teoría. Teoría sería toda aquella actividad del entendimiento humano destinada a comprender el mundo a través del lenguaje y con todos los instrumentos a nuestro alcance. Si lo distintivo de la primera es su capacidad de predicción, la teoría, pese a carecer de dicha capacidad, no deja de hacer del empirismo una rigurosa orientación.

Se da cientificismo pues, cuando se pretende leer bajo un único paradigma todos los fenómenos. Para ello, en la en principio, encomiable búsqueda de un modelo holístico o presuntamente integrador y escamoteando su inherente aporía, se recurre de manera avasalladora a un proceso de monopolización y metastatización que tiene por fin último la imposición de un solo modelo explicativo: el que surge del Todo es posible. Ya que si no lo es actualmente, lo será para más adelante. La consecuencia resultante, allá donde llegan a fundirse pseudociencia y cientificismo, es el advenimiento de una nueva religión (re-ligare), la única Ontología posible: “extra scientiam nulla salus”. Ningún tema, hasta los más profundamente subjetivos, escapa a sus pesquisas inquisitivas y aquello que no caiga bajo sus competencias, se introduce un cambio semántico para hacerlo presuntamente explicable por los instrumentos disponibles en la actualidad. Los profetas de esta nueva moral, la descifrada en las sagradas Escrituras del cariotipo genético, son los llamados divulgadores de la Ciencia, aquellos que a través de una muy poco científica banalización semántica y descontextualización epistémica -siempre por el bien común- proclaman y pontifican asépticamente a favor de dicha verdad irrefutable.

De la imposibilidad lacaniana o de su correlato, la inconmensurabilidad o intraductibilidad que enunciaron T. Khun (1978, 1989) y Feyerabend (1989), caso omiso.

4.-Con estas urdimbres previas se van articulando multitud de piezas sueltas fruto de una gran curiosidad y conocimiento del medio por parte del autor que, conscientes de su existencia, no terminábamos de colocar en su justa medida: desde el valor de la Evidencia (en medicina o en psicología) hasta los comités que otorgan el placet para la publicación de estudios científicos o los manejos con patentes de las multinacionales farmacéuticas. Desde el descubrimiento de Watson y Crick hasta la incertidumbre de Heisemberg. Desde la imposición de determinados criterios de calidad, excelencia o buenas prácticas hasta la ficción popperiana de falsabilidad como criterio de demarcación epistémica. Desde la alianza entre la nanotecnología y la biología sintética hasta la actual igualación entre Ética y Etología. Tanto es así, que sin caer en una presunta cosmovisión explicativa el autor, cual riguroso científico, nos describe de manera pormenorizada el actual estado de la cuestión sin dejar por ello de proponer sus propias hipótesis.

5.-¿Que habría pasado, resumidas cuentas? Que la ciencia aliada al poder, escapó al control de los científicos mismos. Habitamos en los tiempos de la Tecnociencia (Hottois, Lyotard, Latour). Ciertamente, la técnica cambió el mundo hasta el punto en que no es concebible la posibilidad de inventar ciencia sin una técnica que proporcione sus instrumentos. Pero dicha ecuación giró hacia su reverso: la evolución de la ciencia depende hoy en día, más bien, de la especulación con los intereses espurios programados a la exponencialidad de la producción técnica.

Es ahí donde la tecnociencia -como la biopolítica foucoultiana, la técnica heideggeriana o el discurso lacaniano del capital- se nos presenta como una hybris acéfala e insistente, atravesada por una voluntad uniformizadora, acumulativa y cuantificadora bajo las especies de una ontoteleologización laica sin límite ni capitón, al modo rizomático deleuziano (2000). Ante la ciencia, nos dice Peteiro, no hay propiamente debate político (ni cualquier otro) siendo asumido por un amplio abanico de científicos que es la evolución y no la cultura la que ha hecho al hombre. Y todos sus elementos constituyentes desde los genes, los medicamentos o los factores exogénicos, la investigación, publicación, patentes y producción son susceptibles de convertirse en objetos de medición y, por lo tanto, de Mercado.

Dicho de manera también irónica: justo porque ya todos estamos enfermos de entrada y por definición, la muerte no deja de ser un error médico como otro cualquiera, incluso denunciable.

6.-Paradójicamente, el propio avance científico no está libre des su contingencia. En cierto modo, apostilla, la ciencia sugiere un proceso evolutivo similar al de los humanos: al lado de callejones sin salida se dan con mucha frecuencia mutaciones en forma de hallazgos que según las circunstancias, también azarosas, podrán ser seleccionados o no. De facto, en numerosas ocasiones la capacidad prospectiva de la Ciencia ha quedado en entredicho: cuando constatamos que la tiranía cientificista aliada con el mercado es la que justamente intenta encuadrar un plan estratégico con objetivos claramente definidos, ignorando que la imaginación y la curiosidad a menudo son los agentes de una casualidad encausada.

7.-Hay que decir, en otro orden de cosas, que Peteiro está inoculado por el psicoanálisis. Pero lo está de la buena manera, al modo de un stimmung heideggeriano, bajo una cierta tonalidad de fondo. Lo está en la medida en que el psicoanálisis, ensayo de una provisional ontología fallida, barrada, escindida del sujeto y sus producciones, le sirve de contrargumentación y punto de anudamiento a la apabullante red de datos que maneja. Por eso las alusiones son sutiles, espaciadas, evitando caer en aquello que cuestiona. En ningún momento opone al fundamentalismo de la ciencia la autoreferencialidad de la subjetividad. De hecho, enuncia, sólo la teología parece resistirse al camino trazado por la ciencia (“Ya solo un Dios puede salvarnos” se decía Heidegger. 1996).

8.-¿Qué puede aportar este libro de interesante a los psicoanalistas?, ¿Qué elementos de conversación pretende sugerir? De entrada el más obvio y de mayor calado: que el acto de pensar la Cosa contemporánea no es solo materia restringida al ámbito de la filosofía cuando se verifica que algunas de las más genuinas propuestas actuales y conspicuos representantes no provienen de dicho ámbito. Más bien sucede al contrario. La imperiosa urgencia a reflexionar ante el proceso de reificación de un cientificismo utópico convoca a todos aquellos que puedan sentirse concernidos por sus efectos.

Dada la premura deconstructiva de la subjetividad bajo transferencia, particularmente en su vertiente clínica, quizás los psicoanalistas no atendimos a situarnos a la altura que la dignidad de la época reclama. Lo que supondría, entre otras premisas, la labor de analizar y denunciar aquellas maniobras impostoras que, recubiertas de cientificismo, hacen emerger lo más abyecto de la segregación que dicho discurso convoca en su interior. Y no será porque no estuviéramos advertidos. No ocurra, como nos dice el autor, que si dada su imprevisibilidad la ciencia como único referente no sea creíble suceda que como instrumento se nos esté yendo de las manos.

Y para ello, aviso para navegantes, aparece como imprescindible el manejo del discurso del Otro. Si la propia comunidad científica dimitió de la consustancial crítica de sus mecanismos reguladores quizás les toque a /em>los psicoanalistas ser científicos de verdad tal y como procedió el mismo Freud (Bercherie, 1988: 277).

Llegados a este punto tal es en el fondo lo que parecería estar en juego: la forclusión del Saber mismo, mejor dicho: del no-saber. Saber ¿de qué?: saber habitar el vivir. Porque ya se conoce muy bien como y con qué hacerlo. El efecto homogeneizador del principio de equivalencia dado al Valor -todo puede ser intercambiado- traería de suyo la caída de la Suposición, es decir, la posible atribución de una autoridad epistémica al Otro: si todo saber se rige por similares mecanismos operativos de cuantificación no habría motivo para interrogación ni transferencia algunas, ya que Todo estaría “a la mano”, “a presencia” como diría Heidegger. Con lo que nada podría hacerse porque nada de lo que se hiciera, tendría efecto alguno.

Es constatable que dicha operación, no va sin la imprescindible degradación de la subjetividad reducida ahora a mero ente consumidor, incluso simple objeto de consumo en y para sí mismo. A la postre, bien pudiera ser que no se trate más que de eso: caídos todos los ideales, todas las narraciones; perdida toda potencia articuladora y reguladora de lo simbólico (del giro lingüístico) frente a la alianza real-imaginario, la tecnociencia humana es emplazada como el otro gran posible sector de producción que cumple de manera homóloga la función de lo que otrora fue la religión: aquello que significa, entontece y aliena. Y, sin embargo, satisface. Solo que, queriendo escaparnos de las garras de un trascendentalismo escatológico divino habríamos caído en la peor posible: en hacer de la subjetividad misma un objeto de Especulación financiera más.

La consecuencia paradójica operada por dicho “olvido del olvido” heideggeriano, donde el Hecho precede al Decir (J. Alemán, 20110: 33) -lo estamos viendo- sería el encumbramiento de un Superyo para-todeador en su vertiente más voraz, reivindicadora y caprichosa animado por su pasión característica: el Odio, es decir, el miedo.

Pero si no caemos ingenuamente bajo sus efectos, resulta evidente que la pregunta suscitada no puede ser otra que: ¿qué es lo que hace a la ciencia tan atractiva? Porque por mucho que se proclame perplejidad ante la condescendencia silenciosa de los propios científicos puros ante tan execrable manipulación a la que se ven sometidos sus estudios, dicho silencio cómplice, no dejaría de poner en evidencia que lo científico, cual síntoma social, ejerce un indudable efecto de fascinación y sentido. ¿Será que a la condición contingente, imposible y paradojal de la subjetividad le resulta insoportable convivir sin la esperanza utópica que la idea de Progreso lleva implícita? No en vano y a pesar de su falacia canibalística (Baudrillard, 2006), la Felicidad –junto con sus acólitos: la seguridad, la salud, la sostenibilidad y la solidaridad, esta vez por decreto- sigue constituyéndose en la meta última de cualquier humanismo que se precie.

¿Que tendrían en común el mercado de la tecnociencia con el de la teología que los ha convertido en afines, como no fueran el sostenimiento de la vida a cualquier precio, la promesa de un goce sin fin y la esperanza en una trascendencia inmanente que diera cuenta de una identificación esencialista en la que poderse alojar?: Puro goce-sentido. No en vano asistimos al tiempo en el que la ciencia se teologiza y la teología se cientifiza.

Sólo que si la miseria, tal y como apunta J. Alemán (2009: 23 y 2010: 24) consiste en quedarse a solas con su goce sin inscripción simbólica alguna bien pudiéramos extrapolar esta definición a la Felicidad misma: “quedarse a solas con la marca de su goce”. Por lo que parece, estamos abocados a una Felicidad miserable.

Pensémoslo de otra manera: ¿qué Mundo es ese que ofrecemos los analistas, que Hay de buena nueva en la letra freudolacaniana? Pues del mismo modo que el malentendido y la no existencia de El cuerpo son inherentes al ser-dicente, también, necesariamente, el discurso del Capital tiene porqué convertirse en un paradigma finalístico, definitivo causa sui al modo hegeliano (Alemán, 2009: 16).

Por el contrario, desde esta otra perspectiva nada garantizaría que el discurso del capital no dejara de ser otra contingencia histórica más como respuesta a lo real que nos determina: quizás sea cosa del tiempo pulsional (Miller, 2001). ¿Y si el tiempo tomado como subjetivo nos invita a ser leído en su versión de excedente, en el alargamiento o la prisa? Sus manifestaciones actuales parecen hacerse cada vez más evidentes, hasta el punto en que la erótica temporal ejerciendo de espera sí que parece hacerlo al modo de un objeto a. Recordemos que otra versión de la Suposición (de Saber, del inconsciente) dada por J-A. Miller no solamente remite a la ilusión estructural del paso de lo posible a lo necesario propios del aprés coup, es decir, que el pasado contiene todo lo que fue el presente; sino que lo hace como sofisma del futuro contingente en el que lo contingente, (el acontecimiento) la sorpresa, solo se inscribe sobre el fondo de lo imposible (Miller, 2001: 44).

Retornemos. Por otra parte, menos mal que quiérase o no, solamente hay cuerpos uno por uno, en tanto a-nudados; es decir, parlantes, sexuados y mortales. En su sexto paradigma, El Goce Uno (Sem. XX-XXVII/1972-1979) nos dice Miller que a partir de Encore sólo hay psicoanálisis de un cuerpo vivo y que habla, donde lo Supuesto es por el cuerpo (Miller, 2003: 257-276). ¿Qué proyecto de emancipación sería ese que se pretenda más digno, sin esperanzas aunque sereno, menos tonto, sabiéndose gobernado por el desacuerdo; sin identidades que excluyeran la diferencia absoluta de una satisfacción singular, descreído del progreso y habitando en su propia finitud la contingencia la soledad común de un deseo decidido? ¿Qué política del lazo sería esa que pretenda volver lo imposible experiencia común, afín estructuralmente a la condición desfundamentada de la subjetividad?

¿Quiere saber el Hombre?, nos preguntamos. ¿Es consustancial al hombre un deseo de saber?, ¿o es, por el contrario, que al decir lacaniano habría un pathos propio destinado a la debilidad mental?

Hay algo que hace que el ser hablante se demuestre consagrado a la debilidad mental, y eso resulta de la sola noción de Imaginario en tanto que el punto de partida de ésta es la referencia al cuerpo (J. Lacan, S. XXII: 10.12.74).

Si así sucediera, el psicoanálisis no habría dejado de ser el relato de un sueño provisional más en la historia de la Razón, con lo que la torsión operada nos retrotraería no tanto a postulados post-postmodernos (hipermodernos) cuanto a narrativas decididamente pre(anti)modernas (Jameson, 1991 y Héller y Fehér, 1989).

Resumiendo: si lo Real de lalengua irrumpe en el exceso o el vacío impidiendo la equivalencia Uno-Todo (J. Alemán, 2009: 24), (la suposición de) tiempo (sorpresa), cuerpo (objeto a) y palabra (significante fálico, vacío) otorgan las condiciones preliminares para que presencia y transmisión (Miller, 2010: 92) devengan soportes contingentes en la declinación de una pregunta que no fuera anónima, es decir, de un acontecimiento del cuerpo hablante en tanto experiencia in-trascendente (J. Alemán y S. Larriera, 2009: 12), que propicie la invención de un significante transferencial.

Es ahí donde la enunciación, la conversación o el testimonio (en el Pase o el Forum) parecen convertirse en una brújula ética a la altura de su causa, política: ¿una auténtica Escuela?

9.-Finalmente, una magnífica, sugerente y recomendable obra igualmente asequible a expertos o profanos, a condición de mantenerse apasionados por el saber. A Javier Peteiro, nuestro reconocimiento.

Referencias.
-. Alemán, Jorge.
-2000. Lacan en la razón postmoderna. Ed. MGE. Málaga.
-2009. Para una izquierda lacaniana... Intervenciones y textos. Ed. Grama. Buenos Aires.
-2010. Lacan, la política en cuestión... Ed. Grama. Buenos Aires.

-. Alemán, Jorge y Larriera, Sergio.
-2001. El inconsciente: existencia y diferencia sexual. Ed. Síntesis. Madrid.
-2009. Desde Lacan: Heidegger. Ed. MGE. Málaga.

-. Baudrillard, Jean. 2006. La agonía del poder. Ed. Círculo BBAA. Madrid.

-. Bercherie, Paul. 1988. Génesis de los conceptos freudianos. Ed. Paidós. Buenos Aires.

-. Heller, Agnes y Fehér, Ferenc. 1989. Políticas de la postmodernidad. Ed. Península. Barcelona.

-. Jameson, Fredric. 1991. Teoría de la postmodernidad. Ed. Trotta. Madrid.
-. Khun, Thomas S.
-1975. La estructura de las revoluciones científicas. Ed. FCE. México D.F.
-1989. ¿Qué son las revoluciones científicas?. Ed. Paidós. Barcelona.

-. Lacan, Jacques.
-1992. Seminario XVII. El reverso del psicoanálisis. Editorial Paidós. Barcelona.
-Inédito. Seminario XXII. (1974-1975). R.S.I. Versión: de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.

-. Lipovetsky, Gilles. 2006. Los tiempos Hipermodernos. Ed. Anagrama. Barcelona.

-. Miller, J-Alain.
-2001. La Erótica del tiempo. Ed 3H. Buenos Aires.
-2003. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Ed. Paidós. Buenos Aires.
-2010. Extimidad. Ed. Paidós . Buenos Aires.

-. Miller, J-Alain y Laurent, Eric. 2005. El Otro que no existe y sus comités de ética. Ed. Paidós. Buenos Aires.

-. Peteiro Cartelle, Javier. 2010. El autoritarismo científico. Ed. MGE. Málaga.

* Ponencia del Taller de Psicoanálisis y Pensamiento Contemporáneo: Conversaciones en la frontera 17 de Febrero 2011. Organiza: Asoc. de Estudios Humanísticos X-XI y Grupo de Investigación HUM-063 (Universidad de Sevilla). Colabora: Sede de Sevilla de la ELP.