Hacia la XI CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICF. Terminaciones de análisis. TRES PREGUNTAS a Gustavo Dessal, Andrés Borderías, Rosa Navarro, Alicia Calderón y Eugenio Castro

Barcelona, 5 y 6 de Marzo de 2011

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Tres preguntas a Gustavo Dessal

1) La primera pregunta tiene que ver con la terminación del análisis y el cambio de analista. ¿Qué ocurre en aquellos casos en los que el analizante, después de un recorrido de años con un analista, zanja su relación con él y elige cambiarlo por otro? ¿Se ha producido una sustitución, una subrogación de la persona que encarna el supuesto saber de una a otra? ¿Tiene que ser eso entendido como dificultades transferenciales (y por tanto dificultades a superar por el analizante dentro del propio trabajo de analizarse) o cabe la posibilidad de que cada fase del análisis de una persona vaya asociado a un analista diferente?

Es difícil, por no decir imposible, dar una respuesta genérica a una cuestión muy variable según los casos. El cambio de analista puede obedecer a razones muy diversas. Desde luego, en última instancia es siempre la transferencia lo que está en juego, aunque ello no debe entenderse necesariamente como algo que habría podido ser "superado". No toda la transferencia es elaborable, y existen momentos en los que un cambio de analista es la única salida para relanzar el deseo, o la apertura del inconsciente. En ocasiones, la transferencia o la reacción terapéutica negativas solo admiten un nuevo análisis, aunque desde luego ello no garantiza una inmunidad contra la repetición. Lo que sí podemos responder de forma general es que en todos los casos, el nuevo analista debe tratar con tacto y minuciosidad el punto de interrupción anterior, y no sucumbir a la satisfacción narcisista de ser "el sujeto supuesto saber más", fantasma que a menudo el analizante expresa de forma directa o tácita en las primeras entrevistas. Es fundamental que analista y analizante puedan alcanzar cierta elaboración sobre el punto o el momento de la cura en la que se produjo la finalización de la etapa previa.

2) He leído una cita de Lacan que parece decir que es el fin de análisis lo que convierte al analizante en analista. Ese paso tendría que ver con la destitución del propio analista del lugar del saber. Imagino que unido con otro logro como saber del propio deseo. ¿Qué relación se establece entre los analistas con los que a su vez continúan analizándose?. ¿Los lazos transferenciales son diferentes? ¿Serían más teóricos que los establecidos antes o no tiene nada que ver con la “teoría ” y siguen jugándose cuestiones inconscientes?

No sé si comprendo el sentido y el alcance de esta pregunta. El pase de analizante a analista no es una destitución del Otro, sino del sujeto. La destitución del Otro es más bien lo que sucede en la transferencia negativa, que es algo diferente. Destitución subjetiva quiere decir que el analizante asume a la vez la falta en ser definitiva e incurable, y al mismo tiempo obtiene la certidumbre de una diferencia absoluta como causa del deseo. Eso no impide, desde luego, que alguien que ha obtenido eso en un análisis no puede, llegado el caso y las contingencias de la vida, demandar un nuevo análisis. La transferencia no será por ello menos legítima, y desde luego sus resortes nada deberán a los conocimientos intelectuales, teóricos o doctrinarios. Por fortuna, el análisis no produce un desecamiento del inconsciente.

3) ¿Existe el fin de análisis en tratamientos con niños? Se me ocurre que no puede pedirse un atravesamiento del fantasma en el caso de terapias institucionales con niños pequeños. ¿Serviría para orientar a los padres en este caso para la interrupción o fin de tratamiento un aligeramiento del malestar del niño o un alivio sintomático? Comprendo la dificultad de generalizar la respuesta a las diferentes estructuras y casos, pero me gustaría preguntar si hay épocas o periodos, por ejemplo el de latencia, que por ser menos conflictivo, o menos activo, requiera con menos urgencia tratamiento. Lo planteo por la idea de no cronificar ante los padres y la escuela las dificultades de un niño, por más que se presuponga que pueden aparecer dificultades posteriores en la adolescencia.

No practico el análisis con niños, de modo que mi respuesta no está respaldada por una experiencia. Entiendo que el fin del análisis con niños solo puede fundarse en criterios exclusivamente terapéuticos. No obstante, es fundamental tener presente que ellos no habrán de establecerse sobre la base de la demanda y los ideales de los padres, ni tampoco a partir de los requerimientos de las instancias educativas. Nuestra labor no es contentar ni a los padres ni a los educadores, sino interesarnos por el sufrimiento del niño y la verdad que subyace a sus síntomas, con el propósito de permitirle un alivio y un manejo más eficaz de su mundo. Eso puede ser necesario a cualquier edad, y no creo que la latencia sea por definición un período menos proclive al conflicto, a la angustia, o al desencadenamiento de una neurosis, por ejemplo.

Preguntas realizadas por: Margarita Frances

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Tres preguntas a Andrés Borderías

1) ¿Por qué ir más allá de la construcción del fantasma?

Como analizante, le contestaré que para mí se trata de obtener un "ya está" que no concluye con el trabajo de construcción del fantasma. Usted sabe que hay varios Lacan, en lo que respecta a la conclusión del análisis, está el Lacan de la travesía del fantasma y el Lacan de la identificación al síntoma, por ejemplo. Este segundo Lacan nos permite entender de otro modo algunos problemas que plantea la salida de la travesía del fantasma. Por ejemplo, el tratamiento de los "restos fantasmáticos". Tras la construcción y la travesía del fantasma, queda aún la relación con lo real. Hay entonces un tramo más que hacer para decidir qué hacer ante el agujero, como afirma Eric Laurent (1). Hay un querer que depende del sujeto. Es el límite por la satisfacción obtenida.

2) Por qué el pase es tan importante para la Escuela y tan importante en la propuesta de Lacan y resulta que en España tan poca gente lo pasa y/o lo pide (siempre me impresionó el miedo que se tiene a esta cuestión. Los analistas no lo piden por miedo a fracasar ¿o si lo hacen no lo vuelven a intentar?)

¿Cómo valorar si son "muchos o pocos" quienes lo piden?..., ante todo, primero hay que haber concluido el análisis... Cuando hacemos un cálculo del número de solicitudes de pase hechas durante un año, ¿tenemos en cuenta el número de análisis terminados ese año? Con respecto al “miedo a fracasar”, si es así, parece una descripción perfecta de un síntoma digno de un análisis, ¿no le parece? Es posible que en algunos casos, en los que una cura se detuvo en ese punto, alguien pueda formular así las cosas. Pero no es lo que he escuchado de la mayoría de las personas que se han presentado. Aunque quizás tenga usted razón, pero habría que preguntarles a aquellos que terminaron y decidieron no presentarse al pase si fue "por miedo". Y en ese caso, lo relevante es si se trata de "miedo a fracasar" o del "temor a lo real". Sabemos de la tendencia a la obturación de lo real, una tendencia a dormir, a velar, a eludir lo real. Por ello encontramos que una Escuela, por una interpretación quizás, es capaz de recuperar cierto coraje y reincendiar el deseo por confrontarse con lo que tiene el pase de insoportable.

Otra cosa es la decisión de no volverse a presentar, cuando se ha recibido una negativa. Lo que conozco es a título de relatos personales, no ha habido una elaboración pública sobre este asunto. En algunos casos, se trata de una aceptación del carácter contingente del dispositivo. En otros, una transferencia negativa con el mismo, como resultado de la negativa. Hay quien retoma su análisis a partir del no. Creo que hay un abanico muy diverso, tan diverso como experiencias particulares, que queda "unificado" por el silencio. Pero, ¿cómo hablar de ello?, es una apuesta para la Escuela..

3) ¿Hasta dónde llevar a nuestros pacientes? ¿Hasta el desplazamiento del síntoma? Si hay que llevarlos más allá ¿por qué? Y si no es así ¿qué nos diferencia de otras terapias?

"Desplazar el síntoma" no parece lo mejor..., más bien el asunto es lo que queda del síntoma tras un análisis. Un nuevo acomodo con el goce, pero a partir de una diferencia crucial con las terapias, que este nuevo acomodo no está al servicio de obturar lo real. Por ello, un análisis concluye, pero no el proceso analítico, ni el trabajo de invención, ya se trate del amor con una mujer, del "amor crítico" con la Escuela. De la elaboración de un nuevo saber a partir de lo que se atrapa del propio inconsciente, o del síntoma postanálisis.

Por otro lado, como recuerda Jacques-Alain Miller (2) con una expresión muy bella y que marca otra cara de la diferencia radical con las psicoterapias, tras un análisis "usted espera su verdad, no de un especialista a quien paga, sino del prójimo desconocido".

Notas:
1-. E. Laurent, La passe et les restes d´identification, Rev. La Cause freudienne nº 76
2-. J.-A. Miller, Quand la cure s´arrête, Rev.Quarto nº 96

Preguntas realizadas por: José Manuel de los Bueys

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Tres preguntas a Rosa Navarro

1) Miquel Bassols nos dice en “Finales de análisis”: “Se trataría, decía Lacan, de crear un significante nuevo al final del análisis”. El Sínthoma modifica algo del sentido y también del goce. ¿Cómo articular este significante nuevo con los cambios que introduce el Sínthoma?

Lacan, en su última enseñanza, pone el acento en el goce, y ya no en el deseo, para situar el fin del análisis, definido por el sínthoma. En un análisis, llevado lo suficientemente lejos, el estatuto del síntoma cambia. Pasa de su vertiente simbólica, como elucubración de saber con la consiguiente posibilidad de desciframiento, a tener un estatuto real: es el sínthoma.

Por medio del análisis se produce una reducción, una condensación y anudamiento del goce. Se apunta a alcanzar el real del síntoma, que es “sin sentido”, el punto de “fuera de sentido”.

El sínthoma no desaparece, porque se trata de la vertiente de goce irreductible al sentido, vaciado de sentido. El punto en que no hay nada más que decir.

El sínthoma es el modo de gozar de cada parlêtre, en tanto que éste tiene un cuerpo. Por tanto, se trata de hacer otro uso de ese modo de gozar que atañe al cuerpo, de identificarse con el sinthome, con el modo de goce y “saber hacer ahí”, obtener una satisfacción donde antes había sufrimiento. Así, el sínthoma viene a nombrar el modo de goce de un parlêtre.

En la última enseñanza, Lacan elabora una lógica basada en el agujero de lo simbólico y en el resto del modo de goce con el que hay que “saber hacer”. Se trata, finalmente, de “saber hacer” con el lugar vacío.

Así, lo irreductible del sínthoma deviene un nombre, un nombre de lo imposible de decir, un nombre de goce, verdadero partenaire del parlêtre.

En el Seminario 24, “L’unsu que sait de l’une-bevue s’aile a mourre”, Lacan sitúa el significante nuevo como aquél que, como lo real, no tendría sentido alguno.

J.-A. Miller aclara que, al final del análisis, se puede producir la invención de un significante aislado, sin articular con otro significante, que no añade nada del lado del sentido, sino que hace agujero en el sentido y añade un vacío al mismo tiempo que permite la identificación al nombre de sinthome como lo más real. Funciona como una interpretación definitiva que pone límite a la interpretación del inconsciente. Supone, pues, un más allá del inconsciente.

Ese significante nuevo, sea o no un neologismo, es el nombre de goce del sujeto. Nombra eso que goza, el goce ineliminable: “yo soy eso: el sínthoma”.

No es posible que surja un significante nuevo que nombre ese resto de goce irreductible si el sínthoma no está, según su estatuto, vaciado de goce y de sentido y, por tanto, constatada la imposibilidad, el agujero de lo real, lo que no cesa de no escribirse..

2) Miquel Bassols, en “Finales de análisis” habla sobre los dos tipos de pulsión y sobre la del final del análisis dice: “La pulsión al final del análisis divide al sujeto y al deseo. En esta pulsión es donde el sujeto se experimenta a sí mismo como objeto para el Otro, y es ahí donde se capta a sí mismo como sujeto dividido en tanto tal. Ahí se aloja el objeto más íntimo en cada sujeto, en lo más próximo de esta división, de la que un final de análisis extrae un objeto causa de deseo”. ¿Cómo pensar esta extracción del objeto y darle el estatuto de objeto causa de deseo?

Creo que Miquel Bassols, en esta parte de lo que elabora en su libro: “Finales de análisis”, se refiere a la estructura del fantasma.

La tesis de Lacan en “La proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el analista de la Escuela”, que escribe justo después de su Seminario 14, “La lógica del fantasma” (1966-67), es plantear el fin del análisis como atravesamiento del fantasma, despejando el objeto a, causa de deseo.

Como aclara J.-A.Miller en su curso “El lugar y el lazo” (2000-01), en ese momento de la enseñanza de Lacan, el análisis permite al sujeto acceder a un saber que estaba inaccesible y que atañe al ser del sujeto, al sujeto como ser de deseo.

Es una definición del deseo como un problema que tiene una solución. Esta solución pasa por el atravesamiento del fantasma, es decir de la relación del sujeto con el objeto causa de deseo, que colma su falta constitutiva, su falta en ser.

Se trata de una clínica centrada en el fantasma, concebido como una historia, un escenario inconsciente que se apoya en la relación del sujeto con el objeto a.

El objeto a es la invención de Lacan que le permite, en ese momento de su enseñanza, hacer operativo y manejable el goce. Centra la operación analítica en la frase del fantasma, que conlleva la suma de un efecto de sentido y un producto de goce; es decir, trata de empalmar la cadena significante con el goce.

El atravesamiento del fantasma supone producir una fractura, una separación entre el sujeto y el objeto a, entre el efecto de sentido y el producto de goce.

La consecuencia de ese franqueamiento es concebida como una revelación, la revelación del objeto causa de deseo.

El sujeto aísla el objeto que le completaba, se reconoce en eso, eso que él es como objeto para el Otro, su ser de objeto.

El saber en juego ahí es el del ser que no sabía la causa de su deseo. En el Seminario 10, “La angustia”, Lacan habla de la angustia que conlleva esa experiencia.

El sujeto queda destituido, es decir, pierde el enganche que tenía con su deseo por medio del fantasma.

“En ese vuelco en el que el sujeto ve zozobrar la seguridad que le daba ese fantasma donde se constituye para cada uno su ventana sobre lo real, lo que se percibe, es que la toma del deseo no es sino la de un deser” (Proposición sobre el analista de la escuela. Lacan).

Lacan, en el Seminario 16, “de un Otro al otro” sitúa el objeto a como objeto plus de gozar, y en el Seminario 20, “Aún” dirá que no es ningún ser, es un semblante de ser que no tiene sustancia, es algo vacío. Ese objeto está vacío, hueco, agujereado, alrededor del cual gira la pulsión. El sujeto se encuentra, pues, con ese lugar vacío.

Una vez que el asidero del fantasma se tambalea, la presencia del sínthoma viene al primer plano.

J.-A.Miller, descifrando a Lacan, nos descubre que el atravesamiento del fantasma era una formalización del modo de gozar.

En su última enseñanza, Lacan llamará al sujeto parlêtre, que indica su relación con el goce y con el cuerpo. Define la pulsión, que rodea al objeto, como un efecto del decir sobre el cuerpo. La pulsión se iguala al decir del sujeto.

Como expresa Miquel Bassols, en el texto citado anteriormente, las pulsiones son “eso que hace mella en el cuerpo, como un real que pide satisfacción”.

3) Guillermo Belaga en “La actualidad del pase” habla sobre el deseo del analista y dice: “El deseo del analista es el deseo de separar al sujeto de los significantes amo que lo colectivizan, de aislar la diferencia absoluta, de cernir su soledad subjetiva y, también el objeto plus de goce que se sostiene en este vacío y a la vez lo colma”. Yo creo que cuando hablamos de soledad subjetiva, nos estamos refiriendo a una nueva relación del sujeto con su objeto plus de gozar, y, por lo tanto un nuevo modo de establecer vínculos sociales. ¿Qué más se puede decir sobre esta soledad subjetiva?

G. Belaga, en este párrafo, cita el texto: la “Teoría de Torino acerca del sujeto de la Escuela” de J.-A.Miller, quien añade: “Este es el deseo de Lacan. De él deriva la Escuela”.

El deseo del analista es (como dice Lacan en el último párrafo del Seminario 11) el deseo de obtener la diferencia absoluta. Es una diferencia no relativa, es decir, no saturada por la función fálica.

En su Curso: “Cosas de finura”, J.-A.Miller aclara esa “diferencia absoluta”. Es “lo más singular de eso que constituye el ser de cada uno”. Se trata de cernir y asumir eso que a cada uno le diferencia como tal: “yo soy eso”. Añade que esa diferencia siempre está “enganchada en una porquería que se atrapó en el discurso del Otro” y de la que no se quiere saber nada: el objeto a.

El deseo del analista apunta, entonces, a obtener eso que del goce es imposible de simbolizar. La diferencia absoluta remite a lo irreductible del goce y al límite del saber. Es el Uno solo de la marca del goce en el cuerpo. Es la diferencia absoluta del sínthoma.

En ese mismo curso, J.-A.Miller define al analista como “un sujeto que ha percibido su modo de gozar como absolutamente singular, que ha tomado su goce en tanto está fuera de sentido”. Su goce Uno, que le remite a la soledad del Uno.

La soledad no es el aislamiento. Se trata de pasar, al final del análisis, de la soledad del fantasma a la soledad del síntoma.

La soledad del fantasma es una “falsa soledad” en tanto que el sujeto está aún en relación con el objeto de su fantasma, que tapona el agujero de la inexistencia de la relación sexual, y por tanto, en relación con el Otro. El sujeto sigue instalado en el mismo goce. Es la soledad que tiene que ver con el aislamiento, el rechazo o el abandono y que conlleva un goce.

Mediante el análisis se trata, justamente, de construir una nueva soledad menos precaria, a partir de la cual se puede romper el aislamiento.

Paradójicamente, el sujeto encuentra una salida a esa soledad “cargada de goce” por medio de la separación con el Otro, que se revela inexistente; de la emergencia del objeto a, que localiza un vacío, una nada; de la experiencia privada del ser de goce que atraviesa. Ahí donde se localiza su diferencia absoluta.

Tiene lugar una modificación de una soledad que sería exclusión del Otro a una soledad que es separación del Otro y que verifica su inexistencia.

Es la soledad que surge del vacío mismo y que implica una relación con S de A (tachada).

Los efectos del acceso a una “soledad real” no se juegan de antemano. Eso puede dar lugar a un dolor profundo, a un saldo cínico o a cierto entusiasmo.

La cuestión es cómo un sujeto, después de acceder a la soledad del Uno, consigue una reinmersión en el Otro, en el espacio público; esto es, encuentra un lugar donde alojar su soledad.

Lacan puso como ejemplo de saldo cínico a Diógenes cuya posición es gozar de la soledad, encerrado en su tonel, y propuso una vía para los analistas: la de establecer una relación con la causa analítica. La transferencia de trabajo, que se aloja en la Escuela.

La característica de la Escuela es que siendo una “formación colectiva” se funda en la soledad subjetiva.

Se trata de que, al final de un análisis, el deseo de saber perdure, pero dirigiéndose a otros lugares tal que la Escuela no-toda, al no saber de la Escuela, a lo real de la Escuela.

Como testimonian los AE, la posición del analista es aquella que, sosteniéndose en su soledad, sostiene un deseo de saber; saber algo más, teniendo en cuenta el no saber de lo real.

Después de un análisis, uno se implica en la Escuela con su sínthoma, con la diferencia absoluta del sínthoma.

A partir del momento en que uno ha tenido acceso a una imposibilidad de saber; saber que no se puede comunicar ni intercambiar, solo se puede estar en la Escuela a partir de la “soledad compartida”.

Preguntas realizadas por: Isabel Soro

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Tres preguntas a Alicia Calderón de la Barca

1) Si uno llega a un análisis empujado por el sufrimiento, la angustia, la impotencia frente a determinadas coyunturas de la vida, por algo que se repite y que se termina localizando en un síntoma ¿Qué podemos esperar al final de un análisis?

Si tenemos en cuenta las elaboraciones de Jaques-Alain Miller sobre el último Lacan podemos decir que mientras que el síntoma, aunque tenga su lado goce, se puede plantear como una formación del inconsciente, el sínthoma –con h- no lo es. Curiosamente casi todo analizante comienza con su “novela familiar”, ese nivel por el cual el sujeto aparece como siendo hablado por el Otro; lo que llamamos el Otro es creer que somos hablados por el Otro familiar. En un análisis hay todo un recorrido que tiene siempre una referencia a la “intención” del Otro, del sentido gozado del fantasma, aunque aparezca como marcada por el no.

Pero hay verdades variables del síntoma, la varité del síntoma va contra el inconsciente freudiano, contra el destino que nos hace el inconsciente. Por tanto, si lo aleatorio queda en el campo del Uno y no del Otro y si el campo del Uno (del goce) es anterior al Otro eso implica una versión completamente diferente del sinthome que es del Uno y no del Otro, un proceso de reducción que tiene algo del sinsentido.

Eso es algo de lo que podemos esperar hacia el final de un análisis

2) ¿Es posible hablar de final de análisis en las psicosis clásicas, en los mismos términos que usamos para las neurosis?

Este es un tema difícil… Pero si justamente toda la última enseñanza de Lacan estuvo más apoyada en Joyce que en Freud, y Joyce mismo, sin análisis, es la demostración de Joyce, le sinthome, tal vez no hablemos de ello de la misma forma como lo podemos plantear para la neurosis, pero sí que implica algo posible aunque sea difícil.

3) Sabemos por experiencia que principios de análisis puede haber varios en un mismo analizante. Pero ¿cuantos finales caben en la historia de un sujeto, si entendemos éstos en el sentido de la verdad?

Finales evidentemente hay muchos porque se puede salir por la puerta o también salir por la ventana, a esos no los llamamos finales sino interrupciones. Pero si relacionamos que en el comienzo de un análisis hay ciertos elementos que en cierto sentido, aunque con variables, están reglados, también podemos decir que aunque todo final es singular para cada sujeto no por eso dejan de cumplir algunos pasos que si bien no están reglados tienen sin embargo algo de similar

Preguntas realizadas por: Juan de la Peña

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Tres preguntas a Eugenio Castro

1) El término del análisis ¿estaría más del lado del fantasma, del cambio en los modos de goce o de ambos?

Es una pregunta que comprende dos Paradigmas del goce que Lacan toma en épocas diferentes de su trabajo sobre las terminaciones de análisis: el goce relacionado con el fantasma y el goce relacionado con la Repetición que llamamos síntoma. En la época en que con el que se nombra como Pulgarcito (Leer el Cap XIV de “La Experiencia de lo Real”, J.-A. M) que nos orienta en las sendas de Lacan para no extraviarnos, la terminación del análisis se medía entre otras cosas por el atravesamiento del fantasma y hay AE que en esos años daban cuenta de su “atravesamiento del fantasma”: Pierre Naveau por ejemplo. Cuando se pasó a leer al último Lacan, el Sinthome como solución pragmática de Joyce tomó el relevo al atravesamiento del fantasma. Desde entonces los AE hacen sus relatos desde esta última perspectiva: el arreglo con el sinthome que sin embargo ya está como perspectiva en Lacan al menos desde el Acto Analítico.

“En el extravío de nuestro goce, sólo existe el Otro para situarlo, pero en tanto estamos separados” (Televisión. Cap. V). Así que el goce fantasmático proviene como respuesta tramposa al síntoma. Desde el fantasma se puede atravesar la ventana y realizar bajo forma perversa ese fantasma, pero también en el análisis tratar de hallar su lógica, lo que oculta como un intento de negar que hay un agujero en el Uno del goce, que respecto al goce mejor humanizarlo reconociendo que a pesar de que la relación de proporción entre los sexos no existe y eso es inquietante; uno siempre puede hacerse encontrar por una mujer que sea la causa de nuestro deseo y nos dé hijos y cuidarlos. Es una solución sinthomática pero es un arreglito. Si Dios creó a la mujer como Eva de la vida “en ayuda contra el hombre” (traducción de Chouraqui) mejor ese chiste equívoco del que uno extrae un cierto gocecito, que el extravío. Lo exótico femenino también tiene su gracia, frente al “todo el monte es orégano” varonil, aunque a veces sea una maldita gracia.

El atravesamiento del fantasma entonces es una especie de injerto por donde se pueden pedir peras a un olmo, el sinthome es ese injerto. Lacan habla del injerto.

2) En el recorrido del análisis nos podemos encontrar con ciertas fijaciones. Algunas se pueden modificar y otras se asumen. ¿En ambos casos se podría hablar de fin de análisis?

Usted responde ya en su pregunta. No hay el Todo así que siempre hay restos de fijación. Un histérico que conozco siempre tendrá ese aire de agujerear al otro, de ser un “chinchón”; que lo haga como un defensor de la fe utilizando las “verdades como puños” o que espere a que el analizante las diga, no es algo baladí. Por otra parte el “Chinchón no es un mal anís. La pulsión epistémica es posible sin destripar a otro, basta un rebuzno, un gargajeo, un ronroneo disarmónico como la música de Maderna, tan del gusto de Lacan. Ese ruido incapaz de caer en el sentido imaginario vale un Potosí o un Potonó pues es lo más serio por lo chistoso e irracional.

3) Aquellos que han realizado el pase, ¿pueden hablar de una diferencia a nivel subjetivo en relación con su propio fin de análisis? Es decir, ¿existen diferencias a nivel subjetivo (más allá de lo que tiene que ver con la Escuela) entre el fin de análisis y el pase?

Poco es sin la Escuela pues el analista también suele ser de la Escuela. En la terminación del análisis captas algo que ilumina retroactivamente lo que trabajaste en el diván. Te quedas un poco “pallá”, sin saber si reír o llorar, desconcertado. Durante un tiempo tratas de anudar ese final con lo que te parecía azaroso por no saber a donde se enganchaba. Lo que venía de lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico lo trabas con el arreglo sinthomático y tratas de que eso se capte por los pasadores en una transmisión. Es como el cuadro de Dalí “Galatea de Esferas”: Tratas de que aparezca la figura de tu vida y de tu sinthoma tras los trozos dispersos de borrones de pintura al estilo puntillista de Seurat. Es un duro trabajo porque a la vez estás convencido de que la figura pintada con pegotes es la de un analista y pretendes que eso pase a la Escuela que te puede nombrar. Pero sucede como contingencia que los pasadores o el cártel del pase son más puntillosos que puntillistas o que tu cuadro estaba mal pintado con lo cual te quedas compuesto y sin novia. Son cosas que pasan.

En el mismo dispositivo del pase aparecen cosas nuevas que no tenías preparadas para hacer esa experiencia divertida por estrambótica y que te sorprenden como si estuvieras en un país exótico. Convendrán conmigo que si esto se le cuenta a la gente del mundo de la cultura con quienes vivimos, nos tomarían por orates, con razón.

Preguntas realizadas por: Javier Cuevas